“Toda madre debiera llamarse Maravilla”
José Martí
Cuadernos de apuntes, 1882

Es historia conocida que cada segundo domingo de mayo, se celebra en Cuba, como en otros muchos países del mundo, el Día de las Madres, fecha que reconoce el amor, la ternura, el desvelo, de quienes hacen posible el nacimiento de la vida humana.

Se conoce igualmente, que, en las primeras décadas del siglo XX, por iniciativa del periodista Víctor Muñoz, comienza a promoverse el dedicar un día al año a las madres, iniciativa que logra aprobarse hasta convertirse ya en una tradición que esperan todos los cubanos en el quinto mes del año.

Son numerosas las historias que se conservan sobre el Día de las Madres, esa festividad que actualmente se celebra en fechas diferentes en infinidad de países, tema, por cierto, de incuestionable interés para complementar y enriquecer la memoria de la humanidad.

Mi propósito hoy, sin embargo, no es relatar la historia de esa festividad. Mi empeño es otro: quiero invitar a leer, o volver a leer, esos poemas que, fechados a lo largo del tiempo, se han escrito en la Isla, como testimonio de gratitud, a esos seres luminosos y extraordinarios que son las madres.

“Esos seres luminosos y extraordinarios que son las madres”.

El amor que José Martí (La Habana, 1853-Dos Ríos, 1895) sintió por su madre está presente en la monumental obra legada por el Héroe Nacional a su tiempo y al tiempo por venir. Son numerosos los textos que testimonian tan hermoso y profundo sentimiento. “A mi madre” es el título de un poema que el más trascendente revolucionario e intelectual del siglo XIX cubano dedicó, en su más temprana adolescencia, a su madre doña Leonor Pérez.

Madre del alma, madre querida,
Son tus natales, quiero cantar;
Porque mi alma, de amor henchida,
Aunque muy joven, nunca se olvida
De la que vida me hubo de dar.

Pasan los años, vuelan las horas
Que yo a tu lado no siento ir,
Por tus caricias arrobadoras
Y las miradas tan seductoras
Que hacen mi pecho fuerte latir.

A Dios yo pido constantemente
Para mis padres vida inmortal;
Porque es muy grato, sobre la frente
Sentir el roce de un beso ardiente
Que de otra boca nunca es igual.

“Madre” es el título del poema que firma Ángel Augier (Holguín, 1910–La Habana, 2010). “Tu ternura perfuma todas las distancias, / estremece de luz todos los horizontes” se lee en este texto dedicado a quien entrega vida y amor a un nuevo ser. Galardonado, entre otros reconocimientos, con el Premio Nacional de Literatura, este poeta, periodista y ensayista dedicó sustanciales estudios a la obra del Apóstol José Martí y del Poeta Nacional Nicolás Guillén.

Madre, iluminada siempre,
más en la distancia.
Abrazada a tu cruz.

Sendero de todos los días
que recorren tus pies cansados,
—con cuánta dulce paciencia
recorres diariamente tus senderos…!

¡Cómo tiembla tu fatiga
en la luz triste de los días iguales!
¡Cómo duele tu pena,
y cómo tu pena se baña de bondad,
y cómo tu bondad lo baña todo!

(Madre, mis brazos, lejanos,
se agitan hacia ti…!)

Tu ternura perfuma todas las distancias,
estremece de luz todos los horizontes.
Porque vives en ti hondamente, florecida de angustias
y frutecida de esperanzas,
vives en todo, y a todo le das
tu trémula belleza conmovida
y la diafanidad de tu vida.

Raúl Ferrer (Yaguajay, 1915–La Habana, 1993), el maestro-poeta, es autor de una obra lírica nacida, en gran medida, a partir de su ejercicio docente de varios años en escuelas rurales. El poema “Mamá” es una décima, estrofa ampliamente cultivada por el creador. Sentido texto, fechado en el año 1969, incluido en la antología titulada El retorno del maestro que, en el año 1990, se publica con ilustraciones de Miriam González Giménez, bajo el sello de la Editorial Gente Nueva.

