Hay hombres excepcionales que no dejan de nacer y crecer. El paso del tiempo agiganta su legado. Son inmortales, en tanto sus ideas y ejemplo, han sido capaces de vencer cualquier desafío, incluso los que sobrevendrán. Vladimir Ilich Uliánov —sencillamente Lenin para todas la épocas y geografías— nació en Simbirsk el 22 de abril de 1870, hace ahora exactamente 151 años, y dejó de existir físicamente (a la eternidad había pasado desde mucho antes) en Gorki, en 1924, resultado de la convalecencia provocada por el atentado que sufrió dos años antes.[i]

Estudió en la Universidad de Kazán, relacionándose de inmediato con el marxismo. En 1897, en el contexto de la Rusia zarista, fue deportado tres años a la región de Siberia. Más tarde se vio forzado a trasladarse a Suiza, ante el peligro real que entrañaba permanecer en su país. En la pequeña nación helvética fundó el periódico Iskra, tribuna desde la cual desataría una importante labor de orientación y agitación revolucionaria.

“El genio de Lenin tenía claro que la batalla esencial, una vez tomado el poder político, era sentar las bases para una transición progresiva hacia la sociedad comunista”. Foto: “Lenin”. Colección de carteles de la Biblioteca Nacional de Cuba “Jose Martí”.

En 1902 dio a conocer su amplia concepción sobre el papel del partido, en el trabajo ¿Qué hacer? Un año después, esta conceptualización sobre la lucha despertó amplio asentimiento en las sesiones del II Congreso del Partido Obrero Social Demócrata Ruso (POSDR). A partir de ese momento sus seguidores vertebraron la facción bolchevique del partido, contrapuesta a los derechistas mencheviques.

Sujeto a interminables amenazas de agresión tuvo que emigrar nuevamente; en un primer momento hacia Francia (1908-1911), después a Cracovia y finalmente a Suiza. Para la fecha, 1914, comprendió que la misión fundamental radicaba en combatir la guerra imperialista, que involucraba diferentes pueblos, transformando la misma en un proceso de liberación revolucionaria.[ii]

“Hay hombres excepcionales que no dejan de nacer y crecer. El paso del tiempo agiganta su legado. Son inmortales, en tanto sus ideas y ejemplo, han sido capaces de vencer cualquier desafío, incluso los que sobrevendrán”. 

El genio de Lenin tenía claro que la batalla esencial, una vez tomado el poder político, era sentar las bases para una transición progresiva hacia la sociedad comunista, donde el trabajo enajenado fuera sustituido por la libre asociación productiva de los seres humanos.

En abril de 1917, en operación ferroviaria digna de ser contada en una novela, atravesó Alemania y retornó a Petrogrado, donde logró convencer al resto de sus camaradas de que había llegado el momento de “tomar el cielo por asalto”.

Luego de la victoriosa “Revolución de Octubre” obligó a los germanos a firmar la Paz de Brest-Litovsk (1918) constituyendo, unos meses después, la Internacional Comunista con el objetivo de organizar a la clase obrera mundial. 

La guerra civil en Rusia, alentada por las potencias occidentales, unido al fracaso de varios intentos de innovación revolucionaria en Europa, lo obligaron a concentrar todas sus energías en la construcción del socialismo en su país.

En una valoración realizada sobre el tema, en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista celebrado en Moscú en 1921, planteó:

Cuando iniciamos la revolución internacional, no lo hicimos persuadidos de que podíamos prever su desarrollo, sino porque toda una serie de circunstancias nos impulsaron a comenzarla. Pensábamos: o la revolución internacional acude en nuestra ayuda, y entonces tenemos plenamente garantizada nuestra victoria, o llevaremos a cabo nuestra modesta labor revolucionaria con la convicción de que aún en caso de derrota serviremos a la causa de la revolución, y nuestra experiencia será útil para otras revoluciones. Teníamos claro que la victoria de la revolución proletaria era imposible sin el apoyo de la revolución mundial. Ya antes de la revolución, y después de ella, pensábamos: o estalla de inmediato la revolución —o por lo menos muy pronto— en los otros países capitalistas más desarrollados, o de lo contrario habremos de sucumbir. A pesar de esta convicción, hicimos todo lo posible para mantener el sistema soviético bajo todas las circunstancias y a todo trance, porque sabíamos que no solo trabajábamos para nosotros mismos, sino para la revolución internacional. Lo sabíamos, habíamos expresado reiteradas veces esta convicción antes de la Revolución de Octubre, igual que inmediatamente después de ella y cuando firmamos el Tratado de Paz de Brest-Litovsk.[iii]

Fueron años de consagración total donde, desde el púlpito de un teatro, los talleres fabriles o simplemente en las calles de pueblos y ciudades, su voz esclarecedora fungió como coraza ante las constantes pretensiones subversivas imperialistas.[iv]

“Teníamos claro que la victoria de la revolución proletaria era imposible sin el apoyo de la revolución mundial”.

