Lector insaciable, lúcido observador de cuánto podría ser útil para nutrir la práctica revolucionaria, Ernesto Che Guevara encontró a inicios de los 60 Los condenados de la tierra y sugirió su publicación en la Cuba. El guerrillero internacionalista valoró en el texto de Frantz Fanon un pensamiento original que merecía ser difundido.

Los condenados… se presentaba como un testimonio de radicales resonancias”. Foto: Tomada de El sudamericano

Los condenados… vio la luz en La Habana, traducido al español, en 1963. Fanon había muerto dos años antes en un hospital norteamericano víctima de leucemia y aquel era su libro póstumo. El Fondo de Cultura Económica, en México, lo editó en 1965. El polémico prólogo que firmó Jean Paul Sartre para la edición príncipe le otorgaba un notorio aval intelectual. Pero por sí mismo Los condenados…se presentaba como un testimonio de radicales resonancias escrito por un hombre que había nacido en Martinica, combatido en la Segunda Guerra Mundial con la Resistencia francesa, graduado de Medicina y especializado en Psiquiatría, ejercido como tal en Argelia y sumado a las misiones clandestinas del Frente de la Liberación Nacional en ese país norafricano.

Antes, en 1952, durante su estadía en Francia, concibió un ensayo que tuvo una honda repercusión, Piel negra, máscaras blancas. Los lectores cubanos en general, y de modo muy particular los medios intelectuales, recibieron con interés su publicación en 1968. El contexto no podía ser más propicio: dos años atrás, La Habana había sido escenario de la Conferencia Tricontinental, el ejemplo del Che se expandía como paradigma de luchador revolucionario y de una nueva ética, y en Vietnam se libraba una batalla contra el imperialismo norteamericano en la que se sentían representados los pueblos del Tercer Mundo.

Al avanzar la tercera década este siglo, no estaría de más una nueva lectura de los ensayos de Fanon; al contrario, podríamos familiarizarnos con un pensamiento original a tono con las necesidades de reflexión en estos tiempos.

“Al avanzar la tercera década este siglo, no estaría de más una nueva lectura de los ensayos de Fanon”.

El sociólogo cubano Aurelio Alonso considera a Fanon una fuente imprescindible para la reactualización del marxismo. Recuerda cómo fue de los primeros en darse cuenta que la contradicción fundamental del tiempo que le tocó vivir no era entre el Este y el Oeste —tal como se pretendía visualizar en las coordenadas de la Guerra Fría—, sino entre el Norte y el Sur, como se ha probado ya. Fanon advirtió premonitoriamente cómo la colonización persistía en el imaginario, la conducta y las prácticas culturales de los colonizados —y en los aviesos mecanismos de dominación de los centros hegemónicos del poder— aún mucho después de conseguidos la independencia política, el reconocimiento de los derechos civiles y las libertades formales.

Ahí está, más palpitante que nunca, la tragedia de las migraciones. Según información facilitada por el propio parlamento de Estrasburgo, la travesía por el Mediterráneo contabilizó 3 139 muertos o desaparecidos en 2017. Actualizo cifras: en 2021, un total de 2 026 migrantes han muerto o desaparecido en las aguas del Mediterráneo en su camino hacia Europa, según datos del proyecto Missing Migrants de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Mientras los líderes de la Unión Europea debaten hasta la crispación como encauzar tan grave problema, los migrantes siguen llegando. ¿Acaso no son los “condenados de la tierra” de hoy, al igual que 43,7 millones de migrantes que los 11 millones de indocumentados que se hallan en Estados Unidos?

Recuérdese el caso de un maliense sin papeles que se buscaba duramente la vida en las calles de París y salvó a un niño de la muerte. Escaló las paredes de un edificio hasta el balcón donde un pequeño colgaba. Le llamaron el Spiderman africano, el presidente Macron lo recibió y regularizaron su situación migratoria. Un tunecino, que dos años antes había salvado a otros dos niños de ser devorado por un incendio, no tuvo el mismo trato; la expulsión se consumó en la misma Francia.

Al comparar ambos casos, vino a mi memoria una de las lecciones de Fanon. De acuerdo con la socióloga argentina María Luján Leiva, este “nos habilita a reaccionar ante la folclorización de los seres humanos, en sus países de origen o como inmigrantes. Esa folclorización despolitiza y fosiliza social y culturalmente. Fanon prevé lo que los movimientos antirracistas contemporáneos están comprendiendo ahora, que el compromiso antirracista no puede reducirse a una reivindicación exclusiva de la diversidad cultural.

“El compromiso antirracista no puede reducirse a una reivindicación exclusiva de la diversidad cultural”.

Nunca olvido una frase de Fanon, que muchos deberían tener en su bitácora personal: “Queremos marchar constantemente de noche y de día, en compañía del hombre, de todos los hombres”.

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