Actualmente se encuentra itinerando con rotundo éxito por Estados Unidos la exposición Mariano: Variaciones sobre un tema. Inaugurada y exhibida en el McMullen Museum of Art del Boston College, del 7 de septiembre hasta el 5 de diciembre del 2021, se mostrará nuevamente al público en el Pérez Art Museum de Miami, en el 2022. Esta exposición constituye la primera retrospectiva realizada a Mariano Rodríguez en Norteamérica. Curada por la doctora Elizabeth Thompson Goizueta, la muestra es un recorrido apasionante por la obra de Mariano Rodríguez desde sus inicios en el segundo lustro de los años treinta hasta sus últimas composiciones realizadas a finales de la década del ochenta, casi sesenta años de una vida apasionada dedicada al arte.  

“Esta exposición constituye la primera retrospectiva realizada a Mariano Rodríguez en Norteamérica”.

El McMullen Museum of Art, bajo la dirección inteligente de la dinámica doctora Nancy Netzer, ha enfocado su mirada en más de una ocasión en lo más significativo del arte realizado en América Latina. Este interés se inicia con la exposición Matta: Making the Invisible Visible, realizada por Elizabeth Thompson Goizueta en el 2004, quien es una colaboradora asidua de esta institución. Y se continúa con las relevantes muestras de los pintores cubanos Wifredo Lam: imagining new worlds, en el 2014, una muestra antológica de la obra del más universal de los artistas cubanos, y Rafael Soriano, el artista como místico (2017), maestro del arte concreto en la Cuba de los años cincuenta, cuya obra evolucionó positivamente hacia un arte profundamente espiritual durante sus años activos en Estados Unidos. Estas exposiciones se integran a la “Iniciativa de Arte Latinoamericano”, que surgió en el transcurso de la investigación realizada por Thompson Goizueta sobre Wifredo Lam. El propósito principal de la Iniciativa es la investigación desde una perspectiva interdisciplinaria de los artistas hispanos, que comprende España, Latinoamerica y el Caribe, y proyectar su obra a través de exposiciones y catálogos escolásticos. Su interés mayor es que la academia, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos, se expanda con un nuevo conocimiento sobre los artistas de ascendencia hispana del siglo XX.

Las muestras antes mencionadas fueron curadas por la Dra. Goizueta, quien es una estudiosa del arte, la cultura y la literatura latinoamericana en el Boston College. No es de extrañar entonces su predilección por los artistas prominentes de Latinoamérica, entre los cuales se encuentran los maestros de la pintura cubana.

La Dra. Goizueta es una estudiosa del arte, la cultura y la literatura latinoamericana en el Boston College.

En Mariano: Variaciones sobre un tema la curadora hace un acercamiento muy personal a la obra de este insigne artista antillano. Su visión retrospectiva no es una sucesión monótona de obras por orden cronológico sino un relato inédito, una nueva lectura sobre el artista y la obra de Mariano Rodríguez. De ahí que esta muestra se destaque de manera particular entre las muchas exposiciones realizadas sobre el pintor en Europa, Latinoamérica e incluso en su Cuba natal.  

“Su visión retrospectiva no es una sucesión monótona de obras por orden cronológico sino un relato inédito, una nueva lectura sobre el artista y la obra de Mariano Rodríguez”.

A la experimentada curadora le gusta abordar la obra de un artista desde diferentes disciplinas académicas, las cuales crean una imagen plural del pintor, enriqueciendo la mirada ávida del espectador. En esta ocasión confluyen Alejandro de la Fuente, distinguido profesor de Historia Latinoamericana y Economía de la Universidad de Harvard, el curador de la vanguardia histórica cubana del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba Roberto Cobas Amate y la propia Elizabeth Thompson Goizueta, profesora del Departamento de Estudios Hispánicos del Boston College, para dar sus apreciaciones sobre la obra única y múltiple de Mariano Rodríguez.