Una muestra de su extraordinaria capacidad de análisis la encontramos en la evaluación que realizó sobre la necesidad de haber iniciado el amplio proceso de transformaciones asociados a la revolución socialista. Evitando distorsiones, provenientes de los posicionamientos extremistas, aclara:

[…] debemos empeñarnos para evitar los dos errores cada uno de ellos con determinada característica pequeñoburguesa. Por una parte, sería un error irreparable declarar que en vista de que se admite la falta de correspondencia entre `fuerzas´ económicas y nuestra fuerza política, `por consiguiente´, no se debió haber tomado el poder. Así argumentan los `hombres enfundados´ quienes olvidan que jamás se dará la `correspondencia´, que no la puede haber en el desarrollo de la naturaleza, ni de la sociedad, y que solamente por medio de una serie de tentativas —cada una de ellas tomada por separado, será unilateral y adolecerá de cierta falta de correspondencia— se creará el socialismo integral, producto de la colaboración revolucionaria, de los proletarios de todos los países. Por otra parte sería un error evidente dar rienda suelta a los alborotadores y retóricos, que se dejan arrastrar por un revolucionarismo `brillante´, pero que son incapaces de realizar un trabajo revolucionario sostenido, meditado y ponderado, trabajo que tomó asimismo en cuenta las transiciones más difíciles.[v] 

Tras el período del “comunismo de guerra” (1918-1921) diseñó, sin agobiarse por las penurias y escaseces de todo tipo, la conocida Nueva Política Económica (NEP).[vi] Lenin valora, en toda su dimensión, la importancia de la estrategia empleada. En el Informe político al undécimo congreso del partido, el 27 de marzo de 1922, aclara:

En primer lugar, la Nueva Política Económica es importante para nosotros, ante todo, como un medio para comprobar si realmente estamos estableciendo un vínculo con la economía campesina. En el período anterior de desarrollo de nuestra revolución, cuando toda nuestra atención y todos nuestros esfuerzos se concentraban fundamentalmente en la tarea de rechazar la invasión —o esta los absorbía casi en su totalidad—, no podíamos prestar la debida atención a este vínculo; teníamos otras cosas que nos preocupaban. Hasta cierto punto podíamos y debíamos no tenerlo en cuenta, pues se nos planteaba la tarea absolutamente inaplazable y apremiante de hacer frente al peligro inmediato de ser estrangulados por las gigantescas fuerzas del imperialismo mundial. El viraje hacia la Nueva Política Económica fue resuelto en el congreso anterior con unanimidad excepcional.

“Una muestra de su extraordinaria capacidad de análisis la encontramos en la evaluación que realizó sobre la necesidad de haber iniciado el amplio proceso de transformaciones asociados a la revolución socialista”. 

Consciente de que debía conocerse la necesidad de esta política le escribe a Trotsky, el 25 de noviembre del propio año:

He leído sus tesis sobre la NEP y en su conjunto me parecen muy buenas, y algunas formulaciones extraordinariamente acertadas, aunque me pareció discutible una pequeña parte de los puntos. Recomiendo que por ahora se publiquen en los periódicos y que sin falta se vuelvan a editar en forma de folleto. Acompañadas de algunos comentarios, serán particularmente apropiadas para dar a conocer al público extranjero nuestra Nueva Política Económica.[vii]

“Lenin, quien no abdicó jamás de sus convicciones, acrecienta su trascendencia con el paso de los años”.

Sobre estos tópicos, reseñando además las peculiaridades de la construcción del socialismo en la hermana nación en un contexto tan hostil, Fidel señaló:

Lenin era el genio, murió relativamente joven, pero habría podido hacer mucho todavía. No siempre la teoría ayuda. En la época de la construcción del Estado socialista, Lenin aplicó desesperadamente, a partir de 1921, la NEP, la Nueva Política Económica… Ya hablamos de eso, y le dije que el mismo Che no simpatizaba con la NEP. A Lenin se le ocurrió una cosa verdaderamente ingeniosa: construir el capitalismo bajo la dictadura del proletariado. Acuérdese que las grandes potencias querían destruir a la revolución bolchevique, la atacó todo el mundo. No se puede olvidar la historia de la destrucción que ocasionaron en aquel país subdesarrollado; Rusia, era el país menos industrializado de Europa, y Lenin, además, creía, siguiendo la línea de Marx, que no podía existir revolución en un solo país y esta tendría que ser simultánea en los principales países industrializados, a partir de un gran desarrollo de las fuerzas productivas. Por eso el gran dilema, después que se produce esa primera revolución en Rusia, era qué camino seguir. Al fracasar el movimiento revolucionario en el resto de Europa, no le quedó a Lenin más que una opción: construir el socialismo en un solo país, Rusia.[viii] 

