Transformada en una hermosa instalación perteneciente a la Oficina del Historiador, la antigua estación ferroviaria Cristina, en la Habana Vieja, atesora hoy en su interior vistosas locomotoras y coches ferroviarios, maquetas de trenes nacionales y foráneos, además de una amplia variedad de instrumentos, equipos y otros dispositivos utilizados en la comunicación entre estaciones y trenes. Todos son objetos museables de un valor incalculable, porque llevan implícita la historia del ferrocarril en Cuba, a partir de su inauguración como medio de transporte público el 19 de noviembre de 1837. En esa instalación, que denota el profesionalismo y el buen hacer de sus restauradores y del personal que allí labora, radica el Museo Nacional del Ferrocarril, institución cultural que precisamente este año arriba al vigésimo aniversario de su fundación.

En la antigua estación de Cristina se encuentra hoy el Museo Nacional del Ferrocarril. Fotos: Tomadas de Excelencias del Motor

A nuestras interrogantes respondió de manera magistral la licenciada e investigadora Mercedes Herrera Sorzano, quien es fundadora y especialista principal de esta institución, inaugurada el 19 de noviembre de 2002.

¿Cómo surge la idea de crear el Museo Nacional del Ferrocarril, merecedor de la condición de Monumento Nacional?

Nuestro museo nace de un viejo sueño de Ferrocarriles de Cuba y del Ministerio de Transporte: contar con una institución dedicada al transporte, en este caso al ferrocarril. Es el primer museo de este tipo en nuestro país. Después se fundaron cuatro museos de la industria azucarera, también muy interesantes. En ellos se exhiben locomotoras que dan a conocer la historia del ferrocarril azucarero en su región. Más recientemente fue creado —todavía no ha sido inaugurado de manera oficial— el museo ferroviario de Camagüey.

Todas estas instituciones reflejan parte de la historia del ferrocarril en Cuba, pero en el caso de la nuestra resulta significativa su especialización en lo que respecta a la historia de la tecnología. Asimismo, es el único museo que tiene carácter nacional. Los demás, aunque tratan este asunto, tienen alcance territorial.

“Cuba es pionera en el uso del ferrocarril”

¿Y por qué, se preguntarán algunos, tanto interés en contar con un espacio dedicado a este medio de transporte, por muchas que sean sus ventajas?

Las razones son obvias si tenemos en cuenta que Cuba es pionera en el uso del ferrocarril. Es muy cierto que éramos una isla colonia de España. Sin embargo, fuimos el séptimo país del mundo en tener un ferrocarril, y el primero de Iberoamérica y el Caribe. En sentido general, en el continente americano Estados Unidos fue el primer país en poseer el ferrocarril, y después fuimos nosotros. Solo años más tarde, en la década del 50 del siglo XIX, se empiezan a desarrollar los ferrocarriles en América Latina, pero ya en esta pequeña isla circulaba desde el 19 de noviembre de 1837.

En ese momento Cuba era una de las principales productoras de azúcar del mundo y su principal comprador, su principal consumidor, estaba precisamente en Europa. A medida que se desarrollaba la producción azucarera en el país, el azúcar producido se alejaba cada vez más del puerto, porque los cultivos de caña se hacían más extensos. Por esa razón, primero los trapiches, y después los ingenios, se instalaban cada vez más distantes del puerto.

“Desde 1830 comienza a hablarse muy seriamente acerca de sustituir el transporte de tracción animal por la locomotora”

En aquella época, por supuesto, no existían verdaderas carreteras, solo caminos, y no pocos de ellos eran intransitables, sobre todo en temporadas de lluvia. El azúcar producido se trasladaba entonces al puerto en carretas tiradas por bueyes. Era un proceso tremendamente engorroso y largo.

Es por eso que desde 1830 comienza a hablarse muy seriamente acerca de sustituir el transporte de tracción animal por la locomotora. Surgieron varios proyectos. Era, incluso, un tema muy recurrente entre la intelectualidad cubana de aquellos tiempos. Entre estos intelectuales destaca José Antonio Saco, quien en una de sus Memorias abordó la posibilidad de traer el ferrocarril a Cuba, aunque se refirió a este asunto de manera muy lejana, algo así como un sueño.

Por ese camino marchaban las cosas cuando un industrialista español radicado en Inglaterra, a través de una carta propone a las autoridades de la Isla construir un ferrocarril entre el puerto de La Habana y Güines, territorio que en esos años era la zona donde se concentraba la mayor producción de azúcar. Esto causó gran revuelo y comenzaron a surgir diversos proyectos de ingenieros militares cubanos y norteamericanos.

“En enero de 1831 la comisión que se había creado al efecto declaró que, efectivamente, era factible la construcción
del ferrocarril en Cuba”.

