Martí: clave decisiva en el presente y hacia el porvenir

Armando Hart Dávalos
3/2/2021

No es fácil hallar en la historia de las civilizaciones una personalidad paradigmática que fuera asumida de la manera que el cubano lo hizo con Martí, es decir, hasta el punto de tomarlo como símbolo esencial del país sin el cual este es irreconocible. Cuba ha tenido una pléyade de hombres grandes, cada uno de los cuales bastaría por sí solo para mostrar el rostro entero de una nación y que ella se sintiera orgullosa de que así fuera, pero con todo, la inmensa fuerza y valor de esos cubanos excepcionales, fue Martí, el que, colocado en la cumbre de una gigantesca cordillera de montañas, da la imagen de nuestra patria y, junto a la de Bolívar, la de nuestra América.

 

Que venga el saber científico con humildad a explicar este hecho singular, pero la realidad objetiva de que José Martí vive y crece en el alma de Cuba y que sus enseñanzas pueden servir a un mundo como el actual, para resistir y vencer el caos ético que amenaza devorarlo, está ahí firme e inconmovible, e incita a los investigadores sociales y filósofos a estudiar los fundamentos objetivos del misterio del programa ultrademocrático de José Martí, que Julio Antonio Mella nos exhortó a descifrar.

Yo tengo la convicción de que las claves científicas de este misterio pueden servir para llegar a la interpretación certera, no sólo de la historia de Cuba, sino también la del Caribe e Iberoamérica, incluyendo a España. Es un reto intelectual que en estos momentos Martí y el propio Mella nos plantean.

Un mito como el de nuestro Héroe lo encontramos en las grandes religiones y credos, donde los hombres han depositado su fe y le han otorgado su devoción sincera como expresión de su identificación con valores morales, que necesitan para conocerse y amarse entre sí, y a su vez marchar hacia adelante, hacia un porvenir que se les presenta con no pocas angustias e interrogaciones.

 

Pero más allá de las religiones, es difícil hallar en la historia humana quienes hayan adquirido la grandeza y el amor que el pueblo cubano ha tenido y tiene por Martí. Por esta razón estoy de acuerdo con Roberto Fernández Retamar de que por los valores esenciales de Martí no se le puede situar exclusivamente entre los grandes escritores, pensadores u hombres de acción, aunque entre ellos tenga un lugar de honor; a Martí sólo se le puede evaluar, dice Roberto, junto a los grandes profetas y a los más altos símbolos de los credos religiosos e ideas filosóficas, sociales y políticas que se han convertido en tradiciones esenciales de la historia de las sociedades humanas. Por esto, la mejor caracterización que encontramos para señalar cómo lo asumió la Generación del Centenario es la del Apóstol.

En la imagen que de él poseo se integran, con indisoluble unidad, los valores más altos de la ciencia y los más elevados del espíritu; quizás por el camino de esta identidad esté la razón de lo que representa como paradigma ético y político de siempre renovada vigencia. La articulación de estos dos espacios en que objetivamente se mueve el hombre, lo que llamamos material y lo que denominamos espiritual, se convierte hoy en una exigencia radical para salvar la civilización occidental de la gravísima crisis y convulsiones que tiene ante sí y que se avecinan en el porvenir. Por ello, Martí se presenta como una de las claves decisivas en el presente y hacia el porvenir.
 

Coloquio internacional “Cien años de recepción martiana”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 20/1997