El arte no es ni será jamás un acto neutral. Se mueven axiomas detrás de los gestos en apariencia más inocuos e inofensivos. Hay una falsa conciencia del mundo que se aprehende cuando consumimos determinadas ideas a partir de un tipo de industria cultural. En tal caso, las significaciones presentes en una obra determinada van direccionadas hacia un objetivo político y social, y poseen una carga semántica que reutiliza y refunda las funciones de los símbolos que originariamente tuvieron otra procedencia ideológica. En su documental The pervert´s guide to ideology, Slavov Zizek nos enuncia una serie de formas que adopta la ideología como manera de pensar las cosas del mundo desde un tamiz complejo y a la vez perverso, que no nos permite desentrañar la esencia de los fenómenos. El filósofo cree que en el pensamiento occidental existe una pulsión subconsciente que hace que las personas busquen en una mentira placentera el placebo para no sentir el dolor de la realidad. Despertar duele y a veces preferimos el sueño y la ceguera, aunque estemos conscientes del cariz falso y de la carencia de sustentos concretos.

En este documental, Zizek enuncia una serie de formas que adopta la ideología como manera de pensar las cosas desde un tamiz complejo y a la vez perverso, que no permite desentrañar la esencia de los fenómenos.

El mundo de la música popular, sobre todo el rap, el reguetón y el trap, es un vehículo perfecto a partir del cual se mueve la ideología. Posee los ingredientes necesarios para introducirse en nuestras vidas y brindarnos la sensación de un oasis en el cual no es requerido pensar o hacer para que obtengamos determinada gratificación placentera. Por ello, el universo de esas canciones está lleno de referencias epicureístas en las cuales el único objetivo es sentirse bien, hallar una sensación de felicidad. Zizek dice que, en los últimos años, hubo una avalancha de gente a las consultas de psicoanálisis que pedía un remedio para “ser más feliz”. La culpa que aqueja a estos pacientes no es haber transgredido determinada norma moral, religiosa o social, sino la de no saber alcanzar ese Nirvana de la alegría placentera que se vende a diario en los medios y en las redes. ¿Qué quiere decir esto? Que en la posmodernidad actual el mandato es ser feliz a toda costa, sin que importe que ello presuponga un daño a mediano y largo plazo. El futuro es hoy, el mañana no existe. Extraña máxima que no posee las resonancias potentes de un Sartre, pero que se enarbola en todos los niveles de exposición de ideas de la industria disquera y de los líderes e influencers de hoy. Por ello, el acontecimiento que involucra al rapero mexicano Tekashi en Cuba va más allá de análisis morales y de categorías simples que no alcanzan a definir toda la dimensión del fenómeno y que se quedan en la superficialidad de una condena o de un agradecimiento. ¿Filantropía y caridad o soberbia y pretensión?

A nivel individual hay que entender el contexto sumamente erosionado en el cual se mueve Tekashi y que aparece retratado en el videoclip que filmara en Cuba, cuando narra la ruptura de sus padres y lo que ello generó materialmente. En su propia axiología personal, quizás la caridad y regalar dinero clasifican como una manera altruista de equilibrar un universo que a él mismo le fue antes adverso. Pero también hay que ir al contexto mayor de un país que posee otras implicaciones socioclasistas y de excepcionalidad que no permiten hacer esa única lectura del suceso. En la Isla existen problemáticas de índole compleja, desde la familia hasta la comunidad y el entorno social, pero no poseen la misma esencia que lo que pudiera ocurrir en México. Por ello la lectura de los hechos cambia cuando se sitúa el acto dadivoso en el contexto cubano. Si bien pudiera entenderse que haya quien vea en ello una buena obra, nunca debió incluirse a niños en la filmación, pues no poseen la capacidad de juicio para decidir por sí mismos a qué valor adscribirse en este caso. Volviendo a nuestro análisis de la ideología desde el criterio lacaniano y hegeliano-marxista de Zizek, el gesto expresa la pulsión de placer y, en este caso, de dinero fácil que genera un clima de distensión y de placebo en medio de dificultades innegables. Pero, ¿es así como queremos salir de los problemas, con prosperidad regalada?

“El arte no es ni será jamás un acto neutral”.

