El pasado sábado 27 de noviembre renové la certeza de que una fecha como esa nos pertenece y nadie nos la podrá enajenar. Desperté divisando a lo lejos un río humano de juventud que se dirigía desde la escalinata de la Universidad de La Habana hasta el mausoleo que recuerda a los ocho estudiantes de Medicina vilmente acribillados 150 años atrás por las hordas coloniales y sus cipayos locales (léase el llamado Cuerpo de Voluntarios, antecedente de los que después, y aún hoy, reniegan de la Patria y la quieren vender a una potencia extranjera).

“Desperté divisando a lo lejos un río humano de juventud que se dirigía desde la escalinata de la Universidad de La Habana hasta el mausoleo que recuerda a los ocho estudiantes de Medicina (…)”. Fotos: Ariel Ley Royero

Cerca del memorial de La Punta, en la Acera del Louvre en La Habana, donde en 1871 el entonces capitán del Ejército Español Nicolás Estévanez hizo pública su repulsa contra la injusticia cometida al fusilar a los estudiantes, tuvo lugar el tradicional acto de conmemoración que cada año realiza la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

Allí habló el historiador adjunto de la Ciudad, Félix Julio Alfonso López: “El 27 de noviembre de 1871 es una fecha imprescindible de recordar para la actual generación de jóvenes cubanos y también para la Oficina del Historiador por el simbolismo de la rebeldía y las implicaciones ideológicas en la gesta independentista”. También habló de la contribución a la memoria histórica del historiador Emilio Roig de Leuchsenring, quien accedió a documentos probatorios “que hablaban de aquellos cinco negros criollos que trataron de ayudar a liberar a los estudiantes de medicina, en una acción donde la piel oscura y cubana también hablaba del honor y la gallardía por la defensa de la independencia nacional”.

La actual dirección de la Revolución encabezó la marcha.

Pocos minutos después asistí, junto a otros escritores y artistas cubanos, miembros de la Uneac, al acto que el Consejo Supremo Abakuá convocó por el 150 aniversario de la masacre de los hermanos de la fraternidad. De manera espontánea, un grupo de asociados a potencias abakuá del municipio de Regla atravesaron la bahía para cantar a quienes dieron su sangre en un acto que debe ser recordado siempre como parte de las tradiciones patrióticas.

En las palabras introductorias del acto, el doctor Orlando Gutiérrez Boza, presidente del Consejo Supremo Abakuá, llamó a trabajar por la consolidación de la unidad nacional en momentos en que la Patria se levanta en medio de la hostilidad de los enemigos históricos.

Como cada año, los estudiantes de Medicina pusieron ofrendas florales ante el monumento a los ocho estudiantes fusilados.

Un año antes, la fecha trató de ser enturbiada por los sucesos acaecidos ante la sede del Ministerio de Cultura. No hace falta abundar en el anecdotario; basta con saber que sobre lo que, sin dudas, podían ser, y muchas lo eran, legítimas demandas encaminadas a salvar vacíos y enmendar carencias en el funcionamiento del sistema institucional de la cultura, se montaron provocadores y personas interesadas en quebrar el tejido social, y, como se vio casi de inmediato pero sobre todo más adelante, minar irreversiblemente el orden, hacer trizas la Constitución y derrocar al gobierno. 27N, etiqueta puesta de moda por fariseos y oportunistas, fue sinónimo del tránsito de la intriga a la entrega, de la crítica a la subversión. Ni más ni menos.

“De un 27 de noviembre a otro es posible verificar avances indiscutibles e identificar zonas en las que se debe trabajar con mayor resolución”.

Unas semanas después, a propósito de conmemorar el sexagésimo aniversario de Palabras a los intelectuales, el luminoso y germinal discurso de Fidel, conversé con Alpidio Alonso, ministro de Cultura, sobre las lecciones de días recientes:

“A pesar de las condiciones de trinchera asediada en que están obligadas a trabajar —comentó el Ministro—, nuestras instituciones han dado espacio y apoyado a las más diversas tendencias y estilos de creación, sin los consabidos condicionamientos mercantilistas, tan frecuentes en otros ámbitos. Ninguna de nuestras instituciones toma decisiones importantes en términos de política cultural, al margen de los criterios de los colectivos especializados concebidos para ello, integrados todos mayormente por creadores. Al propio tiempo, la Uneac y la AHS someten a un escrutinio permanente la labor de nuestras instituciones. No justifico arbitrariedades, que en más de un momento se han dado entre nosotros, y que debemos evitar a toda costa, pero tampoco podemos aceptar la matriz mentirosa y perversa de los que presentan a Cuba como el paraíso de la censura”.

De un 27 de noviembre a otro es posible verificar avances indiscutibles e identificar zonas en las que se debe trabajar con mayor resolución, inteligencia y voluntad transformadora. Pero sobre todo es posible constatar un clima participativo mucho más comprometido en el que escritores y artistas, académicos e intelectuales, tienen y ejercen la palabra.    

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