¿Ponerse una guayabera en París o tomarse un selfie con Patrice Pavis en La Habana?

Ámbar Carralero Díaz
11/4/2016
Fotos: Cortesía de la autora
 

Patrice Pavis, uno de los teóricos del teatro más influyentes del siglo XX a escala internacional, ofreció por estos días un taller en el Instituto Superior de Arte. Las cuatro jornadas de trabajo sesionaron en uno de los tabloncillos del ISA y transcurrieron en los días previos al Evento Traspasos Escénicos, creado y dirigido por Eberto García Abreu, quien también estuvo a cargo de la organización del taller.

Patrice se presenta diciendo que su español es algo “problemático”, lo acompaña la investigadora cubana radicada en Chile, Magaly Muguercia para ayudarlo en la traducción. Sin embargo, a medida que avanzaron las secciones del taller, el español de Pavis fue siendo más locuaz, más prolífero. El francés y la adaptación al español de algunos términos técnicos propios del mundo teatral, más que algo problemático se convirtieron durante estas jornadas, en una oportunidad de establecer conexiones entre una y otra lengua, entre palabras que supuestamente significan lo mismo, y adquieren según el idioma diferentes connotaciones.


 

Unos minutos antes de que empezara la primera sesión, converso con Carlos Gámez, estudiante de Teatrología de 3cer año, él me habla de la reciente temporada de la serie Juego de tronos que ya salió en el “paquete”. Mientras prepara sus papeles, le tomo una foto furtiva a Pavis con mi cámara Sony, que tiene 16.1 Mega Pixels y fue adquirida a través de “Revolico”. Nosotros también tendremos que “traducirle” muchos términos al teórico francés, entre ellos habrá que explicarle lo que queremos decir con el “paquete”, la “wifi”, el correo “nauta”, y un grupo de invenciones cubanas inconcebibles en otros contextos.

I
Globos rojos te compraré, eres solo una niña…
[1]
El teórico pidió que los participantes del taller redactaran previamente un texto sobre la globalización y se lo enviaran por correo. Así comenzó la relación con los 20 talleristas, en su mayoría estudiantes de la Facultad de Arte Teatral del Instituto Superior de Arte.  

Pavis localiza el inicio de la globalización luego de la caída del muro de Berlín, en 1989. Piensa que si hace unos años había una especie de complejo de las culturas latinoamericanas a propósito de la influencia de la cultura occidental sobre ella, es un fenómeno superado y aprovechado en beneficio del arte. Refiere el debilitamiento del imaginario nacional en función de una imaginación global, mucho más híbrida y abierta.


 

Una pregunta inició la primera jornada: “En tu país, ¿cómo funciona la globalización? ¿Cuáles son sus efectos o consecuencias?”

Patrice Pavis fue citando cada una de las respuestas de los 20 talleristas. Enfoques disímiles sobre teatro y globalización se cruzaron durante su lectura. Pidió a los estudiantes que se presentaran a sí mismos mediante un autorretrato escénico, una suerte de exposición de quiénes son, acompañada de acciones y movimientos que pudieran ilustrar lo que era para ellos la globalización.

Los talleristas abordaron el tema desde su individualidad, por lo que múltiples miradas se encontraron en el escenario. Desde el cuestionamiento de la pregunta habitual entre los ecuatorianos “¿qué es de tu vida?”, y su falsedad en un presente en el que a través de las redes sociales todo se sabe y la vida privada se ha vuelto pública; hasta el testimonio de una estudiante que al preguntar a su abuela sobre la globalización, obtuvo la respuesta más inesperada y al mismo tiempo la más obvia: “el acto de inflar globos”.    

Patrice reflexiona sobre “la práctica considerada como objeto de investigación”, [2] la importancia de la misma en la elaboración de un texto para el teatro, y la posibilidad que brinda de entender fenómenos de diversa índole mediante el arte, incluso para personas que no son del medio artístico. Señala la importancia de explorar la creación del texto en el proceso de la práctica, y no solo en la variante más empleada: el texto pre-existente y su posterior puesta en escena. También habla con los talleristas sobre el problema de la autenticidad en el teatro, “¿qué significa ser auténtico para un actor?” “La globalización conduce a la fragmentación y a la pérdida de la subjetividad”: les dice.

