Los 70 de Silvio

Guillermo Rodríguez Rivera
25/11/2016

Alguna vez escribió Gabriel García Márquez que la vida es “como la escalera de un gallinero: corta y llena de mierda”. Tiene razón, en parte. Cortísima me parece a mí: Silvio Rodríguez cumple 70 años el próximo día 29, y como habría dicho Armando Manzanero, parece que fue ayer cuando lo conocí siendo dibujante en la revista Mella, hace ahora 54 años.

Si ustedes sacan bien la cuenta, comprobarán que él tenía 16 años y yo 19. Era flaquito y ya, desde entonces con poco pelo y muy fino, por lo que parecía tener 13 años. Todavía no era trovador ni lo veía interesarse por la poesía: su centro de admiración, allí, era el gran dibujante Virgilio Martínez, que desapareció hace unos años sin que se recordaran, como merecen, sus méritos artísticos y políticos.

Ese mismo año yo ingresé, como estudiante, en la Escuela de Letras de la Universidad de la Habana y deje de formar parte de la plantilla del Mella, para convertirme en un colaborador de la publicación. Silvio se me perdió de vista.

Pasaron tres años. Yo intervine, con Jesús Díaz, Luis Rogelio Nogueras y Víctor Casaus, en la fundación de El Caimán Barbudo, en 1966. Ese mismo año Casaus y yo publicamos nuestros primeros poemarios y al año siguiente Nogueras obtuvo el primer Premio David, compartiéndolo con Lina de Feria.

Los poetas que nos reuníamos en El Caimán … creíamos en los nexos de canción y poesía, y en 1967 organizamos un recital con nuestros poemas haciéndonos acompañar por una entonces casi desconocida trovadora villaclareña que se llamaba Teresita Fernández. Casaus, que desde entonces apuntaba como uno de los mejores promotores culturales cubanos, me llamó a mi casa para decirme – preguntarme – si recordaba a Silvito, aquel muchachito que era dibujante en Mella. “Acaba de terminar su Servicio Militar y está componiendo unas canciones muy buenas. Yo creo que podíamos incorporarlo al recital. Ve mañana por la tarde a Bellas Artes para que lo oigas, a ver qué piensas”. Acudí a la cita y no tuve la menor duda. El joven trovador quedó incorporado al recital que se llamaría “Teresita y nosotros”  y sería en el propio teatro de Bellas Artes.

Pero Silvio Rodríguez estaba apenas comenzando.  Eso sí: comenzando en un lugar más avanzado que el que muchos alcanzan cuando terminan.

Poco después Silvio tendría un programa en la televisión cubana. Los “conspiradores” éramos casi los mismos: Víctor Casaus escribía el guión, yo leía poemas y Teresita cantó en el primer programa. La novedad fue Eduardo Moya, amigo de Silvio, quien asumió como director del espacio, que se llamaba “Mientras tanto”.

Años después le escuché decir al comandante Jorge Serguera, director del ICR en aquellos tiempos, que el error que el nunca querría haber cometido, fue la supresión de Silvio de la televisión cubana.

Fueron unas cuantas semanas al aire y Silvio se hizo popularísimo: el programa rompía el nivel standarizado de la televisión, el público empezaba a disfrutar mucho de esas nuevas canciones, pero Silvio dejó que su pelo creciera un poco más de lo que la televisión permitía e hizo en cámara un elogio de los entonces prohibidos Beatles y, “una noche”, el programa dejó de salir al aire. Años después le escuché decir al comandante Jorge Serguera, director del ICR en aquellos tiempos, que el error que el nunca querría haber cometido, fue la supresión de Silvio de la televisión cubana.

Pero ya el prestigio de Silvio era indetenible.

Seguidamente se dio el Encuentro de la Canción Protesta en Casa de las Américas, donde Silvio, Pablo Milanés y Noel Nicola empezaron a conocer a sus hermanos latinoamericanos: Isabel y Ángel Parra de Chile, Daniel Viglietti, de Uruguay, la argentina Mercedes Sosa. En 1969 se funda el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC y llega el vínculo con la música brasileña y figuras como Chico Buarque.

Silvio se proyecta como un compositor único allí donde, en especial, pueden comprenderse los admirables textos de sus canciones: es una voz de primer orden en España, en México, en Chile, en Argentina.

En Cuba ahora mismo, ha hecho sus conciertos por los barrios más humildes de la Isla, llevando su música a aquellos que tal vez les sea más difícil acudir a escucharla, pero también subrayando que está de ese lado: del lado de los pobres de la tierra.

Ya es un poco más difícil verlo porque lo ocupan demasiadas cosas, pero siempre que hace falta, está cerca de los amigos. Por eso decía que García Márquez tenía razón en parte: la vida nos parece corta incluso a los que la hemos vivido bastante. Es cierto que tiene sus mierdas, pero también aparece un cantante, un compositor, un amigo como Silvio Rodríguez. No hay sino desearle un feliz cumpleaños.