Manolito Caluff: un artista de la ciencia

Reinaldo Cedeño Pineda
17/8/2020

Él es un artista de la ciencia. No hay otra manera de sintetizar como ha logrado fundir investigación y arte, hasta convertirlos en inseparables. Para comprobarlo, habrá que visitar el Jardín de los Helechos, emporio natural que ha creado en la Carretera del Caney; asomarse a las ilustraciones de sus propios libros, o visitar la exposición que exhibe hasta inicios de septiembre el Museo Tomás Romay, de Santiago de Cuba.

Manuel Caluff en su exposición artística y científica en el Museo Tomás Romay de Santiago de Cuba.
Fotos: Cortesía del autor

 

Si observamos al público, le veremos detenerse particularmente en cuatro piezas con el nombre de las estaciones del año. Los colores y texturas logrados a partir de hojas de helechos, flores y plantas desecadas; la minuciosidad de las formas y su combinación, confirman que estamos ante un creador de amplio espectro.

Primavera, pieza de Manolito Caluff a partir de hojas de helechos, plantas y flores desecadas
 

La Exposición artística y científica de Manolito Caluff nos permite asomarnos, en una primera instancia, a sus esculturas, a sus pinturas al óleo. A seguidas, aparece un abanico de fotografías, diseños, dibujos y abundante información sobre su labor. Incluye, asimismo, arreglos florales al estilo de la tradición japonesa (ikebana), que ratifica a la jardinería como un arte que nos acompaña en las más variadas circunstancias.

Pobres son los pueblos cuando las plantas no les dicen nada.

Varios de sus libros nos invitan desde las vitrinas, entre ellos volúmenes de recia cala científica como Conservación de los helechos y las plantas afines de las Antillas, gestado en República Dominicana, y otros de divulgación como La magia de mi jardín y El cultivo de los helechos, publicados en años recientes por la Editorial Oriente.

Una de las joyas de la expo resulta un sencillo boceto de la tumba de Vilma Espín, trazado por ella misma durante una visita al Jardín de los Helechos, lugar al que acudió en busca de la asesoría de Caluff en materia de jardinería.

Una de las joyas de la expo resulta un sencillo boceto de la tumba de Vilma Espín, trazado por ella misma durante una visita al Jardín de los Helechos.
 

Luz Margarita Figueredo Cardona, directora del Centro Oriental de Ecosistemas y Biodiversidad (Bioeco), institución a la que perteneció el Jardín, nos entrega sus consideraciones: “Manolito es una figura insigne para Cuba. Su vida resume la honestidad y la consagración, el deseo de hacer ciencia, de contribuir a su país. Cuando hablamos de él, nunca estamos solo ante una exposición de plantas o ante un jardín; sino ante un nivel de detalle y una cultura que permiten una formación humana y artística como la suya”.

Un emporio natural

Manuel García Caluff (Manolito Caluff) se graduó en la especialidad de dibujo y pintura en la Academia José Joaquín Tejada, en Santiago de Cuba, en 1968, y ha participado en varias exposiciones; mas la naturaleza puso temprano ante él toda su exuberancia, mientras participaba en la Campaña de Alfabetización por las serranías de Baracoa. Aquellas dos pasiones no hicieron más que crecer.

Su sostenida afición por la Botánica y un estudio autodidacta de altos quilates le llevó a la creación del Jardín de los Helechos en 1976. Comenzaron las expediciones y colectas. Uno penetra a otro mundo cuando traspasa el largo pasillo. ¿Cómo podré mostrarlo? ¿Será poco decir que podemos hallar aquí helechos de casi todos los ecosistemas y latitudes? ¿Será suficiente mencionar el herbario y sus más de 10 000 ejemplares minuciosamente conservados?

En el Jardín asoman helechos comunes y arborescentes en su patio frontal, así como plantas arcaicas y culantrillos; en el patio central, podemos contemplar la augusta belleza de las orquídeas y las bromelias, una colección de helechos acuáticos y de increíbles helechos nidos. La sombra y la humedad nos acompañan entre plantas autóctonas, de la Polinesia, de Centroamérica…

Existe un área que invita a detenerse. Hay un busto de Martí, expresamente solicitado a Rita Longa, y unas palabras de nuestro Héroe Nacional sobre los helechos. Son 1 700 especies de plantas en 3 000 metros cuadrados. Algunas de ellas han sido descritas por primera vez para la ciencia gracias a Caluff y al trabajo investigativo auxiliar de Gustavo Shelton Serrano, convertido ya en su mano derecha.

Cuando el huracán Sandy azotó de manera inmisericorde a Santiago de Cuba en octubre de 2012, se vinieron abajo las estructuras de este jardín botánico, se dañó su coleccción. Manolito se encerró para buscar fuerzas, para pensar las estrategias de recuperación, y de aquella maraña, de aquello que parecía consumido por el fuego, resurgió todo. Tuvo gente hermosa a su lado. Los helechos son renacedores, si los asiste una mano sabia.

La suya es una historia de ida y vuelta, de muchos desvelos, de sobrenadar carencias. De confiar, de demostrar, de persistir.

Ilustraciones científicas de Manolito Caluff.
 

Una vida de paz

He hablado mucho con Manolito Caluff. Su modestia me conmueve, su generosidad. Sigue intacta después de haber recibido la Medalla Jesús Menéndez, otorgada por el Consejo de Estado; la condición de Investigador Adjunto del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), el Premio Julián Acuña (Sociedad de Botánica, 2014), una mención en el Premio Internacional Augusto González de Linares de Medio Ambiente (Universidad de Cantabria, España, 2011). Esas y tantas otras distinciones.

Volvemos al Museo Tomás Romay, a la muestra. Ahora, ya septuagenario, pero con los arrestos de un bisoño, lo veo guiar a los asistentes por su exposición, contar sus historias, explicar al paso lo que le ha llevado décadas construir. Da gusto contemplar una vida así. Y no puedo escapar. Otra vez la curiosidad y el deber se entremezclan en una pregunta: ¿Por qué cuidar los helechos, hacer arte con los helechos, dedicarles toda la vida?

Los increíbles helechos nido.
 

“Los helechos son la obra de arte de la naturaleza, por la forma, la diversidad, la antigüedad, las tonalidades, hasta por los movimientos que hacen con el viento. Los helechos son sinónimo de amor, de belleza, de dulzura, de paz.

“Siento una satisfacción muy grande, pues me he dado completo a mi jardín, a la educación ambiental, a las escuelas, a los niños y a los jóvenes, a los estudiantes de Biología, a los aficionados a la Botánica… He puesto mis conocimientos a disposición de todo aquel que lo ha necesitado. Ha sido apasionante, y lo sigue siendo”.