Mamá, yo te quiero tanto
que décima me pareces.
Puedo cantarte mil veces
y no se me apaga el canto.
Para disfrutar tu encanto
aún tengo la tarde escasa,
mas si como a veces pasa
un día falla el encuentro,
quedas tú, flor en el centro,
esperándome en la casa!

El soneto es una de las formas estróficas que aparece en la producción literaria de la autora de Al sur de mi garganta. Entre esos textos de Carilda Oliver Labra (Matanzas, 1922-2018), escritos a lo largo del tiempo, se encuentra “Madre mía que estás en una carta”. Conocido y reconocido soneto, en que la creadora galardonada con el Premio Nacional de Literatura no sólo revela el amor hacia la madre, sino también entrega una auténtica lección de cubanía.

Madre mía que estás en una carta
y en un regaño antiguo que no encuentro,
quédate para siempre aquí en el centro
de la rosa total que no se aparta.

Madre mía que estás tan lejos, harta
de la nieve y la bruma, espera, que entro
a ponerte a vivir con el sol dentro,
madre mía que estás en una carta.

Puedes darle al misterio alguna cita,
convenir con las sombras hechiceras,
puedes ser una piedra que se quita

o secarte ahora mismo las ojeras;
pero acuérdate, madre, de tu hijita:
¡no te atrevas a todo, no te mueras!

Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí) (La Habana, 1922-2005) es considerado, con toda justicia, un renovador en el siglo XX, de la llamada estrofa nacional, la décima. En su bibliografía, que incluye poemarios como Boda profunda, Entre, y perdone usted y Desde un mirador profundo, siempre puede leerse una décima. Uno de esos textos es “Madre-tierra que se inunda…”, en que el autor, reconocido con el Premio Nacional de Literatura, rinde un singular homenaje a la madre.

Madre —tierra que se inunda
de savia, vibra y florece—:
tu hijo es un árbol que crece
desde tu entraña fecunda…
Pero su raíz profunda
se ha quedado en tu matriz:
por eso no eres feliz
si tu hijo llanto derrama:
golpe asestado a la rama
siempre duele a la raíz.

Madre, estás aunque no estés/junto a mí y en mi existencia./Madre que abre la conciencia/por donde vas y me ves”.

Es conocida la labor que por décadas desarrolló en diversos órganos de prensa, la periodista Ana Núñez Machín (San Antonio de los Baños, 1933-La Habana, 2022). Junto a esa obra, también realizó investigaciones sobre la acción y el pensamiento del intelectual revolucionario Rubén Martínez Villena y cultivó la poesía. En sus poemarios están presentes varias formas estróficas, entre ellas la décima. Una de esas décimas, dedicada a su progenitora, se titula, precisamente, “Madre”.

Madre, estás aunque no estés
junto a mí y en mi existencia.
Madre que abre la conciencia
por donde vas y me ves.
Transparencia de los pies
pisando firme en el suelo.
Cielo más alto que el cielo.
Por tu norte, el desencuentro.
Avanza, mudo, a mi encuentro
el grito de tu pañuelo.

“Movimiento de estrellas” es el título del poema que Carmen Serrano Coello (Sagua de Tánamo, Holguín, 1939) dedica a su madre. La obra de esta autora, reconocida entre otros galardones con el Premio Samuel Feijóo de Poesía sobre Medio Ambiente de la Sociedad Económica de Amigos del País, se caracteriza por indagar, comentar, reflexionar, desde un personal y cuidado discurso, sobre el hombre en su relación con el mundo que le rodea.

                                                      A mi madre

La noche come los frutos del desvelo.
Yo estoy en ese barco secuestrado por espumas
y suelto al ruiseñor del país de la infancia.
     La madre me busca entre inyecciones y
                                                                          (ahogos,
                                 se enreda con las lianas del presagio
                                deshojándose en la entrega ya
                                                                   (aceptada.
Los cuerpos que se fueron
traen un raro olor a flores que logra impacientarme.
Los extraños batones han alterado al viento que los sopla
y un armonio hace música para encantar las piedras
que caen arrancadas por el desespero.
Es que ella se va, ya no quiere agarrarse a cuerda alguna,
se va entre las ramas del silencio y la tristeza.
Yo sigo en ese barco donde no hay claridad,
sólo puedo ver a través del relámpago
el temblor de un ascenso a algún supuesto cielo.

