Patriotismo es amor: metáfora central de la movilización martiana

José Ángel Téllez Villalón
28/1/2021

José Martí, mediante una intensa estrategia comunicacional, consiguió la identificación y el compromiso de una amplia y heterogénea masa de cubanos con la solución independentista y con su proyecto de república: programa emancipador que fue también de ruptura con los marcos conceptuales del dominador, de superación del espíritu colonial y de su lógica, capaz de crear una nueva cultura y nuevos marcos de significación. Con tal propósito activó razones y emociones que articuló, como relojero, en una nueva gramática política, la del amor.

 
 “El patriotismo es amor” es una de las metáforas más recurrentes en la obra martiana.
Foto: Obra de Kamyl Bullaudy, cortesía del artista
 

“El patriotismo es amor” se cuenta  entre las metáforas conceptuales  más recurrentes en sus discursos movilizativos; con las que socializó su interpretación de la realidad, y la alineó con las interpretaciones individuales de los participantes en el movimiento independentista del ’95.   Aun cuando llamaba a la guerra, fue esta la base de muchas expresiones metafóricas. Articuladas en dos sentidos, como analogía del sentimiento que une a dos seres humanos y como contraposición al odio.

En el primer sentido, se manifiesta como amor entre los cubanos “enteros”, como el sentimiento que brinda Martí a sus hermanos y el que recibe de ellos “De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo”, convoca en su primer discurso en Tampa. “Se ama tiernamente, aun cuando se les vean las manos en el crimen, a los que la (patria) pusieron un día en la libertad, por aquella causa misma de que veamos con horror a los que contribuyen, por la flojedad de su corazón, o la golosina del buen vivir, al envilecimiento de su pueblo” —alecciona durante el homenaje que le hacen los emigrados a su entrañable amigo Fermín Valdés

“Fue que un pueblo en que el exceso de odio ha hecho más viva que en pueblo alguno la necesidad del amor, entiende y proclama que por el amor, sincero y continuo, han de resolverse, y si no, no se han de resolver,—los problemas que ha anudado el odio”- discursa en febrero de 1892, frente a los emigrados cubanos, en Nueva York, después de  su intensa gira por Tampa y Cayo hueso. Nótese, no solo la identificación de los independentistas con el amor, sino también la responsabilidad que le asigna Martí al régimen colonial, y al orden social impuesto, como generador de odio.

Los sustantivos más frecuentes en los discursos movilizativos de Martí, entre 1891 y 1895, están relacionados con la construcción de la identidad de los actores revolucionarios: patria, cubanos, pueblo, corazón, alma, país y Cuba. Todos ellos. identifican al “nosotros” del movimiento independentista, su autoimagen, estrechamente vinculada con el patriotismo. Llama la atención, cuando se tratan de discursos políticos, la recurrencia de términos como corazón  y alma [D1] . Sin embargo, un análisis más profundo de este dato, aporta no pocas luces sobre cómo el organizador de la guerra necesaria diagnosticó y significó la realidad contextual y cómo comprometió con la solución independentista a tan heterogéneos actores.

 Al explorar los enunciados donde se cita “corazón”, encontramos apareamientos como: “corazón cubano”,  “corazón del país”, es decir como símbolo del país o de los actores; así también, “nuestro corazón”,  “mi corazón” y de “corazón a corazón”, aludiendo a los independentistas, a Martí y a los emigrados cubanos. De manera similar sucede con “alma” que se menciona como “alma cubana”, o como “alma de la patria”, “alma de Cuba”, “alma de nuestro país”, alma criolla y “alma de dicha patriótica” para simbolizar la nación o a la sociedad cubana; o como “mi alma” y “nuestra alma”, para referirse a los independentistas. Se trata, de asociaciones por contigüidad, con las que nociones como “sociedad cubana” y “actores”, asociados con “corazón” y “alma”, adquieren una nueva connotación ideológica, más afectiva o empática, la unión no es de cuerpos, sino de almas, de espíritus.

 El “corazón cubano” (…) simboliza el núcleo común de la patria, la fuente del patriotismo energizado por el amor. Foto: Obra de Vicente Bonachea, Internet
 

“Corazón” equivale en muchos enunciados a los actores, pero en otros alude a una cualidad del sujeto, entereza o aptitud para acometer su deber patrio. Así, el 26 de noviembre de 1891, en Tampa, expresó: “Los que no saben bregar con sus manos en la vida, o miden el corazón de los demás por su corazón espantadizo, o creen que los pueblos son meros tableros de ajedrez, o están tan criados en la esclavitud que necesitan quien les sujete el estribo para salir de ella, esos buscarán en un pueblo de componentes extraños y hostiles la república”. A una cualidad ética, apunta cuando expresa, en febrero de 1894:

No es de nuestro corazón cubano, ni de nuestro respeto, ni de la dignidad de nuestro concepto de la patria, que sólo excluye la opinión y el crimen, recrudecer la memoria harto vehemente del espantable asesinato; ni convidar, con palabra baja a imprevisora, a la venganza y el odio: ¡triste patria sería la que tuviese el odio por sostén, tan triste por lo menos como la que se arrastra en el olvido indecoroso de las ofensas, y convive alegre, sin más enmienda que una censura escurridiza y senil, con los tiranos que la estrujan, los soberbios que prefieren la dominación extraña al reparto de la justicia entre los propios, —y los cobardes, que son los verdaderos responsables de la tiranía!

