Playa Girón: la sencillez de la victoria

Félix Julio Alfonso López
19/4/2021

Prisionero: Por favor, yo quisiera que usted fuera más

explícito y me dijera si es o no comunismo.

Dr. Castro: Bueno, este es un régimen socialista.

¿Usted sabe lo que es el socialismo?

Prisionero: Sí, señor.

Dr. Castro: Usted sabe. ¿Quiere que le explique

lo que es el Gobierno Revolucionario?

Prisionero: Si usted fuera tan atento…

Del interrogatorio a los miembros de la Brigada 2506.

 

…a partir de Girón todos los pueblos de América fueron un poco más libres.

 

Fidel Castro

 

 

El 15 de abril de 1961, la agencia noticiosa estadounidense AP divulgaba un cable que afirmaba, falazmente: “Pilotos de la fuerza aérea del primer ministro Fidel Castro se rebelaron hoy y atacaron tres de las bases aéreas claves del régimen de Castro, con bombas y cohetes”. Era una noticia absurda, una fake new destinada a confundir a la opinión pública y a justificar los hechos que se desencadenarían inmediatamente después. En realidad, ese día, ocho aviones B-26 de la fuerza aérea estadounidense, procedentes de Puerto Cabezas, en la costa atlántica de Nicaragua, camuflados con insignias falsas, ametrallaron los aeropuertos de Santiago de Cuba, San Antonio de los Baños y Ciudad Libertad, con la intención de destruir en tierra a la precaria aviación revolucionaria. El traidor ataque ocurrió sobre el amanecer del día 15, y fue rechazado por la fuerza antiaérea rebelde, que logró derribar a uno de los aviones piratas y dañar a otros dos. Entre las víctimas había un joven miliciano, Eduardo García Delgado, que antes de morir escribió con su sangre el nombre de Fidel. Era, no cabían dudas, el preludio de una invasión armada.

“Entre las víctimas había un joven miliciano, Eduardo García Delgado, que antes de morir escribió
con su sangre el nombre de Fidel”. Imagen: fidelcastro.cu

 

¿Cómo se había llegado a ese punto de no retorno en las relaciones entre la joven Revolución cubana y el gobierno de los Estados Unidos? De hecho, las hostilidades se habían venido desplegando dese el propio triunfo del Ejército Rebelde comandado por Fidel Castro el 1ro. de enero de 1959. La huida del dictador Fulgencio Batista y de sus principales testaferros significó el fin, no solo de un gobierno antidemocrático y delincuencial, sino del sistema de dominación que Estados Unidos había efectuado sobre Cuba desde inicios del siglo XX con diversas variantes de control económico, político y diplomático. La entrada de los rebeldes en Santiago de Cuba, en enero de 1959, dio inicio a un profundo y radical proceso de transformaciones en todos los órdenes del antiguo régimen, que afectó en su esencia a la dominación de la burguesía cubana y de los grandes capitales estadounidenses. Las primeras legislaciones revolucionarias, como la Ley de Reforma Urbana, la reducción de tarifas telefónicas y de electricidad, el cierre de los casinos de juego controlados por la mafia y la Ley de Reforma Agraria, en mayo de 1959, desataron de inmediato la oposición de sectores de la burguesía doméstica y de los grupos de poder en los Estados Unidos. En este contexto, la visita no oficial del Primer Ministro Fidel Castro a Washington, en el mes de abril, invitado por la Asociación de Editores de Periódicos, recibió una fría y descortés acogida por parte de las autoridades, pese a que Castro declaró en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado que el objetivo de su gobierno era mantener buenas relaciones con el vecino del norte, siempre sobre bases de plena igualdad y reciprocidad.

La Ley de Reforma Agraria, en un país donde el 75 por ciento de las tierras cultivables se encontraba en manos extranjeras y cinco compañías azucareras gringas controlaban más de dos millones de hectáreas, fue el Paso del Rubicón de la joven Revolución. Apenas dos días después de la entrada en vigor de dicha ley, el 5 de junio, el senador demócrata por Florida George Smathers propuso reducir la cuota azucarera de Cuba. En enero de 1960, fueron expropiadas todas las tierras de la United Fruit Company en la provincia de Oriente. Se trataba del mismo monopolio que había sido decisivo en el derrocamiento del coronel Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, y entre cuyos accionistas y directivos se encontraban el secretario de estado John Foster Dulles; el director de la CIA, Allen Dulles y el embajador ante la ONU Cabot Lodge. De inmediato, comenzaron los bombardeos para incendiar campos de caña en toda la Isla y se intensificaron las presiones para suprimir la cuota azucarera de Cuba.

