Olga Marta Pérez: Vivir para el libro

María Carla Gárciga
22/2/2016

Un dragón que destaca por su nobleza, un escarabajo que se comporta como un caballero medieval, un camarón encantado que fue niño alguna vez y un trol muy apestoso que vive en la hojarasca, entre otras muchas criaturas fantásticas, pueblan el imaginario actualde Olga Marta Pérez. Son solo algunos de los personajes que se convertirán en historias en un ambicioso libro que prepara sobre las biografías de los protagonistas de la literatura infantil.


Foto: Tomada de internet
 

Junto a ello, no abandona su otra pasión: el trabajo editorial, por el que le ha sido entregado en la Feria Internacional del Libro el Premio Nacional de Edición 2015. Así, este año serán publicadas dos obras en las que se encuentra trabajando: una novela de Eliseo Altunaga y una recopilación de entrevistas realizadas al destacado intelectual Roberto Fernández Retamar.

Dos horas de conversación se hicieron cortas para descubrir el universo literario infinito que puebla a Olga Marta: la editora, la guionista, la poeta y narradora de trayectoria ininterrumpida en la gestión de proyectos editoriales y la promoción de nuestra literatura; la directora de Ediciones Unión; la polifacética intelectual que podríamos llamar como uno de sus más famosos personajes… la Maga Maguísima.

Desde 1980, usted ha estado vinculada a la edición en diversas editoriales como Orbe, Gente Nueva, Abril, Capitán San Luis y Unión. Igualmente, ha colaborado con Letras Cubanas, Caminos y otras empresas productoras de libros en Ecuador, Australia y Puerto Rico. ¿A su juicio, qué elementos no deben faltar en un buen editor?
Sobre la receta de cómo debe ser un editor, hace años, cuando trabajaba en Gente Nueva, tuvimos un encuentro con un colega español muy mayor. Le hicimos esa pregunta y él respondió que una persona podía llamarse editor cuando llevara 20 años en el oficio. Esta profesión es muy acumulativa de conocimiento y lecturas, por lo cual siempre resulta difícil. A medida que pasa el tiempo, te das cuenta de que todos los libros son diferentes y debes pensar en cuál va a ser su tratamiento. También cada autor es distinto, unos más complicados que otros, con más o menos problemas de estilo, etc.

A medida que pasa el tiempo, te das cuenta de que todos los libros son diferentes y debes pensar en cuál va a ser su tratamiento. Un editor tiene que conocer, además, elementos de diseño. Es muy desagradable para un artista que uno le diga: “esta cubierta no puede ir porque no me gusta”. Aprendí muchísimo con los diseñadores e ilustradores cuando trabajé en Gente Nueva, aproveché todo ese tiempo porque sentí que tenía que incorporar varias cosas.No aspiro a que el editor sea aquel humanista del Renacimiento porque es muy difícil, pero sí debe ir cultivando el conocimiento.

El oficio de editor es, con frecuencia, subvalorado. ¿Por qué cree que sucede esto?

 El texto hay que seguirlo revisando, sea cual sea el soporte en que esté; la materia prima es la misma para el papel, el medio digital y lo que venga mañana, y con esa trabajamos y organizamos un libro.En primer lugar, por desconocimiento y en segundo, porque no somos tantos. Una vez me dijeron que nos íbamos a quedar sin trabajo con la llegada del libro digital y les contesté que estaban equivocados, porque el editor nunca iba a dejar de existir. El texto hay que seguirlo revisando,sea cual sea el soporte en que esté;la materia prima es la misma para el papel, el medio digital y lo que venga mañana, y con esa trabajamos y organizamos un libro.

¿Cuánto le ha aportado la edición a su desarrollo profesional y a su labor como escritora?
Me ha sido muy útil para concebir lo que escribo, porque siempre pienso en la concepción del libro, cómo va a quedar. También leí que le pasaba a Eliseo Diego y no somos los únicos, son muchos los colegas que ya ven el libro redondo y, en el caso de mi literatura —que está destinada a los niños— todavía más, porque es fundamental la ilustración y ya desde que estoy escribiendo pienso con qué ilustrador pudiera trabajar. He tenido suerte, porque he encontrado ilustradores que saben lo que quieren. Lo que más me cuesta es revisarme mis textos, porque llega el momento en que uno está viciado y necesita una segunda mirada.

