Recientemente recibí un mensaje de Rodulfo Vaillant, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Santiago de Cuba, donde me expresaba: “He estado pensando en sugerirte que hagas un trabajo sobre Marcelino Arozarena. Este poeta está relegado a la zona del olvido”. No le dije al amigo que hacía poco tiempo me había comunicado con su hija, Georgina Arozarena Himely, para conversar acerca de Salvador García Agüero, el hombre que había preparado a Marcelino para su ingreso en la Escuela Normal de Maestros de La Habana. Tampoco le dije que Georgina piensa que mientras alguien lo recuerde, su padre no está olvidado.

Ahora bien, ¿quién es el poeta por el que se interesa el músico compositor? De él nuestro Poeta Nacional Nicolás Guillén llegaría a escribir en una dedicatoria: “Para Marcelino Arozarena, que sería mi poeta preferido si no existiera su amigo, Nicolás”.

“Intento cantar desde negro, pero con la porción de voz que nos toca en el canto universal”. Imagen: “Dormida” (1995), Belkis Ayón/ Tomada del sitio web de Galería Villa Manuela

El día que se escriba el inventario de los cubanos sobresalientes en la lucha contra el racismo y la discriminación racial en Cuba, el nombre de Marcelino Arozarena no podrá faltar. Según Martínez Furé, él asumió esa lucha en los momentos en que más virulento era el racismo en nuestro país y eran pocos los dispuestos a denunciarlo.

Fue maestro, poeta, escritor y uno de los iniciadores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Unión de Periodistas de Cuba. En la década del 30, junto a un grupo de prestigiosos intelectuales encabezados por Fernando Ortiz, participó en la creación de la Sociedad de Estudios Afrocubanos.

Es considerado uno de los más destacados representantes de la llamada poesía afrocubana, aunque fue más que eso. En su poesía social le canta a sus raíces, al antirracismo, a los humildes, a su clase. Ahí está su poema “Canción del estudiante pobre”, publicado en el primer número de la revista Polémica de la Universidad de La Habana, por decisión del Consejo de Redacción, entre los que figuraban José Antonio Portuondo, Pablo de la Torriente Brau, Raúl Roa García y Ramiro Valdés Daussa.

“Es considerado uno de los más destacados representantes de la llamada poesía afrocubana”

De Marcelino se ha dicho que la raíz africana le llega por dos vías: una empírica, por sus antepasados lucumíes y el micromundo del solar, donde nació; y otra académica, ya que fue estudioso del tema y mantuvo relaciones con investigadores reconocidos como José Luciano Franco, Argeliers León, Pedro Deschamps, Israel Moliner e Isaac Barrial, entre otros.

Nació el 13 de marzo de 1912 en una edificación de madera donde vivían varias familias. Fueron sus padres Marcelino, albañil, y Ramona, empleada doméstica. Tuvieron siete hijos, de los cuales el poeta fue el mayor. 

Dicen los que lo conocieron que no fumaba ni bebía; era ecuánime, persistente, honesto, muy sensible, jovial, receptivo, modesto y enemigo de la lisonja. En una ocasión, cuando le pidieron que se clasificara como escritor, con su peculiar sentido del humor respondió: “Me considero un técnico medio en prosa y verso”.

Desde niño interioriza el ideario martiano y asume desde su temprana adolescencia la ideología marxista. Una temática recurrente en la obra de Arozarena es el tópico negro, sin caer en el negrismo superfluo; su pensamiento es integral. En el prólogo de su primer poemario aclara: “Intento cantar desde negro, pero con la porción de voz que nos toca en el canto universal”.

“En él distinguimos que no asume esta temática en sentido contemplativo, sino que casi siempre subordina tema, cantos, ritmos, danza, al mensaje. Su máxima aspiración (explica el poeta) era que esas ideas que contenían sus poemas comenzaran a circular de tal modo que quedaran incorporadas a nuestra poesía. Que se hablara con la misma naturalidad de Changó que de Apolo; de Yemayá que de Venus. Que esos asuntos que se exponían y criticaban cuando el caso lo requería, no fueran ‘cosas de negros’ como se decía entonces en forma despectiva, y comenzaran a sentirse como cosas de cubanos. Marcelino pretendía que se pudiera poetizar sin espanto ni burla tanto del pelo crespo, los labios gruesos y la nariz chata, como de los cabellos rubios, la boca diminuta y el perfil ‘griego’”.[1]

“Una temática recurrente en la obra de Arozarena es el tópico negro, sin caer en el negrismo superfluo”. Imagen: “Sikán” (1991), Belkis Ayón/ Tomada del sitio web de Galería Villa Manuela

Janheinz Jahn, excelente africanólogo alemán, expresa en su obra Muntu: las culturas neoafricanas: “Del mismo modo que Robert Burns derivó su arte del folclor escocés, y así como en Alemania Wilhelm Müller, Eichendorff y Heine dieron forma a la canción popular hasta convertirla en canción artística, así Nicolás Guillén, Emilio Ballagas y Marcelino Arozarena elevaron a una validez universal el folklore cubano”.[2]

Uno de los últimos poemas de Arozarena, “Bembeseando”, fue dado a conocer por Marcelino en 1992, durante un acto por sus 80 años. Cuenta su hija Georgina: “A espaldas de mi padre, fui a ver al poeta Waldo Leyva, que estaba al frente de la Asociación de Escritores de la UNEAC, para recordarle el aniversario 80. Me prometió que se ocuparía, y así lo hizo. El compañero que atendía las Relaciones Internacionales se asombró de la cantidad de personas que acudieron a saludar al octogenario. Se acostumbra que el homenajeado hable, y él nos sorprendió a todos con este fresco e ingenioso poema”.[3]

A continuación, un fragmento:

“Bembeseando”

Bem

be

que yo quiero ver

también

aunque me suena en la sien tu patinar sobre arena.

Por mi vena arde febril

tu sonar

y es lo que me hace temblar.

(…) ¡Entre Ud.!

Como es un bembé profano

suelte Obbatalá sus manos blancas palomas.

Suelte Papá Ogún sus hierros y sus perros Babalú.

No venga Osain El Cojo ni su medicina verde

que el que se encuentra se pierde,

se haga bueno el mal-de-ojo,

los rezos se vuelvan risas,

se anima el Ánima Sola,

Yemayá no tenga prisa con sus olas,

envolventes

y Eleguá invente una tregua que recoja los caminos.

¿Ud. sabe?

Llegamos al punto clave:

Eleguá tiene la llave para que rompa el Bembé.

De Marcelino Arozarena Ramos queda mucho aún por decir, pero ya vendrán otros momentos y volveremos a hablar.


Notas:
[1] Georgina Arozarena Himely: “Marcelino Arozarena: Griot del Caribe”, Afro-Hispanic Review, Tennessee, vol.31, no. 1 (primavera de 2012), pp. 233-252.
[2] Janheinz Jahn: Muntu: las culturas neoafricanas, Fondo de Cultura Económica, México, 1963.
[3] Georgina Arozarena Himely: ob.cit.