Un gran desafío, así es como Ariel Gil Gómez considera la tarea de definir a Eusebio Leal Spengler en una palabra. “La gente lo extraña”, dice con nostalgia quien se considera un privilegiado y fuera su asistente personal durante sus últimos años de vida. Ahora Ariel asume la dirección de la Casa “Eusebio Leal Spengler” en la estancia de trabajo que aquel hombre de voz cándida y verbo sublime asumiera, consciente de sus limitaciones, con vistas a redoblar su esfuerzo. La obra del Historiador de la Ciudad pervive de forma tangible. La institución dedicada al estudio de su obra busca interpretar su legado para la posteridad.

Entablada en Amargura número 65, entre San Ignacio y Mercaderes, la morada se distingue a la distancia, con una fachada anaranjada, un pórtico alto y unas paredes que sustentan tres plantas rebosantes de arquitectura colonial. En la entrada, dos tarjas de mármol blanco de Carrara ilustran citas de Simón Rodríguez y de Francisco de Arango y Parreño. En la de este último se indica con razón: “Los honores solo deben otorgarse en mérito al talento y virtudes, y no por razón de cuna”.

“(…) la morada se distingue a la distancia, con una fachada anaranjada, un pórtico alto y unas paredes que sustentan tres plantas rebosantes de arquitectura colonial (…)”. Foto: Néstor Martí

“Este espacio físico fue durante los últimos seis años de vida de Leal, del 2014 hasta el año 2020, su oficina de trabajo. Él comenzó desde muy joven, en 1967, al frente de la Oficina, desde el Palacio de los Capitanes Generales, y es conocido que empezó restaurando el Palacio para refundar el Museo de la Ciudad, fundado por su predecesor y maestro el doctor Emilio Roig de Leuchsenring, el primer Historiador de La Habana”, comenta Ariel.

“La obra del Historiador de la Ciudad pervive de forma tangible”.

Tras la entrada avanzamos a la derecha y pasamos al Salón de Conferencias, un espacio habitado por un grupo de sillas clásicas de madera y con unas pantallas al fondo debajo de las cuales yace una gran mesa, a cuyos costados acompañan el local dos ventanas de madera, a un lado, y una pared de piedra que recuerda la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, al otro.

Salón de Conferencias de la Casa “Eusebio Leal Spengler”. Foto: Fondo fotográfico de la Casa “Eusebio Leal Spengler”

Eusebio asentó su trabajo en diferentes locales a lo largo de su vida, desde el Palacio de los Capitanes Generales, el Palacio Lombillo y la casa de los Pedroso, hasta el inmueble en el cual actualmente se instaura la Casa y que perteneció a Francisco de Arango y Parreño. Como no podía ser de otra forma, la elección no fue fortuita.

“Leal viene a esta casa cuando estaba en plena restauración, ¿por qué? Ahí es donde la puesta en valor patrimonial cumple sus funciones en lugares como este, una antigua casona con una historia pretérita, que logra salvarse, en detrimento de otras, gracias a sus altos valores patrimoniales y que está asociada a una de las personalidades más importantes en la historia de Cuba. Llega a esta casa, quizá motivado por ese anhelo de buscar el rescate de un referente histórico de gran peso. No podemos olvidar que Arango, principal contacto de Humboldt en La Habana, introdujo en Cuba el pensamiento más elaborado y actualizado de la Ilustración. Funda la Sociedad Económica Amigos del País y el Papel Periódico de La Havana y llega a ser presidente de ambas. Es una figura notabilísima y tiene un rol muy relevante en la historia de nuestro país.

“En 1995 los arqueólogos del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador, entre ellos su director Roger Arrazcaeta, entraron a esta casa en busca de algún elemento particular. Las investigaciones históricas en el Gabinete respecto a este local referían que el padre de Arango y Parreño era dueño y propietario del inmueble en el momento de su nacimiento. Inspirado por el contexto y la importancia de la casona, por sus valores arquitectónicos y artísticos, Leal decide incluir esta propiedad en los planes de restauración de la Oficina en el año 2000 y entonces comienza el trabajo para rescatarla.

