Es sin duda el punto cubano un baluarte imperecedero de la cultura cubana; manifestación tradicional que ocupa un lugar cimero y que cuenta con una numerosa, devota y ferviente comunidad de escuchas. Caracterizado por su sentido de perdurabilidad y resistencia cultural, fue declarado en 2017 Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. En lo particular, me gusta denominarlo, más que género musical, elemento del patrimonio cultural vivo, pues constituye una joya indiscutible de la identidad nacional; con alto sentido de la inclusión, propiciador de diálogos, y vehículo de sentimientos, conocimientos y valores de las comunidades que lo practican.  Las técnicas, saberes y habilidades vinculadas a esta expresión cultural tradicional se transmiten de generación en generación, esencialmente a través de la imitación y por la vía oral. Por ello se nos hace oportuno emitir algunos criterios de tan importante y prolífero fenómeno cultural bajo una mirada antropológica.

“Las técnicas, saberes y habilidades vinculadas a esta expresión cultural tradicional se transmiten de generación en generación”.
Fotos: Cortesía del autor

Momento propicio para el diálogo, la reflexión y el intercambio de saberes en torno al tema lo es sin duda la celebración del Primer Congreso Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, espacio que pretende reunir a conocedores, investigadores, antropólogos y practicantes de la reconocida manifestación tradicional en Iberoamérica. Con este artículo homenajeamos tan importante acontecimiento. 

Varios han sido los estudiosos que han tomado en ella inspiración; referentes obligados utilizados por los gestores, investigadores, especialistas y decisores pertenecientes al Sistema Nacional de Casas de Cultura por varias décadas. Según cuentan, es a partir del siglo XVIII que se consolida la adopción y uso de la décima, pues el pueblo y los poetas cultos la usaron durante la toma de La Habana por los ingleses para expresar su protesta. Sin embargo, las recopilaciones de textos usados en distintos estudios sobre el punto cubano y sobre la estrofa se remontan a mediados del siglo XIX. La más antigua evidencia aparece en el Álbum Regio, de Vicente Díaz, publicado en 1855 en La Habana. No olvido cuando en los años 90 me fue de mucha utilidad la obra de Samuel Feijóo y su libro Cuarteta y décima. En sus investigaciones recopiló por tradición oral y por consulta bibliográfica un gran número de décimas tradicionales desde 1902 hasta 1960.

Otro referente indispensable en mi formación fue María Teresa Linares; su obra El punto cubano nos enmarca minuciosamente en una mirada etnodemográfica —y hasta cartográfica— del tema. No podemos dejar de mencionar otros estudios, como el realizado por Jesús Orta Ruiz en Décima y folklore, donde se recopilan décimas antiguas atribuidas a veteranos y poetas, por las cuales se puede hacer referencia a trovadores populares que participaron en el movimiento iniciado en el siglo XIX y que culminó alrededor de 1940; etapa de cristalización en la que intervienen grandes poetas y músicos instrumentistas. Más recientemente empezaron a surgir noveles investigadores como la espirituana Sayli Alba Álvarez y el repentista pinareño Leonardo Camargo, entre otros, los cuales propician un acercamiento y actualización del tema desde la práctica cultural misma.  Un acucioso investigador del tema fue Cristóbal Díaz Ayala, quien editó la discografía de la música cubana de 1898 a 1925, donde se conservan muchos materiales de los artistas que practicaban esta manifestación musical.

En formato musical aparecen diversos y conocidos instrumentos, algunos de procedencia hispánica (el laúd, la guitarra y el bajo), cubana (el tres), o  provenientes del viejo continente (el bongó, el güiro, las claves, la marímbula, entre otros); todos ellos suelen acompañar tanto en el punto como en las guajiras. Esta conformación instrumental ilustra sobre la fusión y la influencia hispánica, pero también de la africana o de la región subsahariana.

“Joya indiscutible de la identidad nacional”

Por otra parte, el Sistema Nacional de Casas de Cultura ha sido en estos 40 años un vehículo en su proliferación y salvaguardia. Recordemos cuando el músico Alejandro Aguilar realizó una labor de promulgación muy extensa en todas las provincias, llevando el formato de su conjunto a diferentes municipios y participando en el Frente Campesino del Movimiento Nacional de Aficionados. Otro grupo muy estimado fue Los Montunos, fundado por el virtuoso laudista José Manuel Rodríguez junto a Ramón Huerta, Antonio Acanda y otros músicos. De este modo proliferó el uso de conjuntos campesinos para acompañar a los decimitas y realizar actividades musicales. Para el programa televisivo Palmas y cañas, el laudista Miguel Ojeda organizó un conjunto, donde era también compositor, director y arreglista.

