Muestra joven construyendo memoria

Analía Casado Medina
15/4/2016

Foto: Cortesía Muestra Joven ICAIC
 

Del reencuentro con lo que hemos sido, con las vidas que hemos atravesado, no importan los tiempos y las latitudes; del rescate de “los recuerdos desnudos de adornos, limpios de nostalgias”, “esqueleto sobre el que construimos todo lo que somos, aquello que fuimos y lo que quisimos y no pudo ser” —como diría Serrat— trata el Premio Memoria Joven que el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau otorga cada año en un evento imprescindible para desentrañar las formas en que las nuevas generaciones narran en códigos audiovisuales la nación: la Muestra Joven ICAIC.

“Por una parte, por supuesto, se encuentra la vocación de apoyar, de diversas formas, los empeños artísticos, de pensamiento y acción de las generaciones más recientes”, cuenta Víctor Casaus, director del Centro: “aunque nos estemos refiriendo a épocas distintas y distantes, no ha dejado de emocionarnos, en alguna ocasión, intuir la presencia intuida de aquellas acciones periodísticas —comunicadoras— de Pablo de la Torriente Brau, y su memoria felizmente activa y actuante, aún en los tiempos distintos y distantes que ahora corren y que también, a su manera, nos convocan”.


 

17 documentales fueron considerados por el jurado reunido, los realizadores Regino Oliver y Carla Valdés, y el poeta y cineasta Víctor Casaus, quienes manifestaron satisfacción por la calidad de este conjunto de materiales y llamaron la atención sobre temáticas y ópticas que caracterizan la mirada de los jóvenes creadores en nuestra contemporaneidad: la presencia de la mujer, como protagonista y realizadora; la existencia de diversos trabajos de geografías diferentes; el acercamiento sensible, analítico y crítico sobre aspectos de nuestra realidad.

Eyes half-shut de Deymi D’atri y El tío Alberto de Marcel Beltrán fueron los documentales galardonados, en tanto La película de Janis Reyes y Coline Costes, así como Marina de Haliam Pérez Fundora resultaron menciones del premio.

“Nacida en el seno de una sociedad tradicionalmente discriminatoria hacia las mujeres, la cinematografía cubana les ha vetado el acceso a la dirección de fotografía, uno de los grandes oficios del mundo audiovisual”, relata la sinopsis de Eyes half-shut: “una denuncia, pero también una exigencia”. Desde el Centro Pablo se destaca el interés por alumbrar zonas sensibles del desarrollo de la cinematografía cubana y añadir nombres propios y necesarios a la construcción de nuestra identidad y de nuestra historia cultural; la utilización inteligente de la entrevista que construye un discurso ético y polémico reivindicador de los derechos profesionales de las mujeres en las labores cinematográficas; la mirada que favorece el debate abierto sobre este y otros temas en nuestros días.

Sedujo al Jurado El tío Alberto de Marcel Beltrán —mención documental en las premiaciones de la Muestra— que construye, a partir de altos niveles de realización audiovisual, un ejercicio de memoria complejo y enriquecedor que combina y enlaza elementos de diversas manifestaciones artísticas como la fotografía o la literatura. Casaus, Valdés y Oliver coincidieron en que el material reivindica desde la imagen y la entrevista la obra y el testimonio de uno de los más destacados fotógrafos contemporáneos de Cuba, Chinolope, Fernando López Junque, para homenajear, al mismo tiempo, a un poeta mayor de nuestra literatura, Lezama, en el aniversario 50 de la novela Paradiso. Desde un discurso narrativo y visual que convoca a la conservación y el análisis de la memoria, un discípulo y amigo, Chinolope, aquel que según Eduardo Galeano “había logrado fotografiar a la muerte”, se empeña en rescatar la memoria de Lezama, para entender, acaso, como en todo recuento, la propia vida.

En tanto, La película, desde la factura colectiva, ofrece el testimonio entusiasta sobre una acción audaz y auténtica: la realización de una película de ficción, dentro del género del thriller, llevada adelante por jóvenes del barrio habanero de Jesús María. Sin una formación profesional para enfrentar el asunto, los protagonistas describen frente a otras cámaras la aventura de hacer una película independiente, las peripecias y el éxito del filme.

Por último, se reconoció la labor de Haliam Pérez Fundora en la construcción de un retrato sensible y agudo de una familia cubana, dentro del complejo entorno social contemporáneo, que registra contextos históricos y caracteres personales, humanos, que integrarán, sin dudas, en el futuro, la memoria de estos días que vivimos. Con la producción de Colectivo Rucs, Marina, narra una historia compartida: “Caridad Marina Pérez nació en 1926. Ella y sus hijos han vivido la utopía de la revolución cubana. Yo soy uno de sus nietos y trece años después de emigrar a España regreso a Cuba por primera vez para encontrarme con los que quedan”. El director nos comparte una pregunta: “¿Han valido la pena tantos años de sacrificio?”.

Los preparativos desde el Centro Pablo para la próxima Muestra son una fiesta: “Nos complace que algunos de los documentales destacados por este Premio colateral que otorgamos hayan pasado a formar parte de la memoria presente y futura de la creación audiovisual en el país”, acota Casaus, “ello dice mucho de la voluntad puesta en práctica por ese conjunto creciente de jóvenes realizadores y realizadoras que han incorporado, año tras año, algunas veces desde la osadía y el riesgo, nuevos temas, miradas actuales, aproximaciones a la realidad que nos circunda y nos convoca”. 

Hablamos de una alianza natural: “forma parte de eso que en algunos momentos hemos llamado la política poética de nuestra institución”, comparte el escritor, para quien el Premio Memoria Joven “subraya esa vocación centropabliana de valorar esa herramienta del pensamiento, la acción y la reflexión que es la memoria activa y actuante”, diríamos también, con el cantautor, “esqueleto sobre el que construimos todo lo que somos, aquello que fuimos y lo que quisimos y no pudo ser”.