Es muy probable que la mayoría de los residentes en el municipio artemiseño de Candelaria ni siquiera imaginaban, siete décadas atrás, que aquella solícita jovencita devenida camarera, mientras les servía solo pensaba en cómo llegar a ser actriz. Con manifiesto interés buscaba entre los clientes alguien “que me ayudara a abrirme paso en el camino de la actuación. Siempre fue ese mi único y gran sueño”.

Con estos recuerdos narrados vívidamente, dio inicio nuestra conversación con quien hoy por hoy es una de las figuras emblemáticas de la escena cubana. Paula Alí y sus memorables desempeños artísticos transparentan toda la sencillez y humildad que ella lleva en sí y, sobre todo, su entrega sin límites a la profesión que realiza.

“Aprendí a actuar fijándome en lo que hacían los grandes maestros que tenía a mi lado,
a quienes considero verdaderas escuelas”. Foto: Ismael Francisco / Tomada de Cubadebate

Asegura que cuando todavía era una niña, en su pueblo natal “dedicaba mis ratos libres a representar personajes que yo misma inventaba. Hubo un tiempo en que llegué a crear hasta grupitos de teatro que funcionaban en correspondencia con determinados eventos, como uno que hice a propósito de la creación de la Liga contra el cáncer. Y así organicé otros tantos por cualquier acontecimiento que se producía en Cuba.

“Pero todo era muy difícil. Primero porque vivía en un pueblo de campo y tampoco tenía posibilidades de venir a vivir a La Habana, ni conocía a nadie vinculado al mundo artístico, que por aquellos años estaba más bien al alcance de las clases medias y altas”.

Por mediación de un hermano que trabajaba en un taller “donde se hacían los trofeos para premiar a los artistas, logré que me contrataran como extra en uno de los tantos programas de participación que se hacían en la CMQ. Eran programas musicales en los que se representaban más o menos lo que era un cabaret”.

Junto a otras muchachas cuya única función era permanecer sentadas sobre unas sillas, debutó Paula Alí en la televisión. Desconocedora entonces de su gran talento, o quizás por la modestia que le ha caracterizado siempre, “me avergonzaba decir que quería ser actriz. Era pedir mucho. Y ya el hecho de estar en la televisión, aunque fuera de modelo o de extra, me hacía inmensamente feliz”.

No tuvo que transcurrir mucho tiempo para que por su entrega y desempeño artístico le fueran asignados pequeños papeles en programas dramáticos. Se le presentó así la oportunidad de beber de la savia de grandes estrellas de la televisión y el cine como Gina Cabrera y Raquel Revuelta.

Rememora que en 1965 el prestigioso actor y director teatral Erdwin Fernández “me invitó para que participara en una obra de teatro que él dirigía titulada Voy abajo, del escritor Enrique Núñez Rodríguez. En ella participaban Luis Lloró, Alicia Rico, Candita Quintana y Aurora Basnuevo, por solo citar algunos talentosos actores. Aunque continuaba en la CMQ acepté enseguida, porque además de que era algo seguro, estable, me ayudaba mucho desde el punto de vista económico.

“Erdwin de la misma manera me dio la posibilidad de ir asumiendo pequeños papelitos en diferentes puestas en escena. Después vinieron otros papelitos un poco más grandes y así iba creciendo artísticamente”.

En el teatro durante la obra Morir del cuento, de Abelardo Estorino. Foto: Tomada de Cubadebate

Más que por formación académica, Paula Alí fue adentrándose en la actuación a la sombra de grandes maestros de las tablas. “Tuve la gran dicha de conocer y de estar al lado de Bertha Martínez. Ella me ayudó a formar parte de una de las mejores agrupaciones teatrales de aquella época: Teatro Estudio”.

En Teatro Estudio, que a juicio suyo fue una verdadera escuela donde se formaron actores y actrices que hoy enaltecen el teatro y la cultura nacional, Paula Alí echó los cimientos de lo que más tarde se convertiría en una sólida carrera actoral. “Principalmente por la ayuda que recibí de Bertha Martínez, a quien considero una de las más grandes maestras del teatro cubano. También tuve la dicha inmensa de recibir las enseñanzas de Héctor Quintero, Vicente Revuelta, Abelardo Estorino.

