Este 1 de enero de 2023 la Revolución cubana cumple 64 años de dignidad y de resistencia. Sí, resistencia, porque, al igual que todos los procesos revolucionarios en la historia, fue y es brutal y cobardemente atacada por las clases y castas dominantes para intentar extinguirla y extirparla de la faz de la tierra de tal manera que les quite los sueños revolucionarios por algunas décadas a lxs personas sensibles de este mundo. Pero aquí la tenemos a nuestra Cuba, nuestra Revolución cubana, vanguardia de las luchas por la revolución latinoamericana. Atacada con violencia con las renovadas formas de la guerra contrainsurgente del estado mayor conjunto capitalista (por ahora con sede en Washington) y defendida con amor y pasión por los y las revolucionarias del mundo entero.

“…es el único país de América Latina que pudo desarrollar no uno, sino ¡cinco candidatos vacunales propios! con los cuales han vacunado a su población”.

Y decimos REVOLUCIÓN con mucha conciencia de que no es una palabra obsoleta guardada en los museos de la historia, sino un objetivo cada vez más necesario si queremos continuar con la vida de la especie humana, de todas las especies que aún sobreviven y del planeta mismo.

Pero no se puede ser muy original al pretender escribir un artículo sobre Cuba. No al menos entre quienes desde hace muchas décadas militamos aprendiendo y defendiendo a las revoluciones de carne y hueso, las reales, las que experimentan como creación heroica, las que inventan y también erran y aprenden de sus errores, las que son un verdadero laboratorio del buen vivir. No somos originales al resaltar la cultura, la salud, la educación, la ciencia, la participación política y la permanente ampliación de derechos populares. Los derechos sociales en Cuba son entendidos como valores solidarios que hacen al bienestar común y por lo tanto también individual. No como los derechos burgueses que tienen a la propiedad privada como prioridad absoluta bajo la cual se subordinan todos los demás derechos y se tornan subsidiarios de aquella. Como nos enseñaba Marx, los derechos en el capitalismo suponen un ser humanx egoísta, como mónada aislada y replegada sobre sí misma, tan bien graficada con la vulgar frase que dice: mis derechos y mi libertad terminan donde comienzan los de los demás. Pues Cuba nos enseñó que la libertad y los derechos son colectivos y comunitarios o no son.

Y esa construcción colectiva del buen vivir para todxs y no para algunxs como en el capitalismo, se pone de manifiesto en cada huracán o pandemia en la que cubanos y cubanas salen a desplegar su praxis solidaria para salvar vidas, y lo hacen con mucho éxito. Porque en la austeridad, humildad y dificultad para desarrollar sus fuerzas productivas por las trabas que les pone el bloqueo, de todas maneras enfocan ese desarrollo a las necesidades prioritarias de la comunidad y no al lucro de privilegiadxs.

Los indicadores sociales nos muestran niveles envidiables para cualquier latinoamericanx y caribeñx, a pesar de todo el atosigamiento y el bloqueo criminal que, desde el triunfo de la Revolución, intenta asfixiarlos restando mucho de su capacidad maravillosa de construir. Vienen sorteando obstáculos hace más de seis décadas, con momentos más duros, como aquel del llamado “período especial” (cuando se andaba vociferando que Cuba no resistiría un día más sin el intercambio de la URSS), o recientemente, con el recrudecimiento del bloqueo ordenado por Trump en plena pandemia y continuado por Biden. Pues, justamente cuando mejoraban su economía a raíz de la complementariedad e integración latinoamericana del ciclo progresista del siglo XXI, con Venezuela a la cabeza, este ciclo comenzó a estancarse producto de la ofensiva imperialista, y arreciaron los ataques sobre las experiencias más revolucionarias.

