Te llamo así, por tu nombre de pila: ese que durante mucho tiempo no medido en años sino en instantes indefinibles, sirvió para mencionarte, para llevarte y traerte por diferentes caminos, pero -siempre- al amparo de la misma luz.

Saltando de brazo en brazo, con la fuerza inmensa y el pataleo de un recién nacido, fuiste fundándote. Eras la hija deseada de un joven de 35 años que no se dio el lujo de soñarte ni de agarrarte al vuelo sino que se tomó el trabajo de pensarte, y te descubrió con alma de mujer, hecha para crecer y multiplicarte; con el cuerpo de una flor llena de pétalos impares, abierta a cada brote nuevo de ese tallo largo, coloreado de un verde robusto, indescriptible, que se da en la tierra que nos vio nacer, y nos hace así como somos, con este gusto por la vida, aún en tiempos de extrema penuria, invencibles.

“Las creaciones de Marta Valdés forman parte de las creaciones musicales cubanas que transitarán a la inmortalidad.
Sería imposible escribir la historia de esta Unión sin su entrañable presencia”.

En esta misma esquina del barrio habanero de El Vedado donde hace sesenta años los empleados del antiguo dueño iniciaron el primer día de trabajo bendecidos por la sonrisa de lado a lado de su Poeta Nacional (en lo adelante, su nuevo jefe) nos hemos citado, querida Unión para hojear, a título informal, el álbum de los recuerdos; aplaudir tu noble firmeza, a la hora de espantar de un aletazo cualquier inconsistencia; tu recio estilo de crecer y crecer por tantos rincones de esta amada tierra con tanta fe que -hoy por hoy- ningún talento verdadero nacido y criado entre nuestras orillas puede sentirse ajeno a tu amparo filial, declararse impedido de subir bien alto, abrirse paso sobre el terreno más pedregoso o por entre la maleza más impertinente.

“Eras la hija deseada de un joven de 35 años que no se dio el lujo de soñarte ni de agarrarte al vuelo sino que se tomó el trabajo de pensarte, y te descubrió con alma de mujer, hecha para crecer y multiplicarte”.

Esta tarde, como ninguna otra, vale la pena desmontar la sigla que te identifica y, a viva voz, con los ojos cerrados y a corazón abierto, volver a llamarte por tu nombre de pila: ese cautelosamente ensamblado y lleno de sentido que traía impresa consigo una denominación de origen muy especial y hoy, con más razón que nunca, se nos revela como un mandato: Unión.

¡Felices sesenta!

* Palabras de Marta Valdés leídas por Corina Mestre, actriz y vicepresidenta de la Uneac. Marta Valdés es, sin dudas, la figura más sobresaliente del movimiento filin en nuestro país. Fundadora de la Uneac, participó en el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas y resultó electa miembro de su Comité Nacional. Sería imposible escribir la historia de esta Unión, sin su entrañable presencia.

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