Palabras: habla Eduardo Hernández Santos

Maikel José Rodríguez Calviño
20/5/2020

 

La diversidad de identidades sexuales y de género, así como los conflictos inherentes a la conformación, las problemáticas y las vivencias de estas identidades, constituyen unos de los temas abordados por la fotografía contemporánea cubana desde ese insoslayable punto de giro que marcó la segunda mitad de los pasados ochenta dentro del noveno arte insular.

Sujetos gais, lésbicos y transgénero hayan reflejo en instantáneas realizadas por disímiles artistas, con múltiples puntos de vista y pertenecientes a diversas generaciones, que se han aproximado con sinceridad y desprejuicio a dinámicas existenciales, posturas vitales, visualidades e historias de vida que contribuyen a visibilizar la pluralidad sexual y apostar por su respeto. Con motivo de la actual Jornada contra la Homofobia y la Trasfobia que actualmente celebramos, vía digital, en nuestro país, La Jiribilla les propone un breve acercamiento a tres de los principales cultores del noveno arte en Cuba, interesados en dichas temáticas.

Comenzaremos con Eduardo Hernández Santos, cuyas series se han centrado casi exclusivamente en el tratamiento de los cuerpos masculinos deseantes de cuerpos similares, en los procesos de construcción identitaria de los hombres gais y en su relación con un corpus social/legal que históricamente les ha ignorado o escasamente representado.

“Sujetos gais, lésbicos y transgénero hayan reflejo en instantáneas realizadas por disímiles artistas”.
De la serie A propósito, las flores (2000). Fotos: Cortesía del autor

 

Con Homo ludens, su primera serie fotográfica, exhibida en 1993 en la Fototeca de Cuba, Hernández Santos efectuaba los primeros pasos en una trayectoria que ha recorrido con talento y pericia hasta la actualidad. Hoy, esta serie fotográfica puede parecernos anodina, e incluso asombrarnos que haya provocado tanto revuelo, pues solo muestra el torso y, en ocasiones, la cabeza de un joven. Pero en fecha tan temprana, el mero hecho de que un hombre decidiera abordar mediante la fotografía el desnudo masculino (lo cual, en rigor, no basta para considerar a estas imágenes como homoeróticas) devino piedra de escándalo. Aquí, el artista nos presenta su campo de acción simbólica predilecto: el individuo gay, cuyos conflictos habrá de abordar en varias series posteriores.

En el año 1996 aparece Objetos de deseo, una serie centrada en la figura de san Sebastián, ícono indiscutible para la comunidad LGBTIQ[1] a nivel mundial. Si bien el artista aún no refleja con claridad los procesos de construcción identitaria propios de los sujetos gais, así como sus vínculos e insatisfacciones con el corpus social al que pertenecen, Objetos… constituye otro acto de valentía al reflejar, en el contexto cubano, una imagen procedente del arte sacro, que devino símbolo gay en el siglo xix gracias a su juvenil desnudez, maniatada a una fálica columna; junto al simbolismo de las flechas penetrándole el cuerpo y la expresión de éxtasis y dolor con que usualmente ha sido figurado por diversos creadores a lo largo del tiempo.

De la serie Objeto del deseo (1996), “una serie centrada en la figura de san Sebastián,
ícono indiscutible para la comunidad LGBTIQ a nivel mundial”.

 

En 1996 aparecería Ecbatana, serie de marcada performatividad, que explora modelos anti hegemónicos de masculinidad inmersos en ambientes barrocos, teatrales u opresivos; en 1998 surgiría Fragmentos clásicos, pletórica de hombres jóvenes que interactúan en entornos arquitectónicos de La Habana, y al año siguiente, Espejismos, donde prima un interés por reflejar conflictos de identidad vinculados a lo corporal. Luego, en el 2000, realiza A propósito, las flores, serie que nunca se ha exhibido en Cuba y que muestra hombres desnudos o travestidos sujetando diversas especies de inflorescencias. El propio fotógrafo aparece entre ellos, siendo esta la única serie en que Eduardo se ha autorretratado.

Es en Objetos de deseo donde el artista introduce el fotocollage, técnica que habría de acompañarle hasta 2008. Durante una conversación sostenida recientemente, el artista me confesó que, al momento de ejecutar estas, así como gran parte de las series posteriores, solía trabajar con “bancos de cuerpos”, o sea: con colecciones de instantáneas de figuras masculinas que él recortaba, manipulaba, superponía y hacía dialogar en función de sus intereses creativos. A partir de 2002, su poética gana mayor densidad conceptual, pero sin renunciar a los collages. Así, materiales diversos (hojas secas, cuerdas, gasas, vidrios, trozos de metal) son incorporados a un amplio número de obras de gran formato. Emergen así sus tres series más significativas: Corpus fragile (2005), Strong (2008) y Palabras (2008), clara evidencia de la madurez estética alcanzada por Eduardo a lo largo de su carrera.

De la serie Strong (2005).
 

