Como sabemos, una de las prioridades de nuestra política cultural ha sido la de preservar y difundir el patrimonio material e inmaterial de la Nación como forma de expresión de nuestra identidad; muy específicamente nos referimos a la gestión de los procesos identitarios y la salvaguardia de los valores de la cultura popular tradicional que se generan en las comunidades cubanas, logrado, por décadas, a través del concurso de instituciones, agentes culturales, integrantes de la comunidad académica, decisores y, por supuesto, de quienes consideramos protagonistas de cada uno de estos elementos: los cultores o portadores de tradiciones. Por otro lado, otra de las prioridades en este sentido resulta el propiciar la participación activa y consciente de los ciudadanos en los procesos culturales, como vías para satisfacer las necesidades espirituales, de recreación y la capacidad para apreciar el arte, promover la lectura y enriquecer la vida cultural de la población a través del fortalecimiento del trabajo cultural comunitario, sin duda dos ejes que potencian la cultura en cualquier escenario donde se pretenda el bienestar social.

Los Hogares Cucalambé, del municipio Perico, donde cada familia de la comunidad pone el suyo en función de promulgar el verso oral improvisado y las tonadas en toda su magnitud.

Varios han sido los procesos con los que llevamos a cabo dicha gestión, prevaleciendo la identificación, mediante la confección de los inventarios de los elementos en contextos comunitarios, también la promulgación, vista desde la visibilidad y promoción de los sellos identitarios y sus portadores a través de los medios de comunicación y la programación cultural, mientras la investigación de tipo endógena y colectiva es la sugerida en este caso, con el objetivo de una mayor viabilidad y salvaguardia para así devolverle a las comunidades sus tradiciones en peligro o desaparecidas y, finalmente, la estimulación como parte de dicha gestión.

Precisamente a la estimulación como proceso necesario e imprescindible, tanto para la gestión en la salvaguardia del Patrimonio Cultural Vivo como para el fortalecimiento de la vida cultural de las comunidades a través del trabajo comunitario, se debe, con mérito suficiente, la instauración del Premio Nacional de Cultura Comunitaria y el Premio Nacional Memoria Viva, auspiciados por el Consejo Nacional de Casas de Cultura y el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, respectivamente, ambas instituciones pertenecientes al Ministerio de Cultura de Cuba. A ellos está dedicada esta reflexión.

En el caso del Premio Nacional Memoria Viva, auspiciado por el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y que se convoca anualmente, tuvo sus inicios en el año 1994 cuando le fue entregado, en aquella primera edición, solamente al grupo La Cinta, del Central Baraguá, en la provincia de Ciego de Ávila, en la categoría de Preservación de tradiciones, y a Efraín Amador como Personalidad. Se concede por una destacada labor de revitalización cultural y viabilidad de géneros de la cultura popular tradicional cubana; así como a personas, familias y grupos considerados portadores de dichas expresiones, y a colectivos artísticos no profesionales de reconocida trayectoria en el contexto local, nacional o internacional, cuyas proyecciones artísticas reflejen un meritorio trabajo de salvaguarda de dichas manifestaciones.

A la estimulación como proceso necesario e imprescindible, tanto para la gestión en la salvaguardia del Patrimonio Cultural Vivo como para el fortalecimiento de la vida cultural de las comunidades a través del trabajo comunitario, se debe la instauración del Premio Nacional de Cultura Comunitaria y el Premio Nacional Memoria Viva, auspiciados por el Consejo Nacional de Casas de Cultura y el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.

En esta edición del 2022 el Premio recayó, en la categoría de Preservación de Tradiciones, en: la familia Barreto Izquierdo; las Parrandas de Sagua La Chica; la familia Rivero (tejedores de guaniquiqui de ascendencia filipina); la Conga Paso Firme; el Paseo de Ercilio García; la familia Arafet (vinateros); y la tradición de San Juan Bautista en el poblado de Torriente. Mientras, en la categoría de Personalidades resultaron laureados: Andrea Borges Rodríguez (ceramista); Víctor Alegría (diseñador y proyectista en las parrandas); Pablo López de la Paz (portador de expresiones danzarias tradicionales); Carlos Villalba (estilista, cosmetólogo y artesano vinculado a las Parrandas); Elena María Obregón Navarro (narradora oral y artesana); Primitivo Rodríguez (narrador oral); Augusto César Mazorra Bello (artesano y capero); Wilfredo Luque Lahera (amolador); Alfredo Monroy Puente (ceramista); Georgina Soler Beses (cuentera popular); Elia Campos Campos (artesana y productora del aceite del corojo); Flora Vera Despaigne (artesana, directora de la comparsa Los Muñecones); Julio García Lay (director del grupo portador músico-danzario de ascendencia franco haitiana La Caridad); Jorge Luis Santos (portador de expresiones danzarias tradicionales vinculado al carnaval santiaguero y la comparsa Los Textileritos); Natividad Calderón Fiallo (directora del grupo músico-danzario Echú Alabbony); Eddy Candelaria Miranda Vega (voz líder y directora del grupo portador músico-danzario Raíces Soneras); Clara Ramírez Martínez (decimista); Idenia Vázquez Rosabal (creadora del grupo de música tradicional campesina Orígenes); Elsie Estrada García (artesana); Victoria Prado Galarraga (narradora oral e integrante del grupo portador Iyaguaré Ochún); Raydel López López (repentista); Noelia Llanio Santana (artesana textil); Omaira Scott Alfaro (cultora de la culinaria tradicional y la farmacopea popular); además, en la categoría de Proyección artística distinguió al grupo danzario Explosión Morena y a la agrupación Sonido Nuevo. Según el jurado de la cita, se tuvo en cuenta la práctica ininterrumpida en la proyección artística de manifestaciones tradicionales propias de las comunidades que representan.

