“La vida acaba de regalarnos un tiempo extra”

Estrella Díaz
31/8/2020

Quizás fui una de las primeras periodistas que en Cuba entrevistó a Héctor Garrido, fotógrafo español que llegó a La Habana —por vez primera— hace unos diez años, más o menos, y aquí quedó seducido por la Isla y por su gente. De entonces a la fecha muchos han sido los proyectos soñados y materializados, y su relación con este país es tan honda, tan visceral, que ha decidido plantar aquí su bandera: ama y trabaja en La Habana aun en tiempos de pandemia y ese es el objetivo de nuestra conversación: ponernos al día de su quehacer en los últimos meses.  

Fotos: Cortesía del artista
 

The end of the sky / El final del cielo es tu más reciente exposición fotográfica inaugurada de manera virtual. ¿Cómo nace esta idea? ¿Cuál es el objetivo que persigues? ¿Cuántas obras conforman la muestra?

The end of the sky es un proyecto que venía fraguando desde hacía bastante tiempo y que ahora ha visto la luz, en medio de esta pandemia que azota el planeta y que nos ha mantenido retenidos entre cuatro paredes. Es un proyecto que trae a ese espacio pequeño de confinamiento, la grandeza del paisaje.

Este proyecto se mueve en los ejes de lo que pienso que debería ser la producción de exposiciones y libros del futuro. La idea nace a través de una reflexión en torno al almacenaje de mi propio material sobrante tras las exposiciones y la publicación de mis libros. La cantidad de material que usamos, los recursos naturales que invertimos, para que una buena parte luego acabe almacenada por años o en una trituradora de desechos.

Así que la filosofía para el diseño de este nuevo trabajo ha sido usar la tecnología en lugar de los recursos naturales.

Para entendernos: La exposición no está impresa, no existe físicamente, no hemos gastado en ella tintas ni papel. Es completamente virtual y se visita en una sala muy bella a la que puedes acceder desde tu propia casa con tu computadora. No está en ninguna parte del mundo y a la vez está en todas. Y es completamente gratuita. Claro, si alguien quiere adquirir una de las fotografías o uno de los dípticos, se imprime especialmente para esa persona, con toda la calidad y garantía. Pero es una impresión que tiene un destino prefijado, se deriva de una solicitud. Y con el libro/catálogo del proyecto es igual, se producen exactamente los que se solicitan para compra.

Imagínate: habitualmente, para que una persona pueda comprar un libro en papel, hay que hacer una tirada de miles de ejemplares. Esa tirada sale a la venta y, con mucha suerte, puede que se venda completa, pero también puede que no. De hecho, varios de mis libros aún tienen una buena parte de su tirada por vender, lo que significa que toda esa cantidad de papel, tintas y colas que se ha usado está almacenada con futuro incierto. Y todo ese material procede de la naturaleza, en definitiva, de los recursos naturales que son escasos y finitos.

Me encantan los libros, creo que son maravillosos, cuando uno los tiene en casa y puede disfrutarlos, por eso he querido que el libro/catálogo de la exposición se pueda imprimir, pero solo se imprimen aquellos ejemplares que se compran. O sea, no existe un stock almacenado. A petición del comprador se le imprime el libro, con igual calidad que si lo comprara en una librería. El proceso sale más caro al comprador, es cierto, pero infinitamente más económico a la naturaleza. Cada libro que se imprima es un libro deseado por alguien. De esa forma, no habrá libros sin vender llenando almacenes absurdamente. Por suerte, muchos de mis libros anteriores se han agotado. Esa es buena señal: se imprimieron los necesarios. En mi web voy subiendo los libros agotados para que puedan ser descargados gratuitamente en PDF.

 

¿Bajo qué circunstancias tomaste esas instantáneas?

El proyecto está inspirado en un libro de fotografías que se titula The end of the game, de Peter Beard. Conocí este libro cuando tenía apenas 20 años de edad y quedé inmediatamente atrapado en él, para siempre. Lo recuerdo como un momento especial en toda mi vida, tocó muchos de los resortes internos que eran aún vírgenes y que hoy forman parte de mi quehacer creativo. De alguna forma mi libro anterior, Fractales, anatomía íntima de la marisma, ya era un homenaje al de Beard. Incluso sus dimensiones y aspecto externo son muy parecidos. Fue un proceso de diseño muy interesante que nos llevó varios meses intensos. Los diseñadores Óscar Rueda y María José Pizarro hicieron un trabajo excepcional para darle cuerpo a esa hermosa idea. La Editorial Rueda, de Madrid, obró el milagro.

