“Nos está faltando sabiduría para querernos”

Llilian Llanes
5/1/2018

Alejandro G. Alonso,  quien por mucho tiempo fue uno de los principales críticos de arte en nuestro medio acaba de fallecer. Me decía un amigo que llegamos a una edad en que vamos más a velorios que a bautizos. Y así se están comportando los últimos tiempos. El año que hemos despedido fue ciertamente pródigo en partidas de amigos o de quienes fueron simplemente nuestros colegas, pero a quienes nos acostumbramos a tener, ahí, cerca, aún cuando no los viéramos más que en alguna actividad social o profesional. 

Hemos perdido el hábito de compartir y sabemos de los otros cuando lo inevitable nos sorprende. Y esto es lo que me acaba de pasar. Alejandro y yo fuimos compañeros en la Escuela de Letras y Arte en los años sesenta. Nunca fuimos grandes amigos. Yo prefería a Pedro, su pareja, a quien era muy fácil darle cariño. Alejandro no era fácil. Como yo tampoco lo soy. Muchas veces discrepamos, pero siempre lo respeté y admiré su pasión y entrega al arte. La última vez que lo vi fue en una actividad en el Museo Nacional de Bellas Artes.  Supe que tenía una dolencia, pero sólo lo llamé una vez, cuando falleció Pedro. Así somos. Nos está faltando sabiduría para querernos. Quizás por eso, nos duele más cuando nos llegan estas noticias.

Ayer, una amiga me llamó para preguntarme si sabía que Alejandro había muerto. Quedé consternada porque sólo unos días atrás había también fallecido otra compañera de la Escuela de Letras, Alina Gutiérrez Grova, profesora de Lenguas Clásicas que le dedicara una vida a la enseñanza y formó a varias generaciones de escritores. Y me enteré igual,  por teléfono.  Con Alejandro ha ocurrido lo mismo. Quienes lo conocimos nos hemos ido dando la noticia por esa vía, sin que los medios de comunicación nacional se hayan hecho eco de su desaparición. AGA fue sin embargo, una de las voces más importantes de la escena artística nacional durante casi medio siglo. Desde los años setenta tuvo a su cargo la columna cultural de Juventud Rebelde, cuando muy pocos graduados de Historia del Arte ejercían el periodismo artístico en nuestros medios. 

Se nos ha olvidado que por mucho tiempo fue también el cronista del Ballet Nacional a cuyo disfrute y mejor conocimiento en el amplio público contribuyó. Pero fue sin duda a las artes visuales de Cuba y a sus diferentes manifestaciones, a las que dedicó  su energía, su inteligencia y su sensibilidad en el ejercicio de esa compleja y poco estimada labor de investigador, historiador y crítico de arte. 


Alejandro G. Alonso durante en la exposición Volumen
Uno, La Habana, 1981. Foto: José Manuel Fors
 

A su labor en Juventud Rebelde, en cuyos artículos quedó resumida la escena del arte cubano de varias décadas, conviene sumar el trabajo que desarrolló como Subdirector del Museo Nacional de Bellas Artes.  A él se debió aquella museografía de las salas de arte cubano de  los años ochenta que todavía hoy no ha sido superada, aún cuando se ha disfrutado de mayor espacio para el montaje. Espero alguien recuerde conmigo la manera como dispuso la pintura y el dibujo de la época colonial, no dejando lugar a la duda sobre la importancia de ambas formas de creación.

Luego se ocupó de darle visibilidad a la cerámica. O quizás fuera al mismo tiempo. Después de años de luchar por legitimar la obra de los principales ceramistas del país,  logró que se fundara el Museo de la Cerámica, donde se exhibieron durante años excelentes piezas, en su primera sede del Castillo de la Fuerza. Una batalla a la que unió la organización de la Bienal de la Cerámica que igualmente contribuyó al desarrollo y reconocimiento de sus principales creadores.

Lo último que recuerdo de Alejandro fue la publicación del libro sobre el Art Deco en La Habana, editado gracias a la intervención de la Oficina del Historiador, una obra de indiscutible valor para comprender la trascendencia de ese estilo en el entorno arquitectónico de la capital. Espero que otros colegas se sumen al recuerdo de quien por tantos años fue parte de nuestro entorno y quien, por derecho propio ha quedado como parte de la historia del arte y de la cultura de nuestro país. Descanse en paz el amigo y compañero.

 

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