El Salón de Mayo “vuelve” a La Habana

Onaisys Fonticoba Gener
16/10/2017

Julio de 1967 marcó para Cuba su inclusión en el mapa artístico mundial. El Salón de Mayo realizado ese año en La Habana no solo trajo el evento parisino al otro lado del Atlántico por primera vez, sino que representó el punto culminante de la política cultural de los sesenta “por su diálogo abierto entre arte y pensamiento de izquierda internacional”. (1)

Salón de Mayo en La Habana
La gran espiral continuará abierta hasta el 11 de noviembre en el edificio de Arte Cubano del MNBA
 

Con mediación de Wifredo Lam, el intercambio de invitaciones entre el gobierno cubano y los organizadores del Salón rindió frutos para que en el verano del 67 la capital recibiera una selección sin precedentes de obras y artistas de las vanguardias del siglo XX. Entre sus protagonistas figuraban autores como Joan Miró, Roberto Matta, Max Ernst, Cesare Peverelli, Jean Arp, Marc de Rosny, Valerio Adami y el propio Lam, entre otros.

Precisamente, a 50 años de haberse organizado el legendario evento, el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) acoge La gran espiral, una muestra de 25 obras exhibidas en ese entonces, que toma como centro el mural Cuba Colectiva, pieza alrededor de la cual se nucleó buena parte de los artistas presentes en aquel evento.

Con una extensión aproximada de 100 metros de largo y cinco de ancho, esta obra parte de un centro ejecutado por Lam y continúa con cien fragmentos dibujados en sentido contrario a las manecillas del reloj. Utilizando el óleo y técnicas mixtas sobre tela, sus autores plasmaron la iconografía que identificó el Salón de Mayo en la posteridad.

En palabras de Delia María López Campistrous, curadora de la exposición, “la presencia del momento legendario y auténtico ha quedado apresada en la infinita gama de pinceladas y frases que construyen la historia viva”. Pintores, periodistas, críticos, dramaturgos, poetas, escritores… tomaron los pinceles para dejar en el lienzo la imagen de los héroes de América y compartir, en español y francés, las ideas que caracterizaron el espíritu revolucionario de la época.

“En la sombra del mediodía, el eje del combate permanente es la aurora”, decía Golendorf. “La poesie sans langue. La Revolutions sans personne. L´amour sans fin”, dibujaron Eduardo Arroyo y Antonio Recalcatti. “La Revolución es la creatividad de todos”, escribió Lisandro Otero.

Quizás el mérito inmediato más importante del Salón de Mayo fue el intercambio que generó entre artistas e intelectuales, propio de las citas de esa magnitud. O como dijera Raúl Roa en sus Palabras de Apertura, en una Cuba que encarnaba la lucha del hombre por encontrarse a sí mismo y vivir en el reino de la libertad, la atmósfera más tonificante que respiró el árbol de Mayo fue el de la Revolución de Julio. (2)

La gran espiral continuará abierta hasta el próximo 11 de noviembre en el edificio de Arte Cubano del MNBA, una oportunidad para “revivir” o conocer el Salón de Mayo del ´67 junto a autores como Raúl Martínez, Jorge Camacho, Gudmundur Gudmundsson Erro, Bernard Rancillad, José Masiques, Marc de Risny, Fayad Jamís, entre otros.

Notas
1. Palabras de Delia María López Campistrous en el catálogo de la muestra.
2. Cita original: “El nuevo mundo que alborea en esta ínsula prometica es fruto de la edificación simultánea de la sociedad socialista y comunista por un pueblo empeñado indoblegablemente en traer el cielo a la tierra y representa el séptimo día de la creación en la lucha del hombre por encontrarse a sí mismo y vivir en el reino de la libertad como conciencia de necesidad en fastuoso despliegue de sus inagotables aptitudes y potencias. Me atrevo, por eso, a aseverar, rotundamente, que la atmósfera más tonificante que hasta ahora ha respirado el árbol de Mayo es el de la Revolución de Julio”.