Pacho Alonso: por un mundo que implique la duración

Guille Vilar
20/8/2018

Entre los presupuestos teóricos que asume la modernidad más inmediata, se encuentra la fragilidad de la dimensión tiempo, donde la urgencia por agotarlo implica la necesidad continua de renovarlo. Por suerte, en el terreno de la creación artística, lo realmente válido perdura a través del transcurso de los años. En tal sentido, mientras que honramos el descanso eterno de las cenizas de mitos de la cultura universal como Beethoven, Mozart o Chopin, a nadie se le ocurre cuestionar la vigencia de las obras de semejantes personalidades por la antigüedad que distingue a las mismas.

Sin embargo, en la música popular contemporánea, la realidad tiende a ser bien diferente. Sin pretender profundizar en las complejidades intrínsecas de un fenómeno típico de estos tiempos, en donde una canción creada ahora mismo lleva consigo el fatalismo de ya ser considerada como algo del ayer —por encontrarnos siempre apurados en conocer aquella que nos deparará el mañana—, las víctimas de esta lastimosa estratagema del comercio, merecen un análisis de mayor amplitud.


“Bastaría solo citar los nombres de Benny Moré, Rafael Lay o el propio Pacho Alonso para reconocerlos
entre estandartes inmutables de una cubanidad”. Fotos: Internet

 

No obstante, en nuestros medios de comunicación persiste el vicio de clasificar a determinados pasajes de nuestro patrimonio cultural como “música del ayer”. Aunque muchos promotores de esta irresponsable costumbre no lo hacen de mala fe, no están exentos de ser portadores de un error enquistado en la tradición.

Precisamente por estos días conmemoramos el aniversario 90 del natalicio del cantante Pacho Alonso, una de las glorias imperecederas de nuestra música. Pero más allá del jolgorio por la merecida celebración, también tendríamos que preguntarnos las razones por las cuales, si tan solo hace un poco más de treinta años que Pacho dejara de existir, apenas nos percatamos de la presencia de su obra en los medios.

Es cierto que la forma de concebir, promover y consumir la música en la actualidad dista mucho del modo en que se manifestaba este proceso hace más de tres décadas en nuestro país. Pero a la vez, es igualmente cierto que continuamente aparecemos como sumergidos en una especie de burbuja existencial que nos induce a solo validar aquella obra artística que está marcada por el don de lo transitorio. Independientemente de los argumentos de quienes apuestan por esta perspectiva consumista, en realidad enfrentamos la voluntad de imponer un destino trágico al pretender, cuando menos, disminuir el rango de auténticos tesoros patrimoniales, si no es que muchos de estos permanecen de hecho, invisibilizados para las nuevas generaciones.

Relegar la obra de grandes músicos cubanos a los estancos nostálgicos del recuerdo, espacios bien diferenciados de los materiales supuestamente dirigidos a los jóvenes en específico, implica un pecado de omisión al desempeño de la identidad en los consagrados.  Bastaría solo citar los nombres de Benny Moré, Rafael Lay o el propio Pacho Alonso para reconocerlos entre estandartes inmutables de una cubanidad surgida del seno mismo del pueblo.

Incólume de falsarias campañas de marketing, la popularidad de Pacho Alonso viene dada por su capacidad innata para beber de las más puras tradiciones musicales en el sur de la zona oriental, al mismo tiempo que impone un estilo de cantar el bolero que, por su forma de decir, aparece emparentado con el estilo del filin habanero. Disfrutar del divertimento que traen consigo temas como las guarachas “Que me digan feo” y “Yo no quiero piedra en mi camino”, o el son “En Guayabero”, además del ritmo guasón de “A cualquiera se le muere un tío”, representan la posibilidad de identificarnos una vez más, con fundamentos espirituales que enriquecen nuestra nacionalidad desde el orgullo patrio.

cantante Pacho Alonso
“La popularidad de Pacho Alonso viene dada por su capacidad innata para beber de las más puras
tradiciones musicales en el sur de la zona oriental”

 

A la vez, escuchar la interpretación del bolero en la voz de Pacho Alonso significa una emotiva sublimación del género, al recibirlo como una reverencia a la mayor intimidad, manifiesta en las canciones “Imágenes”, “Tú no sospechas” y “Me faltabas tú”, versiones que han sentado cátedra en la permanencia de tan gustada manifestación musical.

Sin disminuir en un ápice la valía que se otorga al talento de los artistas del momento, en nuestras almas siempre tendremos el espacio imprescindible y dispondremos del tiempo suficiente para recrearnos con aquellos músicos que, como Pacho Alonso, se han convertido en elemento consustancial de lo cubano.

Cuando el escritor José Lezama Lima, en una de sus crónicas publicadas en el Diario de la Marina hacia finales de los años 40 del pasado siglo, alude a esta cita del arquitecto francés Gastón Bardet, de alguna manera revelamos la fuente de inspiración que motivó la esencia de nuestra crónica en relación con el compromiso por esta música de raíz a la que hemos hecho referencia: “No se pueden hacer monumentos más que en un mundo de jardineros, es decir, en un mundo que implique la duración, que permita los desenvolvimientos y madurar con lentitud”.[1]


Notas:
[1] Carlos Espinosa Domínguez: José Lezama Lima, Revelaciones de mi fiel Habana, Ediciones Unión, La Habana, 2018, p. 37.