Sin duda, el premio se convierte cada año en un espacio donde confluyen los portadores de tradiciones en su rol protagónico, acompañados por sus más fieles gestores y seguidores quienes, cada mañana, se levantan para compartir sus conocimientos culturales, sus saberes ancestrales, sus alegrías y también sus preocupaciones y problemas. Constituye por sí mismo la transformación antropológica resultado de un trabajo científico que, por sus características, adquiere importancia social, científica, artística, cultural o económica en la vida de la comunidad donde se desarrolla y que, por su proyección y trascendencia como hecho cultural, repercute en el ámbito nacional e internacional. Los procesos de salvaguardia y viabilidad de la expresión deberán quedar demostrados con la vigencia de la manifestación o género en cuestión, mientras las agrupaciones del movimiento de artistas aficionados de las casas de cultura que cultivan géneros de temas tradicionales también encuentran oportunidad de ser estimuladas a través del apartado de Proyección artística; por supuesto, debe demostrar que se trata de una manifestación o género del quehacer cultural popular tradicional cuyo resultado parte de una indagación o del conocimiento de sus elementos formales y conceptuales sin desvirtuar su esencia o núcleo central, con un sentido de marcada periodicidad sin ruptura y con ciertos alcances artísticos significativos en el orden tradicional, así como de trascendencia comunitaria.

Mientras, el Premio Nacional de Cultura Comunitaria es otorgado por el Consejo Nacional de Casas de Cultura de forma bienal en el contexto de la Jornada por el día de la Cultura Cubana, y se convoca en las categorías de Personalidad, Proyecto Artístico-sociocultural y Agrupación-Institución.

Mientras, el Premio Nacional de Cultura Comunitaria es otorgado por el Consejo Nacional de Casas de Cultura de forma bienal en el contexto de la Jornada por el día de la Cultura Cubana, y se convoca en las categorías de Personalidad, Proyecto Artístico-sociocultural y Agrupación-Institución. En todos los casos a partir de una trayectoria destacada en el quehacer comunitario, la contribución al desarrollo humano individual y colectivo y, sobre todo, a la transformación de la calidad de vida de personas, grupos y comunidades. Se tiene en cuenta fundamentalmente el impacto social en la comunidad de las acciones que se realizan.

Haciendo historia, su primera edición se convocó cinco años más tarde que el Premio Memoria Viva, o sea, en 1999, si bien en sus inicios era anual, en la actualidad es bienal, eso sí, siempre con representación de todas las provincias del país. Tanto en una categoría como en otra se visualiza la contribución que desde la cultura se puede realizar a la transformación de estilos de vida, conductas y formas de pensamiento ajenos al proyecto social que defendemos.

Lo cierto es que los resultados del Premio Nacional de Cultura Comunitaria han demostrado su eficacia en la estimulación de la creación artística y literaria de la población, el enriquecimiento del patrimonio cultural y en la defensa de nuestras raíces de identidad nacional, a la vez que ha contribuido a elevar la calidad de vida de las comunidades.

Como dato interesante está el que muchas de nuestras agrupaciones portadoras de la cultura cubana presentan en su vitrina ambos lauros nacionales; entre otros: los bandos Rojo y Azul de Majagua, en Ciego de Ávila; las agrupaciones de estirpe franco-haitiana Caidije, de Camagüey, Petit Dancé de Las Tunas, Naggó, de Primero de Enero en Ciego de Ávila, así como las tumba francesas La Caridad, de Santiago de Cuba, La Pompadour, de Guantánamo y la de Bejuco, en Holguín. También cuentan con los dos premios: la fiesta del Tambor Yuca, en Pinar del Río; la Danza Isleña de Pozas, del municipio Cabaiguán en la provincia de Sancti Spíritus; el grupo portador de tradiciones Obakosó, de Palmira, en Cienfuegos; el grupo portador de tradiciones Magino Arará, en Bahía Honda, Artemisa; y el Cabildo Kunalungo San Francisco de Asís, de Sagua la Grande, en la provincia de Villa Clara.

Lo cierto es que los resultados del Premio Nacional de Cultura Comunitaria han demostrado su eficacia en la estimulación de la creación artística y literaria de la población, el enriquecimiento del patrimonio cultural y en la defensa de nuestras raíces de identidad nacional, a la vez que ha contribuido a elevar la calidad de vida de las comunidades.