La escalada de agresiones registró un punto de enorme gravedad con la explosión en la bahía de La Habana del barco francés La Coubre, a inicios de marzo de 1960, que traía armas y municiones compradas en Bélgica. El atentado terrorista dejó centenares de muertos y heridos, y en el sepelio de las víctimas Fidel pronunció por primera vez su histórica frase: “Patria o Muerte”. En junio de 1960, las principales refinerías de propiedad inglesa y estadounidense (Texaco, Esso y Shell) fueron nacionalizadas por negarse a refinar el petróleo soviético y en consecuencia se incrementaron las represalias a la economía cubana, que desembocaron en la supresión de la cuota azucarera cubana y la declaración agresiva del presidente Eisenhower: “Esta acción inicia las sanciones económicas contra Cuba. Ahora debemos emprender otras medidas, económicas, diplomáticas y estratégicas”.

En realidad, dichas acciones ya estaban en marcha desde marzo, con la aprobación de la llamada Operación Pluto, un plan de la CIA y el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, que concebía el entrenamiento militar en Guatemala de un ejército de exiliados cubanos con el fin de atacar la Isla, apoderarse de una porción de su territorio y proclamar allí un gobierno provisional, que de inmediato sería reconocido por los Estados Unidos y otros países latinoamericanos. La Operación Pluto estaba diseñada como una operación de infiltración anfibia, aérea y terrestre, en la que el adiestramiento técnico y militar de los asesores estadounidenses era decisivo, pero a la hora del desembarco la presencia norteamericana no debía ser manifiesta. “No habrá caras pálidas en la playa”, dicen que dijo Richard Bissell, cerebro de la operación. En paralelo, el encargado por la CIA para el derrocamiento del gobierno cubano desplegó planes de guerra psicológica, transmisiones de radio clandestinas, subversión interna, infiltración de comandos y abastecimiento de armas y explosivos a las guerrillas opositoras, para preparar el terreno a la futura invasión. No se descartaba la opción del asesinato de Fidel y desde agosto la CIA realizaba contactos con miembros del crimen organizado para ejecutar el magnicidio.

La fachada política de los exiliados cubanos en esta operación desestabilizadora era un denominado Frente Revolucionario Democrático (FRD), encabezado por políticos profesionales como el ex primer ministro del Partido Auténtico Manuel Antonio de Varona; el ex ministro de Estado Aureliano Sánchez Arango; representantes de la Democracia Cristiana como el profesor José Ignacio Rasco, de gran influencia en los ambientes católicos contrarrevolucionarios y militares disidentes del 26 de julio como Manuel Artime Buesa, un médico de sólida formación religiosa y líder la Brigada 2506, designado como representante político del FRD en el territorio que pretendían ocupar.

La concentración de contingentes y equipos militares en Guatemala provocó la protesta del canciller cubano Raúl Roa ante la ONU en octubre de 1960, quien a la vez denunció que un plan de invasión contra Cuba estaba en marcha. Ese propio mes Washington llamó a consultas al embajador estadounidense en La Habana, Philip Bonsal, al tiempo que el joven candidato presidencial por el Partido Demócrata, John F. Kennedy, utilizaba como parte de su campaña la consigna de pedir ayuda para los “luchadores por la libertad en Cuba”. En respuesta al aumento de las agresiones y presiones económicas, en octubre de 1960 el gobierno cubano nacionalizó todas las propiedades de capital estadounidense que quedaban en la Isla.

