Nuevamente se apoderan de los medios de comunicación para levantar campañas mediáticas de descrédito contra nuestro pequeño archipiélago con el propósito de desprestigiar y justificar acciones injerencistas, en esta ocasión con una Declaración conjunta sobre derechos humanos en Cuba, elaborada por el Centro David Rockefeller de Estudios Latinoamericanos, el Centro Hutchins de Investigaciones Africanas y Afroamericanas y el Instituto de Investigaciones Afrolatinoamericanas de la Universidad de Harvard.

La guerra mediática contra Cuba intenta justificar acciones de injerencia en la Isla. Imagen: Tomada de questiondigital.com

¿Sabrán qué es el Movimiento San Isidro?

Este radica en el barrio del mismo nombre, ubicado alrededor del puerto de La Habana, famoso por su pintoresca estampa y, más aún, por haberse instalado, por derecho propio, en el imaginario popular capitalino desde el siglo XX.

He seguido con asiduidad este fenómeno. En las plataformas digitales he visto varias tesis sobre el suceso. Por consiguiente, he decidido difundir mi humilde opinión como instructor de arte que ha trabajado en la promoción de los valores identitarios de la nación cubana entre las nuevas generaciones, a las que digo que primeramente un ser humano debe tener principios morales, ideas y convicciones que guíen su conducta.

Parto de la tesis de que los llamados representantes del Movimiento San Isidro no constituyen una verdadera fuerza con fundamentos concretos que ni siquiera puede aquilatar y pretender superar las dificultades y los problemas de cotidianidad del cubano, por los siguientes elementos:

  1. Hasta donde llegan mis humildes conocimientos no tengo referentes de que en la historia cultural de nuestra nación, nunca un artista, verdaderamente cubano, aunque haya sido denigrado y censurado, se haya expresado como un fiel seguidor de un presidente estadounidense. Esa expresión de Denis Solís me paralizó el alma; está cargada de irrespeto, no solo a la autoridad policial, sino de irrespeto a la nación cubana.
  2. La falta de principios y moral de ese llamado movimiento se evidencia en la mal llamada huelga de hambre. Esos “huelguistas” ni siquiera se acercan a la grandeza moral de esos actos sublimes en la historia cubana.
  3. Utilizan nuestros símbolos patrios como objeto del mal arte que representan en videos y fotos, por creer, erróneamente, que realizan un arte libre.

¡Qué triste observar cubanos burlarse de nuestra insignia, la bandera de todos los cubanos! Insignia esa, la de los mambises, que dieron su vida combatiendo contra la tiranía española; esa es la bandera cubana, la que todos debemos amar y respetar, no de ese modo.

“Apelo a la conciencia, a la moral y a los sentimientos humanitarios para luchar juntos por un universo cultural donde todos podamos vivir a plenitud sin tantas calumnias infundadas”.

Apoyo a los artistas e intelectuales cubanos, los que luchan día a día por dignificar el arte libre, los que a través de su arte indagan en los sagrados símbolos patrios. Sobre todo, respeto y admiro a todos los artistas cubanos, desde aquellos que fundaron la cultura cubana a principios del siglo XIX, que nunca expresaron que un presidente norteamericano era su presidente.

Opino que esos cubanos que utilizan nuestra bandera de esta forma están deslegitimados y entonces no deben tener el espacio que exigen, estando en total coincidencia con lo expuesto en la Declaración conjunta sobre derechos humanos en Cuba, elaborada por el Centro David Rockefeller de Estudios Latinoamericanos, el Centro Hutchins de Investigaciones Africanas y Afroamericanas y el Instituto de Investigaciones Afrolatinoamericanas de la Universidad de Harvard.

“Apoyo a los artistas e intelectuales cubanos, los que luchan día a día por dignificar el arte libre, los que a través de su arte indagan en los sagrados símbolos patrios”. Foto: Tomada de Razones de Cuba

Utilizar la pobreza histórica de más de 200 años en San Isidro (es un barrio pobre habitado mayoritariamente por afrodescendientes, dice el documento), iguala temporalidades diferentes y sobre todo aligera, hasta prácticamente borrarlo, el enorme impacto en las poblaciones del lugar que tuvo la Revolución cubana de 1959. En ese lugar, como en toda la Isla, existen policlínicos, escuelas, instituciones culturales, al servicio de todos los grupos etarios de las más variadas profesiones, colores de la piel y niveles culturales.

La penuria existe en Cuba. Identificarla como activador de incomodidades sociales sin decir una línea sobre la responsabilidad directa que en ello tiene la continuada política de embargo/bloqueo de los Estados Unidos contra la Isla, es una postura muy cuestionable, máxime si se pretende tomar el caso como modelo académico de un acontecimiento social.

Es quimérico que este bloqueo —impuesto a lo largo de los años a una isla subdesarrollada, con una endeble economía— no afecte en todas las áreas cognoscitivas y de vida.

Las vidas de los negros cubanos sí importan. Soy negro y hoy cuento con el privilegio de haber hecho estudios de una carrera artística sin costarme un centavo, además de estar promoviendo el quehacer cultural en una de las instituciones nacionales de la cultura.

Exhorto al Centro David Rockefeller de Estudios Latinoamericanos, al Centro Hutchins de Investigaciones Africanas y Afroamericanas y al Instituto de Investigaciones Afrolatinoamericanas de la Universidad de Harvard a indagar y conocer más acerca del asunto en cuestión. También apelo a la conciencia, a la moral y a los sentimientos humanitarios para luchar juntos por un universo cultural donde todos podamos vivir a plenitud sin tantas calumnias infundadas.

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