Como pensador de elevada estatura escribió cientos de ensayos, artículos y cartas a sus compañeros. Entre su prolífera obra aparecen El desarrollo del capitalismo en Rusia (1899); Materialismo y empiriocriticismo (1909); El imperialismo fase superior del capitalismo (1916); El estado y la revolución (1917) y El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo (1920).[ix]

Durante las últimas décadas se ha producido un incremento de estudios que intentan denigrar las aportaciones teóricas y políticas de Lenin, lo cual evidencia en última instancia la magnitud de sus contribuciones y, al mismo tiempo, el temor que sienten los adversarios de las posiciones revolucionarias originales e inamovibles que él encarna. [x]

Lenin, quien no abdicó jamás de sus convicciones, acrecienta su trascendencia con el paso de los años. Está lejos de fenecer el impacto de su ideario, en todo intento emancipador que se lleve a vías de hecho, de uno a otro confín universal.

Este nuevo aniversario, en tiempos aciagos de la COVID-19, es aliento en pos de levantar ese universo mejor, posible e impostergable donde el ser humano constituya alfa y omega de toda acción.

Notas, citas y referencias bibliográficas


[i] El investigador Jorge Wejebe Cobo describe el nefasto suceso de la siguiente manera: “Acontecía el 30 de agosto de 1918 en la turbulenta Moscú, donde todas las formas de morir eran habituales. Ese día la terrorista Fanni Kaplan, miembro del Partido Socialista Revolucionario de extrema izquierda, tomó una pistola Browning utilizada por los servicios especiales, cargada con balas envenenadas, y se dispuso a asesinar al que consideró el peor enemigo de la Revolución Rusa. Disparó y dos proyectiles impactaron en el brazo derecho y el tórax de Vladimir Ilich Lenin, a la salida de una fábrica en la que había pronunciado un discurso. La visita había sido previamente anunciada por la prensa y asistió sin escolta, acompañado únicamente por un chofer, como era su costumbre. Fanni Kaplan al ser detenida expresó. `No diré quién me dio la pistola y no aportaré ningún detalle´ […]. Semanas antes del atentado en Moscú, dos jóvenes miembros del Secret Inteligence Service (SIS), el inglés Bruce Lockhart —representante de su gobierno ante el poder bolchevique— y Sidney Reilly, de origen ruso —infiltrado en el país bajo una identidad falsa—, estuvieron a un paso de lograr la primera derrota de un gobierno revolucionario en el siglo XX mediante una compleja operación de inteligencia y terrorismo”. Jorge Wejebe Cobo: “Dos disparos que cambiaron la historia”, en: La Calle del Medio, Publicación Cultural de Prensa Latina, No. 31, noviembre del 2010, p. 11.

[ii] “No hay período más rico en la historia del movimiento internacional —si se excluyen, desde luego, los días vigorosos en que Marx y Engels comenzaron a construirlos— que el quinquenio de 1912-1917. Son los años del deslinde final acelerado y propiciado por la Primera Guerra imperialista. Quien pretenda medir la dimensión de Lenin como maestro de la estrategia y la táctica tendrá que seguir paso a paso las incidencias de aquellas enconadas decisiones […]. Lenin recibe el título de `escisionista´ que a otros podría haberles parecido ominoso, pero que a él le daba la satisfacción de saberse dueño de una verdad revolucionaria que podría desafiar todos los posibles compromisos. Era preciso consolidar un férreo equipo bolchevique, y Lenin procede a librarse de los vacilantes, los liquidadores, los menchevistas”. Carlos Rafael Rodríguez: Lenin y la cuestión colonial, Editora Política, La Habana, 1978, pp. 18-19.

[iii] Vladimir I. Lenin: “Un equilibrio muy inestable: Informe sobre la táctica del Partido Comunista de Rusia.”, 5 de julio de 1921, en: Nueva Internacional. Una Revista de Política y Teoría Marxista, Número 6, impreso en Canadá, 2005, pp. 299-300.

[iv] Al elaborar sus conocidas “Tesis sobre la Construcción del Socialismo”, Lenin deja claro, en una demostración inequívoca de lo perdurable y anticipatorio de su pensamiento que “…a toda revolución se opone una contrarrevolución”.

[v] Vladimir I. Lenin: “Sobre el infantilismo de `izquierda´ y el espíritu pequeñoburgués”, en: La Revolución Socialista… Ob. Cit., pp. 165-166.