El entonces canciller cubano Raúl Roa denunció ante la ONU en octubre de 1960 que se gestaba un plan
de invasión contra Cuba. Imagen: misiones.minrex.gob.cu

 

El presidente Kennedy fue notificado, de forma oficial, el 18 de noviembre de los planes de invasión a Cuba y el 3 de enero de 1961 el gobierno saliente de Eisenhower rompió relaciones diplomáticas con La Habana. En sus declaraciones iniciales como presidente, Kennedy formuló que su política hacia la Isla tendría como objetivo contener el comunismo en el Hemisferio Occidental y lanzó su programa de desarrollo económico para la región conocido como Alianza para el Progreso. Mientras tanto, y a pesar de todas las evidencias del mayoritario apoyo del pueblo a la Revolución, los planes subversivos no se detuvieron y el 14 de marzo de 1961, la CIA decidió que la operación de desembarco tendría lugar por un punto de la costa suroccidental de Cuba conocido como Bahía de Cochinos, tras descartar otro punto más al este entre Casilda y Trinidad.

En marzo de 1961, los jerarcas del FRD dirigido por Varona y el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), fundado por el exministro Manuel Ray, decidieron unificar al exilio anticastrista en el denominado Consejo Revolucionario Cubano, a cuya cabeza se colocó al ex primer ministro del gobierno revolucionario José Miró Cardona, un fantoche cuyo objetivo sería constituir un gobierno provisional en el territorio ocupado por las fuerzas invasoras. De inmediato, Fidel Castro declaró que la formación del Consejo Revolucionario era el preludio de un esfuerzo mayor del gobierno de Estados Unidos en sus esfuerzos por destruir la revolución. A inicios de abril, el Departamento de Estado publicó el llamado Libro Blanco sobre Cuba, en el que calificaba al gobierno de Isla como una “revolución traicionada”, un “satélite de la Unión Soviética” y una “amenaza para la libertad y la democracia en América Latina”. Mientras el presidente Kennedy declaraba que no tendría lugar una acción armada de tropas estadounidenses contra Cuba, el 13 de abril la principal tienda por departamentos de La Habana, El Encanto, era pasto de las llamas en un nuevo atentado terrorista.

“(…) el 16 de abril, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución y llamó al pueblo a empuñar
sus fusiles para resistir la inminente incursión armada”. Imagen: fidelcastro.cu

 

Dos días después se produjeron los arteros bombardeos a los aeropuertos cubanos y en el sepelio de las víctimas, el 16 de abril, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución y llamó al pueblo a empuñar sus fusiles para resistir la inminente incursión armada. En la madrugada del 17 de abril dio inició la invasión mercenaria por dospuntos de la Bahía de Cochinos: Playa Roja (Playa Larga) y Playa Azul (Playa Girón), lugares remotos y poco guarecidos en los márgenes de un gran humedal, la Ciénaga de Zapata. La fuerza militar cubana de mayor consideración se encontraba situada a más de 30 kilómetros de la costa, en el Central Australia. Desde Puerto Cabezas, Nicaragua, partieron los buques madre que transportaban al contingente integrado por más de 1200 hombres, con un amplio arsenal bélico, que incluía cinco tanques Walter M-42; once camiones de 2.5 toneladas dotados de ametralladoras de 12.7 mm; 30 morteros de 81 y 106.7 mm, respectivamente; 18 cañones sin retroceso de 57 y cuatro de 75 mm; 50 bazookas; nueve lanzallamas; 46 ametralladoras calibre 50 y 30; 3 000 fusiles y subametralladoras M-1, Garand, fusiles automáticos Browning, carabinas M-1 y M-2 y subametralladoras M-3; ocho toneladas de explosivos; equipos de comunicaciones, teléfonos y pizarras de campaña; 38 000 galones de combustible para los vehículos, 17 000 galones para aviones; 150 toneladas de municiones; 24 000 libras de alimentos y suficiente agua potable; 1.5 toneladas de fósforo blanco; 700 cohetes aire-tierra; 500 bombas de fragmentación; 300 galones de aceite para avión; 20 toneladas de municiones cal 50; diez jeeps; un camión cisterna de cinco toneladas; un tractor; una grúa tractor y trece remolques. Como apoyo marítimo contaban con cinco barcos mercantes y 36 lanchas de desembarco con motores fuera de borda. Además, dos buques de desembarco de infantería reacondicionados como escoltas, fuertemente artillados; tres barcazas de desembarco para múltiples usos y cuatro para desembarco de personas y vehículos.

