Lorenzo Lunar: un bicho feijosiano

Geovannys Manso
2/5/2018

Aquella mañana, nos fuimos congregando en la calle Luis Estévez. Era el 14 de marzo de 2011. Aquella mañana, el escritor Lorenzo Lunar me otorgó el raro y hermoso privilegio de consagrar y bendecir su librería “La Piedra Lunar” con un montón de palabras que emergieron de mis bolsillos como un alud. Un acto abiertamente performático, secretamente poético, antes de abrir las puertas de algo más que una librería. Un sitio donde Lorenzo Lunar, desde entonces y hasta hoy, ha proyectado una labor comunitaria de resonancia nacional e internacional. Hace poco me confesaba que desea convertir el pequeño parque frente a la actual sede de La piedra Lunar en “El parque del Libro”. Y es que a la hora de soñar, a la hora de imaginar lo que parece imposible o excesivamente utópico, Lorenzo Lunar nos demuestra que el mayor pecado del hombre es no soñar lo imposible, no dejarse arrastrar por sus anhelos más fieros.


Lorenzo Lunar. Foto: 5 de Septiembre 
 

Imaginemos un día cualquiera de Lorenzo Lunar —o como lo diría algún socio—, un día “normalito”. Elizabeth escribe desde España y él le cuenta que en la ya cercana Feria Internacional del Libro, se inaugurará una exposición personal con sus dibujos: “Bichos y bicharracos” y está eufórico, claro. Debe editar un libro de Capiro, ya próximo a culminar su proceso editorial, debe pasar por la librería, pues a falta de emociones en su vida, anda montando allí una IMPRENTA, monstruos de metal antiquísimo que ahora son parte de La piedra Lunar y que en breve ayudarán para que los libros que de allí surgen, tengan un hálito milenario. Mario Brito llama de Manicaragua. Se sienta, pues un personaje de su última novela le está dando dolores de cabeza. Esa tarde, cantará boleros en su peña de El cubo de luz y ya lo esperan en la Uneac sus alumnos del taller Carlos Loveira. Pero el día no termina, pues, parafraseando a José Lezama Lima, aún debe pintar un bicho más, organizar el próximo encuentro latinoamericano de novela negra o molestarse porque el equipo de pelota de Villa Clara…. Bueno, para qué vamos a hablar aquí del equipo de pelota de Villa Clara, si este es un día feliz.

Sí. Es incansable Lorenzo Lunar. Enumerar su abigarrado currículo nos demoraría la tarde y todos saben de sus muchos libros y de sus múltiples reconocimientos, al que se suma hoy, para dicha nuestra, el Premio Ser Fiel 2018. Era algo inevitable, pues si alguien lleva a Samuel Feijóo consigo, es Lorenzo: Librero, promotor, novelista, poeta, dibujante, cantante de ocasión, lector, pedagogo, amigo, padre, hijo, esposo de Rebeca. Un hombre de infinita raigambre cubana.

En verdad, hoy le entregamos esta distinción a un feijosiano nato, a un hombre que nos contagia por su fuerza expresiva, por su sonrisa sempiterna, un hombre que conoce, como pocos, los bares del mundo y a donde quiera que llega, arma lo que arma, zafarrancho puro, fiesta, discusión, conspiraciones para proyectos futuros, pero nunca el aburrimiento, la abulia, el desencanto.

Festejemos, entonces, este nuevo reconocimiento a un hombre insaciable, para que su hambre y su sed nos continúen acompañando en estas arduas horas que conforman nuestra vida.

Gracias, Lorenzo, por permanecer entre nosotros, por soñar lo imposible, por tu ardorosa voz y por tu filosofía de vida, aquella que le hemos escuchado a Joan Manuel Serrat tantas veces: “¡Hoy puede ser un gran día… Duro con él…!”.

Nota: Texto leído durante la entrega del Premio Ser Fiel 2018 a Lorenzo Lunar Cardedo, en la última jornada de la Feria Internacional del Libro en Villa Clara.