“Mientras que en la televisión fui alumna de la genial pedagoga y excelente actriz Martha Jiménez Oropesa, que con el propósito de ayudar a los actores noveles había fundado una escuelita. Martha dedicó buena parte de su vida a formar a quienes se iniciaban en ese medio tan demandado que es la televisión”.

Refiere esta maestra de las tablas que por más de treinta años se desempeñó como actriz de teatro. “Aunque —puntualiza— no siempre en Teatro Estudio. Durante un buen tiempo formé parte de la agrupación Teatro El público, dirigida por Carlos Díaz. Compartía las actuaciones en los escenarios con la televisión y el cine”.

Precisamente una de sus primeras presentaciones en la televisión fue en un programa muy seguido por los televidentes llamado Conflicto. “En esos años iniciales trabajé igualmente en las telenovelas Enamorada del mar y Retablo personal. Posteriormente vinieron otras muchas hasta llegar a El año que viene, de Héctor Quintero. Y al unísono en el cine participaba en las películas Cartas del parque, El elefante y la bicicleta y Papeles secundarios”.

“Me siento muy bien en los tres medios. Pero si me viera precisada a escoger uno, me quedaría con el teatro. La práctica de esta manifestación artística te ofrece la posibilidad de un intercambio más directo con el espectador”.

Aun cuando ha actuado en más de una treintena de filmes y es ganadora de un Premio Internacional de Cine con la producción Nada, de Juan Carlos Cremata, no es exactamente este medio el preferido por Paula Alí. No obstante, explica que “me siento muy bien en los tres medios. Pero si me viera precisada a escoger uno, me quedaría con el teatro. La práctica de esta manifestación artística te ofrece la posibilidad de un intercambio más directo con el espectador. No tienes que esperar para saber si el personaje que interpretaste tiene o no aceptación. La reacción inmediata del propio público te va indicando si estás trabajando bien o mal. Esa es la gran ventaja del teatro: te permite corregir, perfeccionar tu personaje, según sea la aceptación popular”.

Si de preferencias se trata, esta consagrada actriz, que magistralmente ha dado rostro y voz a más de un centenar de féminas, confiesa que a pesar de su complejidad es el personaje La madre, de la obra Aire Frío, el que recuerda con más cariño. Asimismo, en lo que respecta a la televisión reserva un lugar muy especial para el personaje de Josefa, en la telenovela El año que viene, que justo por estos días se retransmite por el canal Cubavisión. “Me identifiqué mucho con Josefa. Es un personaje tragicómico que tiene algunas semejanzas con mis características personales y la manera cómo acostumbro a llevar mi vida.

“De todos modos —subraya— conservo en la mente, y especialmente en el corazón, todos los personajes interpretados. Para mí son como hijos que he engendrado”.

Transmitida también por Cubavisión, concluyó recientemente Vuelve a mirar, una telenovela que, dirigida por Ernesto Fiallo y el excelente guión de Amílcar Salatti, mantuvo en vilo a toda la teleaudiencia del país durante varias semanas. “Y todo —afirma Nora, entiéndase Paula Alí— porque esa mujer testaruda y equivocada de la vida no reveló cuando correspondía el secreto de quién era el padre de su hija. Desde el principio tomó una decisión equivocada. Y por ello comete cada vez más y más errores. Siempre pensó que hacía lo correcto porque cuidaba su prestigio y el de su familia.

“Por esa actitud de ella, que es reflejo de la época en que se desarrolló su juventud, todo el mundo sufrió las consecuencias. No creo, sin embargo, que Nora fuera mala, como tampoco la considero un personaje negativo. Nunca he protagonizado un personaje absolutamente negativo, quizás porque no me lo han propuesto, o porque no se corresponde con mi carácter y mi personalidad”.