Con respecto a la edición cubana, ¿cuáles son los principales logros y deficiencias que percibe?
La industria editorial cubana pasó por un momento muy duro en el Periodo Especial, cuando nos quedamos sin publicar y perdimos lectores, lo cual fue muy doloroso. Por suerte no perdimos escritores, porque la gente siguió escribiendo a pesar de todo. Esa etapa fue útil en el sentido de que la literatura escrita por mujeres y la literatura para niños dieron un gran salto, pues se empezaron a tratar temas que hasta ese momento eran tabúes y no se tocaban.

La industria editorial cubana pasó por un momento muy duro en el Periodo Especial, cuando nos quedamos sin publicar y perdimos lectores, lo cual fue muy doloroso.Después volvimos a la carga; la industria editorial cubana se fue recuperando y creo que hemos recobrado al lector, aunque se diga que lo hemos perdido. Lo que sucede es que el mundo actual confronta una situación: hay algo que se llama saber leer,  interpretar el contenido. No se trata solo de estar alfabetizado, sino de que cuando alguien se enfrente a un texto, sea capaz de entender y encontrar cosas desde su nivel de lectura. Cada libro tiene un momento distinto; no es lo mismo leer El Principito con 13 años que con 25, pues esta edad lleva aparejada otra trascendencia vinculada a tu experiencia vital como lector y ente cultural.

Hay que afinar en cuanto a la calidad de los textos; si tenemos cuatro pesos debemos saber dónde utilizarlos, porque uno se da cuenta de que no todo lo que se publica es arte. La industria de la literatura lleva una gran inversión; no es lo mismo un cuadro, que el artista lo pinta y ya está funcionando. Ahora, con los nuevos medios de comunicación, todo el que tenga un libro puede subirlo a las librerías digitales en internet. La vida luego se encarga de definir si es bueno o no, si se vende, etc.

¿Cómo conjugar la gestión de ventas con la calidad de las obras, cuando muchas veces no van aparejadas?
Unión es una editorial de autor, donde tienes el encargo de publicar la obra de los miembros de la UNEAC. En mi caso, el texto debe ser de calidad porque trabajo con los escritores de la organización; no funciona como otras editoriales, que poseen un perfil más inclusivo. Aquí el planteo es desde el punto de vista cultural: sabes que hay un poeta importante que no vas a vender como una novela; sin embargo, va a quedar en las bibliotecas para los investigadores, los estudiantes de filología, etc. Con eso estás salvando el patrimonio de la nación.

En nuestra editorial los proyectos son colegiados. Lo que publicamos cada año pasa por las manos de los editores, los jefes de redacción y nuestro consejo editorial, que hoy día está presidido por Francisco López Sacha, pero también lo integran Graciella Pogolotti, Ambrosio Fornet, Marilyn Bobes, Enrique Sainz, Oscar Zanetti, Zaida Capote; es un consejo asesor muy ecuménico y polifacético.

Más de 10 años dirigiendo la Editorial Unión le han otorgado, sin dudas, una amplia visión de la gestión editorial dentro y fuera del país. En este sentido, ¿cuáles son los principales desafíos ante los actuales cambios, las leyes del mercado y los proyectos de autofinanciamiento que se han manejado en el campo editorial cubano?
Creo que la crisis económica es el primer gran desafío. El segundo es poder dar respuesta a los escritores que están surgiendo —muchos de los cuales son bastante buenos— y saber escoger. La literatura debe estar llena de muchos autores, es como un campo de trigo en el que siempre hay espigas que sobresalen; por eso hay que saber espigar con responsabilidad cultural y conocimiento. No es nada fácil, porque puedes equivocarte, aunque tengas el olfato. Siempre hago la anécdota de un editor argentino que me dijo: “Yo nunca olvidaré mi más grave error, le dije que no a El mundo de Sofía”. Eso te puede pasar, y él es un gran especialista, pero se le fue, como mismo se te puede ir una errata.

¿Qué representa para usted haber sido reconocida con un galardón tan relevante como el Premio Nacional de Edición?
Es un gran reconocimiento a un trabajo sostenido, muy sacrificado, de largos años, y que uno siempre hace gustoso. Soy una persona feliz porque tengo el trabajo que me gusta y he logrado ejercerlo durante mucho tiempo, a pesar de que puede ser amargo a veces y tener sus contratiempos, como todo.

