Papá y… ¡papá!

Maikel José Rodríguez Calviño
22/8/2018

En fecha reciente llamaron poderosamente mi atención dos comentarios transmitidos en televisión y emitidos por ciudadanos con participación activa en los debates relativos al nuevo proyecto constitucional. Dichos comentarios estuvieron relacionados con la posible aprobación del matrimonio igualitario como parte de los procesos de actualización que enfrentará dentro de poco la Ley de leyes cubana. Soy incapaz de reproducirlos textualmente, así que me arrogaré el derecho de parafrasear.

Una compañera reclamaba, en caso de efectuarse dicha aprobación, "un comportamiento de las personas gays en consonancia con los principios de la Revolución". Otro señor se preguntaba, en caso de que una pareja gay pudiese adoptar un hijo, ¿a quién ese niño habría de llamar papá y a quién mamá?

Matrimonio igualitario en Cuba
 Foto: Internet
 

Planteamientos como estos develan el profundo trabajo que aún tenemos por delante en la construcción de una sociedad fundamentada en la celebración de las diversidades y no en la tolerancia a la diferencia, donde todas las facetas del comportamiento humano puedan convivir y dialogar sin demeritarse o agredirse mutuamente.

Las faltas de respeto no son privativas de homosexuales, heterosexuales o lesbianas. Las cometen tanto la travesti que intenta seducir a un heterosexual sin su consentimiento o los gays que violan las normas de conducta básicas requeridas en un espacio público; como un heterosexual normativo que golpea a su esposa a la salida de una discoteca; los desenfadados jóvenes, quienes sin remilgos ni ambages se demuestran un amor pornográfico en los bancos de un parque; o el fanático de reguetón que nos destroza los tímpanos "compartiendo" una canción donde las mujeres son tratadas como bienes de consumo adquiribles e intercambiables.

La civilidad y la decencia deben de estar presentes en las dinámicas cotidianas de todos los cubanos, más allá de sus estilos de vida u orientaciones sexuales. No deben ser practicadas exclusivamente por gays o por lesbianas, sino por todos aquellos que apuesten por el respeto y la aceptación del otro más allá de la agresividad y la violencia que nos afecta hoy en día.

Por otro lado, la paternidad y maternidad responsables no dependen exclusivamente de las maternidades y paternidades biológicas. Ser buen padre o buena madre radica en el nivel de compromiso que una persona establezca con el crecimiento físico, intelectual y espiritual de un niño. Demostrado está que tíos, abuelos, amigos y vecinos pueden ser padres de criaturas que no trajeron al mundo, y que el concepto de familia trasciende ya los estrechos límites que enmarcan la tríada mamá-papá-nené, la cual todavía reproducimos por los medios de comunicación y se ha enraizado en el imaginario colectivo de basamento heteronomativo, patriarcal y sexista.

Hace tiempo que convivimos con familias monoparentales o con otros modelos familiares donde padres y madres biológicos no siempre tienen una participación activa o constituyen una presencia constante. ¿Cuántos padres biológicos no han abandonado a sus hijos para recuperar la libertad que les "usurparía" una paternidad responsable? ¿Por qué seguimos responsabilizando a las mujeres con la misión de criar a los hijos, atender al esposo, cuidar a los enfermos? ¿Cuándo acabaremos de destronar el molesto mito de que padre es cualquiera y madre hay una sola?

En una pareja de hombres gays que hayan adoptado un niño no tiene que haber necesariamente una mamá. En todo caso, habrán dos personas dispuestas a consagrar su tiempo e intelecto para hacer de ese niño otra persona de bien, lo cual, en última instancia, es lo más importante. Las paternidades y maternidades responsables son sinónimos de compromiso, preocupación, amor, desvelos, educación. Poco importa la orientación sexual o el género de quienes las practiquen, siempre y cuando las ejerzan con dedicación y constancia.

A ello se suma el desconocimiento de estos temas por parte de los periodistas, los cuales, movidos por muy nobles intenciones, no siempre seleccionan los criterios más lúcidos para ilustrar los debates generados en un proceso que nos afecta a todos. Asimismo, el excesivo énfasis puesto en el asunto pareciera que es el único a tratar, cuando el nuevo proyecto de Constitución abarca otras problemáticas igualmente importantes, o incluso más.

La actualización de la Constitución cubana se nos revela hoy tan útil como imprescindible. Sin embargo, nuestra futura Ley de leyes será excluyente siempre que se fundamente en los términos Hombre y Mujer. Que no sea una Constitución para hombres, mujeres, niños y ancianos libres; o para heterosexuales, heteroflexibles, bisexuales, lesbianas, gays, travestis o genderqueer libres. Que sea una constitución para personas libres, con igualdad de derechos y oportunidades, con las mismas responsabilidades ante la paternidad y la maternidad planificadas e igual índice de civilidad en sus comportamientos públicos.

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