No se habla de lo mismo cuando se sitúan en una balanza conceptos como el de caridad y el de solidaridad. En uno hay una posición filantrópica que —aunque pueda darse el caso de que no esté henchida de orgullo y antivalores— parte de una relación verticalista con los beneficiados. Se mira a la gente desde arriba, desde el éxito, desde el logro y —hablando en los términos de Zizek— desde la ideología o falsa conciencia de los ganadores. En el otro, existe una horizontalidad que no requiere de posicionamientos de poder y que apuesta por abolir la desigualdad empoderando al sujeto para que actúe de manera activa dentro de la Historia, cambiando su circunstancia y no siendo preso de las dádivas de un tercero. Pero Tekashi no tiene por qué conocer esto ni hay que pedírselo. A su forma, él cree en lo que hace y se mueve dentro de las concepciones y valores aprendidos y aprehendidos durante el periodo traumático de su infancia y que lo atraviesan como relaciones socioclasistas que imprimen en él un determinado ser y una idealidad específica. No es el momento de educar a quien asume que está en lo correcto, sino de preguntar hacia adentro si videoclips como ese trasmiten una conciencia alienada o real del ser que somos y del que queremos ser. Allí es donde la cultura toma su rol activo y la crítica asume los ribetes de sujeto modificador que relee el fenómeno y lo interpreta responsablemente. Si se va a la centralidad del debate, veremos que solidaridad y caridad están en un mismo eje, pero responden a sistemas de valores diferentes. Uno pretende hacerlo todo desde el yo y la individualidad. Otro lo hace con el nosotros como premisa y persigue la inclusión. Pero en términos de mercado la apuesta por los valores del neoliberalismo se hace evidente y con ello no se quiere decir que el rapero esté consciente del proceso; sino que, como sujeto dentro de la corriente de la cultura de su medio, reproduce las lógicas socioclasistas ya asumidas y apropiadas aun en contra de su voluntad y como resultado de una experiencia como persona oprimida que vio en el arte una vía para zafarse parcialmente de ese yugo. La liberación es incompleta y lo demuestra la forma en que pretende ir hacia el placer desde el dolor. Zizek diría que el dinero es el placebo del presente, para diluir un pasado que quema y lacera, cuyas heridas permanecen intocadas pues el sistema que las genera pervive con potencia.

El video, de esta forma, pasa de ser una vía para el empoderamiento y se revierte en un testimonio de los dramas de la persona que lo protagoniza, quien sin querer se delata. El dolor subconsciente es explotado por la industria e intenta empatizar con un dolor otro, el de colectividades a las cuales se les entrega una dádiva fácil e ilusoria. El placer que nada nos cuesta, el que se obtiene rápido y fácil, es una utopía alcanzable y alcanzada fugazmente, si bien su brillo se diluye con los primeros rayos de la realidad. El videoclip nos vende eso, la idea de que se puede ir hacia un mundo paralelo donde no hay que concienciar problemática alguna, ya que estas no se van a resolver. Es mejor dejarlas quietas y aceptar aquello que de forma rápida nos saque del dolor, sin cuestionarnos el tipo de modificación ontológica que ello nos imprime. El ser queda de lado ante la felicidad. Y una vez más la posmodernidad nos sorprende con esa búsqueda sin hallazgo de una alegría a toda costa y de una huida de los oscuros rincones de la preocupación y el desasosiego. No es que haya que vivir incómodos ni en constante alarma, sino que en términos de análisis ideológico este caso se amolda muy bien a las funciones anestésicas de la ideología como falsa conciencia del mundo y sobre todo como fenómeno atravesado por intereses de clase que impiden ir más allá de las gafas que impone este asunto. La metáfora de los lentes oscuros es tomada también del famoso documental The pervert´s guide to ideology en el cual Zizek nos habla de cómo nuestra visión está mediada por los colores impuestos por un poder terrenal que nos precede. Esta compulsión nos destruye la voluntad de actuar y el deseo legítimo de una felicidad propia con placer incluido. Lo que se intenta, entonces, no es mirar, sino virar el rostro o ponerle unos parámetros que limiten el ángulo visual y lo condicionen hacia una sola forma (la del poder). La construcción de significaciones desde un sentido ideológico se sirve del alcance de la cultura de masas y del hombre masa que ya describiera Ortega y Gasset. Ese gregarismo, en ocasiones legítimo e ingenuo, es deconstruido e impactado por intereses de clase que impulsan una mercadotecnia desde la centralidad de la renta absoluta. Esto es como hablar de libertad desde el fondo de un foso y ver en las mazmorras un bálsamo y un elemento desalienador. La ideología, aun cuando se nos inocule como condición sine qua non de la felicidad, conduce a las cadenas de la opresión y la dependencia. Tenderemos a un nivel adictivo que nos transportará a los abismos, siendo nosotros mismos quienes vamos por nuestros pies.

El Nirvana de la alegría placentera se vende a diario en los medios y en las redes.

