Para que la gente nos crea

Yunier Riquenes García
12/10/2017

De un lado a otro de la Isla las he visto de diferentes formas: rotuladas en cartulinas al frente de una Casa de Cultura, o en un centro cultural. En grandes pizarras escritas a tiza, incluso en carbón. Las he visto en telas y sacos, en hojas pegadas hasta formar un cuadro de grandes dimensiones. Incluso pegadas en postes eléctricos.

También están en la prensa nacional, en boletines o suplementos. Las he escuchado por algunas emisoras de radio, las he visto por la televisión, y ahora se pueden ver en las redes sociales, por correo electrónico, o en algunos sitios digitales, otras llegan sin buscarlas a nuestros celulares. En ciudades como La Habana y Santiago de Cuba algunas se posicionan en las principales avenidas en tótems digitales o pantallas gigantes.  

Ahora que la comunicación se ha transformado con las nuevas tecnologías sería bueno echar una mirada a las formas de hacer llegar el mensaje y promocionar las actividades culturales.

Tres preguntas podemos hacernos: ¿Por qué vía llegan las carteleras culturales a su público? ¿Llegan en tiempo? ¿Invitan a leerlas? 

Las carteleras culturales, los hechos artísticos vienen y van, muchas veces, sin solicitarlos. Se abren o cierran paso a sí mismos.

Para reflexionar acerca de este fenómeno conversé con un informático, que monitorea desde hace mucho tiempo diversos sitios digitales de la cultura en Cuba. Se llama Naskicet Domínguez Pérez, y es uno de los coordinadores de Claustrofobias Promociones Literarias. Se graduó de matemática y computación, pero además suma a su oficio diversos cursos de marketing y diseño gráfico. 

No hay continuidad ni seguimiento de las informaciones…

Las carteleras hoy no son utilizadas adecuadamente, aunque existen en diversos medios, tanto en soportes tradicionales, como en nuevos medios de comunicación que han surgido.


Es preciso desarrollar más las formas de promoción a las acciones culturales en Cuba.
 

Por ejemplo, las redes sociales no tienen un buen aprovechamiento, excepto programas radiales como Haciendo Radio, y la emisora Radio Reloj que publican constantemente. No hay un seguimiento de la información. Los espacios no son fijos y eso hace que los ciudadanos no puedan seguir a un artista, una actividad.

Ha llegado una nueva forma de hacer y vivir el periodismo. Hay que comunicar de otra manera en las redes sociales, atemperarse a ese lenguaje, al lenguaje que identifique y provoque. Ya está la generación del milleniun, que nació con la tecnología en la mano. Esas personas tienen una forma de lectura muy diferente. Hay que conocer la ingeniería de Facebook, Twitter e Instagram, la unión de todo eso podría llevar a una buena promoción cultural.

Una plataforma cubana…

Cuba tiene en su plataforma a la Papeleta, de Cubarte. Aunque se promueve, la gente no llega a conocerla, no llega a ser lo suficientemente atractiva.

Los cubanos no quieren Intranet porque desconocen lo que hay en ella. Muchos están aferrados a la idea de Facebook, y si no pueden acceder a esta red hegemónica, abandonan la navegación. Sin embargo, mediante la Intranet a través del punto cu, se puede acceder a carteleras efectivas, desde donde se reciben mensajes por correos electrónicos, SMS, pero la falta de seguimiento y constancia, de veracidad en la información, los cambios de programación a última hora, hacen que las personas dejen de seguir los diferentes espacios.

Celulares

La empresa cubana Desoft desarrolló una buena plataforma para este soporte, que permite distribuir titulares. Lo han explotado Cubadebate, Granma y Prensa Latina, enviando cuatro noticias diarias, pero eso no ocurre con la programación cultural, que sería una manera de que los jóvenes pudieran recibir mucha información de este carácter.

Han existido buenos intentos y, por ejemplo, el turismo te da la opción de inscribirte gratuitamente, pero en 2016 solamente recibí dos invitaciones a ferias, que además se estaban realizando en La Habana y yo vivo en Santiago de Cuba.

Programación y monitoreo

Hay que comenzar diciendo que la Intranet cubana está muy deprimida. Y al estar así, es muy difícil encontrar sitios web de actualización diaria, minuto a minuto si es posible, y ocurre además que el portal de las instituciones no tiene una coherencia a la hora de publicar sus contenidos. Están más vinculados a lo directamente político que a la misma institución y programación cultural, como si la cultura no fuera política, ideología, nación.  

Puedo mencionar casos al azar y todos tendrán este mismo denominador. Cuando entras a canales de radio y televisión, te enteras más del ámbito político del país y el mundo que de la misma programación de esos canales. Se supone que allí vas a conocer los reportajes, los periodistas, los programas y sus contenidos, pero no es así.

