Pensar a Cuba desde los imaginarios visuales

Carina Pino Santos
13/5/2020

En estos días que corren para el mundo de la cultura a nivel internacional marcado por la situación económica, social y sanitaria provocada por la pandemia del Covid 19, muchos son los artículos y menciones en las redes sociales que solemos hallar describiendo el cambio durante estos meses para el medio de las galerías, museos, y centros de artes visuales en el orbe.

Cartel XIII Bienal de La Habana Foto: Internet
 

Más allá de temas complejos como es la economía del arte en ferias y otros eventos y el propio de la visita a museos, también es cierto que muchas instituciones han hallado en las publicaciones digitales de obras y textos sobre arte y artistas, una solución para que muchos aprecien aquellas exposiciones que no pueden estar abiertas ya a la entrada del público.

En ese sentido de utilidad va encaminado este texto, para recordar una megaexposición que fue de alto impacto y creo deberá ser recordada como tal. Se inauguró en nuestro Museo Nacional de Bellas Artes, que fue sede desde el pasado año de esta gran exhibición, que incluyó varias muestras que sin ser permanentes, se perpetuarán en la memoria de todos aquellos que se interesan por las artes visuales. Exposiciones que no deberíamos pasar por alto, y mucho menos olvidar, por su resonancia conceptual, curatorial y museográfica.

 El Museo Nacional de Bellas Artes fue la sede de una megaexposición durante
la XIII Bienal de La Habana. Foto: Internet

 

La posibilidad infinita. Pensar la nación en el Museo Nacional de Bellas Artes abrió el 13 de abril del 2019, hará ahora un año, durante la XIII Bienal de La Habana, y aunque cerradas las muestras que aún se exhibían debido a la situación de la pandemia, queremos hacer énfasis en su realización, así como también, la de La Habana, imágenes de cinco siglos, en la sede del Museo de Arte Universal de la propia institución, que por las razones anteriores también debió ser clausurada.

La posibilidad infinita: Pensar la nación, nos mostraba diversas aristas de la presencia de un tema tan vasto como complejo, cuya riqueza estaba dada por la investigación de expertos curadores, sin dejar de considerar la magna labor histórica del coleccionismo museal, y la valía de obras de artistas de muy diversas generaciones y de creaciones artísticas provenientes además de otras manifestaciones como la literatura, el cine y además la documentación histórica.

Es preciso recordar el enorme esfuerzo que significó exhibir más de 350 obras en el tercer piso, a la vez que desmontar aquellas que acostumbramos ver en las salas permanentes de la colonia y la vanguardia. No solo los curadores, sino transportistas, museógrafos, instituciones que prestaron de sus fondos y trabajadores de diversas áreas del museo se integraron en este trascendente proyecto, y en especial los departamentos de Conservación y Restauración de Bellas Artes que debieron trabajar con sumo cuidado.

Las cinco muestras que integraron el proyecto general: Isla de azúcar, Más allá de la utopía. Las relecturas de la historia, El espejo de los enigmas. Apuntes sobre la cubanidad, Museos interiores y Nada personal conformaron esa visión espaciosa, integradora, a la vez que abrieron lecturas, miradas y motivaron tan extensas como intensas interpretaciones sobre nuestra comprensión de Cuba como nación.

Isla de Azúcar fue uno de las muestras más interesantes. Foto: Radio Rebelde
 

Aún se hallaba expuesta Isla de azúcar cuando debió cerrar el Palacio de Bellas Artes, un trabajo de investigación curatorial de Corina Matamoros, experta de esa institución. Para ella el proceso de pesquisa fue también de aprendizaje: “He leído y releído clásicos del tema, desde Parreño hasta Zanetti. Me propuse desde el inicio, abordar el asunto con una mirada horizontal, abierta, que no se limitara a las artes tradicionales. El azúcar iba mucho más allá: está en el habla popular, en las teorías científicas, en la gráfica, en los documentales y noticieros, etc. El desarrollo de esa industria permea a toda Cuba. Y eso fue lo que traté de representar” —me explica la reconocida experta.

Aunque ya se ha desmontado, también en la planta baja o patio del Palacio de Bellas Artes, se hallaba Museos interiores con la exhibición de seis artistas, quehacer dirigido por la especialista, en la que los propios creadores José Manuel Fors, Carlos Garaicoa, René Francisco Rodríguez, José Villa, Los Carpinteros y Kcho, quienes visualizaron de forma museal sus muestras integradas en algo así como un hexágono de propuestas que volvía a reeditar las propias obsesiones por las que solemos reconocer sus imaginarios artísticos.

