Laudel de Jesús: “Me nutro de la savia de nuestra cultura”

Kiusbell Rodríguez Castiñeiras
11/8/2020

Por estos días se celebran los primeros quince años de laboreo de Cabotín Teatro, uno de los grupos medulares de la escena espirituana, con alcances importantes en varios escenarios del país. He seguido su trabajo desde los inicios y siempre tuve la certeza de que había algo muy peculiar en la manera de hacer de Cabotín, sobre todo, en una ciudad donde pocos grupos contaban con una calidad y un trabajo sistemático notables. Cabotín Teatro fue, en ese momento, un oasis en medio de tanta desidia y mal gusto.

Recuerdo que para este director y su tropa no bastaba el hecho de estrenar una puesta en escena que tuviera una vida corta, sino que realizaban largas temporadas de presentaciones. Como espectadores, podíamos apreciar una evolución hacia la madurez de dicho espectáculo, algo que, me gustaría puntualizar, era —¿acaso es?— inusual en ese terruño.

A propósito, y sumándome a los festejos por los quince de Cabotín, converso con su director, quien ha sabido mantenerse con astucia y a base de trabajo en el camino correcto, pero también áspero de la creación teatral.

“Y el teatro es eso: un diálogo y sin atención, sin la mirada que espera ser sorprendida
no hay magia sobre el escenario”. Foto: Tomada del Twitter de Cabotín Teatro @cabotinteatro

 

Desde tus primeras puestas en escena con Cabotín Teatro, díganse Juegos sucios en el sótano, Tren hacia la dicha y Triángulo, y hasta el presente, te ha interesado de manera especial la dramaturgia cubana actual. ¿Cuánto persiste y cuánto ha variado de aquellos primeros montajes hasta hoy en la forma de concebir tus puestas en escena?

“La dramaturgia cubana es, por elección, la plataforma ideoestética fundamental, y considero que es depositaria del modo de ser y hacer del hombre insular. Los textos escritos por autores cubanos sintetizan la memoria histórica y emocional, la Historia de Cuba que no cuentan los libros académicos. He creído que bebiendo de los autores que he montado me nutro de la savia de nuestra cultura en forma de imagen y de solución escénica. El autor cubano y el actor, como centros de la puesta en escena, son dos coordenadas que me acompañan hasta hoy”.

Cuentan ya quince años de labor como director de escena, ¿cuáles han sido las principales claves para mantenerte firme en tu creación?

“El teatro es para mí un propósito. Se trata entonces de que las horas de lectura, investigación y ensayos resultan acciones para cumplir ese propósito. No he buscado reconocimiento público, sino canalizar la intención de aprehender la vida, el entramado y la lógica de las relaciones humanas. En este sentido el teatro ha resultado medular para mi sed de conocimiento: la etnología, la sociología, la psicología y la filosofía me conducen, por medio del teatro, a conocer el alma humana. O sea que, mediante el espectáculo teatral, lo que pretendo es exponer el performance de la existencia. Es una bendición despertar cada día con la mente puesta en una solución escénica”.

El 2012 fue un año decisivo para ti y para tu grupo, hasta ese momento hacías teatro de sala, pero luego los que te seguimos la pista como espectadores nos encontramos, de repente, con espectáculos callejeros como El diablo rojo, La mano del negro y Ecos del tío Manuel. ¿A qué se debió esa ruptura en tu poética, de la sala a la calle y luego otra vez a la sala?

“La razón para darle un giro a la línea que venía trabajando, desde el punto de vista estético, y asumir el teatro callejero como medio expresivo, respondió, en especial, a una posición de principios. Nuestro espacio de ensayos y presentaciones era el Teatro Principal de la ciudad. Hasta el 2011, cuando una decisión gubernamental hizo que el Principal entrara en una reparación capital, y Cabotín Teatro quedó, nunca mejor dicho, en la calle. Había que decidir entre hacer teatro o no hacerlo, y decidimos que lo haríamos. El teatro de calle fue la modalidad que escogimos, y así nacieron dos procesos de creación que alimentaron nuestro arsenal intelectual. El diablo rojo es un texto de mi autoría basado en la biografía de Teodoro Álvarez San Gil, acusado de bandolero y asesinado en 1934, en Taguasco, por manos de la guardia rural de Gerardo Machado. Hablo de un espectáculo que asume el folklore canario como plataforma espectacular. Luego vino La mano del negro, también de mi autoría y recién publicada en una antología de teatro espirituano, un texto que estuvo basado en hechos reales acaecidos en el Valle de los Ingenios de la Trinidad de Cuba de 1836. Aquí la cultura Bantú ocupó el centro del discurso espectacular.