“El deterioro era tal que el inmueble llegó a figurar en la lista de demoliciones. En él vivían más de cien personas, lo cual complejizó la restauración. Las labores no comenzaron hasta construir las viviendas para cada una de esas familias, porque el trabajo de la Oficina se caracteriza por el rescate de lo patrimonial y también por el rescate social en el Centro Histórico. La obra concluyó 15 años después, en 2015, y como reconocimiento al trabajo realizado obtuvo el Premio Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos, que otorga el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Cuba.

La Casa “Eusebio Leal Spengler” radica en la vivienda que perteneció a Francisco de Arango y Parreño. Foto: Página Facebook del Museo de la Ciudad de La Habana

“Tras finalizarse la restauración Leal decidió, como era su costumbre cada año, conmemorar el hecho con una emisión numismática. En la misma, es posible identificar un elemento que llama la atención y que se tuvo en cuenta para renombrar este espacio después de su partida física como la Casa “Eusebio Leal Spengler”. Si bien el inmueble se reconocía ya como la Casa de Arango y Parreño, en el anverso de la medalla aparece la fachada de la casona acompañado de un texto que reza así: Casa del Historiador. Uno de los valores asociados a la Casa es que Leal se refería a ella como su ‘última morada’ de trabajo”.

¿Bajo qué contexto surge la Casa como referente para el estudio de la obra de Leal?

La casa nació como una necesidad de conservar el espacio en el cual laboró Leal los años finales de vida y que coincide no solo con su enfermedad, lo cual influyó en su estilo de trabajo y que permitió que en este lugar pasara la mayor parte de su último tiempo, sino también con las grandes obras de restauración que consagran una labor de más de 50 años al servicio de La Habana y de Cuba.

Pienso, por ejemplo, en el rescate de la Escuela Primaria Rafael María de Mendive, antiguo colegio de San Pablo, donde había estudiado Martí en su adolescencia. Pienso en su labor para traer desde Nueva York la copia exacta de la estatua ecuestre de Martí y que colocó en el parque 13 de marzo, frente al Palacio de la Revolución. También en las obras del Teatro Martí y en su importancia para la revitalización del circuito cultural habanero y, sobre todo, del Prado. Y, finalmente, en las celebraciones por el 500 aniversario de la ciudad, en las grandes obras restauradas que contribuyeron a esa festividad: la más grande de todas, el Capitolio Nacional, cuya cúpula dorada simboliza, para mí, la coronación de la obra magna desarrollada por Leal durante su vida. Todo esto es lo que nosotros llamamos el capital simbólico del Eterno Historiador de La Habana asociado a su presencia en esta, su última oficina.

De esta forma, la primera acción que realizamos, ya pensando como Casa “Eusebio Leal Spengler”, fue conservar su despacho en la segunda planta; además de dos salones, asociados con su labor cotidiana: el Gran Salón y el Salón de Protocolo. La decisión fue conservarlos tal cual Leal los dejó la última vez que fue a trabajar.

El Gran Salón, ambientado con una museología realizada por el propio Leal a la usanza del siglo XIX. El Salón de Protocolo, donde se reunía con ministros, embajadores e importantes personalidades del mundo y también con los vecinos del Centro Histórico que, en cualquier momento, solicitaban una entrevista con él para poder restaurar su casa o recibir ayuda humanitaria.

Asimismo, la idea de convertir este lugar en una institución de cultura fue motivada por el análisis de aquellas oficinas que sirvieron de sede a Leal. Él siempre quiso que sus oficinas fueran recintos culturales, no espacios burocráticos. El Palacio de los Capitanes Generales, donde él había radicado desde 1967 hasta 2001, era el Museo de la Ciudad. El Palacio Lombillo, en el cual estuvo desde 2001 hasta 2007. A la par de su oficina también radicó el Plan Maestro y la redacción de la revista Opus Habana, una publicación fundada por él para testimoniar la obra de restauración en el Centro Histórico. Luego, Lombillo se convirtió en un sistema de museos y galerías. Cuando se marcha de la Casa Pedroso en el año 2014, se quedó allí un proyecto muy noble, interesante y bonito que es El Arca, el teatro de títeres.

