Los libros de arte hoy son prácticamente un lujo; atesorados en bibliotecas e instituciones públicas, independientemente de que se utilicen como regalos gubernamentales o se comercialicen en tiendas —en nuestro caso, ni siquiera para obtener utilidades, sino casi para pagar costos. Sin embargo, resultan muy necesarios para enriquecer la educación estética de quienes no podrán, por razones obvias, visitar todos los museos, mucho menos todas las exposiciones; y son imprescindibles, asimismo, para dejar registrado el itinerario de un artista, congelar en el tiempo una gran muestra o ratificar los valores de un creador al visualizar su obra de conjunto. Cada libro dedicado a un artista resume su vida, y guarda para la memoria los destellos de una exposición trascendente o la presencia de piezas que, al venderse, viajan, se dispersan por el mundo, y solo de esta manera quedan para la eternidad. Un libro de arte es una semilla al viento en una comunidad y en un país, cuya cosecha recogeremos en el futuro.

“Un libro de arte es una semilla al viento en una comunidad y en un país, cuya cosecha recogeremos en el futuro”. Foto: Tomada de Cubarte

Una de esas semillas comenzó su vuelo infinito el pasado 16 de diciembre, cuando Collage Ediciones, del Fondo Cubano de Bienes Culturales, y Artecubano Ediciones, del Consejo Nacional de Artes Plásticas, presentaron en los jardines de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) el volumen Lesbia Vent Dumois.   

Lesbia, Premio Nacional de Artes Plásticas (2019), ha dedicado su vida a aprehender las lecciones inadvertidas de lo cotidiano. Solamente con el empeño intenso y sistemático en el aprendizaje de técnicas y lenguajes, puede lograrse un resultado excepcional y sostenido como el suyo, aunque silencioso, casi invisible, sin fanfarrias ni fuegos artificiales. Este libro ahora lo descubre. Posiblemente parte de esa invisibilidad se deba a las tantas horas dedicadas a la curaduría de la producción de otros artistas —considerada por ella misma un acto de creación también—, disfrutada con la pasión y el desprendimiento que la caracterizan. Su callada obra nada tuvo que ver con una alta posición social ni con propiedades y tarecos acumulados; fue capaz, no obstante, desde temprana edad, de imponerse a prejuicios de género propios de una sociedad patriarcal, a la insensatez histórica de ser evaluada por el color de la piel, o a la “fatalidad geográfica” de formarse alejada de la capital.

“Lesbia, Premio Nacional de Artes Plásticas (2019), ha dedicado su vida a aprehender las lecciones inadvertidas de lo cotidiano”. Foto: Tomada del sitio web de la Uneac

Ahora, mientras incumple años, su referente se ha instalado definitivamente en una estética que recuerda detalles de un tiempo pasado o presente, un acontecimiento nacional o internacional, o cualquier suceso de cualquier vida. Consejera, asesora, amiga y “ambia” en las maduras y las verdes; firme en lo que cree auténtico y valioso, aunque soplen vientos en contra, y ceñuda para lo que sabe falso y ajeno. En estas páginas que le hacen justicia, su obra se nos despliega en toda su complejidad formal y conceptual.

El encaje y el calado como fondo y presencia encabezan y presentan el libro, mientras la caligrafía de la dedicatoria anuncia la perfección exhibida luego en su imaginería de leyendas urbanas y rurales contadas y urdidas en la tradición del tejido social de una Cuba común, que a veces se nos ha hecho poco visible por la invasión de otros códigos. Las fábulas de raíz criolla hacen pareja con antiguos moños y bigotes; los trazos de vidas entregadas generosamente a la causa social conviven con escenas familiares y domésticas emergidas con luz propia para que la sencillez expresiva desmienta la simpleza. Todo ello en medio de matices y detalles de una tradición vívida, entre la filigrana o los arabescos de una ornamentación que, de alguna manera, recuerda la raíz neobarroca de nuestra cultura, incorporada de manera cotidiana en la madeja visual de las formas curvas de estructuras y armazones, pero también en esa manera de conversar sobreponiendo parlamentos, metáfora de nuestra propia sociedad. Su obra en ocasiones nos hace pensar en la sobreabundancia del muralismo mexicano, como ocurre con Primera Declaración de La Habana.