Uno de los preceptos más consecuentes en los procesos de acompañamiento al punto cubano o guajiro y sus portadores, por parte del Sistema de Casas de Cultura, se relaciona con su visión de fenómeno cultural diverso, o sea, no solo está compuesto por el arte del repentismo, sino que la tonada y las parrandas campesinas también ocupan lunetas en esta forma de expresión tradicional.

“Entre las tonadas más representativas y conocidas se encuentran la de Palmarito y la de Carvajal”.

Nuestros instructores de arte y especialistas han incursionado en el proceso de enseñanza-aprendizaje a través de talleres, conversatorios, cursos, conferencias y demás modalidades académicas, bajo la premisa de la diversidad de expresiones existentes en las comunidades cubanas. Ello es válido tanto para el repentismo como para la tonada, teniendo como referencia sus propias prácticas y exponentes. En el primero conocemos el punto pinareño (punto libre o vueltabajero), que se manifiesta con estilo libre y una línea melódica fluida, tempo lento y compás variable; el punto en clave (punto fijo: de las provincias de Camagüey y Las Villas, el cual es expresado con un estilo fijo donde el intérprete mantiene el mismo tempo y compás); el punto espirituano; el punto matancero; el punto lajero; el punto seguidilla, compuesto por varias estrofas (décimas) cantadas sin interrupción en una melodía que puede desprenderse en cualquier momento de la canción, entre otros. Entre las tonadas más representativas y conocidas se encuentran la de Palmarito y la de Carvajal.

“En los más infantes y noveles precursores encontramos la viabilidad de la manifestación tradicional para su
emprendimiento futuro”.

Otro de los elementos primordiales en el fomento y salvaguardia del punto cubano a través de la gestión llevada a cabo por el Sistema de Casas de Cultura y sus instituciones ha sido el sentido de continuidad. En la transmisión generacional se asegura la perdurabilidad necesaria, pues en los más infantes y noveles precursores encontramos la viabilidad de la manifestación tradicional para su emprendimiento futuro.   

Con el Movimiento de Artistas Aficionados se incrementaron las agrupaciones en las zonas rurales, donde se hicieron eco las cooperativas campesinas creadas desde 1960, lo cual propició su extensión en todas las provincias del país. No obstante, se estableció un modelo de conjunto único que homogeneizó la interpretación del punto. Por un lado, los instructores de arte laboraban desde entonces en las comunidades, muchas de ellas intricadas y vulnerables; y por el otro, el ejercicio de recopilación llevado a cabo por los respectivos equipos del Atlas Etnográfico de Cuba. Cultura popular tradicional propició el regreso a las comunidades de festividades tradicionales ya casi olvidadas, y algunas consideradas desaparecidas, como la Fiesta de los Bandos Rojo y Azul, de Majagua, en la provincia de Ciego de Ávila. Se trata de una pugna entre dos bandos donde toda una comunidad se engalana con el protagonismo de sus portadores de tradiciones, los cuales en su mayoría son jóvenes galenos que hacen de su proyección artística un emblemático momento a través de los bailes guajiros de antaño, como la caringa, el tumbantonio, el zapateo, el papalote y el gavilán. Un interesante momento dentro de la fraternal competencia ocurre cuando tiene lugar en el escenario lo que ellos denominan rescate del año; un desconocido o desaparecido elemento que en algún momento existió y que a través de un minucioso proceso investigativo se retoma. Aparecen también tonadas antiguas de parrandas, así como una décima recitada por la propia Cuba (personaje interpretado por una muchacha hermosa de buena reputación en el pueblo) acompañada por Liborio (personaje que representa al pueblo).