He dejado para el final la coincidencia en el otorgamiento de los tres premios de Cultura Comunitaria de este año, los que, además de tener relación con elementos y manifestaciones de la Cultura Popular Tradicional, también tienen en su aval el Premio Nacional Memoria Viva:

En el caso de Luis Cordero Peguero, promotor cultural de la Casa Naborí, de Limonar, caracterizado por sus acuciosos estudios relacionados con el punto cubano, sobre todo de la zona matancera, fundador de la experiencia de los Hogares Cucalambé del municipio Perico, donde cada familia de la comunidad pone el suyo a su disposición para promulgar el verso oral improvisado y las tonadas en toda su magnitud. Cómo olvidar cuando visitábamos a Cordero y nos sacaba no sé cuántas anotaciones y recopilaciones relacionadas con historias de vida de exponentes del repentismo, así como de momentos excepcionales protagonizados con la décima en toda su magnitud y forma de expresión.

Por su parte el grupo portador 1802, de Bahía Honda en la provincia de Artemisa, ganador del Premio en la categoría Agrupación–Institución, se caracteriza por su sentido de resistencia cultural y perdurabilidad, de estirpe osha, ha cultivado el legado africano por cientos de años, manteniendo sus riquezas culturales: cantos, toques, bailes, culinaria, entre otros. En la actualidad organizan un evento donde anualmente invitan a infinidad de agrupaciones tradicionales y donde se realiza un coloquio dedicado a la influencia de la cultura africana en Cuba.

En el caso del Proyecto Quisicuaba, acreedor del lauro en la categoría de Proyecto Comunitario, se ha convertido en un referente obligado cuando de trabajo sociocultural y procesos de inclusión se trata; su devenir comenzó durante la época colonial, cuando se asentaron negros horros libres kissi, procedentes de la cuenca sur de Angola, quienes poblaron el área de lo que es hoy el barrio de Los Sitios, pues estos trajeron desde sus lejanas tierras sus hábitos, costumbres, tradiciones y ritos religiosos. Este proceso contribuyó en la formación de la cultura de este territorio. Algunas maneras de actuar y de pensar de sus actuales habitantes tienen sus raíces históricas en ese precedente, quizás por eso se explique que los cultos de estirpe yoruba y abakuá tengan tanta fuerza en la localidad. Además, los kissi se organizaron en los caseríos llamados por ellos cuabal. La misión histórica del cabildo se mantiene hoy vigente con el perfeccionamiento diario del Proyecto Sociocultural Comunitario Quisicuaba.

En el caso del Proyecto Quisicuaba, acreedor del lauro en la categoría de Proyecto Comunitario, se ha convertido en un referente obligado cuando de trabajo sociocultural y procesos de inclusión se trata.

El fortalecimiento de la participación responsable de la comunidad en los aspectos relacionados con la salud, la educación, la autorresponsabilidad, los valores y la identidad que, de conjunto con los diferentes sectores, sustentan un desarrollo local sostenible, así como la promoción del patrimonio cultural de la comunidad de Los Sitios, la promulgación de la historia de la localidad, optimizando la gestión del potencial humano según su incorporación voluntaria, selección, capacitación y evaluación del mismo han sido, por mucho, los principales objetivos del proyecto. Lo cierto es que ha historia de la localidad y el devenir del municipio Centro Habana hicieron posible la fundamentación del Proyecto.

Todo en la vida social se manifiesta y reproduce mediante la actividad humana. Por esta razón, el proceso de desarrollo social se manifiesta a través de esa actividad. En este sentido, la historia, la herencia, las tradiciones, las costumbres familiares, las ceremonias de grupos, el capital cultural y humano de los grupos inmediatos hace posible hablar de la comunidad y, consciente del desarrollo social, de instrumentos y medios, sin dejar de admitir que las condiciones históricas concretas en las que el proceso transcurre matizan e influyen en la transformación de las realidades de la comunidad.

Esto demuestra el potencial con que se cuenta para reconocer y estimular los valores identitarios y sus cultores como parte indisoluble de la cultura cubana; han sido el Premio Nacional Memoria Viva y el Premio Nacional de Cultura Comunitaria los mayores espacios para hacer vibrar las fibras de cientos de corazones que se encuentran en esos pequeños espacios; premios que avalan la autenticidad de tantos esfuerzos por mantener vivas las tradiciones, muchas de ellas centenarias y hasta bicentenarias. El alcance de estos premios estimula también a investigadores y gestores que se destacan en el desempeño de salvaguardar nuestros valores tradicionales y raigales en las comunidades cubanas, lo que significa fortalecer nuestras raíces en bien de la cultura cubana.

Solo nos queda felicitar, en nombre del Consejo Nacional de Casas de Cultura y de la Cultura cubana, a todos los premiados, tanto los del Premio Memoria Viva como los de Cultura Comunitaria. ¡Enhorabuena!

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