Pretenden hacer retroceder a Cuba, y de paso a América Latina y al Caribe todo, a antes de 1959, como suele decir Atilio Borón. Pero nunca lograrán que la Isla vuelva a ser colonia yanki. Cuba es tierra de personas libres. Viven en un país libre, cual solamente puede ser libre, parafraseando a Silvio Rodríguez. Cuba es tierra de solidaridad que saben exportar al resto del mundo. Cuba es tierra nuestroamericana y caribeña sin niñxs descalzxs, sin personas durmiendo en las calles ni buscando comida en la basura, lo cual, aunque algunxs no puedan darse cuenta, es mucho decir, sobre todo en realidades nuestroamericanas en las que tener trabajo y vivir dignamente es un privilegio. Lo digo desde el Sur, desde este pueblo argentino que aun habiendo votado un proyecto que prometía traer lo mejor de lo que vivimos durante doce años con Néstor y Cristina Kirchner, estamos tristemente viendo la pobreza y la miseria a cada rato, en cada esquina. Miseria en las calles de esta ciudad tan hermosa y rica de Buenos Aires. Desde acá admiramos a Cuba, porque la vida es digna, con humildad, con hermandad, y como siempre dicen lxs cubanxs, repartiendo y compartiendo no lo que les sobra, sino lo que tienen.

“…sabemos que defender a Cuba es defender a la humanidad, defender a Cuba es defender a cada uno de los pueblos que luchan alrededor del mundo”.

De esa manera, aunque no digamos nada muy original, porque estas palabras son las mismas que repetimos desde todos los puntos cardinales quienes queremos una humanidad mejor, sin injusticia, sin desigualdad miserable y abismal en la que “los diez hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que los 3100 millones de personas más pobres”,[1] necesitamos reforzarnos todo el tiempo porque sabemos que defender a Cuba es defender a la humanidad, defender a Cuba es defender a cada uno de los pueblos que luchan alrededor del mundo.

Si “para muestra basta un botón”, el relato de una experiencia puede mostrar un aspecto de la pedagogía revolucionaria que ejerce la Isla con su propia existencia. Y apelamos a un episodio personal no por creernos el ombligo del mundo, sino por saber que expresamos una realidad que nos pasó a tantxs: la de parirnos como militantes en Cuba atravesadxs y enamoradxs de esa experiencia. Recuerdo la única vez que tuve la posibilidad de pisar esa tierra maravillosa, año 1994, en los peores años del período especial, después de la caída de la Unión Soviética, cuando Cuba se encontraba sola en el hemisferio occidental, protegiendo con mucha altura sus banderas, su dignidad, su proyecto, su Revolución. Y yo llegué, una jovencita con la mochila al hombro, para recorrer y conocer cómo era esa tierra donde el argentino Che Guevara, junto con esos barbudos y esas mujeres tan valientes, habían construido con mucho sacrificio ese sueño de Revolución. Y llegaba desde una tierra gobernada por un traidor del peronismo, que pisoteó todas las banderas originarias de ese proyecto nacional y popular en la Argentina. Venía de un país donde todo estaba siendo privatizado y entregado al capital concentrado, donde los chicxs pedían limosna, pero no para comprar chucherías, sino para comer, que andaban descalzxs, que desertaban de las escuelas, con los índices de violencia doméstica creciendo por la desesperanza en la que caían las familias producto de la desocupación creciente, la miseria y el desamparo. Pues el impacto de llegar a la Isla y no ver esa cruda realidad ni nada que se le parezca en las calles ―pues, aun en la austeridad de los almacenes, los racionamientos eran para todo el mundo iguales y cubrían las necesidades básicas― me conmovió y ratificó que eso por lo que valía la pena luchar no era una utopía, sino que existía en un lugar en el mundo llamado Cuba.

Por otra parte, vale la pena resaltar, como ejemplo, cómo Cuba afrontó la pandemia. Si decimos con Gramsci que calidad y cantidad son las dos caras de la misma moneda, sabemos que, aunque cada muerte duela, cada pérdida de un ser humano es terrible, en el marco de una pandemia la cantidad de muertes por millón de habitantes dice mucho. En el caso de Cuba, en la que el turismo es uno de los sectores principales de ingresos y que, por lo tanto, terminando febrero de 2020 con un sinnúmero de turistas en la Isla durante diciembre, enero y febrero, podría haberse desencadenado una ola de contagios inmanejable, eso no ocurrió. No solo tuvo una cantidad de muertxs por millón de habitantes muy inferior a la de la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, sino que, además, y no nos cansamos de repetirlo, es el único país de América Latina que pudo desarrollar no uno, sino ¡cinco candidatos vacunales propios! con los cuales han vacunado a su población, y también han comenzado a exportarla, a Vietnam y México, por ejemplo. Un orgullo total.