“Él siempre quiso que sus oficinas fueran recintos culturales, no espacios burocráticos”.

¿Cómo te vinculas con la idea de la Casa como proyecto?

Fui asistente personal de Leal en sus últimos años y es precisamente en este lugar que comienzo a trabajar con él. Ese trabajo estuvo en paralelo con mi etapa de estudiante en el Colegio de San Gerónimo, donde cursé la carrera de Gestión y Preservación del Patrimonio Histórico-Cultural. Como parte del ejercicio de culminación de estudios siempre tuve la intención de investigar el pensamiento de Leal, era una necesidad espiritual. Sin embargo, cuando le comenté mi deseo estas fueron sus palabras: “Estudia a Roig, porque ya tendrás tiempo para estudiarme”. Entonces emprendí la labor de investigar a su predecesor de feliz memoria.

Al desaparecer físicamente Leal, la directora general adjunta de la Oficina y una de sus más cercanas colaboradoras, Perla Rosales, me sugirió reorientar el tema de tesis por la importancia de conservar e interpretar el legado de Leal. Ello, sumado a la idea de estudiarlo con anterioridad, me llevó a reorientar mi investigación.

¿Cuál fue mi tesis? Una propuesta de institución que estudiara y promoviera su pensamiento, vida y obra en profundidad, desde las esencias de su ideario. Cuando uno piensa en la obra de Leal comúnmente la asocia a su faceta como historiador, orador o político, pero casi nadie repara, por ejemplo, en un elemento articulador, en una condición de la cual él es precursor y paradigma en Cuba: la de gestor y educador patrimonial. Por ello, era tan necesario una institución con estos objetivos.

Además de historiador, político u orador, Leal fue un gestor y un educador patrimonial.

Justamente, uno de los mayores logros de la Casa ha sido nacer al amparo de la ciencia. No ha sido la voluntad de unos cuantos decisores, sino el resultado de un trabajo que comenzó con la investigación, tratando de resolver un problema científico: cómo y de qué manera preservar y promover el legado de Eusebio Leal Spengler. Esto se ha materializado gracias al esfuerzo y voluntad de un equipo multidisciplinario, en el cual han intervenido inversionistas, proyectistas, diseñadores, historiadores y museólogos.

¿Cuál es el propósito de la Casa “Eusebio Leal Spengler”?

Al principio existían dudas de cuán museológico debía ser este centro, si debía ser enteramente o no un museo. Mi estudio, desde la reflexión y el análisis sistematizado, aportó elementos que se tuvieron en cuenta para buscar una propuesta de institución idónea. El proyecto tuvo como referente quince instituciones que preservan y gestionan el legado de destacadas personalidades cubanas y universales: fundaciones, casas-museo, centros de estudio y de investigación, y centros culturales. Cada caso de estudio contribuyó al concepto que se estaba buscando, hasta que se logró una idea precisa.

La Casa no es un museo, es un centro de ciencia y cultura que estudia y promueve el pensamiento, la vida y la obra de Leal, a partir de la investigación de su legado. Es muy importante reforzar esta idea, porque muchas personas se acercan y preguntan por qué no crear un museo. Eso sería imposible. Leal es una personalidad que no cabe en cuatro o cinco salas museables. Si se quiere un museo dedicado a su figura entonces habría que caminar por la Habana Vieja, por toda la capital y Cuba entera, en todas partes hay algo vinculado con él. Por lo tanto, hacer un museo no cumplía ninguno de nuestros objetivos. Lo necesario para la Oficina y esta nación es poner en valor su pensamiento, que es, y sigue siendo, una guía certera para los cubanos.

