Miguel Zenón: “El jazz es una música global e inclusiva”

Yira Hernández Gómez, Indira Hernández Alonso
20/1/2020

Carisma, sabor latino y mucho talento resumen escuetamente la personalidad de Miguel Zenón, reconocido como uno de los saxofonistas más innovadores e influyentes de su generación. Resalta por su habilidad sublime como compositor, en su esfuerzo por establecer vínculos entre el jazz tradicional, las raíces boricuas y los modos de hacer de la música contemporánea.

Miguel Zenón, reconocido como uno de los saxofonistas más innovadores
e influyentes de su generación. Foto: Internet

 

Zenón, nacido y criado en San Juan, Puerto Rico, es el único intérprete de esta nacionalidad que ha ganado dos de los premios más prestigiosos: las becas Guggenheim y McArthur, esta última conocida como “la beca de los genios”. Asimismo, ha trabajado con una amplia variedad de músicos como Charlie Haden, Fred Hersch, Kenny Werner, Bobby Hutcherson y Steve Coleman y es miembro fundador del Colectivo SFJAZZ.

A lo largo de su carrera, ha paseado por diversos rincones del mundo el sonido emotivo y sutil de su saxofón alto, junto a sus propios grupos o con agrupaciones legendarias, como la banda de Charlie Haden, la Village Vanguard Orchestra o la Mingus Big Band. El puertorriqueño transmite inusitada intensidad en su versión del jazz moderno, aprovecha así sus habilidades instrumentales y versatilidad rítmica como medios perfectos para el desarrollo de su discurso musical.

Miguel Zenón en conferencia. Fotos: Cortesía de las autoras
 

El Festival Internacional Jazz Plaza anualmente convoca a los personalidades influyentes del universo del jazz. Como parte de la programación de la trigésimo quinta edición del evento, Miguel Zenón es uno de los invitados de lujo. Él mismo fue panelista de la conferencia sobre la vida y la música de Ismael Rivera y ofreció dos conciertos en suelo cubano, uno el viernes 17 de enero, en el centro cultural Fábrica de Arte Cubano y el otro, al día siguiente, en el Teatro Nacional, acompañado por el saxofonista estadounidense David Liebman y Haydée Milanés como invitada. En este contexto, nuestra revista La Jiribilla tuvo la oportunidad de dialogar con este talentoso músico y compositor:

Como saxofonista, ¿cuál considera que es el aporte de la incorporación del saxofón al logro de una nueva sonoridad en el jazz latino?

El saxofón es uno de los instrumentos por excelencia solistas en el jazz, tradicionalmente incluido en este género casi después de la trompeta. El saxo es casi tan viejo como el jazz, pues creció con esa música y se ha incorporado, dentro de los ámbitos de la música popular, en muchos lugares del mundo; tenemos la música americana, el merengue dominicano. A veces, es una cuestión de tradición, también hay grandes saxofonistas cubanos que han aportado, no solo a la música creativa del jazz, sino también a la popular, como César López, Hernán Velazco y más. Se ha hecho mucho por el instrumento aquí y lo mejor es que hay un porvenir de jóvenes con mucho talento.

El jazz es un estilo que da gran libertad a los intérpretes, pero a la vez exige un profundo conocimiento de la música y mucha originalidad. La Fundación MacArthur le otorgó una “concesión de genio” y su música es tan accesible como erudita. ¿Dónde cree que residen las claves para un jazz ejecutado al más alto nivel?

Yo no crecí con el jazz, me resulta como un segundo idioma en mis orígenes, en Puerto Rico. Yo llegué al jazz ya como músico y cuando lo escuché fue que yo dije: Eso es lo que me llama y es el tipo de música que yo quiero hacer. El jazz posee un balance bien especifico entre lo intelectual, el estudio y lo sentimental, para sacar su personalidad; ese equilibrio es el que hace a todos los músicos del jazz maestros y simboliza el gran reto; no hay una fórmula mágica, pero es importante conocer bien la tradición, no solo desde el punto de vista auditivo, o investigarla. Hay que estudiar el camino que tomaron los mayores exponentes, para ver cómo se transformaron. Lleva mucho del conocimiento, de la raíz y la tradición y esa falta desenfadada de miedo a ponerle tu propia personalidad.

Lo que más me ha ayudado a mí es la organización y la disciplina, así como centrarme en las cosas que quiero estudiar y me interesan. Adentrarme en eso y en medio encontrarme a mí mismo nutriéndome de la tradición; es muy importante para mí sentir esa conexión con las raíces.

Con una trayectoria en la que cada una de sus grabaciones refleja una permanente conexión con Puerto Rico y el Caribe ¿Cuáles considera usted han sido los exponentes musicales que más le han aportado a su carrera?

Yo empecé escuchando música como la de Iraquere, de Los muñequitos Matanzas, a instrumentistas como Paquito Rivera, Antonio Sandoval, Chucho Valdés, incluso de la Nueva Trova, Pablo Milanés y Silvio, de Puerto Rico Ismael Rivera y muchísimos más. Con la música del saxofonista boricua y jazzista David Sánchez y el pianista panameño Danilo Pérez estuve creciendo como joven aspirante a jazzista; me llamaron la atención cuando estaba en la escuela superior y me inspiraron. A ellos los identifiqué como mis  primeros referentes del jazz tradicional.

