Los frutos del IX Congreso de la Uneac

Rafael Lam
1/7/2019

Los frutos del IX Congreso de la Uneac tuvieron su mejor momento en el discurso de clausura del presidente Miguel Díaz-Canel, en el que demostró pleno conocimiento del mundo de la cultura, especialmente de la música. “Soy un apasionado de la cultura y el arte, al igual que mis hijos, y si es cultura cubana el goce se multiplica”.

 Miguel Díaz-Canel, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros
Foto: Tomada de Granma

 

El cineasta Julio García Espinosa, quien fuera viceministro del Ministerio de Cultura, decía que “se presupone una gran incultura no conocer la música cubana”.

Afortunadamente, sin prejuicios, el presidente cubano es un aficionado a la música, la más importante de las artes en todos los países: la música es el espejo fiel de los pueblos.

Sorprendentemente Díaz-Canel abordó el tema tan complicado de la industria cultural, y en especial de la música, un problema que hemos arrastrado en estos 60 años.

El premio Nobel Gabriel García Márquez dijo en octubre de 1985, en la revista Opina: “La mejor manera de divulgar la música cubana, de hacerla penetrar socialmente, la mejor manera de convertirla, de darle una función social y una función cultural socialmente importante, es venderla. Aparte de que nada se opone a que la cultura sea productiva, la cultura puede y debe ser productiva. Lo importante es que los beneficios no vayan a enriquecer a un consorcio de explotación transnacional. De la misma forma que Cuba vende su azúcar, su café y su tabaco, puede vender su música, no hay nada de inmoral en eso. Cuba produce tan buena música como tan buen tabaco, tan buen café y tan buena azúcar que se vende en el mundo entero. Además, la música cubana de todas maneras sale y se reproduce. ¿Por qué los cubanos no van a tener un mecanismo de control sobre la utilización de la música? ¿Por qué si de todas maneras la están vendiendo otros y se enriquecen con ella?

“Cuba antes del triunfo de la Revolución era un gran productor de música y se comercializaba a través del baile y del canto, la radio y el espectáculo. Pero Cuba no recibía los beneficios porque su música la distribuían las empresas discográficas estadounidenses. El beneficio iba a parar a los EE.UU. Hoy esa música cubana sigue en el mercado, y en primera línea con el nombre de salsa, que no es más que sones y guarachas cubanos utilizados por el imperialismo. Los Beatles eran geniales, no eran comerciales, eran artistas auténticos, pero los convirtieron en comerciales, daban beneficio económico, tenían una gran demanda cuando se dieron cuenta que se vendía bien. Mi novela Cien años de soledad se vendió comercialmente, el primer sorprendido fui yo; pero yo escribí la novela que debía escribir, no me cabe dudas de que Los Beatles hicieron lo mismo”.

Díaz-Canel aseguró que el IX Congreso será un electrodo para la industria de la cultura cubana, para desaparecer el parasitismo cultural y hacer productivo el arte y en especial nuestra música. El menú de temas discutidos en el evento seguramente va a producir cambios en la nueva visión de la cultura cubana.

Cuba posee una gran cultura, eso lo sabemos; pero mucha de esa cultura no llega ni se aprovecha convenientemente, tanto en la escuela, en los jóvenes como en el mercado internacional. Un amigo especialista de la Upec me dijo: “El asunto es que debemos buscar conocedores de la comunicación. Tenemos grandes artistas, grandes músicos; pero ellos no necesariamente saben cómo aplicar esa cultura; esa es una especialidad que hay que desarrollar. Y esa especialidad es de las más complicadas”.

En dos palabras, el asunto no es obtener frutos, sino saber comercializarlos convenientemente, tanto en la economía como en el arte.  Esos son los frutos del IX Congreso que esperamos.