“La Casa no es un museo, es un centro de ciencia y cultura que estudia y promueve el pensamiento, la vida y la obra de Leal, a partir de la investigación de su legado”. Foto: Fondo fotográfico de la Casa “Eusebio Leal Spengler”

Como institución la Casa tiene una doble condición. Posee valores per se, por ser ella un inmueble patrimonial, y añadidos, por haber Leal desarrollado en ella su última etapa de trabajo. Su puesta en valor se ha resuelto con las herramientas teórico-conceptuales de una metamuseología, que permite convertir a la Casa en referente de la vida y obra de Leal, de su pensamiento.

Por ende, su principal propósito es investigar ese legado mediante líneas de investigación, desde diferentes aristas de su obra: la historia, la arquitectura, la restauración, la arqueología, la política, la diplomacia, la gestión del patrimonio cultural, la comunicación, la pedagogía; para luego promoverlo y ponerlo en valor.

En este sentido, desde su fundación la Casa ha realizado un trabajo continuo. A la par de la restauración, la rehabilitación de las áreas en planta baja y la apertura de nuevos espacios, se han desarrollado una serie de acciones comunicativas.

Como parte de su tarea de promoción cultural, ¿qué actividades ha efectuado la Casa hasta el momento?

Las acciones comunicativas de la Casa se han materializado desde diversas formas, a través de exposiciones, conferencias, talleres, la cancelación de sellos y la emisión de medallas, siempre desde la apropiación de la metodología investigación-acción. Cada propuesta ha tenido un sustrato investigativo y su resultado entonces es convertido en una acción comunicativa. Esa ha sido la estrategia comunicacional que hemos desarrollado.

Hasta hoy, hemos exhibido diversas exposiciones. La llama del carisma, representó el inicio oficial de la Casa, el 13 de agosto del pasado año, en homenaje al 95 aniversario del nacimiento de Fidel. Sobre todo, fue una intención por justipreciar la relación fraternal entre Fidel y Leal y el reconocimiento del Líder de la Revolución Cubana al Historiador de la Ciudad, cuando redactó el Decreto Ley 143, que lo nombró como máxima autoridad de la restauración en la Habana Vieja y a la Oficina del Historiador como responsable de ese proceso.

A esta le han sucedido Tres vueltas a la ceiba, revelaciones de un mito fundacional, un homenaje al anhelo de Leal de rescatar las tradiciones más acendradas de nuestra ciudad. Asimismo, el 24 de febrero de este año inauguramos Homagno, pervivencia de José Martí, una exposición que testimonió la labor de la Oficina del Historiador y de sus dos Historiadores en la contribución de la pervivencia del legado martiano desde el rescate y preservación del patrimonio asociado al Apóstol de nuestra independencia.

Ahora, para el 11 de septiembre, el natalicio 80 de Leal, realizaremos una cuarta exhibición nombrada La mano ejecuta lo que el corazón manda. El título está inspirado en la inscripción en chino que se encontró en una teja de una casa en restauración. Leal pidió a los ancianos del Barrio Chino de La Habana que tradujeran aquel texto cuyo significado era ese: la mano ejecuta lo que el corazón manda, una especie de resumen del famoso pensamiento confuciano: cabeza fría, corazón caliente y mano larga. Leal, que era un hombre en extremo espiritual, siempre buscaba un punto de misterio, de poética y romanticismo para inspirar su labor. Entonces se apoderó de la expresión y la convirtió en símbolo de su quehacer y el de la institución.

Para el natalicio 80 de Leal, el 11 de septiembre, realizaremos la exposición La mano ejecuta lo que el corazón manda, título inspirado en la inscripción en chino hallada en una teja de una casa en restauración.

