Portazo a los falsos héroes

Ernesto Cuní
28/10/2019

Los que asistimos a la primera función de CCPC La República Light, en el Teatro Bertolt Brecht, quedamos sorprendidos, si no atónitos, con lo que nuestros ojos estaban viendo.

En aquella oportunidad, por primera vez, al menos en mi caso, asistíamos a un espectáculo que se apoyaba en el choteo y en el desparpajo criollo para hablar del aquí y ahora desde la política.

El Portazo se sitúa en la avanzada del teatro musical o varieté, el burlesque y el mundo del cabaret,
utilizado como arma discursiva. Foto: Sonia Almaguer/Tomada de Canal Caribe

 

Émulo de aquel teatro bufo de principios de siglo que cuestionó a la sociedad de entonces, el grupo de teatro El Portazo, de Matanzas, se sitúa en la avanzada de este tipo de teatro musical o varieté, el burlesque y el mundo del cabaret, utilizado como arma discursiva.

Criticar en aras de revisarnos para un mejoramiento como individuos, sociedad y nación, es un acto revolucionario y esta compañía lo hace con buen tino.

En aquella primera muestra se proponía un recorrido irónico y burlesco por la nación, cuestionándonos nuestros procesos sociales e históricos. La nueva saga de Cuban Coffe by Portazo´s Cooperative apela a un héroe de carne y sangre, sin artificios, sin dogmas.

Lo que sucede es que lo logrado por la tropa de Pedro Franco en la primera temporada —mostró un discurso bien articulado y equilibrado desde el concepto de espectáculo, y por supuesto, ayudó la producción, magna—, se ve ensombrecido en esta nueva entrega.

La utilización de algunos lugares comunes, gags cómicos un tanto forzados, facilismos y constantes saltos, atenta contra su progresión. En algunos momentos se sobrecarga la tesis filosófica, la intención discursiva, con demasiada argumentación. La dosis de comicidad aumenta llegando al apabullamiento.

Hay una pretensión lograda de generar emociones, risas y reflexión. Pero todo desde la sorna y el choteo criollo contemporáneo. El dolor, aunque lastimoso, lo tornan risa.

No obstante, las puestas de CCPC tienen un mérito insuperable: logran mostrar los nuevos personajes del bufo cubano contemporáneo. Seres de la diferencia y el consenso, aun del pastiche. La jinetera, el guajiro, el homosexual, etc., amalgaman ese corolario de nuestra identidad bien legitimada e imposible de negar.

El canto y la danza son los “conjuros” utilizados por los actores-bailarines para “embrujar” a la audiencia. Desarrollan un intenso movimiento en el escenario e intercambio con el público. El transformismo cobra momentos cumbres. Son fundamentales la dicción, la proyección vocal y los movimientos corporales que los actores realizan en el proscenio.

Textos de diferentes autores cubanos defienden los puntos de vista artísticamente tratados. Así, encontramos ecos del poema Abdala, de José Martí; el verso de Rubén Martínez Villena o la oratoria de Mella; el decir de contemporáneos como Norge Espinosa, Abel González Melo, el humor de Kike Quiñones, entre otros.

Esta vez el escenario fue escueto, mínimo, austero: una pequeña plataforma unida a una pasarela. El Café Teatro Bertolt Brecht fue el recinto asignado. Se encontraron audaces soluciones para la representación escenográfica, la mayoría improvisadas a la criolla.

La música utilizada apeló a cuanta composición roza la jarana, tanto nacional como internacional. Los actores cantan y a la vez danzan. En cuanto a la iluminación, hay un uso constante del cenital durante los solos interpretativos, junto a la combinación de colores festivos, en esta obra que aborda diversos temas: amistad, existencia, sociedad, anhelos, sueños, cultura, identidad, derechos, libre albedrío, inclusión…