Como suele ocurrir con todo lo novedoso, la idea del ferrocarril también tuvo seguidores y detractores. Era toda una novedad tecnológica. En enero de 1831 la comisión que se había creado al efecto declaró que, efectivamente, era factible la construcción del ferrocarril en Cuba. Ello, si bien era una excelente idea desde todos los puntos de vista, requería la inversión de grandes capitales y la movilización de miles de personas que trabajarían en su ejecución. El impulso final para la puesta en marcha de este proyecto lo dio el conde de Villanueva, integrante de la Junta de Fomento, quien contaba con los tres requisitos necesarios para llevar a cabo esta sensacional obra apenas conocida: influencia, dinero y poder.

Así comenzó a construirse el ferrocarril en nuestro país. Corría 1835, y dos años después se desplazaba sobre dos rieles. No tuvo que transcurrir mucho tiempo para que demostrara sus ventajas, las que le permitieron convertirse, desde su propio surgimiento hasta nuestros días, en el principal medio de transportación pública existente en Cuba.

Se reconocen como las primeras estaciones de trenes la de Garcini, Bejucal, Güines y Villanueva. Esta última fue desde sus inicios la mejor y mayor equipada, tanto es así que perduró hasta 1912. Además de Villanueva, la de Cristina, fundada en 1861, era una de las estaciones más grandes de La Habana. Su construcción se hizo para el ferrocarril del oeste de La Habana. Está compuesta por un gran salón y dos amplias galerías. A decir verdad, nunca fue una instalación verdaderamente sólida; razón por la cual se deterioró con el paso de los años. A causa de ese deterioro dejó de prestar servicios como estación de pasajeros y de carga, y fungió entonces como almacén, taller ferroviario, tristemente como un cementerio de coches, y por último, cuando se inaugura el Mercado de Cuatro Caminos, situado a pocos metros de nuestra instalación, se utiliza para guardar frutas y viandas. Fue utilizada, incluso, para viviendas.

En los años 90 el gobierno cubano, haciendo un esfuerzo extraordinario debido a la escasez de recursos materiales y financieros que trajo consigo el período especial, decidió restaurar la estación de Cristina, cuyo estado constructivo era deplorable. Como resultado de esa restauración Cristina se convirtió en una importante estación para viajes urbanos y suburbanos. Pero ya a finales del siglo XX su función se redujo a la transportación de miles de becados hacia sus respectivos centros estudiantiles, radicados en el campo.

“Tiempo después presentaba un deterioro muy grande y se decide entonces, por su importancia, convertirla
en una institución cultural perteneciente a la Oficina del Historiador de la Ciudad”.

En el año 2002 se inaugura el museo, mientras la estación continuaba prestando sus servicios para el traslado de estudiantes. Felizmente en 2004, por decisión de Fidel, nos quedamos con toda la instalación y se hizo firme la idea de convertirla en un museo.

En sus inicios esta institución era una dependencia de la Unión de Ferrocarriles de Cuba. Tiempo después presentaba un deterioro muy grande y se decide entonces, por su importancia, convertirla en una institución cultural perteneciente a la Oficina del Historiador de la Ciudad, presidida en aquellos años por nuestro inolvidable Eusebio Leal.

Estuvo cerrada por varios años mientras se ejecutaban reparaciones capitales tanto en su interior como en la fachada. Cuando nuevamente abrió sus puertas teníamos delante esta flamante institución, que es motivo de orgullo para los cubanos, en particular para los habaneros, y sobre todo para quienes tenemos el privilegio de trabajar en ella.

¿Cuál es la composición interna del museo?

Justo en la entrada se encuentra una biblioteca especializada. Sus fondos lo conforman libros, planos, mapas y un número considerable de documentos relacionados con el ferrocarril. Cuenta, además, con una sala multifuncional destinada a diversas actividades como conferencias, asambleas, reuniones y otros eventos.

Asimismo, tenemos la sala de ferromodelismo, donde se exhiben varias maquetas de locomotoras y de otros medios ferroviarios que no necesariamente se han empleado en Cuba, creadas por diferentes diseñadores. Distingue a estas vitrinas su tamaño, que no se corresponden con la altura convencional que tienen en otros museos. Estas son muy bajas, y se concibieron así intencionalmente para que los objetos que mostramos en ellas pudieran ser vistos por los niños.

En este espacio también se exhibe alrededor de una decena de gorras usadas por trabajadores ferroviarios residentes en distintas partes del mundo, quienes, en gesto solidario y a modo de reconocimiento y afecto, las han donado a nuestro museo.

Otro espacio de nuestra instalación corresponde a la reproducción de la sala de un jefe de estación de trenes, tal cual era en la realidad. Desde este sitio, que es hoy uno de los mayores atractivos del museo, se controlaba el movimiento de los trenes en los primeros lustros del siglo XX. En él pueden apreciarse los distintos objetos utilizados, como la máquina de escribir, la mesa, el reloj, faroles, la caja recaudadora y el telégrafo.

