Este breve, intenso y bello libro del escritor marroquí Tahar Ben Jelloun nos regala un diálogo (entre lo imaginario y lo real) del autor con su hija Mérième, de diez años de edad por la fecha de escritura del texto. Según Jelloun, fue al regresar de una manifestación contra una ley regulatoria de la entrada y permanencia de extranjeros en Francia que tuvo la idea de hacer el texto en cuestión.

El autor explica que la conversación, cuyo principio fueron las razones para la manifestación y el significado de algunos eslóganes, derivó —de modo casi inevitable— hacia el racismo como tema. A partir de este diálogo, Jelloun elaboró una primera versión del texto que revisó con su hija y a la cual, más tarde, se incorporaron también opiniones de dos amigas de la escuela de Mérième. Por este camino, al final, el texto fue escrito “no menos de quince veces” con el deseo de alcanzar el máximo “de claridad, de simplicidad y de objetividad.” Se trataba de obtener un volumen destinado “con prioridad a los niños entre ocho y catorce años”, aunque también útil para sus padres. En opinión del autor: “Soy partidario de que la lucha contra el racismo comience con la educación. Se puede educar a los niños, no a los adultos. Es por eso que este texto ha sido pensado y escrito con una preocupación pedagógica”.

Escritor marroquí Tahar Ben Jelloun. Foto: Tomada de European Literature Network

Después de esta especie de presentación, y luego de la pregunta inicial (“Papá, ¿qué es el racismo?”), el intercambio es desplegado en una estructura de pregunta/respuesta en la cual el conocimiento es el elemento definidor al que siempre se regresa. En opinión de Jelloun, la actitud racista está intrínsecamente asociada al desconocimiento; esta ignorancia acerca del otro conduce al surgimiento de prejuicios, la separación, el odio, la violencia e incluso las guerras. Es así que la primera respuesta de Jelloun a la pregunta (de hecho, el libro entero es una suma de contestas a esta inquietud inicial) es la siguiente:

El racismo es un comportamiento bastante extendido, común a todas las sociedades. Lamentablemente se ha convertido en algo habitual en ciertos países porque suele ocurrir que no se le da toda la atención que merece. Consiste en desconfiar, e incluso despreciar, a las personas que tengan características físicas y culturales diferentes a las nuestras.

La enormidad del lugar otorgado por el autor a la educación se hace aún más clara ante la pregunta de Mérième sobre si ella pudiera convertirse también en racista. Jelloun responde que es posible, porque todo depende de la educación que se reciba. El diálogo mismo es una manifestación de esta educación y toca temas tales como el valor de la diferencia, el fanatismo y su relación con el racismo, la fabricación interesada del odio racial a manos de políticos de ultraderecha, la xenofobia, el racismo científico, el colonialismo y su relación con el racismo, el antisemitismo, el genocidio, el respeto al otro como muestra de la dignidad de uno mismo, la importancia del contacto entre culturas y la comprensión de la diversidad como ejemplo de la riqueza en la experiencia humana. Al final de un intercambio tan pleno de emociones, Mérième concluye su intervención con una frase, en voz de una niña de diez años, conmovedora y divertida:

—Papá, voy decir una palabrota: el racista es un cabrón.

—La palabra es suave, mi niña, pero es bastante justa.

“Soy partidario de que la lucha contra el racismo comience con la educación. Se puede educar a los niños, no a los adultos. Es por eso que este texto ha sido pensado y escrito con una preocupación pedagógica”.

De las muchas ideas que han sido expresadas a lo largo del texto, reproduzco algunas que resaltan por su especial conjunción de simplicidad y transparencia, capacidad comunicativa y habilidad didáctica para transmitir (en particular, a una interlocutora en edad infantil), un mensaje tan decisivo para su formación como futura ciudadana y sujeto moral: “… racista es aquel que piensa que todo cuanto es demasiado diferente de él le amenaza en su tranquilidad”; “uno no nace racista, sino que se convierte en tal” (…), “cuando el racista se burla es para mostrar su supuesta superioridad; pero, en realidad, lo que enseña es su ignorancia y su grado de estupidez, o su voluntad de perjudicar”; “… el racista es alguien que no ama a las personas y es egoísta. Debe ser infeliz. ¡Es el infierno!”; “…el racismo viene de: 1) el miedo, 2) la ignorancia, 3) la estupidez” y “la lucha contra el racismo comienza con el trabajo sobre el lenguaje. Esta lucha necesita, por otra parte, de la voluntad, de la perseverancia y de la imaginación.”

¡Ojalá sea posible que alguna de nuestras editoriales traduzca un texto semejante o se proponga emularlo!

Traducción de los textos: Víctor Fowler

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