El “corazón cubano”, y he aquí la noción que subyace en la reiterada expresión, simboliza al núcleo común de la patria, la fuente del patriotismo energizado por el amor. Por eso dice: “En las entrañas es donde he oído palpitar ese corazón de amor que manaba grandezas y ternuras”. Es el centro de una comunidad cubana, donde quiera que residan sus miembros, de una comunión de intereses y esperanzas, sin estancos, sin muros, ni cuerpos divisorios,  que es lo que Martí simboliza con el “alma cubana”.

La expresión “alma cubana” es una “metáfora conceptual”, relaciona dos conceptos: nación y alma, o bien, nación y el contenido del cuerpo humano. Una analogía, creada por Martí para asignarle a la nación significaciones del alma. A saber, su cualidad etérea, su expansión contagiosa o incendiaría. Inmaterialidad que comparte con el espíritu, condensado en el pensamiento del Apóstol en el carácter personal o elevado hasta la categoría de virtud, cuyo impulso cambia, para bien, los comportamientos humanos. Por ello, anhela un “alma cubana nueva”, posible con la independencia, con la ruptura y superación del espíritu colonial. “¡Créese allá en nuestra patria, para darnos luego trabajo de piedad, créese, donde el dueño corrompido pudre cuanto mira, un alma cubana nueva, erizada y hostil, un alma hosca, distinta de aquella alma casera y magnánima de nuestros padres e hija natural de la miseria, que ve triunfar al vicio impune, y de la cultura inútil, que sólo halla empleo en la contemplación sorda de sí misma!”. Expresión metafórica que contrapone un alma animalizada, rebelde y natural, a un alma domesticada, adaptada o resignada a lo artificioso, vicioso e inútil.

Lo que remite a aquella idea suya planteada, meses antes, en su descolonizador ensayo Nuestra América:

No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés .

Similar connotación tiene en este otro sueño compartido en Tampa: “No en sí pensaba, en Tampa ni en Cayo Hueso, el viajero feliz, aunque lo rindiese la dicha del agradecimiento, ni tomaba aquellas festividades como mérito propio y cúspide de su fortuna; sino como anuncio de lo que puede ser el alma cubana cuando el amor la inspira y guía”. Con locuciones como estas Martí se identifica con los mismos rasgos y expectativas de quienes lo escuchan y alude un subir y avanzar que en la cultura occidental, y en la vida cotidiana de los emigrantes, se relacionaba con el progreso, la salud y la felicidad.

En unas expresiones metafóricas el alma alude al cuerpo humano, pero en otras se traslada al contenido del cuerpo nacional, a la sociedad cubana. Es el caso en que plantea: “Fue que el alma cubana, preparada por su propia naturaleza y por la guerra y por el destierro para su libre ejercicio en la república, creía reconocerse, y asía la ocasión de publicarse, en quien no quiere para su tierra remedos de tierra ajena, ni república de antifaz, sino el orden seguro y la paz equitativa, por el pleno respeto al ejercicio legítimo de toda el alma cubana”.

Son usuales las metáforas ontológicas en las que los cuerpos de las personas y de la nación, son entendidos como recipientes que se llenan y, como en las expresiones ya referidas sobre el corazón, estar llenos o enteros indica estar listos. Como se da en estas: “la independencia se ha de buscar con alma entera de hombre”, y “Aún la tengo delante, y respondo con ella a los que creen que en el alma cubana hay como un duende artístico, y de muy peregrina y criolla composición, empeñado en avivar todas las malas prendas y sofocar toda virtud”.

En resumen, los símbolos “alma” y “corazón” no solo adquieren connotaciones políticas, sino que movilizan desde lo emotivo y afectivo. Se constituyen ellos mismos y las expresiones metafóricas que los activan, en vasos comunicantes con las metáforas morales “patriotismo es amor” y “la nación es una familia”,  sobre las que se articulan muchas cadenas de metáforas en sus discursos movilizativos. Con ellas, Martí extendió y profundizó una micromovilización simbólica que alineó a la clase obrera con la burguesía tabacalera, a los veteranos con los más jóvenes y a los emigrados de Nueva York, en su mayoría exiliados políticos, con los de La Florida, asentados allí por causas económicas. La construcción de la identidad del movimiento independentista del 95, resultó de la integración simbólica de un "nosotros" más un modo dignificado de servir a la Patria.