“Y entiendo que ambos montajes provocaron una madurez en el elenco, principalmente porque pudieron acercase a los dos troncos etno-sociológicos fundamentales de la cultura cubana. A nuestro juicio marcaron un antes y un después en nuestro hacer.

“Después apareció un espacio mejor para nosotros, pequeño, con limitaciones técnicas, pero donde se nos permite crear con relativa tranquilidad e inquietud. Entiendo que no hubo fractura entre la calle y la sala: la cultura cubana, nuestros camuflajeados dolores y rezagos, fueron y serán enfocados por nuestra mirada, sea en un espacio o en el otro”.

Cuando emprendes un nuevo proceso de trabajo a partir de un texto específico, ¿partes del espacio, de una imagen, de alguna temática que te atrajo?

“Lo primero es que el texto tiene que hacerme preguntas. Lo segundo es que considero que la puesta en escena es un sistema de interrogaciones y eso me atrae. Y lo tercero, es que esa primera lectura la hago de un golpe, y si despierta en mí inquietud y nuevos desafíos a responder, entonces me lanzo a la aventura. Es fascinante el proceso de dirigir, entender que lo que no está escrito es lo que es la puesta en escena y descubrirlo. Pero me gusta ver al actor enamorado del texto. Creo que dirigir es formular ecuaciones de aire en torno a la idea que la obra leída me provocó durante esa primera lectura”.

“En otras palabras, para mí el teatro es el actor, y toda esa madeja espectacular tiene sentido
si nace del trabajo con el actor, de su verdad” Foto: Tomada del perfil de Facebook de Laudel de Jesús

 

¿Qué valor cobra el actor dentro de tu estética?

“Siempre hago una primera lectura del texto y si algo prende en mí, entonces, comienzo a pensar en el modo de sembrar en el actor la semilla emocional. Me interesa provocar la verdad en el actor. Creemos que el teatro es casi el único lugar donde decimos la verdad, y por ello persigo lo ontológico. Después quiero ver la acción física, el movimiento escénico, pero creo que la vida interna del actor es el todo del espectáculo. Y te digo más, no me gusta pensar en diseño alguno, solo hasta que el propio actor, impulsado por las circunstancias dadas, no empieza a sugerirme espacio, objeto, luz, sonido. En otras palabras, para mí el teatro es el actor, y toda esa madeja espectacular tiene sentido si nace del trabajo con el actor, de su verdad”.

Te has apropiado de textos de varios autores cubanos para consolidar tu repertorio con Cabotín, entre ellos destacan los nombres de autores como Amado del Pino, Ulises Rodríguez Febles. ¿Qué constante confluyen en sus escrituras que captan tu atención?

“Por mucha teoría que se esboce o mucho experimento que se ejecute, la presencia del conflicto hace el teatro. Las criaturas felices no resultan dramáticas, ni atrapan la atención del espectador. Los dramaturgos que mencionas alcanzan un nivel de elaboración de las situaciones, que son capaces de poner a criaturas de ficción en el punto exacto donde cristaliza la atención del espectador. Y el teatro es eso: un diálogo y sin atención, sin la mirada que espera ser sorprendida no hay magia sobre el escenario. Amado del Pino y Ulises Rodríguez Febles, cada uno a su modo, proponen personajes que sintetizan al cubano de a pie, al hombre que lucha bajo el sol por subsistir. Los modos en que estos autores tejen lo ontológico y lo social, la manera de enfocar el dolor del cubano de hoy, hacen que me interesen sus dramaturgias. En ambos lo rural y lo urbano, lo social y lo político, lo poético y coloquial, conviven con precisa organicidad. Dicen la verdad poéticamente y eso me cautiva. Es un realismo preñado de ficción y gracia. Ya quisiera poder escribir como ellos”.

