Paisajistas en acción

Luis Rey Yero
14/8/2019

Con la participación de 37 artistas de la plástica y 50 obras en concurso se celebró en la ciudad de Ciego de Ávila el VIII Salón Regional de Paisaje René Rodríguez, definido por la riqueza de propuestas y diferentes niveles de calidad. En esta ocasión participaron paisajistas de Camagüey, Sancti Spíritus y la provincia sede; lo que permitió hacer un balance del quehacer de artistas de dichos territorios que defienden el paisaje dentro de sus obras, tendencia que ha tenido que lidiar en los últimos tiempos con formas de expresión más atemperadas a la época actual como la performance, la instalación y los sistemas digitales de creación.

Addiel Travieso y su gran premio. Fotos: Cortesía del autor

En esta ocasión el jurado se ajustó a los requerimientos de los nuevos conceptos que definen la paisajística. En uno de mis libros, El paisaje en la plástica cubana (2002), expongo en un primer acercamiento teórico que esta tendencia podría definirse como la representación mimética, imaginaria o conceptual del entorno, donde puede aparecer la impronta humana independiente de la tendencia, técnica o soporte empleado. Tal formulación infiere que existen variantes de modelos paisajísticos  desde la relación con el  entorno y su expresión mimética, imaginaria o conceptual. Con esa óptica metodológica se pueden precisar incluso los cambios de actitud mental del artista y en extensión de la sociedad como parte de las nuevas circunstancias que surjan para redefinir el paisaje artístico.

Obra de Osvaldo Díaz.

Con esa amplitud de criterios hubo premiados de diferentes formas de contemplar el paisaje en pintura, aunque ―como afirman los organizadores― el salón trata de potenciar y mantener vivo el concepto clásico definido por normativas propias de la academia. Es así como se otorgó un gran premio al joven avileño Addiel Travieso, quien con su obra Despertar, retoma la atmósfera y gama de colores de un Esteban Chartrand (1823-1884) para ofrecer un paisaje que, como dijera la crítica Adelaida de Juan en uno de sus ensayos, se define por su visión romántica y afrancesada saturada de melancolía a través de un sol que despunta en el horizonte. Este volver a los clásicos de la pintura cubana del siglo XIX para mostrar a ultranza un modo de hacer escasamente transitado por otros paisajistas posteriores resultó llamativo para el jurado.

Obra de Nelson López.

Los otros cuatro premios se repartieron teniendo en cuenta los diferentes modos de entender el paisaje en la pintura. Entre los más transgresores se encuentra el presentado por el camagüeyano Osvaldo Díaz, quien construyó un paisaje imaginario a partir de golosinas y alimentos variados para subrayar el poder de la gula a través del absurdo y cierto humor que linda con la ironía. El espirituano Luis García, a su vez, propuso un modo insinuado de paisaje que se inclina a la esencia conceptual de esa tendencia a través de la abstracción en permanente transmutación a lo figurativo de un paisaje urbano. Más apegados a las normativas clásicas de la academia cercanos a lo mimético fueron las obras de los avileños Wilfredo Carballido y Nelson López, quienes componen un paisaje natural donde demuestran dominio de la perspectiva, limpieza compositiva y buen uso del claroscuro y el esfumato.

Obra de Luis García.

Resultó significativo que también participaron en igualdad de condiciones varios artistas naif, lo cual fue ponderado por integrantes del jurado. Con el sello particular de quienes pintan ignorando cualquier tipo de preceptiva de creación, ellos aportaron la gracia y lirismo ingenuo que los definen demoliendo así la lógica racional de la composición a través de la planimetría y el empleo de la línea o el color sobreabundante. En esa dirección me pareció refrescante la propuesta de dibujo de Aurelia Beltrán (Llella), quien recrea el puente espirituano sobre el río Yayabo con sus exuberantes peces imaginarios.

Amén de la pintura como técnica predominante hubo también referentes fotográficos con diversas propuestas paisajísticas. Habría que mencionar la de la espirituana Mildrey Betancourt, que a través de la macrofotografía creó paisajes sugerentes de atmósferas extrañas, uso de la luz con inusual brillantez y componentes figurativos que remedan ambientes extraplanetarios. Otros fueron más clásicos en sus propuestas como la de un segmento de tejado colonial visto a través de un óculo delimitador de la visual. Hay quien trabajó mediante la manipulación digital el fondo vegetal desenfocado y en primer plano el detalle de una hoja creando un interesante contraste visual.

Los siete integrantes del jurado, entre ellos el maestro camagüeyano Lorenzo Linares, consideraron que esta nueva edición superó a los anteriores salones al definirse por la cantidad de participantes y obras con un estándar de calidad notable lo cual se puede pensar que el género se mantiene vivo por quienes aún apuestan por él. El Consejo Provincial de las Artes Plásticas de Ciego de Ávila tuvo mucho que ver con el éxito del encuentro. Fue una experiencia grata para todos los que participamos en este encuentro donde los paisajistas tomaron por asalto la ciudad avileña.