A veces, el uso discreto del color contribuye a reforzar gestos y movimientos que tributan al dolor, a la preocupación, a la felicidad, a la meditación… Se inserta la celebración como parte de costumbres y hábitos en sus piezas, convertidas en crónicas y leyendas de campos y ciudades, en tanto el sentimiento de religiosidad se refleja con un sentido de armonía y respeto, con gran capacidad expresiva para integrar diversos elementos, incluido cierto tono irónico. Medallones, camafeos y relieves emblemáticos, pletóricos de significación, son insertados discreta y definitivamente en un discurso que resalta la laboriosidad de tejedoras y cosedoras; oficios no pocas veces subestimados, incluso dentro de la artesanía. Tapices, como si estuvieran “pintados” en xilografías, demuestran la gran habilidad de la artista, que pareciera trabajar sin plan dentro de un plan, dejar volar la imaginación, mas como si conociera de antemano los resultados y se sometiera a la atmósfera que pretende recrear.

“La señora nube” (acrílico sobre tela, 130 x 100 cm). Imágenes: Tomadas del perfil de Facebook de la artista

Candelabros encerrados y jaulas abiertas, mariposas y flores, recuerdan la edad de la inocencia; búcaros y arlequines, lejanos de los de Picasso, intentan rescatar memorias; personajes y escenas de la tradición pictórica cristiana como la Anunciación, y símbolos como el pez, constituyen un generoso ofrecimiento que rememora la decoración de una época. Una planchadora y una lavandera inolvidables hacen gala del dominio técnico de su creadora, no solo por el uso del color y las bandas de líneas, sino por la sabia utilización de la planimetría, al captar en plena concentración laboriosa y en completa faena, a estas mujeres cuyo trabajo no suele considerarse digno de reconocimiento. En muchas piezas resalta la composición con diversos objetos y personajes a los que vuelve más de una vez, como en la serie Dibujos, que reafirma la maestría en la combinación de las líneas con el color. Sus ilusionistas y presentadores dejan constancia de una tradición, mientras la denuncia social se trasluce en escenas dolorosas de gran patetismo, como “Honrando a los mártires” y “Reconcentración campesina”. La tristeza está revelada de múltiples maneras, por lo general poco explícitas, sin perder los imaginativos entramados que identifican sus xilografías. Y entre estas piezas puede hallarse un espacio abierto de ingeniosa colocación de mosaicos, balaustres y ciertos utensilios que se disfrutan al aire libre en una “Terraza”. Son ejemplos de cómo Lesbia asume la vida cotidiana, con mirada siempre atenta para la creación, lo mismo ante lo luctuoso que en la —al menos aparente— displicencia.

“Café al aire libre” (xilografía al hilo, 452 x 610 cm).

Históricas contraposiciones entre figuración-abstracción, tradición-modernidad, óleo-grabado, épica-lirismo… encuentran en Lesbia soluciones que suelen ir más a la integración que a la ruptura. Su obra pareciera fundirse con su vida intensa y a la vez armónica, y también con esas disyuntivas en que los cubanos hemos vivido en estas décadas revolucionarias. Objetos y motivos recurrentes en las artes plásticas (sillas, búcaros, lámparas, vitrales, rejas) se insertan de manera natural, lejos de referentes estereotipados. La artista ha experimentado con estilos, técnicas y temas bajo una exquisita imaginación, y ha incorporado casi siempre su concepción plástica en función de los mensajes, en escenas que nos dejan esa sensación de déjà vu, como “Ciclistas en el Malecón”, “Campesina con girasol”, “Mujer con pescado” y “Mujer con paloma”, con su rara combinación de firmeza e ingenuidad, posiblemente una de las mixturas más ocultas y bellas del pueblo cubano.

La artista supo aprovechar la Nueva Figuración de los 60 y asimilar de manera creativa referentes del expresionismo de esos mismos años, con una intuición poética cercana a los sueños. Su obra demuestra que todo puede convertirse en trascendente por la magia del arte. Es recurrente y también coherente que huya de lo rígido escultórico para usar más lo blando. Dibujo, grabado, pintura, bordado, calado, de laboriosidad ejemplar y desde la poética “natural” de lo que hemos considerado “femenino”, han materializado un homenaje a las artes manuales. Pero su estética relacionada con la mujer no sigue cánones establecidos; su dominio del grabado, hasta en la depuración exquisita de los detalles, logra en cada pieza creada la atmósfera que desea, retando las dificultades materiales y técnicas.