La expresión devino en elemento aglutinador para realizar este homenaje por su 80 natalicio. Pero no se concibió solo como un tributo a su memoria, sino también a la de su madre, Silvia Spengler, figura esencial en su vida. Por vez primera, se muestra, a través de imágenes inéditas, la relación Leal-Silvia. Tal dualidad se ha construido a partir de la niñez de Leal y sus vivencias alrededor de la casa modesta de vecindad donde nació, cercana a la Quinta de los Molinos y al paseo de Carlos III, en Hospital 660. Quien conduce en la exposición esa etapa de niñez es el propio Leal, a partir de las crónicas de su libro Fiñes. Sin embargo, la infancia deviene solo en punto de partida de la muestra, pues se hace un pasaje, mediante retratos, de la vida del Historiador.

Debo precisar que la curaduría de todas estas exposiciones ha sido gracias al trabajo conjunto entre la Casa y la revista Opus Habana, particularmente de su director el Dr. Argel Calcines, quien fue editor personal de Leal. Hemos procurado que las muestras presenten la esencia del legado de Leal, a partir de la experiencia de la revista en su labor como testimoniante de la obra restauradora liderada por él en el Centro Histórico.

Otras acciones importantes han sido la emisión de una medalla conmemorativa dedicada al 80 aniversario del natalicio de Leal y a la Casa, como institución que estudia y promueve su pensamiento. También puedo comentar el primer resultado editorial de la Casa, asociado a sus líneas de investigación. Me refiero al libro del autor Abel Enríquez González Santamaría, que se encuentra en artes finales y cuyo contenido presenta el pensamiento de Fidel y Raúl desde la interpretación de Leal, en su condición de intelectual al servicio de la Revolución Cubana.

¿Cómo han acercado la obra de Eusebio a las nuevas generaciones?

Vuelvo otra vez a la función de la Casa como centro de ciencia y cultura que preserva y promueve el legado de Leal. Justamente, la dimensión mayor de su obra es la de educador. Para la Casa constituye uno de sus máximos propósitos realizar un trabajo educativo con las nuevas generaciones, que puedan conocer y admirar la obra de Leal.

Pero el acercamiento de esa generación al Historiador no debe ser únicamente a la del hombre en plena madurez, merecedor de incontables reconocimientos por su obra, también ha de ser desde la infancia. Fue en esta etapa que se formaron y fomentaron los valores que permitieron a Leal ser una persona de bien, un patriota. Para estas intenciones, se ha concebido la Sala Fiñes, una galería artística y literaria que tiene como fin abordar la vida y obra del Eterno Historiador desde estas expresiones culturales.

Nos hemos auxiliado de los métodos y herramientas de la educación patrimonial. Desde sus presupuestos teórico-prácticos, hemos ido creando un lenguaje de sensibilidad, ameno y lúdico en los niños, adolescentes y jóvenes para con el legado de Leal. Como parte de ello, la Casa acogió al proyecto Niños Guías del Patrimonio en esta Edición 22 de Rutas y Andares. Este proyecto, Rutas y Andares, creado por otra cercana colaboradora de Leal, Katia Cárdenas, moviliza a muchas familias habaneras que llegan al Centro Histórico ávidas de conocer su historia y los valores patrimoniales que atesora.

La dimensión mayor de la obra de Leal es la de educador.

De este se han desprendido otros proyectos socioculturales como el de los Niños Guías del Patrimonio, coordinado actualmente por las especialistas Adriana Díaz y Maylenis Polanco, que le proporciona a los infantes las herramientas de la comunicación del patrimonio y las técnicas de guianza. Este año, la iniciativa de realizar los Niños Guías en la Casa “Eusebio Leal Spengler” partió de los propios pequeños. El material utilizado para el trabajo de educación patrimonial que realizamos fue Fiñes. Mediante lecturas comentadas, los niños conocieron el universo infantil de Leal y su relación con la ciudad y con Cuba, pues en sus páginas hay una búsqueda de las esencias más profundas de la habaneridad y la cubanidad.