“Quítenle ese bloqueo criminal, dejen de asfixiarles, y Cuba mostrará más aún su capacidad de desplegar alas amorosas”.

Yo quisiera poder vacunarme con la Abdala en Argentina o con la Soberana 01 o 02, y no con la Pfizer, laboratorio estadounidense que, para vergüenza de la humanidad, junto con los otros laboratorios monopólicos más poderosos del mundo ordenaron a sus respectivos gobiernos que no apoyen la solicitud de la India y Sudáfrica en la OMS para suspender el cobro de patentes mientras durara la pandemia, para que las vacunas puedan ser producidas a gran escala por los diferentes países, desde institutos públicos o privados, y para repartirlos a lo largo de todo el planeta sin distinciones perversas, como sucedió finalmente, entre la capacidad de producción y/o adquisición de los países ricos y pobres. Incluso Brasil, que mostró una cantidad obscena de muertxs porque su presidente neofascista Bolsonaro abandonó a la población a su suerte, se negó a aprobar el proyecto de suspensión de patentes. Y aun así Cuba, con su humildad, con su desarrollo científico y laboratorios públicos admirables, con una concepción de la salud que no es mercantilista sino comunitaria, solidaria y popular, pudo no solamente afrontar de manera preventiva la crisis y salvar a un montón de personas que de lo contrario habría perdido la vida, sino que también pudieron desarrollar cinco candidatos vacunales.

¿Qué más decir?, simplemente respetar, admirar, cuidar a Cuba. No necesitan tanto de nuestra mirada crítica, que ya lxs cubanxs son bastante críticxs y autocríticxs de sus propios errores. Pero sí podemos ayudarles a vacunarse y a vacunarnos a cada rato contra las municiones recargadas con que la atacan permanentemente y que intentan sembrar de manera potenciada mediante las redes digitales en la juventud de la Isla. Hay que estar bien atentxs a las maniobras de lxs enemigxs de la Revolución y de los pueblos. Hay que mirarse en los espejos de la realidad centroamericana y caribeña para medir el alcance de la potencia humana de la Revolución y darse cuenta de lo que pasaría si cayese, cosa que no va a suceder. Mirarse enfrente, a solo 373 km, en la isla de Haití, en esa desgracia que le hacen vivir, pues no le perdonan haber sido la primera experiencia revolucionaria emancipadora y antiesclavista en las Américas, en 1804, y reproducen el escarmiento hasta hoy. Ese podría ser el destino de lxs cubanxs si algún día la Revolución cayera, cosa que, insisto, no va a suceder, pues ya han dado muestras de sobra de su valentía e inteligencia para seguir revolucionándose en Revolución. Todxs lxs luchadores alrededor del mundo ponemos la mente, el corazón y el cuerpo en defenderlxs y les agradecemos, además, porque nos mantienen vivo el sueño de que en nuestros países la revolución también es posible. La depredación capitalista nos pone al borde de la extinción, el socialismo es la única posible salida de este laberinto de la destrucción y, si tan malo es, como dicen lxs vocerxs del privilegio de pocxs, pues ¡déjenles equivocarse y fracasar solitxs! Quítenle ese bloqueo criminal, dejen de asfixiarles, y Cuba mostrará más aún su capacidad de desplegar alas amorosas, será también potencia productiva con abundancia solidaria y nos seguirá alumbrando el camino como ya lo hace por 64 años.

¡Feliz cumpleaños, heroica Revolución Cubana!


Notas:

[1] Según un reciente informe de OXFAM, EN: https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621341/bp-inequality-kills-170122-summ-es.pdf