[vi] “Pero aunque la escuela preparatoria que conduce al movimiento obrero a la victoria sobre la burguesía sea, en el fondo, análoga en todas partes, el desarrollo de este movimiento transcurre en cada país de un modo original […]. El quid de la cuestión está ahora en que los comunistas de cada país tengan en cuenta con plena conciencia tanto las tareas fundamentales, de principio, de la lucha contra el oportunismo y el doctrinarismo `izquierdista´ como las peculiaridades concretas que esta lucha adquiere y debe adquirir sin falta en cada país, de conformidad con los rasgos originales de su economía, de su política, de su cultura, de su composición nacional.” Vladimir Ilich Lenin: “La enfermedad infantil del `izquierdismo´ en el comunismo”, en: V. I. Lenin: Obras Completas, Tomo 41 (mayo-noviembre de 1920), Editorial Progreso, Moscú, 1986, p. 79. Un destacado investigador de la Universidad de La Habana añade: “Lenin sabía que solamente cooperativizando a los campesinos aislados se podría facilitar el registro, el control, la inspección y las relaciones contractuales entre el Estado soviético y el capitalista, por eso con el inicio de la NEP fueron ampliados los estatutos de las cooperativas y se les concedió mayores libertades y derechos”. Daniel Rafuls Pineda: “El capitalismo de Estado (1917-1924). Una propuesta leninista para la transición al socialismo en Rusia”, en: Revista Cubana de Ciencias Sociales, No. 40/41, oct/08-oct/09, Instituto de Filosofía, Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, La Habana, pp. 54-55.

[vii] La última lucha de Lenin. Discursos y escritos 1922-23, Pathfinder, Nueva York, Tercera impresión, 2003, pp. 31-33 y 140-141.

[viii] Ignacio Ramonet: Cien Horas con Fidel, Tercera Edición. Incluye varias de las preguntas hechas por Ramonet para la edición francesa. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006p. 442.

[ix] Examinando el legado de Lenin, varios especialistas cubanos se refirieron al excepcional hombre. Jorge Luis Acanda: “Quiero comenzar sentando una tesis: Lenin es el siglo XX […]. Lenin constituye, por lo tanto, un punto de referencia insoslayable. La contradicción capitalismo-socialismo determinó todo lo que ocurrió en este siglo que concluyó. Fue la época de plasmación de un ideal, que Lenin demostró que era posible” […]. Armando Hart Dávalos, miembro de la generación histórica de la revolución cubana: “Yo creo que Lenin ha sido uno de los pocos filósofos, si no es el único, que ha sido jefe de Estado. Recuérdese el viejo ideal griego de los filósofos como jefes de Estado. Lenin fue un filósofo que llegó a jefe de Estado con una revolución triunfante. En consecuencia, las ideas de Lenin no se pueden evaluar sin tener en cuenta su actividad práctica; y la práctica obliga a valoraciones específicas” […]. Rafael Cervantes: “Es importante partir del reconocimiento de que, en la mayoría de los círculos académicos, el silencio rodea el nombre de Lenin. Mencionarlo significa señalarse como `marxista duro´ en momentos en que se puso de moda el `marxismo blando´. Una lluvia de insidias y de juicios superficiales y oportunistas ha caído sobre su memoria. Nos dicen que fue un mal filósofo, que no comprendió la naturaleza del capital financiero, que no debió hacer la revolución en un país campesino…” Mesa Redonda, “Lenin”, Contracorriente, Una revista cubana de pensamiento, año 5, números 15 al 18, 1999, pp. 177-211.  

[x] Sobre los intentos de denigrar al extraordinario líder revolucionario, escribió el destacado intelectual argentino Néstor Kohan, en las postrimerías de la centuria anterior. “Durante los últimos veinte años, en la Argentina, al menos en la academia universitaria, su nombre ha sido sinónimo de `terror´, `violencia´, vulgarización groseramente `materialista´ de la filosofía marxista […]. Mientras Gramsci representaría el consenso, la sociedad civil y la democracia (así, en general); Lenin simbolizaría por oposición el autoritarismo, el jacobinismo, la izquierda partisana, guerrillera, blanquista, iluminada, vanguardista, etc… Exactamente la misma operación categorial que opone al Che Guevara (el idealismo humanista…) a Fidel Castro (la impía razón de Estado…) o que incluso apela a Walter Benjamin (un inocente y puro crítico literario…) como contraimagen del marxismo político práctico […]. Volver a Lenin presupone hoy no invocar su nombre como un saludo ritual vacío de contenido a la bandera”. Néstor Kohan: “Ese maldito que sigue incomodando. Apenas un comentario sobre Lenin”, en: Ibídem, pp. 211-214.     

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