Refiriéndose a la exposición de Mariano, la doctora Nancy Netzer dijo: “uno de los objetivos principales era iluminar cómo el artista mezcló su base en ‘lo cubano’ con sus interpretaciones de varios estilos internacionales para transformarse en un pintor singular de importancia universal”[1].

La doctora Nancy Netzer dijo: “uno de los objetivos principales era iluminar cómo el artista mezcló su base en ‘lo cubano’ con sus interpretaciones de varios estilos internacionales”.

La narrativa de la exposición está desplegada por segmentos cronológicos que la curadora Thompson Goizueta hábilmente hace coincidir con los ensayos que integran el catálogo escolástico que acompaña a la muestra, del cual es editora.

El primer texto trata sobre una de las zonas menos investigada de la obra de Mariano y que paradójicamente reviste una importancia cardinal. El ensayo se titula “La década de 1930: la ‘primera etapa’ de Mariano” a cargo de Alejandro de la Fuente, distinguido profesor de Harvard. En el caso particular de este texto, su intención, tal como señala su autor, “es resaltar la importancia de un período formativo en la vida de Mariano, su inmersión en redes trasnacionales de activismo y producción cultural, y su participación en conversaciones continentales sobre arte, justicia e identidad nacional”[2].

La estancia de Mariano en México fue particularmente intensa. Cronológicamente abarcó desde noviembre de 1936 hasta junio de 1937. Pero fue un período de aprendizaje vertiginoso, pudo apreciar la gran pintura muralista de Rivera, Siqueiros y Orozco, conectar con la efervescente intelectualidad mexicana. Además fue alumno de Manuel Rodríguez Lozano, un prominente pintor y pedagogo, quien influyó decisivamente en la evolución del pensamiento artístico de Mariano.  

El profesor de la Fuente concluye su ensayo con una afirmación categórica: “…la larga y distinguida carrera de Mariano se basó en las valiosas lecciones adquiridas durante esta, su ‘primera etapa’ fundacional”[3].

“La larga y distinguida carrera de Mariano se basó en las valiosas lecciones adquiridas durante esta, su ‘primera etapa’ fundacional”.

En el caso del segundo ensayista, Cobas Amate, previene al espectador que no estamos ante un artista de un desarrollo lineal que podamos medir por un progreso sucesivo de los tiempos históricos. En Mariano, se aprecia una simultaneidad de temas y estilos que enriquecen su obra plástica, aunque su evolución es en una espiral ascendente, que le permite trascender a sus contemporáneos.

El texto investiga la relación de Mariano con los pintores de la Escuela de Nueva York, que condujeron a un nivel inexplorado hasta entonces la abstracción expresionista. En los años cincuenta la línea en Mariano se eclipsa ante la mancha gestual, convertida en la principal protagonista de su pintura. Estas obras se caracterizaron por su intensidad dramática.

El talento excepcional del artista logró conciliar sus temas tradicionales con los hallazgos del expresionismo abstracto, y de este modo realiza un ciclo importante de pinturas en las que reúne pescadores, mujeres, guajiros y gallos.

El tercer ensayo, y en mi opinión el más luminoso, es el de la curadora de la exposición Elizabeth Thompson Goizueta. Es una enriquecedora reflexión artístico-filosófica titulada “Recuperando lo barroco y lo grotesco: las pinturas negras de Mariano de 1965”. En ella la autora delibera sobre una “visión radicalmente original que integra lo barroco y lo grotesco”[4].

Lo sorprendente de este ensayo es que desarrolla sus ideas alrededor de las obras realizadas por Mariano en 1965, conjunto de composiciones que hasta el momento actual no han sido tomadas en cuenta, de manera destacada, por los curadores de las distintas retrospectivas realizadas sobre Mariano en diferentes partes del mundo. Una de las ideas más interesantes de Goizueta es como “Mariano reexamina en ellas su propia comprensión de la belleza como algo que provoca respuestas contradictorias”.[5] Y hace una apreciación cardinal sobre este breve pero intenso ciclo de pinturas: “Estas obras de 1965 revelan a Mariano como el gran artista moderno que fue, capaz de combinar efectivamente ciertas influencias para crear un estilo totalmente original y contemporáneo que ya apunta a una estética posmoderna”.[6] Y concluye con una afirmación rotunda: “…Mariano reconfiguró lo universal para explorar lo esencial en la realidad cubana”.[7]

“Mariano reconfiguró lo universal para explorar lo esencial en la realidad cubana”.

