Militar, obrero fabril, profesor… oficios de un hombre bueno

Ernesto Cuní
13/2/2019

Desde el comienzo mismo del panel, el respeto y la admiración eran evidentes, tanto como el deseo de demostrar, con las mejores palabras, las razones del homenaje al profe: el testimonio, la anécdota, el dato, la frase que encerrara en primerísimo lugar a la persona, y después, inobjetable e indisolublemente, la obra que lo sustenta.

Panel homenaje a Eduardo Heras León en el Centro Dulce María Loynaz. Foto: Cortesía del autor
 

Eran de esperar emociones de todo tipo en aquellos que iban a narrar, sin dato escondido y sin mudas, su estancia junto al hombre que les cambió la vida a partir de ese año en que optaron por el curso de narrativa del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, del cual Eduardo Heras León es creador. Era inevitable un momento así, en esta Feria Internacional del Libro de La Habana 2019 dedicada a este infatigable hacedor de sueños: los propios y los de los cientos de alumnos que ha graduado la institución que dirige.

Lo que no imaginó esa cofradía de jóvenes narradores era que esas emociones no les pertenecerían solamente a ellos, pues el público presente, nacional e internacional, derramó más de una lágrima con sus argumentos.

En su momento estudiantes, hoy escritores, Raúl Aguiar, Jesús David Curbelo, Bárbara Acevedo, Yunier Riquenes, Darcy Borrero y Rafael de Águila como moderador, conformaron la mesa homenaje en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, en la capital.

Jesús David Curbelo, todo un escritor además de profesor universitario, realizó una disertación de lujo sobre la obra del homenajeado, centrándola en tres libros para él importantes: La guerra tuvo seis nombres, Los pasos en la hierba y Acero

En las dos primeras, se aborda lo social, es el momento en que el autor trabaja en la fábrica de fundición Vanguardia Socialista, “se puntualiza al individuo enfrentándose a los grandes problemas del momento histórico, como es el cumplir un plan de producción o decidir quién puede ser el secretario del sindicato”, indicó.

Nada que ver con el realismo socialista, como algunos etiquetaron a esas obras, las problemáticas y los temblores humanos que sacuden la sicología de los personajes conflictivos de esos cuentos, “hacen que estos libros sean piezas importantes y que abran un camino que después siguieron muchos autores”, señaló.

En ellos logró captar el habla y el comportamiento de varios estratos de la sociedad cubana, como los dirigentes, los marginales, que conforman el magma humano de esos libros.

Citó el cuento Consejo de dirección, donde hay una dicotomía sobre lo que para algunos es delictivo y para otros es humano, “el análisis que se hace es de profundidad sicológica y social, resuelto con limpieza estilística; siempre ha tenido una seguridad en desbastar el idioma y dejarlo en lo esencial, para así trasmitir sensaciones, ideas y emociones”, alegó Curbelo.

Dolce Vita aparece en un momento en que ya el autor había escrito los mejores libros de su producción, sin embargo, se coloca de a tú a tú con los escritores jóvenes emergentes de entonces desde el punto de vista temático y del manejo del idioma, “es algo extremadamente riesgoso, decidió dar un salto al abismo y situarse en el territorio de sus discípulos. No dejo de reconocer el valor de tal acto, me parece extraordinariamente válido y altamente audaz”. En esta obra aparece el humor, algo no visto antes, pero también el hombre enfrentándose a la historia del momento, el gran tema de Eduardo. Aquí escribe un cuento medio “cortazariano”, acotó.

Con respecto a Acero, igualmente vilipendiado y mal comprendido en su momento, inaugura el tema del obrero en la literatura cubana, lo que fue mal interpretado por algunos como el abordaje del realismo socialista, “un disparate”, aseguró Curbelo.

Genial resumen de las percepciones de sus compañeros fue la intervención del santiaguero Yunier Riquenes, ejemplo él mismo de la notoriedad y alcance del Centro Onelio, como se conoce esta escuela.

El también bloguero —es artífice del blog Claustrofobia, plataforma de promoción de la literatura y el arte en general— valoró la posibilidad de que se le abrieran las puertas a todos los jóvenes escritores cubanos, desde Guantánamo hasta Maisí.

“Soy de los que creen que el hecho de vivir en un lugar ni te añade ni te resta valor, pero cuando uno no vive en La Habana las cosas quedan más lejos; si descubres personas que te ayuden y te indican la luz al final del túnel te puedes conducir, y eso ha hecho Eduardo Heras”, aseveró.

“No existe en Cuba un suceso literario como este, ha sabido aglutinar e influir en muchas personas, ha sido inclusivo”, concluyó.

Gracias al Centro se creó la editorial Caja China, que ha publicado a muchos de los egresados y obras de escritores relevantes; y la revista El Cuentero, sitio de promoción y convocatorias.

Es la tarea de un hombre como Eduardo, germen principal de este accionar, hombre que, como lo definió Rafael de Águila, ha cumplido con la vida el oficio de ser un hombre bueno.