Hace poco pudimos apreciar dos textos del prolífico dramaturgo Abel González Melo producidos en tu grupo, me refiero a Nevada y Adentro. La primera bajo tu dirección, y la segunda, dirigida por tu discípulo Roger Fariñas Montano, en su primera experiencia como director. Y ambas con muy buena aceptación de crítica y público. ¿Qué significó traer al grupo la dramaturgia de Abel? ¿Y qué te llevó a considerar la idea de que un director joven dirigiera una obra en tu grupo, algo nunca antes visto en estos quince años?

“Abel González Melo es un autor con un nivel de certeza y agudeza para enfocar escrituras que tienden a pasar desapercibidos para muchos otros creadores. La dramaturgia cubana actual, en su inmensa mayoría, no tiene esa mirada tan exacta para calar en el alma de criaturas que nos circundan y sobrepasan con su dolor existencial. Los personajes creados por Abel González Melo estremecen, sufren de vivir, cuando la luz les da se acurrucan, buscan escapar, primero de su entorno y después de ellos mismos. Pero no encuentran salida. Es muy dramático su teatro: la vocación de analista social, de ensayista del mundo urbano y, sobre todo, del marginal, hace que sus textos resulten atractivos para mí. Nevada, por ejemplo, es un alarido de personajes atrapados en un círculo que no ofrece salida, colocados ahí por la mano de un demiurgo que, al tiempo que los expone, los condena. Pocas cosas resultan más dramáticas que esa ecuación. Adentro, por su parte, es un grito ahogado, no hay manera posible de que esos personajes encuentren sosiego.

“Ahora bien, para responder a la segunda pregunta: siempre he querido que los jóvenes que he formado asuman desafíos, dirijan, canalicen sus inquietudes. Roger me propuso dirigir Adentro de Abel González Melo y no lo pensé dos veces, acepté. Seguí el proceso, acoté aquí y allá, pero lo dejé hacer y resultó un excelente producto espectacular. Ahora quiero que Anna García, la actriz que fundó el grupo conmigo hace quince años, codirija Ciudadanía, de Ulises Rodríguez Febles. Quiero dirigir a cuatro manos con ella. Tiene talento y dominio. Es simple de entender: somos un grupo, una familia, el espacio donde somos nosotros mismos, y quiero que experimenten eso”.

¿Cómo definirías, desde tu visión, la salud del teatro profesional en Sancti Spíritus? Sobre todo, teniendo en cuenta que has sido testigo medular de este movimiento durante estos últimos quince años.

“Querido Kiusbell: Albert Einstein fue entrevistado una vez acerca del tiempo, y respondió: `eso es un asunto de los relojes…´”.

“(…) sigo pensando en la dramaturgia cubana actual, siento que en los textos que decido llevar a escena
con mi grupo están los arquetipos de conducta y las estructuras que dejan ver los clásicos”.
Foto: Tomada del Twitter de Cabotín Teatro @cabotinteatro

 

¿No has pensado traer a escena algún texto de la dramaturgia universal, un clásico tal vez?

“Para mí el concepto de clásico es variopinto. Me gustan Bertolt Brecht, Alfonso Sastre, Sergio Blanco y muchos más. Pero, de momento, sigo pensando en la dramaturgia cubana actual, siento que en los textos que decido llevar a escena con mi grupo están los arquetipos de conducta y las estructuras que dejan ver los clásicos”.

¿En qué etapa se encuentra hoy el grupo? ¿Tienes en mente algún nuevo proyecto para celebrar los quince años de labor?

“El grupo está en un momento de consolidación, todos hemos madurado. El año pasado no pudimos estrenar porque no se nos asignó presupuesto, y este año estrenaremos, como te decía, Ciudadanía de Ulises Rodríguez Febles, porque el autor nos cedió los derechos de autor de su obra, de manera generosa. Entonces celebraremos los quince años con un autor que ya hemos llevado a escena dos veces: El Concierto en 2011 y Carnicería en 2015. Ciudadanía será ideal para ahondar, otra vez, en nuestra realidad y nuestra cultura; además, para divertirnos, hacer sorna y magia al mismo tiempo”.