Todo esto también está asociado por el flujo excesivo de la información, de manera que el conocimiento que adquirimos también es fragmentado, pues guardamos cientos de gigabytes con libros, tesis de grado, documentos en word y en pdfs, fotos y materiales audiovisuales, pero casi nunca nos detenemos a analizarlos en profundidad, es tanta la información que sería imposible revisarla toda; es más un consumo fragmentado que una apropiación de saberes. Al respecto, un tallerista hizo una cadena de acciones en la que pasaba varias veces por encima de algunos libros, mostrando el salto continuo de un material a otro que supone en la contemporaneidad la “adquisición” del conocimiento. Además se tocó el tema de la presión que ejerce el manejo del tiempo y la velocidad como modo de vida.


 

Patrice Pavis insistió en que la globalización no es sólo un fenómeno de estar o no conectado a Internet o de cuestiones netamente económicas; incluye e influye sobre todo en la cultura, la identidad, en la circulación e intervención de otros saberes, en los poderes políticos. Pregunta por las raíces, ¿qué significa exactamente “buscar nuestras raíces”? La respuesta pudiera ser evidente en principio, sin embargo, deja un silencio en el tabloncillo. Para los cubanos y latinoamericanos presentes, esta es una frase dicha todo el tiempo, como sinónimo de la identidad, del “rescate” y preservación de las tradiciones, la memoria de los antepasados, pero esta pregunta ha colocado una especie de espejo borroso que impide establecer ciertos límites. Pavis habla de la cultura como el terreno de lo híbrido, donde las fronteras no están claras, y nada es puro o auténtico del todo, siempre viene de otras herencias, está matizado por alguna influencia. El teórico considera que hasta la división entre la vida pública y la privada se ha vuelto cada vez más confusa. 

Le pide a los talleristas que creen varios grupos, cada uno debe tener al frente un autor-director que de las pautas a seguir por sus miembros. Crearán pequeños materiales que van mutando mediante la repetición de las acciones, la incorporación de palabras, gestos y nuevas pautas. La noción de “autor-director” se establece como una suerte de facilitador entre las ideas, los actores y la escena, como alguien que no tiene todo claro desde el principio, y es en la práctica, a través del proceso con los actores que encuentra junto a su equipo el sentido de lo que se va conformado en escena. Es fundamental que siga el proceso y tome nota de todo aquello interesante que va surgiendo, porque en la medida que avanzan, él debe tomar determinadas decisiones.

II
Siempre tendremos el fútbol… ¡pero aún nos queda el béisbol!
[3]
En la segunda jornada del taller, Patrice insiste en la importancia de ver la escritura y la puesta en escena como un proceso de puede ser simultáneo, y no separado: “El movimiento de los actores, sus gestos y vestuarios, la escenografía, los objetos y la iluminación son modos de escritura, precisamente porque narran y adquieren un sentido”. La escritura en escena no es solo escribir sobre el escenario, sino desde él.

Luego habla con detenimiento del “dispositivo” en el sentido que el filósofo Agamben le confiere al término. Si antes se hablaba de misce en scene, luego del postmodernismo se trata más de la creación de un dispositivo, que permita escribir en el espacio y el tiempo. “Un dispositivo es todo aquello que observa y controla las acciones, los gestos de los seres vivos”, advierte. También se puede pensar en un dispositivo cívico, y en el caso teatral, la escritura en escena es un dispositivo que mediante la disposición de los actores y la escenografía, la organización del relato coloca y dirige la mirada y la atención de los espectadores, busca un sentido que debe ser completado en el encuentro con el público. El dispositivo maneja las emociones, las intensidades, todos estos mecanismos se activan y crean circuitos, dibujan trayectorias. El teatro debe funcionar, en opinión de Pavis, como una instalación de trozos de palabras y cuerpos, en una especie de caos que durante la práctica se organiza, se dispone construyendo y deconstruyendo lo conseguido durante las improvisaciones, y encuentra así su verdadero itinerario. Al mismo tiempo, el autor-director debe permitirse la inestabilidad y escapar al control, aprender a “descontrolar el control”, a realizar un ajuste de fragmentos en un material donde se une lo social, lo privado y lo político, el caos y el orden.


