Metáfora de vida en la instalación interactiva de Tamara Campo

Antonio Fernández Seoane
18/4/2019

Dentro del grupo de artistas internacionales invitados a la XIII Bienal de La Habana que se presentan en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, se encuentran dos cubanos, también distinguidos con aquella condición selectiva para esas muestras principales que allí se exhiben dentro del magno evento de las artes plásticas en Cuba: David Beltrán y Tamara Campo, esta última con una instalación interactiva que, con el título Blanco, se convierte en un referente de poderosa fuerza atractiva para el público visitante.

Foto: Juan Carlos Romero
 

Con extraordinaria limpieza técnica e impecabilidad en la disposición de su montaje, los senderos cruzados de la instalación Blanco nos conducen a un punto central, como ese camino de la vida que nos permite encontrar un destino deseado para compartir experiencias y motivaciones.

La superposición de los estrechos y planos “paños parietales” que mapean la original urbanística de la instalación en forma de X, o de dos triángulos unidos por un vértice en común, permiten casi traspasarlos, dada la consistencia frágil de aquellos “estandartes” que nos llevan a ese centro rector de sensaciones, tales como la nada o el vacío, la desorientación en la búsqueda casi asfixiante, y también la paz del silencio, el sobrecogimiento de lo inesperado o insospechado, la armonía de lo bello, el desconcierto ante la elevación cuasi monumental, la incertidumbre de no saber qué nos pasará, aunque sabiendo que allí, en el centro, podamos encontrarlo todo. 

En Blanco se reúnen dos conceptos fundamentales para la estética de la artista, trabajados reiteradamente en anteriores propuestas expositivas (como “La Marea”): el paisaje y el espacio. Tamara Campo se encarga de explicarnos su propósito en el texto de la tarjeta que ella misma escribe: “Desde obras anteriores me propuse redimensionar el concepto paisaje en función del espacio y la experiencia con el objeto en la búsqueda de una nueva metáfora de vida, donde la implicación emotiva del espectador ha sido fundamental para la creación de experiencias trascendentales y sensoriales”.

Tamara Campo nos invita a que descubramos nuevas sensaciones a través de Blanco, para ponerlas al servicio de una mejor práctica de la vida.

 

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