En esta retrospectiva aparecen obras esenciales que se encuentran en colecciones privadas e institucionales de Estados Unidos y de la Fundación Mariano Rodríguez que radica en Madrid, España. Se realizó un intenso trabajo investigativo sobre las obras que brindaran un aporte sustancial a la exposición. Así tenemos que de la primera época de influencia mexicana se exhiben los óleos “Educando” (1938), “Retrato de Anibal” (1939) y “La hebra” (1939).

“La paloma de la paz” (1940), obra trascendental de Mariano Rodríguez, significa el momento exacto del cambio del artista hacia uno de los períodos más estudiados y representados de su vasta producción. Y así en la exposición se pueden disfrutar algunas de las pinturas paradigmáticas que ayudaron a consolidar, en el primer lustro de los cuarenta, la poderosa Escuela de La Habana, como son el magnífico “El gallo” (1941), adquirida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York; “Mujer con gallo” (1941), “La pecera” (1942), y “Patio del Cerro” (1942), entre otras.

Otro cuadro que marca un hito dentro de la pintura religiosa de la época es “Cristo y los ladrones”, concebido hacia 1943 y que constituye un ejemplo relevante de la incursión de Mariano en el género.

Otras obras estimables presentes en la muestra son el “Paisaje de Casablanca” (1946), un paisaje excepcional de la bahía de La Habana con el pueblo de Casablanca atrás.

Una retrospectiva como esta tiene el éxito garantizado.

Y después la curadora hace un magnífico despliegue de la evolución de Mariano en los años cincuenta, desde una figuración neo-cubista hasta la abstracción expresionista. Allí encontraremos obras tales como “Pescador” (1950), “La playa” (1955), “Carnavales”, (1956) y los singulares “Pájaros” y “Girasoles”, ambos de 1958, realizados con una pintura muy gestual de alto nivel artístico.

El año 1965 tiene un apartado especial con obras de la mayor relevancia estética. Y así forman un sólido conjunto obras como “Susana y los muchachos”, “El deseo”, “La cena”, “Mozambique”, “La familia”, para culminar en la imponente “Reunión de la O.E.A.”, obra de especial significación ideológica en el contexto de la pintura cubana de los años sesenta.

Otra de las series significativas de Mariano será Frutas y realidad. Y de ella tendremos algunos significativos ejemplos como “Mangos”(1967) y la fabulosa “La naranja” (1972). Hasta culminar con un ejemplo de su regreso al erotismo más visceral en su última serie Fiesta del amor no. 3 (1984).

Una retrospectiva que reúna 140 obras entre óleos, acuarelas y dibujos, estructurada en sólidos núcleos temáticos y estilísticos, y que además viene acompañada de un catálogo con una mirada plural sobre el artista, merece toda la atención de la crítica especializada cubana ya que estamos ante un acontecimiento cultural de especial relevancia. No dejemos de seguir su itinerario por tierra norteña. El éxito está garantizado.


Notas:

[1] Nancy Netzer, Mariano: Variaciones sobre un tema. Prefacio, United States of America, 2020, p. 4.

[2] Alejandro de la Fuente, “La década de 1930: la ‘primera etapa’ de Mariano”, ob. cit., p. 9.

[3] Ibidem, p. 20.

[4] Elizabeth Thompson Goizueta, “Recuperando lo barroco y lo grotesco: las pinturas negras de Mariano de 1965”, ob. cit., p. 135.

[5] Ibidem, p. 136.

[6] Ibidem, p. 136.

[7] Ibidem, p. 138.