En los días que estaba terminando de construir este nuevo proyecto, The end of the sky, cuando lo tenía casi completo, recibí la noticia de la desaparición de Peter Beard. Había salido de su casa a pasear y nadie volvió a tener noticias de él hasta tres semanas más tarde. Entonces, fue encontrado muerto en un bosque. Como los elefantes africanos que él tan maravillosamente retrató, había sentido la cercanía de la muerte y se había marchado a morir en solitario. Fueron tres semanas en las que yo, por mi parte, trabajaba intensamente en el proyecto, al tiempo que buscaba noticias de Peter. Finalmente apareció el día antes de la inauguración virtual de la exposición. A él está dedicado todo este proyecto.

Las fotografías están tomadas en un período de aproximadamente diez años, aunque la mayoría son de los dos últimos años. Desde que dejé de trabajar en Doñana para mudar mi residencia a La Habana reduje bastante los vuelos fotográficos. Pero aun así, con cierta periodicidad sigo volando para tomar estas fotografías. Cuento para ello con la complicidad de mi piloto Hans Nerlinger, con quien me unen más de 20 años en el aire, mil anécdotas que contar y una amistad a prueba de huracanes. Él siempre está en la mejor disposición de secundar mis proyectos, por alocados que puedan parecer. La compenetración que hemos conseguido en el tándem fotógrafo-piloto explica el resultado tan perfecto (en el sentido de que es exactamente como lo proyecté en mi imaginario) de cada fotografía.

Mirar el planeta Tierra desde el cielo parece ser una obsesión personal. ¿Cuál es la motivación?

Para contestar esta pregunta voy a utilizar un texto del libro/catálogo The end of the sky. Dice así: “Y así intento expresar que mis fotografías están hechas con sentimientos, con sueños y con recuerdos, que no son el paisaje en sí mismo sino lo que yo siento en él. Y en ese proceso creativo, aunque el ingrediente principal es, lógicamente, el paisaje, el carácter definitivamente es obra del viento que en el momento de disparar la fotografía choca en mi rostro, del vértigo que en cada giro de mi avión parece dejar atrás el alma, del propio estado de exaltación que me produce ser lector consciente de aquello que la gramática del paisaje propone, de la sensación concatenada de la exploración, la búsqueda y el descubrimiento que provoca cada disparo de la cámara y finalmente de la momentánea ofuscación producida por el riesgo, siempre presente, de estar transitando en un medio aéreo, peligroso y retador. Esas son las especias que le dan sabor a mis imágenes. Algo así solo se puede experimentar ahí arriba, colgado del aire, con el cuerpo asomado sobre el paisaje y la cámara en la mano, bailando con el viento, como en un sueño”.

 

Paralelamente a esta muestra virtual has publicado el libro/catálogo de la exposición. ¿Qué editorial asumió la impresión del libro? ¿Cómo un interesado puede acceder a él?

Como te decía, el libro y la exposición son una apuesta decidida al uso de la tecnología para el ahorro de materias primas. El libro, por tanto, también tiene un acompañamiento editorial virtual. Puede ser leído y hojeado completo de forma gratuita en internet. Pero además, alguien que quiera tenerlo para sí, puede adquirirlo en papel o en formato ebook. O sea, no me cierro a que se impriman libros, pero solo se imprimen aquellos que son realmente deseados por alguien. El acceso al libro es a través de: https://www.blurb.es/b/10061195-the-end-of-the-sky y el ebook: https://www.blurb.es/b?ebook=722690

Durante casi 30 años trabajaste intensamente en la Reserva Biológica de Doñana, uno de los más importantes Parques Nacionales de Europa. ¿Cómo evocas esos años de labor? ¿Cuál consideras que fue tu mayor aporte personal en ese lugar?

Entiendo que la pregunta es qué aporté yo a ese maravilloso lugar. Pero para mí lo importante es, en realidad, qué me aportó Doñana a mí. Soy lo que soy por Doñana. Soy hijo de este lugar único en el mundo. Llegué allí siendo un muchacho y salí casi 30 años después, habiendo vivido muchas vidas y habiendo sido muy feliz. Ahora vivo en La Habana, donde también soy muy feliz. Pero muchas noches sueño con Doñana. Es muy profunda la señal que dejó en mi alma ese fantástico y salvaje paisaje andaluz.

Has acompañado, desde la fotografía, a varias expediciones a sitios remotos y de difícil acceso como la Antártida, por ejemplo. ¿Para qué te han servido esas experiencias?

Durante años hice el acompañamiento a varias expediciones del CSIC a diferentes partes del mundo. Debía retratar con mi cámara lo que ocurría en aquellas expediciones. Fue una escuela maravillosa. No solo como profesional, sino como persona. Tener una visión amplia y profunda del planeta, de las personas que lo habitan en lugares remotos y diferentes de nuestro pequeño mundo local, es una enseñanza de humildad y de orden en la importancia de los valores.