Esta consagrada actriz ha dado rostro y voz a más de un centenar de féminas. Foto: Tomada de Internet

Además de su participación en telenovelas, su maestría artística se ha puesto de manifiesto en otros gustados espacios de la televisión, como en las series Promesas y Tras la huella. Y no menos elogiada ha sido su presencia en programas humorísticos como Punto G.

Incansable y tenaz a pesar de sus 84 años de edad, Paula Alí participa en estos momentos en la grabación de otra telenovela que tentativamente tiene previsto su estreno para fines del presente año. “Está dirigida, como en otras muchas que he participado, por Ernesto Fiallo. Tiene por título Los hijos de Pandora. Aquí interpreto el personaje de una abuela que por la muerte prematura de su hija asume la crianza de sus cuatro nietos. En mi opinión es una especie de Bernarda Alba a la criolla”.

El cine tampoco está ausente en su quehacer actual. Concluyó en fecha reciente la filmación de dos películas, una de ellas dirigida por el laureado realizador Fernando Pérez, “con quien nunca antes había trabajado”.

Casi al final de este encuentro preguntamos a Paula Alí, acreedora de múltiples premios y aplaudida en varios países de Europa y de nuestra región, si se sentía satisfecha con su carrera artística caracterizada por éxitos sostenidos. Afirmó que se considera “una persona privilegiada. Nunca estudié en una escuela propiamente dicha. Aprendí a actuar fijándome en lo que hacían los grandes maestros que tenía a mi lado, a quienes considero verdaderas escuelas”.

Reconoce que “en sentido general me siento satisfecha, aunque esa satisfacción no es total, no es completa. Me han quedado en el camino millones de cosas que hubiera querido hacer. Por ejemplo, una revista musical. Lamentablemente, no tengo ni oído ni voz para la música.

“Conservo en la mente, y especialmente en el corazón, todos los personajes interpretados. Para mí son como hijos que he engendrado”.

“Pero para compensar ese y otros sueños no realizados, la vida me ha premiado con tantas y tantas cosas buenas, entre las que no han faltado los buenos amigos, los excelentes compañeros de trabajo. Quiero referirme específicamente a dos ellos, cuyas ausencias se hacen sentir notablemente en la cultura nacional: Manuel Porto y Enrique Molina. Sus partidas físicas fueron golpes demasiado fuertes, demoledores. En particular para quienes los conocimos como actores y como personas. En los dos aspectos fueron excelentísimos.

“Seguía de cerca sus actuaciones. Los admiré y respeté mucho porque eran dueños de un talento extraordinario. Resulta curioso que justo por esa admiración y el gran cariño que sentía por Porto, soñaba con trabajar junto a él. Ese deseo, sin embargo, nunca se hizo realidad hasta que felizmente coincidimos en Vuelve a mirar. Para mí fue un privilegio enorme.

“A su lado me sentí tan confiada y segura, que durante toda la grabación de la novela experimentaba la sensación de que nos conocíamos de toda la vida. Establecimos una comunicación muy bonita, una relación ciertamente hermosa. Creo que por esa razón nunca podré olvidar a la Nora de Vuelve a mirar. Junto a Molina, lo considero uno de los mejores actores cubanos de todos los tiempos.

“Con Enrique Molina había hecho algunas cosas para la televisión. Pero todas fueron intercambios muy cortos, breves. Nuestra amistad se afianzó durante la filmación de la película Regreso al Edén, de un director español. Desde las primeras escenas nuestra empatía fue tan grande, que el propio director nos dijo: se ve que ustedes llevan años trabajando juntos. Por supuesto, no era así. Pero tanto Porto como Molina eran actores tan buenos, tan talentosos, que cualquier actriz se sentía a gusto cuando actuaba junto a ellos.

“Algo muy similar me sucedió con Raúl Pomares, otro actor inmensamente grande. Confieso que siempre he tenido muy buenas relaciones con todos mis compañeros de trabajo. Ellos tres, sin embargo, eran especiales, excepcionales. Los mantendré siempre aquí”. Emocionada se lleva las manos al pecho, precisamente el sitio que ella ocupa en millones de cubanos desde hace seis décadas.

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