La Biblioteca Nacional José Martí, alma máter de la literatura cubana, acoge desde este jueves en su seno a la Oficina de Investigación y Promoción Cultural Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí.

Era una deuda con el cantor de la Revolución Cubana y con el juglar más conspicuo y prominente de nuestro país. El Indio Naborí, como él mismo se hizo llamar desde la temprana edad de 17 años, fue un prolífico poeta e improvisador, de lo más acabado de la espinela y contemporáneo de otro grande del repentismo, su amigo Ángel Valiente. Sin pudor, sin la más mínima actitud vergonzante, sino todo lo contrario, Naborí encarnó lo más alto de la décima cubana que engalanó un siglo atrás Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé.

El Inidio Naborí junto a Raúl Ferrer.

Nació hace justamente 95 años en la periferia de La Habana, en el pintoresco San Miguel del Padrón, donde a pesar de la cercanía con la capital florece el coralillo y la verdolaga y canta el sinsonte como si estuviera posado en un almácigo de la Sierra Maestra.

Los escritores cubanos tenemos que sentir un gran júbilo con la inauguración de esta oficina, que deberá ser un centro de investigación de lo mejor de la poesía cubana y un laboratorio de ideas en el cual estamos inmersos todos  en defensa de ese ajiaco con el que Fernando Ortiz quiso definir metafóricamente la cubanía.

Este no solo será un sitio de encuentro con lo mejor de la poesía agraria y campesina, sino con la poesía grande, la verdadera, la que no tiene bridas ni es tendenciosa, sino simplemente la poesía, la que da el poder de ungir, la que es arpa y salterio como dijo Martí. Jesús Orta Ruiz saltó sobre la varilla del Cucalambé y la de sus contemporáneos para experimentar con grandeza el verso libre, el mal llamado culto, que es a su vez desafiante y retador. El Indio, gentil amigo, delicado y sagaz, aunque siempre en la dimensión estética más pura, fue también un poeta de culto. Un intelectual de profunda talla y hondo calado como pensador. Símbolo perfecto de lo culto y lo popular, de lo clásico y lo moderno, su libro de mayor impacto, sorpresa para quienes solo reconocían la vertiente métrica de su rico cauce fue Entre y perdone usted, joya de la poesía coloquial contemporánea de la Isla.

No podemos olvidar tampoco su labor periodística, sus reflexiones oportunas en circunstancias críticas, sus artículos sobre José Martí y Carlos Manuel de Céspedes, entre otros, y su vocación de periodista de linotipo y noches de insomnio en las redacciones de nuestros periódicos y revistas más importantes.

Premiado en vida con la Orden Félix Varela de Primer Grado, la de Héroe del Trabajo de la República de Cuba y el Premio Nacional de Literatura, el Indio Naborí, autor de la elegíaca Mañana de la Santa Ana y la Marcha Triunfal del Ejército Rebelde, entre otras, tiene desde hoy un nuevo nicho de trabajo virtuoso al cuidado de su hijo, el escritor y cineasta Fidel Antonio Orta, en esta institución. A tiempo la justicia enaltece el valor y desde aquí se podrá perpetuar su memoria y la memoria de otros que como él han abonado con su obra el suelo de la Patria.  

Tomado de Granma