La única vez que conversé con Mario Benedetti, me preguntó por varios de sus amigos cubanos, pero fue inevitable detenernos en Ambrosio Fornet; le hablé con entusiasmo del honor de su amistad y del extraordinario colaborador que teníamos en él. Imborrables me quedaron grabadas las palabras admiradas del escritor uruguayo: “Pocho es muy inteligente”. Cuando luego se lo relaté al elogiado, recuerdo que me dijo: “Mario es muy generoso”.

Pero sí, Pocho era muy inteligente, y también generoso, sabio, patriota e informado de lo humano y lo divino. Con tanto que leer de gente ilustre y brillante conocida y cercana, nunca estuvo ausente para una solicitud del amigo, y la sorpresa y el honor de su lectura atenta y profunda nunca regateó tampoco el elogio que creyó justo.

Pocho era muy inteligente, y también generoso, sabio, patriota e informado de lo humano y lo divino”.
Foto: Omara García/ Cubaperiodistas

No fue por él que supe de un día en que, siempre amable y sonriente, tuvo una reacción tajante: “Iroel es mi hermano, de él no se habla mal aquí”. Había reconocido su dignidad cuando, empezando yo a trabajar en el Instituto del Libro, coincidimos en la librería de los bajos con un escritor que días antes había hecho una declaración oportunista, Pocho lo increpó: “Fulano, ¿cómo es eso que dijiste?”. O cuando, presente en la Feria del Libro de Santo Domingo, y teniendo al Presidente de República Dominicana delante, admirado lector de su obra, lo único que le solicitó fue ir a Baní, el poblado donde nació Máximo Gómez.

“Pocho era muy inteligente, y también generoso, sabio, patriota e informado de lo humano y lo divino”.

Por las más recientes conversaciones con Silvia, su compañera de toda la vida, cubana cultísima y brillante, sabíamos que su salud ya se deterioraba aceleradamente, pero no por esperada esta noticia fatal, es menos doloroso saber de su fallecimiento. Alguien querido y bueno nos faltará a partir de hoy.
Gracias por todo, Pocho, maestro y hermano.

Tomado de La pupila insomne

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