La primera, centrada en anatomías masculinas que, solas o en pareja, se transforman en pedazos de cristal, brotan de telas vaporosas, yacen amarrados entre nubes de hojarasca, ofrecen el pecho a ruedas dentadas, mudan la piel, son estigmatizados, se deshacen en manchas de óxido o intentan alzar el vuelo con alas truncas, nos remiten no a la estereotipada delicadeza (entiéndase femineidad o amaneramiento) con que las masculinidades hegemónicas identifican a los hombres gais, sino a la fragilidad de los cuerpos gais frente a procesos de construcción identitaria para los cuales no han sido preparados, máxime si tenemos en cuenta que las identidades homoeróticas se conforman a partir del rechazo a la heteronormatividad institucional. O sea, que las sociedades occidentales nos impulsan constantemente a la heterosexualidad, de tal suerte que las homosexualidades masculinas son vistas como comportamientos anómalos, periféricos, disidentes, que deben ser evitados y suprimidos a toda costa. Así, una vez el sujeto gay empieza a construir su identidad sexual, carece de herramientas conductuales que le permitan defenderla y disfrutarla a plenitud, lo cual fragiliza su posición frente a un cuerpo social, legal y cultural homofóbico y sexista, que le ha educado para cumplir con los patrones de comportamiento inherentes a las masculinidades patriarcales.

En este sentido, la serie Strong marca un giro de 180 grados, reflejado en la fortaleza de un individuo que, independientemente de las limitaciones legales y sociales que sufre a diario, se reconoce y asume una identidad con el inalienable derecho a la existencia. Aquí, las umbrosas atmósferas de Corpus fragile ceden paso a fondos gélidos, acerados; la oxidación y el degaste desaparecen bajo el fulgor de los metales bruñidos, los broches niquelados, los hilos de metal cromado y los mecanismos de relojería. No obstante, la oscuridad reaparecería tres años después en Palabras, la cual, en mi opinión, constituye la más significativa de todas las series realizadas por Hernández Santos hasta el momento.

De profundis, de la serie Palabras (2008).
 

Esta notable propuesta entremezcla cuerpos masculinos con titulares del periódico Granma en un rejuego de sentidos que discursan sobre homosexualidad masculina e identidad nacional. La impotencia de un grupo social frente a un sistema legal que carece de los mecanismos necesarios para representarlo y protegerlo, la idea de que la homosexualidad no es una opción (si lo fuese, nadie la asumiría, por la cantidad de problemas que conlleva) y el insoslayable peso de la palabra, dicha o impresa, continente del deber ser, cuentan entre las líneas discursivas de la serie, cuyo nivel de actualidad y pertinencia sorprenden diez años después de haber sido ejecutada.

En Palabras destacan tres piezas: El ciervo herido, Mi cuerpo y La masa. En la primera, el protagonista aparece atravesado por lanzas rematadas con banderas cubanas mientras, a sus pies, observamos la inscripción “Ser o no ser”; en la segunda, el protagonista, insignia nacional al pecho, cubre su sexo con ambas manos y, piernas torcidas hacia atrás, aguarda bajo un conglomerado de frases y titulares: “leales hasta el final”, “trabajar con sentido”, “¡Esto es insólito!”, “tengo legítimo derecho a decir”, “sin anquilosamientos ni esquematismos”… Por su parte, La masa nos muestra un conglomerado de cuerpos que esperan ganar individualidad y perder el anonimato legal tras la aprobación de un conjunto de leyes ideadas para representarles y defender parte de sus derechos, opción que solo ganó consistencia dentro del panorama legislativo cubano tras la redacción y discusión, en fecha muy reciente, del nuevo proyecto de Constitución. Junto a los cuerpos, las letras de la palabra “venceremos” son reorganizadas en otros vocablos o sintagmas (“se vence”, “oremos”, “veremos”, “cerremos”) que conviven con la palabra “ideas” y algunos signos de interrogación que dejan sobre el tapete más preguntas que respuestas.

De la serie Corpus fragile (2002).
 

También llaman la atención los fotocollages La caja de Pandora y La batalla. El primero nos remite al mito griego y la fatídica vasija repleta de calamidades, que Eduardo transformó en una caja abierta de la que sobresalen fragmentos de cuerpos masculinos, y en cuyo costado podemos leer la frase “¿opción o necesidad?”. Así, el artista aborda, con cierto grado de humor y sarcasmo, las consecuencias que podrían derivar de un debate abierto, a nivel gubernamental, sobre las problemáticas queer; debate impensable, y absolutamente necesario, al momento de realizarse la serie, y que aún hoy, a pesar de los cambios y transformaciones en el sistema legal de la nación y los imaginarios colectivos, provoca expresiones de rechazo, asombro o resquemor. Ante esa inamovilidad legal o gubernamental, Eduardo emplazó la batalla, igual de cáustica y humorística, que convidó a la lucha por una equidad de derechos legales que defiendan los intereses de gais y sujetos queer de nuestro país.

De la serie Homo ludens (1993).
 

El sostenido trabajo fotográfico de Hernández Santos constituye un referente insoslayable en el tratamiento fotográfico de las identidades gais en nuestro país. Sus series fotográficas han marcado un recorrido que han seguido, con mayor o menor acierto, casi siempre de manera puntual, artistas como Alejandro González, Alejandro Rodríguez y Álvaro José Brunet, entre otros.

Por el momento, concluimos. En nuestra próxima propuesta nos acercaremos a las identidades transgénero a partir de una sugerente serie fotográfica realizada por Alejandro Azcuy en 2016.

  

Nota:
 
[1] Estas siglas designan colectivamente a lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, intersexuales y queers. Las siglas han cambiado con el paso del tiempo (LGBT, LGBTI, LGBTIQ), en dependencia de los grupos o subgrupos sociales que se han incorporado con el paso del tiempo