 

El proceso que lleva adelante el autor-director debe sostener un vaivén entre la escena y la escritura. Debe ser consciente del nivel en que se sitúa cada vez, a nivel de la trama, de la fábula, de los actores, del espacio. Destaca la importancia de estudiar los “lugares de indeterminación”, y la “atmósferas” como el empaque total, que trasmite emociones y estados en los espectadores. Es imprescindible que los actores consigan un espacio de libertad, aunque tengan como punto de partida las pautas del autor-director. Esas premisas son pilares para sostener la estructura del relato que se va construyendo, pero no deben funcionar como una camisa de fuerza. Sin embargo, los espectáculos que parten de las improvisaciones no son los más frecuentes en el panorama teatral contemporáneo de Europa; pues el imperio del texto sigue siendo la fuente fundamental para la realización de las puestas en escena.

Algunos talleristas señalan los puntos de encuentro entre la noción de autor-director, la creación colectiva y la dramaturgia colaborativa. Solo que en el caso practicado durante el taller, no cualquier actor podría escribir el texto, ellos trabajan a partir de las pautas del autor-director, que estableciendo su jerarquía lleva las notas y reescribe sobre la escena, a diferencia de la creación colectiva y la dramaturgia colaborativa que suma a los actores en el proceso de improvisación pero también en la escritura. Sin embargo, aunque estas aclaraciones son válidas, ciertamente son muchas las coincidencias entre estas modalidades del teatro, por lo que las fronteras son borrosas. Más allá de la teoría, de los supuestos límites y diferencias entre estas prácticas, es en el escenario donde se demuestra su con/fusión, la mezcla de territorios y de roles dan lugar a lo híbrido, en cualquiera de los casos.          

“El trabajo escénico y práctico no solo te hace entender el mundo, sino descubrir cómo funciona”, concluye Pavis. Con esta sentencia y algunas recomendaciones a propósito de los trabajos de cada equipo, se cierra la segunda jornada.

III
La globalización es pensar en plural
[4]
El tercer día, el equipo que trabaja en un ejercicio de dos parejas que se comunican a través de los móviles, muestra nuevamente su material y este evoluciona provocando un cierre simpático e inesperado para los mismos actores. La pauta de Roberto Viña[5], el autor-director en este caso, había sido la de una pareja que se encuentra y su conversación es bombardeada por los mensajes de texto y las llamadas de sus amigos, que en ambos casos les hacen recomendaciones sobre qué decir, cómo moverse y hasta les piden fotos de quién los acompaña. Esta premisa genera una separación paulatina en la pareja que pretendía tener una cita, mientras los consejeros que están en el fondo del escenario, terminan acercándose y son ellos quienes entablan una conversación, que por primera vez, no está mediada por los celulares. Pavis acota que “la trayectoria narrativa (trama) se convierte en la base de un cuestionamiento de lo real, mediante métodos artísticos”.

Patrice muestra la obra El comerciante, un espectáculo francés que aborda el fenómeno del desempleo en las sociedades capitalistas, y la crisis que esto genera en los individuos y en el contexto familiar. Un espectáculo preciosista en la visualidad, que mediante la voz en off de la protagonista, muestra al resto de los personajes como figuras o siluetas, en una relación figura/fondo que no permite saber con certeza quiénes son, se pierden en el contexto, están definidos solo por sus posturas, por el carácter mecánico de sus acciones (reflejo de sus empleos), como parte de una masa desubjetivada. 

Durante la última jornada, Patrice les entregó a los talleristas el relato “Agnóstico” escrito por Roberto Viña. Cada participante debía representar mediante una improvisación un fragmento del texto. Así se fueron creando materiales, y se generaron varias dinámicas en grupo y de manera individual. Luego Patrice repartió un collage con fragmentos seleccionados por él, de todos los textos sobre la globalización que los participantes enviaron. A partir de esto, también se hicieron improvisaciones y se siguieron nuevas pautas.

