Roberto Gottardi, leyenda de la arquitectura

Marilyn Garbey Oquendo
24/8/2017

Roberto Gottardi murió en La Habana hace apenas unas horas. Arquitecto reconocido mundialmente por la proyección de la Escuela de Teatro de Cubanacán, con él se va una leyenda de la arquitectura de la Revolución y un ser humano de fina sensibilidad.

Gottardi llegó a Cuba desde Venezuela, tras una invitación de su colega Ricardo Porro y fuertemente atraído por las transformaciones impulsadas al calor de la Revolución triunfante. Ambos, junto a Vittorio Garatti, emprenderían uno de los más grandes proyectos constructivos generados en la isla: las Escuelas de Arte de Cubanacán, iniciativa impulsada por Fidel y el Che, sitio donde se ha moldeado el talento de músicos, bailarines, artistas plásticos y teatristas a lo largo de cinco décadas.

Foto: Arquitectura Cuba

Hombre de vasta cultura, atento a su entorno como buen arquitecto, Gottardi se enroló en la vida cultural y social del país, tanto que años más tarde confesaría que no podría vivir fuera de Cuba. Miembro inquieto del gremio de arquitectos, fue colaborador de la gente del teatro y de la danza. Para las coreografías Dédalo y Girón, de Rosario Cárdenas, diseñó la escenografía. Junto a Ramiro Guerra emprendió la creación de una pieza que no se estrenó, Simulacro y/o fuego de artificio debió titularse. En los 90 contribuyó en la conversión de una iglesia ortodoxa en sala de teatro, sede de Teatro Buendía, dirigido por su amiga Flora Lauten. También los Festivales de la Canción de Varadero −1967 y 1970−, y el Jazz Plaza de 1993, supieron de su talento y de su imaginación.

Nacido en Venecia, Italia, en 1927, el azar le dio la posibilidad de soñar la Escuela de Teatro. Lo hizo aprovechando todos los espacios e incluyendo a todas las partes involucradas en el acto teatral: actores, directores, dramaturgos, diseñadores, músicos, técnicos. Decía que las aulas teóricas quedaban en el exterior de la edificación y los talleres en el interior, más cercanos al teatro, privilegiando la experiencia teatral, el momento del encuentro con el espectador. Apenas un 40% se pudo avanzar en la construcción, pero durante largos años allí se impartieron clases y se formaron muchos de nuestros teatristas más relevantes, por maestros que alcanzaron grandes méritos en las tablas.  

Decía Gottardi que en el proceso de construcción de la Escuela de Teatro conoció a mucha gente, pero fue en los salones de Danza Contemporánea de Cuba donde se enamoró de Luz María Collazo, bailarina de la compañía, modelo de fotógrafos como Korda, protagonista de clásicos como Súlkary y de Soy Cuba, el filme de Mijaíl Kalatazov. Guiado por Luz María, Gottardi fue uno de los más fieles espectadores de la prestigiosa compañía danzaria.

Conversador inteligente,  hombre de estudio y trabajo, ajeno a la rutina y al oportunismo, a quien debimos  agasajar más en vida. Fue Premio Nacional de Arquitectura en Cuba y Premio Vittorio de Sica en Italia. Sus estudiantes y sus colegas arquitectos  lo admiraban y lo respetaban. La gente de teatro le agradecía su escuela, los bailarines lo consideraban entre los suyos. Todos compartían la valía de su pensamiento creador:

“Estudié Arquitectura, pero me han interesado siempre todas las esferas de la creatividad, no he visto nunca mi profesión como un compartimento estanco, sino que me he alimentado de las otras manifestaciones del arte. La confrontación y la interrelación de diferentes códigos me han enriquecido y me han ayudado a entender mejor los fenómenos propios de la arquitectura. Realicé incursiones, más que dedicaciones, en otras esferas de la creatividad, aunque me hubiera gustado expresarme con otros medios que no fueran los específicos de la arquitectura. Nunca establecí límites entre las artes y la vida me ha dado la razón. En esta época hay una contaminación de códigos que enriquece extraordinariamente cada expresión artística”.

Este martes 22 de agosto,  las cenizas de Roberto Gottardi fueron esparcidas en los terrenos de la Facultad de Teatro del Instituto Superior de Arte de La Habana, la obra que lo ocupó durante toda su vida. En ceremonia privada, su viuda Luz María Collazo fue acompañada por el viceministro de Cultura Fernando Rojas Gutiérrez, la vicepresidenta de la UNEAC Lesbia Vent Dumois y la secretaria general del Sindicato de Trabajadores de la Cultura, Nereida López Labrada.