También inauguramos para el 80 aniversario la muestra de historietas El regreso de las columnas. Las obras son el resultado de un taller realizado de conjunto entre la Casa y el Centro Cultural Vitrina de Valonia, un espacio de la Oficina dedicado a la historieta y dirigido por Lyzbeth Daumont. Desde ese lenguaje de valor artístico universal, los adolescentes y jóvenes reinterpretan la obra de Leal como Historiador de la Ciudad.

Con cada una de estas acciones, la Casa pretende que las nuevas generaciones tengan en Leal un importante referente de la cultura nacional y que su obra sea reconocida por ellos como parte esencial de la historia de Cuba en sus últimas décadas.

¿Cuáles son los principales retos de la institución a corto y mediano plazos?

Tenemos un gran propósito, la revisión crítica de la biobibliografía de Leal. Ese fue un método utilizado por las hermanas Araceli y Josefina García-Carranza para sistematizar la vida de diferentes personalidades, una especie de recorrido vital que tiene en cuenta cada detalle de su quehacer. La de Leal acaba en el año 2012, no se pudo concluir.

Uno de los grandes retos es terminar esa biobibliografía en el período correspondiente a los últimos años de su vida, una etapa convulsa por la enfermedad, pero que también coincide con el momento de mayor reconocimiento a su trabajo. No es casual que en esos últimos ocho años es cuando más condecoraciones y títulos honoríficos le fueron conferidos, según hemos podido analizar mediante los estudios de falerística, asociados a la Sala de los Honores, uno de los espacios de la Casa dedicados a poner en valor la obra de Leal como político y diplomático. La falerística es una disciplina auxiliar de la Historia, cuyo objeto de estudio son las órdenes y condecoraciones, y que nos ha sido muy útil para entender muchos elementos de la vida de Leal.

Otro reto será el de continuar desarrollando las líneas de investigación, particularmente desde los enfoques propuestos en las exposiciones. Para ello, tenemos un Centro de Documentación e Información, que considero es el corazón de la institución, pues se compila la información sobre Leal que hemos ido sistematizando y que está a disposición de los investigadores, desde discursos hasta fotografías y audiovisuales. En este mismo sentido, otro desafío es continuar los vínculos con disímiles instituciones de ciencia y cultura, que nos aporten experiencia para nuestro trabajo. 

También debemos continuar con la inauguración de espacios de debate, en los que se interprete el ideario de Leal y cuyo público sean fundamentalmente los estudiantes, jóvenes trabajadores de nuestras instituciones y de otras vinculadas fundamentalmente a las ciencias del patrimonio. Ya contamos con tres espacios que han tenido resultados: La Historia, palabra viva, Poesía y Palabra, y La luz sobre el espejo.

Para el próximo 16 de noviembre, cuando La Habana cumple su aniversario 503, vamos a inaugurar los espacios restantes de la Casa. En todos estos meses hemos ido inaugurando salas, la última de ellas relacionada con la dimensión arqueológica de Leal, teniendo en cuenta que sus primeros pasos en el patrimonio estuvieron vinculados a la arqueología. En ese “mientras tanto” se ha realizado un trabajo continuo. La experiencia, el cariño y la sabiduría de muchas personas de la Oficina han estado presentes. Me será difícil mencionarlas a todas, pero no pueden faltar la directora adjunta Perla Rosales, la directora de Inversiones Johanna Aedo, la directora de Cooperación Internacional Nelys García, la directora de Plan Maestro Patricia Rodríguez, la directora de Comunicación Magda Resik, la directora de la Empresa Restaura Tatiana Fernández, la directora de Relaciones Internacionales Lissette Iglesias, junto a cada uno de sus equipos de trabajo.

Sin dudas, el mayor reto es que el legado de Leal continúe siendo el elemento cohesionador del trabajo presente y futuro de la Oficina y que su pensamiento sea puesto en valor desde las esencias.

Como ves, son muchos retos, lo cual significa también mucho trabajo por delante. Pero evoco las palabras de Lezama, que siempre repite un amigo cercano: “solo lo difícil es estimulante”.

