Palabras de Patricia Ariza luego de recibir la Medalla Haydée Santamaría

Patricia Ariza
20/12/2019

 

Patricia Ariza agradece en su nombre y el de Santiago García. Foto: Casa de las Américas
 

Buenos días

Maestro y poeta ministro Alpidio Alonso, maestro Abel Prieto, nuevo presidente de la Casa de las Américas, mi, nuestra casa. Querida Marcia Leiseca, estimadísima Vivian Martínez, compañera Roxana Pineda, Helmo Hernández, amigo entrañable y todos los amigos y amigas de la casa, del teatro y de tantas conversaciones, a veces inconclusas, sobre el destino de América Latina, del arte y de la humanidad.

Vengo a decirles que Cuba no está sola. Y que lamento y repudio sobre todas las cosas, que el gobierno de mi país se haya abstenido en la ONU de votar contra el bloqueo a Cuba. Es una verdadera vergüenza.

Vengo con la memoria puesta, la memoria del gran Fidel, de quien aprendimos tantas cosas y cuya ausencia no terminamos de aceptar. Vengo con la memoria del maestro Roberto Fernandez Retamar, un intelectual orgánico que supo combinar de manera formidable la creación en el arte con el pensamiento político.

Vengo también con el sonido de las cacerolas y con los gritos de los miles y miles de manifestantes de Colombia que reclamamos paz y justicia, paz y educación, paz y reforma agraria, paz y reparación, paz y justicia, arte y paz.

Y vengo también aquí en este fin de año a pisar la tierra del Che y de Haydée Santamaría para tomar el impulso necesario para los tiempos que se avecinan.

No van a ser tiempos fáciles, pero sí muy emocionantes. El neoliberalismo, que prometió tantas cosas, está haciendo aguas porque se olvidó de la humanidad. Y deja una estela de pobres en el mundo, de inmigrantes ahogados en el Mediterráneo, de niños presos en los Estados Unidos, de golpes en la América Latina que nos privaron de Dilma, de Cristina, de Evo, y mantienen al resto de países bajo amenaza.

Y vengo de un país que tiene nombre de paloma, pero que no está en paz. Se llama Colombia y está intentando salir de una guerra de más de medio de siglo. Es un país lleno de fosas comunes, de muertos y desaparecidos, en el que sobreviven nueve millones de víctimas. Un país donde se acabó con un movimiento político del cual soy sobreviviente, la Unión Patriótica, un país que tiene la asusencia de 120 000 desaparecidos. Un país donde sobreviven enemigos acérrimos de la paz.

Pero también somos un país maravilloso, donde, como decía Aurelio Arturo, el verde es de todos los colores, donde están todas las especies de aves y de frutas, un país con selva y oceános y ríos caudalosos. Un país donde florece el arte por todas las esquinas, donde a pesar de todas las ofensas recibidas, el teatro de grupo, el teatro que ve el mundo desde la América Latina, se mantiene. Un país que, como en el mito de Anteo, siempre renace y canta.

Ese es mi país.

Vengo como he venido siempre a Cuba, el país que ha sido obligado a pasar por todas las dificultades juntas.

Y esta vez vengo a recibir dos medallas que me honran y me enorgullecen como persona y como co-fundadora del Teatro La Candelaria y de la Corporación Colombiana de Teatro.

Una de esas medallas es para Santiago García, un hombre que supo enseñarnos a tiempo que el arte es un privilegio, pero también una responsabilidad. Un hombre sabio, artista y maestro que nos ha dado ejemplo de vida y nos enseñó a entender que el teatro no es solo un oficio o una profesión. Es un sistema de vida que requiere de todos los sentidos, de todas las horas, de todos los días.

Nos enseñó la posibilidad de desenredar desde el teatro el nudo en la garganta que nos ahoga y mostrar la trama que nos oprime. Nos enseñó a dar un grito en la oscuridad con los que no tienen voz, nos enseñó la posibilidad de ser grupo y de representar muchos mundos posibles para ensanchar el alma de las personas y de la sociedad. Nos enseñó que el teatro no es solo un arte, sino una síntesis poética que da testimonio del lugar donde vivimos y de lo que pasa.

Para Santiago todos los honores. Ya no actúa, pero está presente siempre en la filosofía del teatro, en la metodología y en el compromiso.

También yo recibiré esta condecoración del Consejo de Estado, la Medalla Haydée Santamaría, un reconocimiento que hace memoria a una heroína de la Revolución, la recibo como un estímulo para mí y para mi grupo La Candelaria, y para la Corporación Colombiana de Teatro que empieza este mes la celebración de sus 50 años.

Esta medalla la dedico a las movilizaciones sociales constantes que nos están haciendo ver en las calles el nuevo país lleno de jóvenes, de canciones de vida.

Hemos estado, cacerola en mano, caminando y cantando en los conciertos, en las marchas y en los plantones gigantes. Hemos estado gritando por la muerte de los jóvenes, por el asesinato de los líderes y lideresas y de excombatientes que ya se cuentan por cientos, hemos clamado el cumplimiento de los acuerdos de paz, en contra de las reformas tributarias que nos estan ahogando con impuestos. Hemos salido a mostrar todos los malestares juntos. Y hemos estado con los estudiantes y las mujeres, que hoy por hoy son una fuerza incontenible.

Esta vez vengo a Cuba a renovar la promesa. No dejaré un solo día de mi vida de crear en el arte y en el teatro. De poetizar la vida y de luchar por las causas en las que creo.

Y creo en la gente que me rodea y me quiere. El afecto de ellos y ellas me ha sostenido en los momentos más difíciles.

Dedico esta Medalla a mi hija Catalina y a mi compañero de afectos y de lucha, el poeta y dramaturgo Carlos Satizabal, quien me acompaña y con el que tengo una larga conversación que no termina.

Creo en las causas por las que lucho y por las que jamás daré mi brazo a torcer.

Y creo con todas mis fuerzas en la paz de Colombia.

Gracias.