Como en determinados hábitos, el que consume comienza buscando una felicidad fugaz y, cuando la ve diluirse, repite la operación infinitamente hasta el degaste. Ello aplica para hallar significantes en el acto de entregar dinero. Tanto para quien da, como para quien recibe, el placer es efímero y la prosperidad juega un rol secundario. Lo importante es ese paraíso momentáneo que se nos regala y que, por ser fácil, alcanzable e inmediato, pareciera un remedio ante las cosas complejas e irresueltas de la realidad. Pero la apariencia pronto demuestra que no va a llegar más allá del espejismo y que los problemas requieren de un papel activo transformador muy distante de la pasividad de quien recibe el acto caritativo. Dicho en otras palabras, el gesto no alcanza ni a terminar con la situación de vulnerabilidad material, ni dignifica totalmente al beneficiado. El saldo final es la imagen en redes sociales con los miles de lecturas y la prevalencia de los relatos y las interpretaciones sobre los hechos. Las pugnas entre partidismos y las tomas de posición marcan la virulencia del material y su rapidez en las autopistas digitales. Cuba no es cualquier país y su excepcionalidad está presente en los debates que se generen.

El rapero se sigue moviendo en su universo axiológico y entendible, subsumido por un contexto mayor y más mercadotécnico. No tiene por qué manejar las categorías que se agitan dentro de la obra de arte. Ni siquiera se le pide que haga un acto lacaniano de autoconciencia e interiorice su propio ser, ese que ha plasmado en un video. Zizek hablaría de las capas de la conciencia subsumida en las condiciones de la ideología de la posmodernidad y situaría al rapero en una de estas estaciones; pero ello no quiere decir que haya implícitamente un juicio moral ni una condenación. Porque ver el suceso solo dentro del marco de lo bueno o lo malo nos limita las herramientas. Es mejor que se tengan en cuenta otros ejes de valores y de intereses para desentrañar la secuencia de roles que hay detrás de la significación de esta propuesta audiovisual. La crítica posee como finalidad el papel de llevar a su justa expresión las dimensiones escondidas y metamorfoseadas del fenómeno. La realidad, que es capaz de refutar la ideología, debe ser develada ante el público con el fino escalpelo del análisis.

La ética es impactada por el material y ello, al menos en el plano de lo social, posee implicaciones que van más allá de un mero ejercicio de disección semántica y estilística. Ese suceso práctico y concreto de los niños trasciende las categorías estéticas y filosóficas manejadas como parte de una deconstrucción. No es admisible a niveles elementales de entendimiento y conlleva otra mirada desde lo legal y lo pedagógico, lo consensuado y los diferentes pactos que ello entraña. Pero lo que sí está en la centralidad es la cuestión del dinero como única vía para un vivir próspero. Allí, el paraíso momentáneo, la utopía instantánea, nos reflejan que las relaciones entre cosas y no entre personas siguen mediando la humanidad del hombre y que lo convierten en otra cosa diferente de sí. Alienación que entronca con las visiones de Zizek sobre la ideología como fenómeno de resonancias lacanianas. Ese reino del placer hacia el cual vamos es el dinero como sumun de la vida y de la muerte, como medida de todas las cosas. Y más allá no existe nada. Huimos del dolor de la pobreza y corremos hacia el dinero.

En la realidad los problemas duelen y el filantropismo no los soluciona, sino que los promociona y los reutiliza, resignificando los traumas.

En esa secuencia de roles en la cual la motivación es la utopía liberal de la prosperidad fácil, el sujeto pierde la perspectiva y como buen consumidor se deja llevar por lo adictivo hasta romperse como un juguete defectuoso. Queda entonces el videoclip como testimonio del proceso y como pieza que —al menos tangencialmente— posee la utilidad de ser un documento de cómo opera la falsa conciencia. Zizek ha estado en lo cierto y en el ser humano hay una tendencia perversa que roza el dolor y que halla en ese delgado límite un placer inusitado: el de los extremos y la búsqueda de vitalidad. Solo que en los entuertos de la posmodernidad las laceraciones son reales y los dramas van más allá de la espectacularidad de una pantalla o de unos millones de likes en las redes sociales. En la realidad los problemas duelen y el filantropismo no los soluciona, sino que los promociona y los reutiliza, resignificando los traumas.

En esta verticalidad de poder hay que entender lo acontecido, aunque el material transmita el mensaje buenista y conciliador de un regalo. Las manzanas de los cuentos de hadas también parecían sabrosas. Y si no que lo digan los personajes que conocen bien su secuencia de roles y que ahora, a pesar de las relecturas y los relatos posmodernos, no van a pecar de ingenuos. Por mucho que Superman vuele de un edificio a otro, los seres humanos caeremos producto de la fuerza de gravedad. Así actúa la realidad sobre las víctimas del engaño de la ideología de mercado. Perder la noción y hundirse en las visiones coloreadas por unos lentes oscuros conlleva dolor real. Ese y no otro destino les espera a quienes prosigan la búsqueda de un vellocino de oro regalado.

3