Fidel Castro devino uno de los mayores garantes de las artes cubanas en general, y en particular, para la danza y el ballet. Entre los grandes admiradores de Alicia Alonso —la más espectacular de las bailarinas cubanas y, a todas luces, la más formidable entre las grandes divas del siglo XX— el Comandante es uno de los más importantes.

Este cronista, quien durante más de 40 años ha mantenido relaciones profesionales y de amistad con un significativo número de bailarines, coreógrafos y personas del mundo de la danza, considera oportuno referirse a los diversos vínculos que existieron entre nuestro Comandante y distintas figuras de la danza clásica.


Fotos: Archivo La Jiribilla

La más admirada, aplaudida y querida entre todos ha sido Alicia Alonso, un ícono de la cultura cubana, de la Revolución y de todos los tiempos. Decenas de fotos la dejan ver junto a Fidel en homenajes, entregas de condecoraciones, funciones especiales y los Festivales Internacionales de Ballet de La Habana, que hoy llevan justamente el nombre de la bailarina.  Alicia Alonso y Fidel Castro forjaron una amistad de fidelidad a toda prueba, basada en la mutua admiración y el respeto.

Aún muchos años después, Fernando Alonso  recordaría, ante un grupo de jóvenes estudiantes del Instituto Superior de Arte, la visita que Fidel, acompañado por Antonio Núñez Jiménez, le realizara de forma casi sorpresiva una noche de inicios de 1959, con el objetivo de brindarle al Ballet el apoyo del Gobierno Revolucionario, e indagar sobre las principales necesidades para reorganizar la compañía. Aquella plática abriría el camino para que el 20 de mayo de 1960 Fidel Castro, entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, firmara la Ley No. 812, que sentó las bases jurídicas que garantizarían el sustento económico del Ballet Nacional de Cuba.


 

En una extensa entrevista (“Monólogo de Menia Martínez”, 1984) que Tribuna de La Habana publicó en dos entregas, la notable bailarina y coreógrafa cubana se refería al trabajo que le solicitó Fidel, a inicios de 1961, de realizar un recorrido junto a un grupo de intelectuales y artistas, encabezados por Antonio Núñez Jiménez. A partir de este intercambio se derivaron las ideas principales para la creación de la Escuela Nacional de Arte, expuestas unas semanas más tarde en el substancial discurso conocido como Palabras a los intelectuales. En aquellos momentos, Fidel se refirió al proyecto de una Academia Nacional de Arte, donde pudieran estudiar todos los niños con talento artístico, provenientes de cualquier lugar del país.

Al recapitular sobre ese período, es preciso señalar que no siempre han sido suficientemente estudiado, así como aún no lo ha sido, en toda su profundidad, el pensamiento pedagógico de Fidel Castro en torno a la enseñanza de las artes.

La más singular experiencia de trabajo junto a Fidel de una bailarina cubana corresponde, justamente, a Menia Martínez. A ella, quien había estudiado ballet en la Unión Soviética y era dueña de un buen idioma ruso, le tocó traducir la trascendental entrevista sostenida en el legendario Hotel Theresa de la ciudad de New York, entre el Premier soviético Nikita Jruschov y el Comandante Fidel Castro, en ocasión de las sesiones de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas.

Un bailarín cubano que ha gozado de la simpatía y admiración de Fidel ha sido Carlos Acosta, uno de los más destacados exponentes de la danza clásica en la transición bisecular. La presencia de Fidel en el estreno de Tocororo, la ópera prima de Acosta, fue ocasión propicia para que el Comandante indagara sobre la labor del brillante bailarín y expusiera algunas ideas en torno a las perspectivas de desarrollo del ballet cubano.

La primera bailarina Viengsay Valdés también ha sido admirada por Fidel Castro. Sus ideas al respecto están contenidas en la reflexión “Los cristianos sin Biblias”, publicada en vísperas del Encuentro sobre Globalización y Problemas del desarrollo, en marzo de 2008. Tras ciertos razonamientos sobre las dimensiones de los textos de medicina, Fidel entrega sus apreciaciones —aclara no ser de un experto— y expresa: “No concebía tan asombrosa elegancia y flexibilidad, sin la más mínima interrupción”. En cierta ocasión, comentó la talentosa bailarina: “Me sorprendió que Fidel me nombrara en aquella Reflexión”.

Entre los maestros de ballet, quien mejor se ha relacionado con el pensamiento de Fidel Castro sobre la enseñanza de este arte es Ramona de Saá (Cheri), directora de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso. Con ella sostuvo reiteradas conversaciones en los días que se inauguraba el formidable edificio donde hoy radica ese centro. Entonces surgió la idea de los talleres, de abrir escuelas elementales en algunas provincias donde no existían, y soñar con la posibilidad de contar con alguna nueva compañía.

Pero no siempre las ideas de los genios son entendidas y aprehendidas con total cabalidad; de ahí que la destacada pedagoga lamentara, por ejemplo, el cese de las actividades en la Escuela Elemental de Ballet de Pinar del Río, un centro que ya existía —como filial de la Academia Alicia Alonso— antes del Triunfo de la Revolución y donde han cursado estudios más de 30 reconocidos bailarines, entre ellos, Carlos Acosta.


 

En ocasión de la muerte del líder histórico de la Revolución Cubana, el poderoso movimiento danzario cubano, el más vigoroso de Latinoamérica con una pluralidad de aristas, formas, estilos y modos de hacer, pierde a su artífice mayor y queda emplazado para no retroceder ni un solo paso en todo lo que se ha logrado en estos años de Revolución triunfante. La danza debe proseguir su avance en los terrenos de la práctica artística y la indispensable fundamentación teórica, tal como el pensamiento y el ejemplo de Fidel nos convocan.