La literatura debe estar llena de muchos autores, es como un campo de trigo en el que siempre hay espigas que sobresalen; por eso hay que saber espigar con responsabilidad cultural y conocimiento.El premio vino a ser un escalón más alto que me puso muy contenta; con un reconocimiento social de esta índole no puedo aspirar a más. Pienso seguir en Unión y continuar los objetivos de escribir mis libros. No hay nada mejor que ser directora de una editorial donde puedas aplicar tus conocimientos, ayudar a los nuevos que llegan, ver crecer a los escritores, porque también eso es parte de tu trabajo. Poner a funcionar la obra de mis colegas me parece algo estupendo, y si también me lo reconocen, no hay nada más que seguir trabajando.

Con una obra vasta destinada a los más pequeños, donde resaltan personajes célebres como la Maga Maguísima, Papatino y Mamagorda, resulta imprescindible no abordar su faceta como narradora y poeta de literatura infantil. ¿Qué la inspiró a escribir para los niños?
Es el mundo donde más cómoda me siento. Empecé escribiendo poesía y después cuentos para mi hijo. Muchos elementos de los relatos son inspirados en personas y sucesos de la realidad. Por ejemplo, en La Maga Maguísima está una lagartija sin rabo; fue lo que me sucedió un día cuando pisé a una por accidente y perdió la cola. Otra vez llegué a casa de mi hermana y me mostró una jicotea que corría de una forma que nunca había visto, era algo completamente anormal. De ahí salió la jicotea olímpica. Carlitos, el de Las sombras hablan solas, existe; ya es un hombre, porque fue un personaje que creé en 1993. Hay otros que surgen solos, como El componedor de sombras, pero la mayoría de las veces provienen de la realidad.

Algún proyecto de literatura infantil que tenga concebido publicar próximamente…
Estoy escribiendo el libro sobre las biografías de personajes de la literatura infantil. Es para niños, pero también para adultos que se van a reír mucho, porque es muy divertido y está hecho con un humor extraordinario. Hay una historia de un dragón bueno que la gente de la aldea decide matar por causa del miedo. También está otro cuento de un escarabajo que, al tener una armadura, se comporta como un caballero medieval; está enamorado de una libélula, pero esta nunca ve su amor. Ricitos de Oro tiene su historia posterior: se convierte en una señora regordeta que cuida vacas en Suiza y los osos la van a ver de vez en cuando porque le guardan cariño. Incluyo, además, la historia del camarón encantado, que era un niño y se convierte en camarón para poder ir al Caribe. También hay un trol que se llama Lucho, pero es muy apestoso porque vive en la hojarasca y siempre tiene olor a humedad.

El otro libro que estoy preparando está vinculado a los 500 años de La Habana. Nació porque amo los grabados del siglo XIX y un día me dije:“voy a crear historias que sucedan ahí”. Ya tengo escritos cuatro cuentos y ahora voy por el quinto, que se desarrolla en la Plaza de San Francisco.

¿Cómo aprecia el estado actual de la literatura cubana en general y de la infantil en particular?
En el caso de la literatura infantil, entramos en un nuevo periodo de maduración después del salto que dimos en los 90. Quizás la poesía para niños ha ganado un poco más ahora, a diferencia de aquella etapa, cuando la narrativa tuvo un avance extraordinario. La poesía no ha experimentado ese gran despunte porque funciona de otra manera. Pero sí creo que se han logrado muchas cosas, como la superación del minimalismo y el hecho de estar más al día.

Con respecto a la literatura para adultos, en la narrativa actual los escritores jóvenes están trabajando con material más universal; te puedes encontrar un cuento de un soldado que está en la guerra del golfo con problemas humanos, pero con realidades que no son cubanas. Durante mucho tiempo, solo se trató la realidad cubana, y se sigue hablando de ella, pero se ha colado otro elemento muy atendible con historias bien escritas. Por ejemplo, el ganador del Premio David aborda una realidad que no es cubana. También el nivel de fabulación es excelente y la factura muy buena en sentido general. La literatura cubana tiene una vida fuerte y seguimos haciendo obras que asumen las tendencias de afuera, pero siendo capaces de convertirlas en una propuesta donde siempre está presente el acento inconfundible de nuestra identidad.