Se rompen las espumas y salgo de este barco.
Ya no es tiempo para ver la caída
de la estrella extraviada.

El 23 de julio de 1999 está fechado el poema titulado “Madre mía”. Su autor es Antonio Guerrero Rodríguez (Miami, Estados Unidos, 1958) y este texto fue escrito mientras sufría injusta prisión en cárceles estadounidenses, confinado junto a sus compañeros René González Sehwerert, Fernando González Llort, Gerardo Hernández Nordelo y Ramón Labañino Salazar, por defender la paz, la libertad y la soberanía de la humanidad toda.

Llamarte por tu nombre, flor y amiga.
Tus manos hacen mundo cada día.
Mujer deshabitada, rebeldía
para hacer que el amor arribe y siga.

Lágrima del frutal y de la espiga
que solemne se llena de alegría.
Isla dinámica en la geografía
de donde el corazón la paz obliga.

Tu nombre es una inmensa desnudez
de luz y vida. Sin ti la lucidez
no podría encontrar lo más sublime.

Donde yo te menciono hay valentía,
y al hacerlo tú evitas se lastime
mi paz y mi entereza, madre mía.

El poeta Luis Manuel Pérez-Boitel (Remedios, Villa Clara, 1969) quien, entre otros reconocimientos nacionales e internacionales, recibió el Premio Literario Casa de las Américas, incluye, dentro de su producción lírica, el poema “Tríptico para una llama de amor viva”. Extenso texto en que, mediante un personal discurso, el autor —como es fácil comprobar en este fragmento— se acerca a la madre, un tema recurrente, desde hace siglos, en la poesía escrita en el mundo.

“Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!”
San Juan de la Cruz

II

en el divertimento de mis días, la luz gravita
sobre lo que amo, cosas imposibles; advierto que nada
                                                                                    (pasa
y ruego bajo estas palabras en tu venidero día, en el
                                                        (mañana dispuesto.
en la casa me voy quedando con los años, y dibujo bajo la
                                                                                    (soledad
la dimensión de los rostros que amo, confundido estoy
bajo la noche donde la palabra pudiera no resultar tan sagrada.
(des)corro las cortinas de la casa y pienso en mi madre,
                                                                   (que tu reclamo
aguarde otras estaciones, para que cada minuto de mi
                                                                                    (vida
se prolongue en su vientre, que me salve San Judas este
                                                                                   (tiempo
de toda posible ausencia. no permitas bajo tu verde luz
que las cosas que una vez cultivé desaparezcan, dame un
                                                                                          (sitio
aunque sea mínimo para dibujar lo que he visto ante los
                                                                                        (ojos
de la trinidad divina. ahora sé que el tiempo que está por
                                                                                       (venir
es imposible de augurar, que la salud de mi madre sea
                                                                 (como esa tierra
y que no exista mayor júbilo que el día en que volvamos
a encontrarnos todos alrededor de una casa, que ya no
                                                                                 (existirá,
donde apenas me reconocerían si tocara a la puerta.

La poesía
fue lo último que dejé sobre la arena
luego el mar
siempre el mar

Laminarios, aparecido en el año 2019, en la Colección Abriendo las Constelaciones, de Ediciones La Luz, sello editorial de la Asociación Hermanos Saiz de Holguín, es el primer libro publicado por Camilo Noa (Gibara, Holguín, 1990). En las páginas de ese poemario se presenta una colección de textos que abordan esos temas que han preocupado y ocupan al autor. El cuaderno se abre con un poema en que, desde lo cotidiano y lo anecdótico, se refiere a la madre.

Mi madre teje en su banqueta de pino
un mantel anchísimo
que nos pondrá a la mesa un par de días
Madre teje a estas horas
para acabar temprano con el hambre

No puedo dormir
escucho el golpeteo de las agujetas
intento dar a luz un verso
         en esta casa nadie habla
         desde que tenemos muertos
otra hoja rasgada
La poesía
fue lo último que dejé sobre la arena
luego el mar
siempre el mar
tragando todo cuanto se nos descuida