La composición clasista de la Brigada 2506 era un claro reflejo de los sectores sociales que había sido defenestrados o afectados por el poder revolucionario. Entre ellos se encontraban exmilitares, policías y secuaces del derrocado régimen de Batista, socios de los principales clubes aristocráticos de la Cuba prerrevolucionaria, miembros de familias de la gran burguesía, comerciantes, latifundistas, casatenientes, propietarios de industrias, centrales azucareros, bancos, minas y periódicos, y múltiples elementos desclasados y lumpen proletarios. Entre los personajes más siniestros que integraron aquel contingente se contaba Ramón Calviño, uno de los más crueles torturadores del régimen de Batista y Emilio Soler Puig, alias “El Muerto”, un gánster que había asesinado a líderes del movimiento obrero comunista. José Pérez San Román era el comandante y Erneido Oliva el segundo jefe militar.

Simultáneo al desembarco, la prensa estadounidense publicó un comunicado redactado por la CIA, que anunciaba el inicio de la “liberación de Cuba” y la radio clandestina en Isla Swam trasmitía llamados al alzamiento del pueblo cubano. Desde el cuartel general de la Operación Pluto en el Pentágono, dirigían y supervisaban las operaciones Richard Bissell, director de Planes Especiales de la CIA; Tracy Barnes, adjunto de Bissell; el general Charles P. Cabell, subdirector de la CIA; Howard Hunt y Frank Droller, a cargo de los políticos cubanos y las operaciones encubiertas; David A. Phillips, al frente de la propaganda; Jack Esterline, a cargo de la fuerza de tarea contra Cuba; y varias docenas más de oficiales de la CIA, el ejército, la marina y la fuerza aérea de Estados Unidos.

Un miliciano cubano dio el aviso en la madrugada del 17 de abril de la presencia de luces y embarcaciones en las cercanías de Playa Larga: eran los primeros hombres-rana que llegaban a la orilla para colocar las señalizaciones destinadas a los vehículos de desembarco. Como apoyo al ataque, grupos de paracaidistas se lanzaron en el borde interior de la Ciénaga para cortar las comunicaciones con el resto del país. De inmediato se movilizó al batallón 339 de Cienfuegos, que entabló los primeros combates con una compañía invasora y la detuvo en Playa Larga. A lo largo del primer día de batalla, los aviones de la fuerza aérea revolucionaria derribaron siete aviones B-26 y pusieron fuera de combate a los buques Houston y Río Escondido, perdiéndose el armamento que transportaban para las fuerzas en tierra. Al anochecer del 17, las fuerzas revolucionarias, tanto al norte de Playa Larga como de Playa Girón, sin artillería, armamento pesado ni aviación, habían logrado expulsar hacia el sur a las tropas de paracaidistas en los puntos avanzados, reduciendo así la cabeza de playa.

La “contraofensiva de las fuerzas combinadas del Ejército Rebelde, los batallones de milicias de Cienfuegos,
Matanzas y La Habana, así como los combatientes de la Escuela de Nacional de Responsables de Milicias,
la Policía Nacional Revolucionaria y las baterías de defensa antiaérea” fue liderada por Fidel Castro.
Imagen: Internet

 

Al día siguiente, 18 de abril, se inició la contraofensiva de las fuerzas combinadas del Ejército Rebelde, los batallones de milicias de Cienfuegos, Matanzas y La Habana, así como los combatientes de la Escuela de Nacional de Responsables de Milicias, la Policía Nacional Revolucionaria y las baterías de defensa antiaérea, quienes empleaban la artillería adquirida en la Unión Soviética y Checoslovaquia. Durante la ofensiva, conducida personalmente por Fidel Castro, las tropas mercenarias que controlaban las dos vías de acceso a Playa Girón fueron obligadas a retroceder hasta la zona de San Blas. En Playa Larga las tropas asaltantes decidieron abandonar sus posiciones y dirigirse a Playa Girón para unirse a los otros miembros de la brigada invasora y ello posibilitó a las tropas cubanas tomar el control de Playa Larga.

