Mujeres en Galeano

Laidi Fernández de Juan
15/2/2016

Galeano gritó la injusticia. Su proverbial lucidez y su inmenso corazón lo condujeron hacia los intersticios donde fuera explícita o se escondiera agazapada cualquier forma de violencia, que sabemos anclada, como si un óxido permanente la incrustara en las mentes y por tanto en la conducta humana. El escritor, pero más que eso, el auténtico y extraordinario cronista que fue, no se cansó de mostrar el costado rebelde que lo habitaba, más allá de cualquier circunstancia. Una de sus obsesiones (que fueron muchas, como se sabe) canalizó hacia la mujer. Desde fecha tan temprana como 1973 en Vagabundo y otros relatos, hasta la inmediata a nuestros días, Los hijos de los días (2012), dedicó textos hacia la figura femenina en tanto elemento imprescindible, rutilante y maltratado desde que el Hombre es Hombre y dictó la primera de las leyes.

Su fecundidad desbordó los límites del concepto tiempo, de la estrechez editorial, de su propia existencia. Cuando en 1975 se reunieron por primera vez textos suyos referentes al tema, en un pequeño volumen titulado Mujeres, de Alianza Editorial, integrado por 40 microrrelatos, no era posible predecir que a escasos meses de su muerte, otro libro, de idéntico título, vería la luz, 40 años más tarde. Fue tal su afán por descorrer el turbio velo tras el cual se esconden definiciones, costumbres, abusos e injurias contra la mujer, que su libro póstumo, el segundo Mujeres, de la Editorial Siglo XXI, antologado según su gusto y criterio, lo consagra como uno de los intelectuales más defensores de nosotras en cualquier época posible.

Su mirada, nunca paternalista ni condescendiente, abarca todas las esferas donde se desenvuelve la mujer: la caverna, la esclavitud, el convento, la guerra, el trabajo manual, el intelectual, así como las disímiles maneras en que hemos sido subyugadas a una obediencia sin derecho a réplica. Antes de detenerme en algunas de las numerosísimas viñetas que Galeano dedicara a damas históricas, reales o imaginarias, me gustaría insistir en dos detalles:

-El sentido de la comicidad de este escritor, que raya entre la ironía y el sarcasmo (al decir de Wilde, la forma más baja e ingeniosa del humor), le permitió abordar temas tan escabrosos como “El pánico macho” (¿Será que la mujer sigue siendo una puerta de entrada que no tiene salida?), la ablación del clítoris que se ejecuta ahora mismo en más de 30 países (Los mutiladores llaman purificación a este crimen), “La fundación del machismo” (Eva nos trajo puras calamidades) y la génesis de la violencia hacia la mujer, como veremos al final de esta exposición.

-Al decir de Jorge Ruffinelli en un artículo publicado en el número 281 de la revista Casa de las Américas, dedicado al Uruguay, “Eduardo Galeano, el escritor uruguayo más difundido y leído de los últimos 50 años, fue prácticamente ignorado por la crítica literaria, salvo por su colega y amigo, Mario Benedetti”. A pesar de esto, o quizá por lo mismo, se permitió recrear varios estilos literarios sin que pueda encasillarse su peculiar manera de utilizar el microrrelato como expresión fundamental, y dentro de esta modalidad, echó mano a la memoria, destacando, sin embargo, la proa de su mirada [Creo en la memoria hacia delante, no hacia atrás. La memoria que nos hace escuchar voces del pasado que hablan al futuro, porque para los navegantes con ganas de viento, la memoria no es un puerto de llegada sino un punto de partida. Un lugar desde el cual uno viaja emprendiendo la aventura de la transformación de la realidad]

De la unión entre ambas herramientas, el humor y la memoria, nacieron sus más brillantes páginas dedicadas a la mujer. Galeano nos trajo de vuelta a las primitivas mexicanas, las egipcias, las hebreas, las hindúes, las chinas, las romanas, las griegas, las amazonas, nos reivindicó con preguntas elementales en apariencia, como en la siguiente formulación de su “Fundación de la belleza”: Están allí, pintadas en las paredes y en los techos de las cavernas. Estas figuras, bisontes, alces, osos, caballos, águilas, mujeres, hombres, no tienen edad. Han nacido hace miles y miles de años, pero nacen de nuevo cada vez que alguien las mira. ¿Cómo pudieron ellos, nuestros remotos abuelos, pintar de tan delicada manera? ¿Cómo pudieron ellos, esos brutos que a mano limpia peleaban contra las bestias, crear figuras tan llenas de gracia? ¿Cómo pudieron ellos dibujar esas líneas volanderas que escapan de la roca y se van al aire? ¿Cómo pudieron ellos? ¿O eran ellas?

Gracias a ese empeño suyo de memorizar hacia delante, también las mujeres creadoras de arte, de libertades, gobernantas, escritoras, luchadoras indigenistas, bailarinas, poetas, músicas, encontraron espacio en las letras de Galeano. Las hermanas Bronte, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Juana Azurduy, Evita Perón, Rigoberta Menchú, Isadora Duncan, Violeta Parra, y por supuesto, la carmelita descalza e iluminada Sor Juana Inés de la Cruz, a quien el confesor le ordenara quemar lo que escribe, ignorar lo que sabe y no ver lo que mira, más que revivir, palpitan, rugen y nos marcan con fuego sus nombres, sus hazañas.

En el artículo “Constituciones”, reunido en el libro Espejos, vincula discriminaciones de variada naturaleza, entre las cuales, claro está, no podía faltar la dirigida contra la mujer. Es de destacar el tono siempre optimista, siempre arriba que escoge para cerrar sus meditaciones: […] Todas nuestras naciones nacieron mentidas. La independencia renegó de quienes, peleando por ella, se habían jugado la vida; y las mujeres, los pobres, los indios y los negros no fueron invitados a la fiesta. Las Constituciones dieron prestigio legal a esa mutilación. Bolivia demoró ciento ochenta y un años en enterarse de que era un país de amplia mayoría indígena. La revelación ocurrió en el año 2006, cuando Evo Morales, indio aymara, pudo consagrarse por una avalancha de votos. Ese mismo año, Chile se enteró de que la mitad de los chilenos eran chilenas, y Michelle Bachelet fue presidenta.

Por consideración hacia el resto de los panelistas, no debo explayarme en el tema Mujeres-Galeano. Esto es solo una breve y volátil aproximación al tema, del cual pueden surgir tesis, ensayos, trabajos enjundiosos que rindan homenaje a este imprescindible hombre de letras a quien definitivamente, “nada humano le fue ajeno”. Sin embargo, debo concluir la parte que me corresponde citando un pasaje que escuché hace pocos meses, en la Inauguración de la Feria del Libro de Montevideo, donde se le brindó tributo a Galeano. No pude obtener la fuente exacta de donde fue extraído, pero gracias a Rosario Peyrou, su compatriota y admiradora, esta tarde lo comparto, porque resume el pensamiento antiviolencia, promujer y sobre todo justo del gran escritor uruguayo y amigo constante de nuestro país, cuya desaparición física cumplirá un año exactamente dentro de 60 días: 

Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.