En Los Vegueros,[1] Premio de la Bienal de Poesía de La Habana 2019, el tiempo de lo(s) muerto (s) puede ser un solo cuerpo: el propio. Entonces se crea una geografía otra y angustiante que da testimonio del absurdo y de una esencia de dolor profundo que no muta, por eso emparenta con la muerte, aunque su “argumento es la condición humana considerada en sí misma, no como acontecimiento histórico”.[2]

El suceso de las muertes de los 11 vegueros cubanos que ofrendaron sus vidas en la recordada sublevación, víctimas del colonialismo español en 1723, le sirve a la autora para, con un sintomático lenguaje paradójico y pleno de enumeraciones negativas, propias de su estilo, dar testimonio de un cataclismo que recorre al mundo y la penetra a ella, pues no existe ni el fruto, ni su muerte:

Necrópolis local

Hace mucho tiempo no existe el mundo. No existo yo, como no existen la pérdida y la descendencia. Hace mucho tiempo me vi entre los escombros y las ramas cortadas. No existe la raíz, como no existen el silencio y la humedad. Por eso estoy viva. Aunque hace mucho tiempo me rasgué durante 16 minutos los párpados y me estrujé miles de veces la memoria para olvidar lo inalterable de mi existencia. Ha pasado todo este tiempo, el otro tiempo, nuestro tiempo, ha pasado sin gloria ni existencia para el hierro.[3]

En el cuaderno, dado el dolor y el desgarramiento, el amor es como algo que agregan a nuestro cuerpo, que no se sabe si lo vamos a recibir o nos definirá cuando se coloque sobre nosotros.

Este “hierro” me recuerda la conocida metáfora martiana en el poema de igual nombre, pues son las armas, el cambio, la acción del hombre sobre algo, la fundación por fundición, de algo nuevo: la hazaña. Asistimos a la personificación o performance dramático de un estado, de una condición extrema de cataclismo para el humano, “y a partir de ahí hurga en la existencia, en las razones de ser y del ser […] frente al aparente sin sentido de nuestro estar en el mundo”.[4] Todo lo cual encuentra un asidero en la propia confesión de la autora de que estas páginas son fruto de la experiencia del terrible tornado que azotó hace varios años a La Habana, y de su viaje, haciendo donaciones a los damnificados por los municipios de la ciudad. Es así que sobre el yo lírico se personifica el acto de exhumar, y es él el protagonista del estremecimiento extremo. Por momentos, y hacia el final del poema “Exhumación 27. 01.19” siento que se representa la famosa exhumación de la Milagrosa del Cementerio de Colón, en el afán de la autora de atraer sucesos, personajes y cosas, y reflejar lo que se levanta, lo que queda después de la muerte: “Quiero que me pongan este abrazo encima / Quiero que me pongan este hijo encima”. La casa es el cementerio, y, por extensión, también lo es la ciudad. En este viaje del pasado al presente, y del presente al pasado de la urbe, de Cuba, y del mundo, porque el discurso toma esas medidas, se redimensiona la ciudad desde su cotidiano renacer, y el yo lírico se aferra a la memoria del sitio al que pertenece:

La ciruela la embajada la colonia

En estas estampas religiosas dibujo sus retratos

Por los hijos de los hijos

Y los hijos de los hijos

Que se encuentran inscritos en la tarja:

El gallego, la negra, el jíbaro
La ciega, el borracho, la muda
El postrado, la santera, el hijo
La curandera, la jabá, el trillo
El epiléptico, la asmática, el chino
La ciega, el infartado, la Chiqui
La grúa, la presidenta, el barco
El esquizofrénico, el enano, la linda
El macho, el bobo, la coja
El bodeguero, la loca, el majá
El negro, la flaca, el bárbaro
El macao, la lucha, la sirena
La espiritista, la úlcera, la embarazada
La gastritis, la pensión, el gato
El buche, la rabia, el pez peleador
La cría, el buzo, la enfermera.

Pongamos una fecha en su honor

27 de enero de 2017

Pone en el suelo una cruz

María se me aparece bailando

También canta, canta una canción de cuna

Canta para ti desde todos los tiempos.[5]

La Milagrosa del Cementerio de Colón. Foto: Abel Rojas/ Radio Rebelde

Aquí se confunden cualidad, condición, profesión, enfermedad, sentimiento y poder sustantivo, y se erige, por qué no, en un singular retrato de los cubanos. Se trata aquí de sugerir, ¿construir? o revelar con el recurso de la negación la esencia del mundo en el “acto tremebundo de la supervivencia”.[6] Pero se invoca una presencia, hay una invocación de alguien, de un destino, de alguien malogrado, de un destino malogrado. Es una niña llamada María, que, al parecer, murió del cólera en La Habana en 1833, a ella se le hace venir: “el poeta sueña con ella”, y se aparece y canta una canción de cuna o “canta para ti desde todos los tiempos”. Es quien, en forma de visión, en este mundo de presencias y apariciones, de clausuras, muertes y ecos que sobreviven, cierra este breve pero curioso cuaderno por momentos plástico o casi cinematográfico: “Y los vegueros, mirándome se preguntan / Qué hace esta mujer llorando y con el pelo mojado / Metiéndosele en los ojos y la boca.”[7]

“…que sabe (el poeta), con Cesare Pavese, que la condición de todo impulso poético, por elevado que sea, es siempre una atenta referencia a las exigencias éticas, y también prácticas, como es natural del ambiente donde se vive”.

En el cuaderno, dado el dolor y el desgarramiento, el amor es como algo que agregan a nuestro cuerpo, que no se sabe si lo vamos a recibir o nos definirá cuando se coloque sobre nosotros. Los paisajes a través de los años van juntando sus manos renegadas, van siendo los mismos, si viajamos sin piedad hacia atrás, pero “existe el poeta extrañado en la belleza”,[8] quien repara en que “los objetos, las personas, los sitios que aparecen encarnan maravillas, inscritos en su propia aniquilación”,[9] el poeta que sueña con la niña-visión, el poeta que puede pronunciar el nombre, y que sabe, con Cesare Pavese, que la condición de todo impulso poético, por elevado que sea, es siempre una atenta referencia a las exigencias éticas, y también prácticas, como es natural del ambiente donde se vive.


Notas:

[1] -Martha Luisa Hernández Cadenas. Los Vegueros, Colección Sur, La Habana, 2019.

[2] -Eugenio Montale. “Autorretrato”. Revista Unión, n. 94, 2019, La Habana, p. 36. La autora ha afirmado sobre la naturaleza de este cuaderno: “Me gustaría que el lector se sintiera atraído por la relación de un cuerpo con la memoria de la pérdida”. Giselle Lucía Navarro. “El universo creativo de Martica Minipunto”. Entrevista a Martha Luisa Hernández Cadenas. Isliada.

[3] -Martha Luisa Hernández Cadenas. Ob. cit., p. 9.

[4] -M.L.H.C. Ob. cit., p. 9.

[5] -MLHC. Ob. cit., p. 16 – 17.

[6] -MLHC. Ob. cit., p. 12.

[7] -MLHC. Los Vegueros, Ob. cit., p. 19.

[8] -MLHC. Ob. cit., p. 12.

[9] -Pura López Colomé. “A la altura de sí mismo” en Seamus Heaney. Obra reunida. Trilce ediciones, México, 2015, p. 21.