Cada detalle de su minuciosa producción está acompañado por una larga historia con fuentes de inspiración diversas, lo mismo en códigos culturales aprendidos que en la observación del arte popular redescubierto en calles y caminos por su detenida mirada, para dejar plasmado un diálogo con esa Cuba profunda que habita en un gesto abstraído, una sonrisa pícara o el humor punzante de la “gente común”. En los retratos suele enfatizar la decoración del ambiente, desde la solemnidad del negro hasta cierta estridencia del rojo, con el fin de resaltar un concepto, un tono intencional para la lúgubre abulia doméstica.

“Niña, ¿quién te induce esas ideas?” (acrílico sobre tela, 100 x 130 cm).

Sus piezas tridimensionales tributan más a las esculturas blandas debido a su trabajo con diversos tipos de materiales textiles. El dibujo al carboncillo entra en el universo más íntimo de la artista. Y el grabado, como pasión, acompaña una realidad expresionista, con esa cercanía intencional y pericia artística para descubrir lo “abstracto” de la figuración. Junto al indiscutible aliento poético, anida una vocación narrativa: sus mujeres tristes, sus proclamaciones, denuncias y las tantas historias apresadas en sus piezas podrían ser inspiración para cuentos, e incluso novelas.

Este universo nos es revelado en su vastedad gracias a la publicación del libro Lesbia Vent Dumois, concebido con un buen gusto y refinamiento acordes a la obra, la personalidad y hasta la forma de vestir y comportarse de esta gran artista universal y nuestra. Complementan, comentan y valoran la amplia muestra de la obra de Lesbia, un valioso ensayo de la profesora Odette Bello y textos de Miguel Barnet, Juan Sánchez, Nancy Morejón, Antonio Martorell, Juan Manuel Díaz Burgos, Luigi Bardellotto, Diane Denoir, Wendy Watriss, Wendy W. Luers, Julio Le Parc, Max e Isabel Ropert Contreras, Doreen Weppler-Grogan, Jaime Gómez Triana, Lourdes Benigni Rodríguez, Ivón Muñiz, Alfredo Sosabravo, Luis Miguel Valdés, Ángel Ramírez, Leandro Soto, Santiago Rodríguez Olazábal, Umberto Peña, Diana E. Díaz López, Eusebio Leal y José Villa Soberón; la mayoría solicitados expresamente para esta edición, junto a fragmentos de ensayos, entrevistas y artículos publicados en revistas, periódicos y catálogos por Israel Castellanos, Aracelys Bedevia, Isabel M. Pérez Pérez, Teresa Toranzo Castillo, Manuel López Oliva, Mireya Castañeda, Margarita Ruiz y Virginia Alberdi.

La coordinación editorial del volumen correspondió a Iris Gorostola, Lourdes Álvarez y Martha Ivis Sánchez. La edición en español estuvo a cargo de Silvana Garriga, y de la traducción al inglés se encargaron Eduardo González y Samuel Furé Davis. El diseño y composición de este complejo libro fueron asumidos por Dieiker Bernal, quien tuvo que sortear las dificultades de exponer con coherencia y acertadas soluciones la multifacética obra de la artista combinada con textos de naturalezas muy diferentes. Las fotos son de Ricardo Elías, quien también realizó la labor de escaneo junto a Erik Coll y María Elena Alfonso, y otras imágenes fueron tomadas del muy bien conservado archivo de la artista. En la extensa cronología trabajaron Lourdes Álvarez y María Alejandra Sánchez, y Liuba Bernal organizó la bibliografía. La impecable impresión y el acabado de Selvi Artes Gráficas contribuyen, en gran medida, a realzar la excelencia y diversidad de la creación de la artista.       

“Su obra demuestra que todo puede convertirse en trascendente por la magia del arte”.

Se ha puesto de moda entre nosotros hablar de “cultura del detalle”, aunque no todos la asuman como deberían. Sin embargo, esa exquisitez en la obra y en la vida, esa pulcritud en el arte y en el comportamiento, tienen en Lesbia Vent Dumois uno de sus referentes más excelsos. No solo por el valor de su producción intelectual, sino por su coherencia de artista genuina de fuertes raíces cubanas, Lesbia es, posiblemente, la última de las criollas.