La Junta es la locomotora más antigua conservada en Cuba, Iberoamérica y el Caribe. Foto: Tomada de Granma

Y llegamos a una sala que se aparta mucho de las características de cualquier museo tradicional. En ella mostramos nuestra principal pieza museable: una locomotora del año 1843 con todos sus implementos, que conserva su nombre original, La Junta. Aquí la llamamos “la vedette”. La hemos nombrado así porque es la locomotora más antigua conservada en Cuba, Iberoamérica y el Caribe. Con ella se inauguró el ferrocarril de Matanzas. Su valor también reside en que fue concebida por un constructor norteamericano y es la única locomotora realizada por él que existe en el mundo.

Por si sus atributos fueran pocos, es esta la que conserva la mayor cantidad de piezas originales. En síntesis, su valor histórico y museable es extraordinario. Además, La Junta, precedida solo por el yate Granma, fue declarada Monumento Nacional, lo cual habla de su relevancia. Sin duda, tenemos aquí las locomotoras más valiosas y excepcionales.

A lo largo de esta galería principal varios carteles y cuadros narran la historia del ferrocarril, así como un gran mural donde se exhiben diferentes placas de locomotoras y coches. El hecho de mostrar gigantescas locomotoras bajo techo y a la intemperie, y otros muchos objetos en tamaño natural, le confieren a este museo un sello muy peculiar, lo hacen realmente atípico.

¿Cuántos especialistas trabajan en el museo?

En realidad contamos con muy poco personal técnico en comparación con la extensión de esta instalación. Laboramos dos museólogos, un conservador, cinco veladoras y la bibliotecaria.

¿Cómo valora la asistencia de público al museo, un poco distante del centro de nuestra capital?

A pesar de no encontrarnos en un lugar céntrico de la Habana Vieja, como la gran mayoría de las instituciones culturales de la Oficina del Historiador, consideramos que es buena la cantidad de visitantes a nuestro museo, que sesiona de martes a sábado en el horario de 9:30 a.m. a 4:30 p.m., y excepcionalmente los domingos.

“Esta es la casa de los ferroviarios, ellos la sienten como tal y sus visitas son muy frecuentes”

El mayor número de visitantes corresponde a los niños, seguidos por los extranjeros. Pero sí tenemos un público con el que estamos verdaderamente comprometidos, y son los ferroviarios. Esta es la casa de los ferroviarios, ellos la sienten como tal y sus visitas son muy frecuentes. Por ejemplo, el 29 de enero, cuando celebran su día, se reúnen en nuestra institución decenas de ellos representando a casi todas las provincias del país.

En esta nueva apertura estamos retomando varios proyectos que quedaron paralizados por la Covid-19. En esencia casi todos tienen el propósito de atraer mayor cantidad de visitantes, especialmente jubilados y vecinos.

En consonancia con el interés de esta experimentada investigadora de fortalecer los vínculos del Museo Nacional del Ferrocarril con los vecinos de la comunidad donde radica, su director, Lázaro Valdivia Herrero, explica: “Entre los planes inmediatos de la institución está potenciar el trabajo comunitario. Lograr que nuestro museo sea un sitio cultural que trascienda la función meramente museológica”. Más adelante refiere:

Es conocido que entre las funciones clásicas de los museos se encuentran exhibir, coleccionar y conservar piezas, objetos y obras de gran valor patrimonial. No obstante, más allá de esas funciones aspiramos a convertirnos en una institución cultural y social que centre su atención en el trabajo comunitario. Nos hemos trazado como estrategia bien definida la creación de talleres y espacios fijos para encuentros con determinados sectores de la comunidad o colectivos de esta, ya sean portadores o personas interesadas en el mundo del ferrocarril.

Con relación a las principales actividades desarrolladas por la institución, Valdivia Herrero destaca la celebración con carácter anual de dos eventos sistemáticos en la programación del museo:

El Concurso nacional de patrimonio histórico ferroviario y la Conferencia sobre patrimonio histórico ferroviario. En el caso del primero la convocatoria es abierta para todos los sectores de la población, aunque está dirigida específicamente a las manifestaciones de literatura, fotografía y dibujo, que han sido rotativas en las distintas ediciones del certamen. Igualmente existen categorías según los grupos etarios participantes. Mientras una está dirigida a los niños, otras incluyen a especialistas y personas adultas y de la tercera edad.

Respecto a la Conferencia, que no tiene alcance masivo, se efectúa a través de invitaciones previas a investigadores, historiadores y estudiosos en general del ferrocarril, residentes en cualquier provincia del territorio nacional.

La Conferencia se efectúa en el marco de la jornada de celebraciones por el 19 de noviembre, fecha en la que entra en funcionamiento el ferrocarril en Cuba y también el aniversario del museo. Durante el desarrollo de esta jornada, prevista para la tercera semana de noviembre, además del Concurso y la Conferencia realizamos diversas actividades que, por supuesto, tienen como centro el día 19.

Finalmente, el director de esta atípica y no por ello menos fabulosa institución cultural, asegura que “todas estas actividades forman parte del proceso de promoción y socialización de nuestro museo en su comunidad, que, a la par de los servicios que ofrece al público, constituyen acertadamente nuestra razón de existir”.

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