Maikel Rodríguez Calviño: de Espartaco a las puertas de papel

Elaine Caballero Sabugueiro
27/11/2019

Desde hace algún tiempo, un joven escritor y crítico de arte llamado Maikel José Rodríguez Calviño viene dando de qué hablar. Su literatura ofrece una manera diferente de enfrentarte a un libro, de considerarlo un columpio para saltar a una próxima aventura en el mundo de las letras.

Maikel José Rodríguez Calviño en el espacio de entrevistas Infancia al Derecho y al Revés, que conduce
el escritor y periodista Enrique Pérez Díaz.
Fotos: Maité Fernández Barroso

Para ser sinceros, Maikel ya no se encuentra en los albores de su juventud. A sus 38 años se observan vestigios de una ya no tan incipiente ausencia de cabello, un tanto a propósito y otro tanto también por el inquebrantable paso del tiempo que no perdona. Sin embargo, quienes lo conocen, y hasta él mismo, aseguran que nunca ha dejado morir su niño interno.

Este autor, editor en Arte Cubano, fue el invitado especial este 22 de noviembre, en el espacio de entrevistas Infancia al Derecho y al Revés, que conduce el también escritor y periodista Enrique Pérez Díaz, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz con frecuencia mensual.

“Constantemente remito a la infancia para hacer literatura, gran parte de los sueños que persigues de adulto tienen su simiente en la niñez. Sin mito no hay literatura”, afirma.

Como narrador sus intenciones principales, entre otros propósitos, vienen dadas por el hecho de acercar a los más jóvenes a elementos de la cotidianidad, de la cubanía, de hurgar en las leyendas urbanas y rurales que durante siglos han hecho de la cultura cubana un destino para encontrar “lo real maravilloso” de Alejo Carpentier.

“Siempre vuelvo a Fernando Ortiz, a Samuel Feijóo. Los tiempos cambian y uno puede retomar las historias respetando siempre las fuentes de origen”, admite con tono riguroso. Le interesa que los niños y adolescentes se vean reflejados en su obra, porque detrás de sus argumentos reside una enseñanza, un acertijo para enfrentar la vida.

Por ejemplo, en Cerezas al óleo aborda el miedo en la primera etapa de la vida visto a través de una pequeña. Por eso aconseja a los profesores “escarbar un poquito en lo humano”, a la hora de estudiar sus libros en clase.

Pocos conocen que tiempo atrás Maikel fue monaguillo y quería ser sacerdote. “Todavía a estas alturas me ronda la idea por la cabeza”, explica. Al mismo tiempo confiesa a los presentes y a su anfitrión Pérez Díaz, que se dejó llevar por la perdición y la ruina de los placeres mortales, a lo que añade: “Soy de la idea de que la literatura es un tipo de sacerdocio”.

“Escribir no es recibir, sino dar; sigo siendo a mi manera una persona que se entrega”, comenta. Ante las posibles dudas sobre si los autores de literatura infantil en algún momento pueden crear una obra “seria”, para adultos, Maikel, al igual que Dora Alonso, piensa que “no hay literatura para niños, hay literatura”. Y agrega: “Tengo lectores de 10 años hasta 60”.

Sobre los tiempos actuales, cuando el acto de leer se reconfigura cada día, e Internet ha cambiado las dinámicas sociales por completo, compara a la red de redes con una de las tantas funciones del fuego hace siglos atrás, el cual ponía a todos a dialogar y a contar historias alrededor de sus llamas.

Entre sus preocupaciones como intelectual se encuentra la necesidad de reconectar a los jóvenes con el acervo cultural de Cuba. Pero no se trata de una simple inquietud en su mente, para ello trabaja en un libro dedicado a curiosidades históricas y culturales de la Isla. “No me resigno a que las personas no conozcan la belleza de mi país”, manifiesta. Así, las nuevas generaciones tendrán una publicación más para llenar sus vacíos de conocimiento.

De manera especial admite escribir para lectores cubanos, “a los que pueda ir a ver a una secundaria”, aunque mantiene una colaboración activa con una editorial en Colombia, entre otros trabajos.

Su concepto favorito de arte es el martiano, reconoce. Tiene en mente llevar el Ismaelillo al grabado en un proyecto curatorial, así como otros planes literarios inmediatos. Entre fotos de su infancia, juventud y otras más recientes, seguido de sorpresas que el invitado no esperó, transcurrió el espacio Infancia al Derecho y al Revés con un autor poco común, quien advierte en El extraño crujir de las cosas mal dormidas “que algo oscuro y remoto palpita en lo más profundo de nuestras sociedades”.

Sin temores revela que de niño acunaba los libros en su brazo, “contra su pecho, bien cerca del corazón para que sus latidos conocieran los míos”. Ese pequeño nacido en el pueblo cienfueguero de Espartaco, antes conocido por el nombre de Hormiguero, quedó para siempre inmerso en la literatura, de donde sale a cada rato para regalarnos sus cuentos, tan enigmáticos como su propia vida.

La próxima invitada al encuentro será la escritora Olga Marta Pérez, Premio Nacional de Edición, otra de las intelectuales dedicadas a expandir las fronteras creativas de los niños a través de historias llenas de magia y personajes carismáticos.