El último día de combates fue el 19 de abril. Esa jornada las fuerzas asaltantes retrocedieron de San Blas a Playa Girón; los que quedaron fueron cercados y se rindieron en las primeras horas de la mañana. El capitán José Ramón Fernández y el propio Fidel Castro se trasladaron a la zona de Playa Girón y participaron en las últimas acciones combativas. Finalmente, a las 5:30 de la tarde se tomó Playa Girón y los asaltantes intentaron huir, unos buscando lanchas, otros por las zonas pantanosas, aunque la mayoría fueron capturados, como el propio Artime, prófugo durante dos semanas en el pantano. Las órdenes de Fidel fueron terminantes: “Que no se detengan los tanques hasta que las esteras se mojen con el agua de la playa, porque cada minuto que esos mercenarios estén sobre nuestro suelo entraña una afrenta contra nuestra patria”.

La operación terminó con un desastre militar y la derrota total de los miembros de la Brigada 2506, que tuvieron más de un centenar de muertos y 1197 prisioneros. En el bando revolucionario se contabilizaron 176 combatientes fallecidos y 300 heridos, de ellos 50 incapacitados de por vida. Al decir del Gallego Fernández, uno de los principales jefes que rechazaron la invasión: “La idea, desde el punto de vista estratégico y táctico del enemigo estaba bien concebida (…) les faltó la razón, la justeza de la causa que defendían” y el comandante Fidel Castro fue inobjetable cuando afirmó que: “Los invasores han sido aniquilados. La revolución ha salido victoriosa de esta batalla. En el plazo de 72 horas ha destruido unas fuerzas armadas que a lo largo de muchos meses habían sido organizadas y adiestradas por el gobierno imperialista de los Estados Unidos (…) Ese día en la historia el imperialismo yanqui sufrió en América su primera gran derrota”.

Ente los muchos análisis que se hicieron años después para justificar aquel estrepitoso fracaso de la CIA, que puso en ridículo a la Administración Kennedy, heredera de la Operación Pluto y responsable última de su fracaso (“La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana”, dijo Kennedy), Arthur Schlesinger, Jr., asistente del presidente, afirmó con cierta dosis de verdad que: “Históricamente, hemos desempeñado un doble papel en América Latina. A veces somos el buen vecino, a veces el bravucón del hemisferio. (…) El Dr. Jekyll promueve los intereses a largo plazo de Estados Unidos, Mr. Hyde deja amargos sentimientos antiyanquis donde quiera que va. Bahía de Cochinos fue obra de Mr. Hyde”.

Cubierta de La guerra tuvo seis nombres, “libro memorable sobre aquellas jornadas épicas”
de Eduardo Heras León, Premio Nacional de Literatura y combatiente de Playa Girón. Imagen: Portal Cubarte

 

Durante los interrogatorios, uno de los invasores reconoció con cinismo, ante la pregunta del fiscal de por qué se habían aliado con una potencia extranjera para atacar a su propio país, que: “existen momentos en la política en que uno ha de pactar, por así decirlo, con el mismísimo Diablo”. En el bando contrario, el escritor Eduardo Heras León, combatiente en aquel suceso y autor de un libro memorable sobre aquellas jornadas épicas, La guerra tuvo seis nombres, explicó las razones de la victoria con extraordinaria sencillez:

Los que tuvimos la suerte y el honor de participar en aquellos tres días de combate, lo hicimos sin tener una “conciencia histórica” del hecho. No fuimos a combatir pensando y afirmando que vivíamos un momento importante de la historia. No hacíamos abstracciones ni filosofábamos sobre la importancia del “minuto histórico en que nos encontrábamos”. Sencillamente fuimos a combatir a los mercenarios que querían destruir la Revolución. Y todo se reducía a esos términos simples y claros: nosotros, los revolucionarios íbamos a echarle plomo a los contrarrevolucionarios invasores. No podían pasar: así de sencillo.

 

Bibliografía Mínima
Castro, Fidel y José Ramón Fernández, Bahía de Cochinos/Playa Girón. Primera derrota militar de Washington en América, Nueva York, Pathfinder, 2001.
Casaus, Víctor, Girón en la memoria, La Habana, Ediciones La Memoria, 2012.
Rodríguez, Juan Carlos, Girón. La batalla inevitable. La más colosal operación de la CIA contra Fidel Castro, edición ampliada, La Habana, Editorial Capitán San Luis, 2005.
Verde Olivo. Órgano de las FAR, Número especial dedicado al 50 Aniversario de Playa Girón, La Habana, año 53, no. 2, abril de 2011.