Taller de reparaciones, de René Francisco. Foto: Arteporexcelencia
 

Más allá de la utopía. Las relecturas de la historia fue una obra curatorial fundamentada en el conocimiento detallado de las colecciones de Bellas Artes de la curadora Delia María López, quien pienso realizó su exhibición como una puesta escenográfica, donde obras de artistas de diferentes generaciones y quehaceres formales dialogan en un mismo espacio. Para plantearse la plataforma conceptual de su proyecto curatorial, ella explica que partió de una pregunta de tesis: “¿Era la plástica cubana ajena a otros campos de nuestra cultura, o era posible definir una sintonía entre la creación artística y la literaria, las investigaciones históricas, los documentos de archivo que conservan la historia patria, el teatro, el cine y la producción audiovisual toda?”.

De las grandes líneas temáticas que trazaron los curadores, así como de su investigación, emanó su propia faena curatorial, que según nos aseguró en aquel momento, estaba “destinada a desplegar esa madeja de interrelaciones entre el arte y la historia patria, utilizada ésta como plataforma de gran valor simbólico, para la intervención crítica de la realidad nacional misma.”

 Partitura, obra de Carlos Garaicoa. Foto: Internet
 

Según explicó Delia López, la realización de dos muestras de tema histórico que antecedieron a esta megapropuesta, Como de un baño de luz. A 120 años de la caída en combate de José Martí, que coincidió en el Centro Hispanoamericano de Cultura con la XII Bienal de La Habana, y El eco del último disparo, que abordó la producción histórica del cambio de siglo referida a las guerras de independencia, además de la peculiaridad de que la colección de Bellas Artes es más amplia en cuanto al tema de las guerras independentistas, fueron factores que incidieron en una mirada dotada de mayor originalidad que partiera de la fortaleza de esa historia del coleccionismo.

Por otra parte, en la sede del Museo de Arte Universal de Bellas Artes se exhibió La Habana: imágenes de cinco siglos, curada por Niurka Fanego, Manuel Crespo y María Lucía Bernal. Exhibición que nos remitía a aspectos del origen histórico de la capital en relación con una iconografía también con relieve historiográfico que imbricaba aquella gráfica del siglo XVI hasta obras de artistas jóvenes, con el interés de subrayar un imaginario e información textual visto escasamente, al homenajear a los indígenas y mesoamericanos que hace centurias vivían en la zona de intramuros, así como nos revela un pasaje ya olvidado por los cubanos, de la importancia de Puentes Grandes. Los textos explicativos que la curaduría ha incluido, complementan con especial eficacia, una información tan necesaria como apenas conocida para el público en general.

Resaltaba la revelación de La Habana en la cartografía del siglo XV. En esta dirección, también es un regalo poder ver la obra de Jacob van Meurs, Havana, una calcografía sobre papel, que muestra la imaginación de holandeses y extranjeros al dibujar de forma irreal y mediante el traslado de narraciones indirectas la bahía en su grabado.

Además de la visión histórica ilustrada por los mapas, y una gráfica de la que Bellas Artes posee fondos de excelso valor, pudo apreciarse cómo les resultó insoslayable incluir la presencia de una manifestación como el cine, a través de 10 filmes en los que La Habana es protagonista, ya sea como entorno visual, histórico o imaginario y en otra dimensión la fotografía artística como un registro válido también respecto a la Habana del pasado siglo XX.

Del mismo modo que se refirió La Habana, desde una visión que engloba aspectos historiográficos y la presencia de otras artes, fueron incorporadas obras de artistas contemporáneos que tomaron a la ciudad como un eje temático de sus imaginarios, como es el caso de Gustavo Acosta, cuya presencia de la arquitectura como un boceto que se vuelve a borrar y a reescribir de nuevo, cual metáfora del paso del tiempo en los avatares de la historia misma.

También Duvier del Dago con sus dibujos de carrozas imaginarias, en las que resaltan citas y fragmentos iconográficos de la ciudad, o la hermosa obra de Octavio Irving, donde el grabado histórico se vuelve sustrato o base para incorporar las texturas y pasajes erosionados de paredes y muros, algo que provoca contrastes tan inesperados como poéticos, en su símil sobre la arquitectura y geografía perpetuas y el paso ineludible de los siglos.

Sin embargo, se extrañó la no presencia explícita de obras de artistas históricos que perpetuaron en el acervo de nuestro arte, una ciudad maravillosa y real, donde las catedrales y plazas emergían de forma mágica en los óleos de Portocarrero o Mariano, o también, a la distancia más cercana, en la fotografía contemporánea cubana.

La Habana y la Isla toda, aún persistirá durante centurias en la creación artística y literaria de toda una nación que reclama el deber de ser pensada por y para el bien de todos.