¿Cómo se forjó la relación de trabajo con Leal y cuán útil ha sido para el proyecto de la Casa?

He sido un privilegiado. Comencé muy joven a su lado y debo decir que fue una decisión suya. Ingresé en San Gerónimo, porque quería potenciar mi formación, en especial lo relacionado con el arte, la arquitectura y el patrimonio. Leal era mi gran referente. Estaba imbuido en su prédica, en los Andar La Habana, uno de esos programas imprescindibles para muchos de mi generación.

“Él me dijo una vez, ‘en la universidad estás estudiando la teoría, pero la práctica la vas a tener aquí’”, cuenta Ariel Gil, asistente personal de Leal. Foto: Joel Guerra

Leal era el Maestro Mayor del Colegio, su Decano. Cada semana, los de nuevo ingreso recibíamos la asignatura que impartía: Introducción a la Carrera. Era “simplemente” Leal hablando de temas relacionados con la historia y el patrimonio. Eran encuentros para motivarnos. La mayor estimulación llegaba cuando el encuentro se hacía andando con él por lugares de la Habana Vieja. Era un aliciente para cumplir un plan de estudios de seis años, en el cual se debía hacer un sacrificio muy grande, pues la carrera se estudia únicamente por curso de trabajadores, de lunes a viernes, desde las cinco y media de la tarde hasta las 9 de la noche.

Para estar asociado a este universo de la Habana Vieja, vine a trabajar en un museo de la Oficina del Historiador y poco a poco, a partir de las clases, Leal me fue reconociendo, quizá por mi interés de preguntarle sobre temas asociados a mis lecturas. Nuestra relación inició, precisamente, a través de sugerencias de lecturas que él me hacía. Tiempo después, Leal decide que fuera a trabajar con él, siendo aún estudiante universitario. Esto requería una preparación considerable en cuanto a organización, concentración y ejecución, por la diversidad de los quehaceres. Mi doble condición de estudiante y asistente personal de Leal, me impuso un esfuerzo intelectual y físico.

Sabiendo que por la naturaleza de su enfermedad le quedaba poco tiempo de vida, quiso multiplicar su trabajo. Él me dijo una vez, “en la universidad estás estudiando la teoría, pero la práctica la vas a tener aquí”. Aprendí el culto a los detalles, la importancia de tratar cada asunto con el compromiso y la pasión del más importante, la consagración al trabajo, la necesidad de prepararse siempre, de estudiar cada día, y por supuesto, el amor a Cuba, que ya tenía, pero ahora con un entendimiento mayor de cada sutileza de nuestras esencias. 

Un día, respondiendo a una pregunta que me hizo le comenté que yo trabajaba para él, que mi consagración era para él, y me dijo: “No, no, Ariel, tú no trabajas para mí, tú trabajas para Cuba”. Nunca lo he olvidado. Esa frase me motivó y me sigue motivando.

“Un día, respondiendo a una pregunta que me hizo le comenté que yo trabajaba para él, que mi consagración era para él, y me dijo: ‘No, no, Ariel, tú no trabajas para mí, tú trabajas para Cuba’(…)”. Foto: Fondo fotográfico de la Casa “Eusebio Leal Spengler”

Las esencias de su pensamiento han guiado el proyecto de la Casa. Es imposible pensar en una institución que estudie su legado si no tiene impregnada la dinámica de trabajo que caracterizó su obra, que no encarne sus postulados.

Los años a su lado me han permitido dirigir esta institución con un mayor sentido de pertenencia, porque ha sido un maestro para mí y para todos sus colaboradores. En su trabajo no es necesario buscar falsas esencias. Su propia formación contiene la espiritualidad de la fe, una fe sobre todo en lo cubano. Leal es amor y su obra es una obra de educación y amor por y para Cuba. Anhelo, profundamente, que la Casa “Eusebio Leal Spengler” también sea un puente de espiritualidad entre el legado del Eterno Historiador y el futuro de nuestra Patria.

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