Milagro cinematográfico nipón siempre renovado

Joel del Río
16/1/2020

En el Multicine Infanta, Sala 1, del 15 al 19 de enero, se programa una Muestra de Cine Japonés contemporáneo que se propone, entre otros objetivos, poner al día al espectador cubano respecto a una cinematografía que se encuentra entre las mayores del mundo. Con la producción de más de 400 largometrajes de ficción al año, y una cuota de mercado que con frecuencia oscila en torno al 45 por ciento de la taquilla local, la cinematografía nipona se consolida en torno a tres grandes distribuidoras: Toho, Shochiku y Toei, que ponen en circulación la mayor parte de los títulos comerciales en las pantallas de los populares multiplex.

Foto: Cortesía del Centro de Información del Icaic
 

La mayor parte de los filmes son financiados por alguno de los cinco canales de televisión nacionales, particularmente por los tres mayores: Tokyo Broadcasting System, Fuji Television Network y Nippon Television Network. Estos emporios audiovisuales producen cine en colaboración con otras empresas de publicidad, de modo que los canales transforman en éxito los títulos que deciden, en tanto controlan los principales medios de comunicación, estudios de grabación y los más famosos intérpretes.

A partir de la década de los años 1990, la cinematografía japonesa experimentó un resurgimiento, tanto en el sector mainstream como en el independiente y artístico, con el surgimiento de una ola de jóvenes directores (Takeshi Kitano, Takashi Miike, Hirokazu Kore-eda, Naomi Kawase) que sorprendió incluso a los críticos y estudiosos del cine local, quienes consideraban perdido para siempre el esplendor de la Edad de Oro, en los años cincuenta y sesenta, cuando los estudios monopolizaban una producción enorme, rica en títulos considerados clásicos del cine mundial. Los talentos procedían, casi invariablemente, de los grandes estudios, donde el creador iba ascendiendo en responsabilidades hasta llegar a sentarse en la silla del director. Ahora, el cine es mucho más democrático y accesible, sobre todo para los jóvenes.

En los últimos veinte años continúa in crescendo la cantidad de nuevos cineastas que proceden de las más diferentes experiencias profesionales: la televisión, los videos musicales, la publicidad, el cine amateur y las escuelas de cine, y ese constante arribo de debutantes y noveles es uno de los factores que explica la vitalidad del cine japonés contemporáneo, renovado también por la constante retroalimentación de otros medios como el manga y las series de televisión.

Aunque el auge del presente jamás pueda ser catalogado con similares adjetivos a los que se adjudicaban a los cineastas de la Edad de Oro, lo cierto es que los nuevos cineastas japoneses han logrado producir centenares de filmes con una casi infinita variedad de temas y géneros, producciones capaces de ampliar los límites demasiado estrechos del cine comercial internacional, y de estimular la imaginación del espectador. Y para ensanchar los límites de lo contingente, nada mejor que el género fantástico, en el cual clasifican, de una u otra manera, varias películas de la muestra que ofrece el cine Infanta.

Destino: la leyenda de Kamakura, dirigida en 2017 por Takashi Yamazaki, habla sobre un pueblo donde conviven las personas con seres no humanos, como fantasmas, demonios, dioses y budas. Allí vive la joven protagonista, que contrae matrimonio con un escritor de historias de misterio, Isshiki Masakazu. Todo marcha más o menos bien cuando un incidente insignificante provoca que el espíritu de la joven sea desplazado hacia el inframundo. La trama de Destino… recuerda vagamente la del clásico El viaje de Chihiro (2001, Hayao Miyazaki) y confirma la tendencia del cine japonés a versionar con actores y escenarios reales los animes más notables.

También asume los códigos del cine fantástico Limpieza de habitaciones, que muestra incidentes paranormales en torno a un trabajo peculiar: despojar de presencias desagradables a propiedades por maldiciones y presencias de otro mundo. Gracias a su tío, una huérfana solitaria obtiene un trabajo de “limpieza de habitaciones”; en estos lugares encuentra fantasmas llenos de arrepentimiento y comienza a darles consejos sobre sus problemas en ambos mundos, el más acá y el más allá. El filme trata en un registro más bien humorístico una trama que serviría de pasto a una de las decenas de filmes sobre malignidades sobrenaturales, y fantasmas de otro mundo, que han colocado al cine japonés entre los primeros y más prestigiosos productores de cine de horror.

Si la comedia romántica ha conocido versiones norteamericanas y soviéticas, francesas e indias, brasileñas y australianas, los japoneses no podían ser menos, y Tiembla cuanto quieras se acerca a los infinitos temores de una oficinista de 24 años que está secretamente enamorada de su antiguo compañero de secundaria, pero su colega le pide que sea su novia, un poco en la cuerda triangular de La novia de mi mejor amigo. Por supuesto, como toda comedia romántica el filme discursa sobre la ambivalencia de sentimientos provocada por el compromiso y la pareja, sin dejar de aludir también a la diferencia entre el ideal y la realidad.

Tampoco podía faltar, y no falta, el thriller con sus giros sorprendentes en la fortuna del héroe, y el trabajo con la violencia y el suspense. Los japoneses siempre produjeron grandes thrillers, y ahora nos presentan Memorias de un asesino (2017), dirigida por Irie Yu, conocido por su anterior filme 8000 millas: SR Rapero de Saitama. Como se infiere por el título, Irie Yu hace una nueva versión del filme coreano Confesión de homicidio (2012), y se cuenta la historia, como en tantos filmes de este corte, de un asesino y un detective. Veintidós años después del asesinato en serie que cobró la vida de cinco víctimas, el criminal sale a la luz repentinamente, y se presenta en una conferencia de prensa con una sonrisa desafiante y un libro en sus manos donde confiesa sus crímenes.

Si en los años sesenta y setenta, los espectadores cubanos consideraban, erróneamente, que el cine japonés se circunscribía a los filmes de samuráis, y en las décadas siguientes la imaginación cinéfila lo asociaba sobre todo con el anime, en la actualidad una muestra como la antes comentada suele contener paradigmas que garantizan la variedad y amplitud del cine japonés contemporáneo.