En su disco Típico retoma una vez más el jazz tradicional y las raíces boricuas, a la vez que las mezcla con modos de hacer de la música contemporánea. ¿En qué medida considera acertada esa combinación de estilos en un CD que se propone remitir a los sonidos característicos de una época?

Eso es algo que viene relacionado básicamente con mi personalidad, con mi visión propia. Puede venir otro músico puertorriqueño saxofonista que tome esos elementos y haga lo mismo y el resultado ser totalmente diferente porque su visión lo es. A mí me llama mucho la atención la idea del folclor como concepto reflejo de cada sociedad. En el estudio de la música puertorriqueña o en el estudio del jazz, que también es música folclórica de los Estados Unidos, yo he encontrado un camino que me dice que estas cosas van de la mano y tienen puntos en común y las exploto a partir de lo que quiero trasmitir.

Miguel Zenón en Fábrica de Arte.
 

Tras su nombramiento como Embajador de Jazz del Kennedy Center, ha ofrecido cientos de charlas y clases magistrales en África Occidental, Holanda Francia y varias instituciones culturales de Estados Unidos. Por su experiencia en estos viajes ¿cuál cree que es la salud del jazz en el mundo de hoy?

El jazz es música americana, pero tiene raíces en muchos lados. Consiste en una mezcla, por eso creo que en esos sitios resulta incluso más apreciado, venerado. Es una cuestión de perspectiva; en Estados Unidos, tal vez teniéndolo tan cerca, no lo ven como algo tan único y especial. En mi experiencia llevándolo a otros lugares, la gente lo reverencia más y tiene más ansias de escucharlo y adquirirlo.

Se tiende a identificar a los músicos latinoamericanos con el latin jazz, pero usted ha sabido incursionar en este y ha producido también música como la de su álbum de 2011, no uno más de latin jazz, sino que se trata de un CD de jazz con temas latinos. Comente acerca de esto.

En el tema de la conceptualización del latin jazz, yo siempre he tenido ciertas reservas pues cuando las personas se refieren a él pienso que lo hacen a un sonido bien especifico que viene de la época del 50 y 60, cuando empezaron a transformarse esos puentes entre el jazz y lo latino, específicamente lo afrocubano en esa época. Hay músicos internacionales reconocidos del jazz que incorporan las esencias latinoamericanas, de África y Asia. Por eso, pienso que términos como el latin jazz, el jazz rock han quedado obsoletos hasta cierto punto, pues es un fenómeno de música latinoamericana, africana, de todas partes en que se hace jazz desde su perspectiva. Yo creo que el jazz es una música bien global e inclusiva, que incluye a músicos y elementos de todos los lugares del mundo.

¿Qué puntos de contacto encuentra entre la tradición musical cubana y la portorriqueña, de gran riqueza musical en su cancionero, en cuanto a un jazz latino?

En Puerto Rico la música cubana y el jazz cubano se han escuchado desde que tengo uso de memoria musical. Al incluirse más dentro de lo que se desarrolla aquí y al haber promisorios músicos jóvenes, salen varias generaciones de músicos más consolidados que buscan su visión. En mi experiencia personal creo que se han desdibujado un poco los límites de enmarcarlo regionalmente; se ha convertido en algo que se puede decir panamericano; hay ritmos que se identifican en todas partes y ello lo hace muy interesante.

En el 2011, en su país natal, comenzó su proyecto “Caravana Cultural”, con el que hizo conciertos de jazz gratuitos. ¿Qué importancia le concede a la educación musical para el género?

La idea del proyecto es desarrollar una plataforma que dé actividad cultural a lugares donde no existe, donde no se tiene la oportunidad de ver un concierto de jazz, con la idea de que se siembre esa semilla; esa es una de las cosas más increíbles de Cuba, donde veo una cultura tan accesible. No solo la iniciativa está buscando educar a la juventud y educar con el jazz sino convertirse en un mensaje de lo que debería hacerse, accesible para todos.

¿En qué proyectos está trabajando actualmente?

Ahora mismo estoy trabajando en el Proyecto de Ismael Rivera, en los tour. Llevo ideando hace mucho tiempo pero tengo que concretar la idea de empezar a crear puntos de encuentro musicales en muchos lugares de Latinoamérica, por ejemplo un ritmo, una melodía o un estilo e ir por varios sitios recogiendo cómo se desarrollan; todavía está en formación el proyecto.

El Festival Jazz Plaza anualmente convoca a los más importantes nombres del género a nivel mundial ¿Por qué considera que es ya una cita obligada?

Esta es mi primera vez en el Festival, pero vengo escuchando de él desde que tengo uso de memoria, por discos que he oído grabados aquí. Desde el punto de vista internacional, no solo es reconocido en Latinoamérica sino en el mundo, y ustedes lo saben. Simboliza una conexión para la comunidad, para conectarse con una experiencia cultural y una oportunidad para músicos jazzistas locales, no solo de participar, sino de ver qué se está haciendo en el mundo. Simboliza una especie de puente importante para nutrirnos.