 

La isla mínima, película de Alberto Rodríguez, fue galardonada con 10 premios Goya. Hiciste las imágenes aéreas de ese filme español. ¿Cómo recuerdas ese trabajo? ¿Qué aportes consideras que le imprimió a la cinta?

Con cierta frecuencia hago colaboraciones en el cine y en documentales. Ciertamente es un mundo que me atrae poderosamente (peligrosamente, diría). Cada uno de estos trabajos conlleva un aprendizaje y un crecimiento. Para un fotógrafo, que muchas veces está acostumbrado a trabajar en solitario, saberse miembro de un gran equipo coordinado es una experiencia muy interesante.

Trabajar con Alberto Rodríguez en La isla mínima, lo fue, sin dudas. Alberto, además de ser un magnífico cineasta, es una gran persona y amigo. A nivel profesional La isla mínima visibilizó mi obra a un nivel desconocido hasta entonces por mí. La colocó en un lugar distinto, frente a un público diferente al que hasta ese momento seguía mis trabajos. Fue un momento muy interesante. Como lo fueron otras colaboraciones en el cine y los documentales, como por ejemplo, en Sergio y Serguéi, de Ernesto Daranas, en la que hice una asesoría visual sobre la imagen que debía presentar el planeta Tierra a través de las escotillas de la MIR. De ahí también surgió una profunda amistad con Ernesto Daranas, que nos ha llevado a soñar juntos nuevos y emocionantes proyectos que pronto verán la luz.

De todos esos trabajos queda con frecuencia un poso indeleble de amistad y crecimiento. Cada uno de esos proyectos supone un hito, sin duda, en mi vida.

Eres un profesional que, entre otras líneas de trabajo, pones acento especial a la preservación y cuidado de la flora y la fauna. ¿Consideras que es suficiente lo que se hace desde los medios de comunicación para, precisamente, cuidar nuestro planeta? En ese sentido, ¿qué crees que se pudiera hacer?

Hemos destruido gran parte de nuestro planeta, hemos esquilmado sus —nuestros— recursos naturales y aún la sociedad quiere más y más. La vida acaba de regalarnos un tiempo extra, un momento de reflexión para un posible cambio. Esta pandemia y su consecuente encierro mundial ha puesto en evidencia la posibilidad real de un futuro respetuoso con el medio ambiente. Un futuro sin combustibles fósiles, sin crecimiento obligado de economía y poblaciones, un futuro equilibrado, esperanzado y realista. Quizá por primera vez en la historia tenemos la oportunidad, desde la comodidad de nuestros hogares, de cambiar el devenir del planeta. Ahora tenemos esa oportunidad. Y es por poco tiempo. Esta pandemia no es más que la primera de muchas adversidades terribles que nos harán sobrevivir de forma miserable si no cambiamos el curso de la historia. Es ahora.

 

Ahora —y desde hace un tiempo— compartes tu vida entre España y Cuba. Esta permanencia en la Isla, ¿qué te ha aportado desde el punto de vista de la fotografía?, ¿qué te ha restado?

Vivo permanentemente en La Habana, aquí tengo mi oficina de producción de proyectos, mi hogar y mi amor, mi alegría cada mañana al despertar. Ahora mis proyectos fotográficos también están aquí. Estoy trabajando en varios proyectos muy abarcadores que me tienen realmente ilusionado y todos ellos son en Cuba, tanto en La Habana como en la región oriental, pero de eso hablaremos más adelante, cuando estén concluidos.

En Cuba he recibido una maravillosa acogida, tanto en lo personal como en lo profesional, y siento mis proyectos plenamente apoyados y respaldados. Eso me aporta un alto grado de compromiso y de sensación de pertenencia, que es fundamental para el desarrollo pleno y que se genere esa interesante simbiosis en la que uno da y recibe, a partes iguales. Y eso ocurre, me ocurre, aquí en Cuba, a la que después de tantos años, siento tan cercana y tan adentro.

En cuanto a la pregunta de ¿qué me ha restado?, pues añoro mucho la cercanía de mis hijos, aunque vienen a Cuba a vernos a menudo y creo que tienen conciencia de que este es, de alguna manera, también, su hogar. Siempre desearía estar más tiempo con ellos. Son un pilar fundamental en mi vida.

Luego de que la humanidad venza o logre detener la Covid-19, ¿qué planes tienes como fotógrafo?

Hay varios proyectos muy grandes y hermosos, ya en ejecución. Pero eso formará parte de la próxima entrevista.