Diversos materiales creados por los talleristas serán presentados en el próximo encuentro, abierto para todos los asistentes al evento Traspasos Escénicos, que durante el transcurso del taller ha ido sumando colegas de varios países latinoamericanos y caribeños. Patrice Pavis prefiere mostrar sus teorías sobre la base de ejercicios prácticos.

Conscientes de que la globalización no es en sí misma negativa o positiva, es un fenómeno propio de nuestras sociedades, sean del primer o del tercer mundo; terminamos el taller más convencidos de lo importante y plural que es el arte, y el modo tan especial que tiene el teatro de reflejar la cultura y la sociedad de su tiempo. Carlos Gámez, insiste al final en que la globalización “es un lujo que solo unos pocos pueden darse”, su reticencia en esta idea me divierte, pero no porque me burle o por considerarlo demasiado simplista. Creo que detrás de cada criterio que se manejó al respecto, estaba la marca del contexto, del universo personal de cada ser humano que se cuestionó este tema. Ahí, en el fondo, está también la resistencia de cada cual, y en esa manera auténtica con que defendieron sus ideas se sostiene mi esperanza. En este mundo globalizado, y por extensión de prácticas teatrales globalizadas, las personas toman fragmentos prestados, se dividen y multiplican en muchos roles, muestran diferentes caras y perfiles, pero aún así, aunque se fragmenten no se desintegran, siguen siendo un núcleo que resiste a los embates del igualitarismo y del individualismo. Poseen también desde este lado del mundo, una extraña convicción e identidad, que ha resistido a los colonialismos, y sigue identificando a cada individuo con su contexto. El taller así lo mostró, los estudiantes cubanos y los latinoamericanos expusieron sus modos de entender lo real y lo teatral, mezclaron sus visiones sin perder el pulso personal en cada intervención.


 

No tuve tiempo de tomarme un selfie con Pavis, pero sí pude voltear la mirada, ir al reverso de este encuentro e imaginarme en una foto colectiva con todos los alumnos del taller. En las grabaciones del joven que ha filmado las secciones de trabajo, debe haber un plano secuencia que muestra al grupo de estudiantes que recogen sus tablets, sus laptops de tercera, de segunda o de primera mano, cierran sus agendas con el año desactualizado o actualizado. Algunos se van en “almendrones” de diez pesos o en ruteros de cinco, otros en P1 o en P4. Marchan en direcciones diferentes, pero se encontrarán mañana, nuevamente en el ISA; en un taller que nos ha hecho sentir más cerca del mundo, pero sobre todo, de nosotros mismos.

 

(La estudiante Nathaly Polo, de 2do año de Dramaturgia dijo en el taller que ella estaba a favor de la globalización porque gracias a esta era posible que hubieran “guayaberas en París y un Pavis en La Habana”. A Nathaly debo el título de esta relatoría.)

 

Notas:
  1. Fragmento de “Globos Rojos” de la Fórmula Quinta, una canción que formó parte de la “Década prodigiosa”, muy divulgada por las emisoras radiales cubanas. Durante una de las secciones del taller, fue cantada por Laura Liz Gil, estudiante de 5to año de Dramaturgia, en un ejercicio de improvisación a propósito de la globalización.  
  2. Pavis, Patrice: “Más allá del debate sobre la teoría y la práctica”.  Tomado de los materiales que pasó por correo a propósito del taller.
  3. Thaimí Diéguez, estudiante de 3cer año de Teatrología, contó sobre su hermano que antes era pelotero, y actualmente es futbolista, como una muestra de la globalización en su familia. Pensé en su anécdota para este subtítulo.
  4. Frida Lobaina, estudiante de 2do año de Teatrología, sugiere en su texto esta propuesta.
  5. Lic. en Dramaturgia por el Instituto Superior de Arte. Ganador de varios premios como dramaturgo y narrador.