Todos los sitios web cubanos se parecen, son espejos y reflejos unos de otros, y eso no motiva a nadie. Cuando entras a uno, ya entraste a todos, formalmente hablando, y súmale a eso que casi siempre tienen la misma información. Pareciera que responden a una directiva: deben poner un banner así, de esta manera, y debajo la columna tal o más cual. Eso provoca que la gente rechace la Intranet cubana con el argumento, nada descabellado, de que, si entro a un portal, puedo ver que todos son iguales.

¿Carteleras culturales?

No existen en la mayoría de los portales, ni en los de radio y televisión. Incluso cuando vas a ver la cartelera de la televisión cubana, chocas con todo lo descrito. Hay que agregar que no son atractivas, en primer lugar, porque vienen de la web 1.0, ni siquiera han migrado al 2.0 que es más interactivo.

Aquí se gana los méritos el colectivo del periódico Juventud Rebelde, que ha ido migrando poco a poco y ofrece información valiosa. Lo mismo ocurre con Cubadebate. Son dos portales que están en el día a día, al igual que Radio Reloj, que brinda información constantemente, pese al escaso atractivo de su diseño.

Los sitios muchas veces son conducidos por informáticos que poco tienen que ver con la comunicación y eso influye negativamente en el diseño de los contenidos. Por otro lado, hay sitios que solo se actualizan cada seis meses o una vez al año.   

Las carteleras cubanas…

Lo lógico sería que hubiese un mega portal en el municipio y la provincia, que agrupe todos los hechos culturales por manifestaciones. El espacio existe. Cada dirección provincial de cultura tiene ese espacio, cada municipio y cada institución posee un portal, pero en la gran mayoría no responden a esta sinergia. Aquí sucede algo que había comentado anteriormente. En lugar de anunciar lo que ocurrirá, se coloca información de lo que ya sucedió o incluso de lo que sucederá, pero en formato de artículo, no como programación. A veces está ocurriendo un festival importante y no encuentras el programa en soporte digital. Siento que no hay un colectivo dedicado a la web y quizá se subvalore el uso de esta herramienta.

O en el caso mío, que me vinculo sobre todo con la literatura, entiendo que cuando llega la Feria del Libro, lo más lógico es que publique información sobre lo que va a suceder, pero no ocurre así en nuestro ámbito. ¿Qué hace el cubano, por lo general? Espera que termine el evento para subir las fotos, una tras otra. Pero eso no es eficaz en absoluto. Después que pasó el evento, la gente no puede asistir.

Otras veces, en la programación o las carteleras, se anuncia el Festival del Corojo, de tal día a tal día, pero el internauta necesita saber de qué va el Festival del Corojo, dónde será, quiénes participarán y con qué propuestas específicas. Se convoca epidérmicamente, dicho en otras palabras.

Las pantallas digitales…

Desde diciembre de 2016 Santiago de Cuba tiene grandes pantallas digitales que se colocaron en la ciudad. Es una tecnología nueva, que llegó sin manual de explotación y tuvimos la suerte de que nos las asignaran, lo que a su vez nos obligó a descubrir, poco a poco, cómo se trabaja con ellas.


Imágenes diseñadas para las pantallas promocionales de calle Enramada, Santiago de Cuba.
Foto: cortesía del autor
 

Las personas no la ven como un soporte publicitario, la ven como diversión y exigen películas y videoclips y no falta el decisor que quiere lo mismo y pretende imponer materiales audiovisuales no relacionados con las carteleras culturales de las instituciones.

La experiencia de Santiago se ha basado, por tanto, en articular un ejercicio de retroalimentación con las personas, de modo que estos soportes se conviertan en un canal diario, con el cual las personas choquen desde que se levantan y reciban siempre información inmediata de lo que ocurrirá, buscando que la gente, en primer lugar, se entere de lo que hay.

Que la gente te mire y no te abandone

Buscamos que en las pantallas el diseño sea atractivo, que llame la atención, por eso le damos movimiento a la información que se publica. En una primera etapa solo se ponía fotografía, luego se colocaban spots y ahora la programación se divide en bloques y se añaden cintillos en bordes superiores e inferiores con información e invitación al transeúnte, para que participe y nos retroalimente.

Aunque a algunos les choque la palabra publicidad, estas pantallas llegan para eso. Son además para añadirle a nuestras ciudades un nuevo canal público, una televisión comunitaria de nuevo tipo. En las pantallas, que te permiten trabajar durante las 24 horas del día, se pone la programación, junto con mensajes de bien público. Trabajamos los mensajes de acuerdo con el horario del día y la composición del público que a cada hora circula por la ciudad. Todo eso se piensa en equipo, considerando las peculiaridades y especificidades de Santiago de Cuba. No es lo mismo una invitación para una actividad infantil, que un concierto en el teatro Heredia. La comunicación es un reto diario.

A veces conseguir la programación es difícil, y más aún es conseguir la información a tiempo, pero es el único modo de ser efectivos en el diseño y en la promoción. Son muchos los retos, por eso, semana tras semana, vamos cambiando el diseño, para que la gente nos mire, nos crea y no nos abandone.

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