Los encuentros, eventos y actividades, como parte de la vida cultural de las comunidades cubanas, ha sido la punta de lanza utilizada para el despliegue, proliferación y viabilidad del verso oral improvisado y sus cultores por todo el país. Con el protagonismo de gestores, instructores de arte, promotores culturales y especialistas de nuestras Casas de Cultura se ha logrado conformar hasta nuestros días un sólido y consecuente movimiento de gestión y atención hacia el elemento tradicional. Las Jornadas Cucalambeanas —en su concurso Justo Vega han participado destacados jóvenes improvisadores como Héctor Gutiérrez, Hiram Fundora, Luis Quintana, Osvel Castellano, Juan Armando Abreu, Roberto Rojas, Emiliano Sardiñas, Leandro Camargo, entre otros— son espacios relevantes dentro de las fiestas de tradiciones campesinas, así como las peñas y clubes, convertidos en nichos por excelencia para su práctica; espacios que constituyen modos de estimulación para sus cultores, además de sello distintivo para el reconocimiento social, vecinal y comunitario.

En todo el país existen disímiles espacios académicos dedicados a la práctica del punto cubano y sus portadores. En el año 2009 el Consejo Nacional de Casas de Cultura organizó el Coloquio de la Feria Nacional de Arte Popular, en la provincia de Ciego de Ávila, donde el punto cubano fue el tema central. Junto a reconocidos investigadores y estudiosos, participaron portadores de dicho elemento, lo cual enriqueció las secciones de trabajo y favoreció el acercamiento a la realidad de las diferentes regiones del país.

“En todo el país existen disímiles espacios académicos dedicados a la práctica del punto cubano y sus portadores”.

Por muchos años en nuestras Casas de Cultura se organizaron los Talleres de la Décima, los cuales tenían apartado seguro en las celebraciones de los Encuentros de Talleres Literarios en todos sus niveles (municipales, provinciales y nacionales). No solo se pretendía el aprendizaje y desarrollo creativo de habilidades en el arte de improvisar, sino también en acciones de apreciación donde la crítica jugaba un rol importante al inducir elementos de importancia como la historia de la décima oral improvisada, principales exponentes, historias de vida y otros aspectos. En esos años los propios improvisadores desempeñaron un papel determinante, pues brindaban sus conocimientos a talleristas, instructores de arte y asesores literarios.

En el año 2000 apareció entonces un espacio que continuó con esta labor, el Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, con una admirable faena. Alexis Díaz Pimienta, destacado poeta e improvisador, se ha dedicado a profundizar en la práctica de la improvisación y ha elaborado con elementos teóricos e históricos, y con alto nivel de información, una bibliografía muy extensa y un análisis de la obra de la última generación contemporánea con él. Así, fueron creadas por toda la geografía nacional las  Cátedras de Repentismo Infantil.

Recordemos también que la primera experiencia de un ejercicio como parte de los procesos de capacitación en Cuba llevados a cabo por expertos internacionales convocados por la UNESCO en temas referidos a la aplicación de las Directrices Operativas de la Convención de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (2003) fue la de los Hogares Cucalambé, pertenecientes a la comunidad de Máximo Gómez en el municipio de Perico, en la provincia de Matanzas.  

Otro de los aportes significativos del Consejo Nacional de Casas de Cultura a la salvaguardia del punto cubano fue sin duda la producción audiovisual protagonizada por el Grupo Guijarro, el cual realizó instructivos materiales en función de las prácticas del punto cubano y los portadores existentes en las comunidades cubanas, tomando como referencia el propio proceso de convivencia y acompañamiento in situ. Cabe destacar su rol determinante en el proceso de elaboración del expediente para ser inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

“En 2022 se cumplen cinco años de haber sido proclamado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad”.

En la actualidad, fortaleza indiscutible para afianzar y ponderar este elemento patrimonial lo constituye la proliferación de parlamentos creados para el estudio y fomento del punto cubano. Al ya mencionado Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, en La Habana, se unen la Casa Iberoamericana de la Décima, en Las Tunas; la Casa Naborí, en Limonar, Matanzas; la Casa de la Décima Celestino García, en Pinar del Río; la Casa de la Décima Francisco Riverón, en Güines, provincia de Mayabeque, y la Casa de la Décima Raúl Rondón, en Ciego de Ávila, las cuales, en su totalidad, además de la enseñanza de la espinela y la improvisación, dedican tiempo al acompañamiento musical, sobre todo al estudio de guitarra, tres, laúd y en algunos casos bongó.  

Solo nos resta felicitar al punto cubano y sus portadores por mantener una tradición de varios siglos, precisamente cuando en 2022 se cumplen cinco años de haber sido proclamado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.

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